

La entrada “Deftones” en Wikipedia dice: “banda estadounidense de metal alternativo” y más adelante aclara: “son considerados los pioneros del género nu metal“. Me parece que esas son coordenadas bastante precisas para ubicar al grupo y, sobre todo, al giro espectacular que significó el álbum White Pony en su carrera que ya se acerca a las cuatro décadas de historia e incluye nueve discos de estudio. Es que, sin entrar en la discusión de qué es el “new/nu/nü metal”, y dejando de lado las expresiones de Chino Moreno renegando de tal etiqueta, al decir que la considera estúpida y que nunca se identificaron con ese movimiento, lo cierto es que la metamorfosis es innegable y, si Deftones alguna vez hizo algo con ese estilo, le quedó tan lejano como el death doom a Katatonia o el black metal a Ulver. Esto es así, más aún si hacemos equivaler dicho estilo a “rap metal”, que no tiene por qué ser el caso, pero supongamos que los hacemos, entonces, si alguna vez hubo muestras de ello en Deftones, se encontraban en uno o dos tracks por disco, y eso sucedió, justamente, hasta “White Pony”.
Voy a contextualizar y voy a hacerlo desde mi propia experiencia de vida, porque hablamos de un grupo que amo desde que estaba en la Escuela Secundaria. Año 2000: cambio de milenio. MTV, MuchMusic y VH1: los canales televisivos de música seguían vigentes y cumplían una función importante en la industria difundiendo videoclips. Las redes sociales y las plataformas de streaming todavía eran algo ajeno a la imaginación popular. En esa época yo estudiaba en uno de esos colegios que, antes de la espantosa reforma educativa de los 90 en Argentina, se llamaban “Escuelas Nacionales”: instituciones públicas gigantescas, con edificios de tres pisos y seis divisiones por año. Algo así como pequeñas ciudades adolescentes con enormes pasillos por los que desfilaban todas las tribus urbanas, vigiladas desde cabinas de preceptores. Por aquel entonces, además de remeras de bandas, se usaban unas mochilas de plástico negro con estampados de esas mismas agrupaciones, pero había una suerte de necesidad transformada en código, por la que se debía comunicar al mundo entero todos los grupos que cada cual escuchaba, y eso podía servir para iniciar conversaciones, conocer artistas y hacer nuevas amistades. Para eso se usaba “Liquid Paper” y así, en mi mochila de Deftones, también podía leerse Tool, Alice In Chains, Smashing Pumpkins, Nirvana, Soundgarden, Pantera, etc. Mis CDs de Adrenaline, el disco debut (1994) y Around the Fur (1997) ya estaban gastados (aunque siguen funcionando sin saltos hasta el día de hoy). Sobre todo Around the Fur, disco que aprecio tanto como a White Pony. Cada vez que veía el video de “My Own Summer (Shove It)” o “Be Quiet and Drive (Far Away)” en los canales de TV se me ponía la piel de gallina. No hace falta decir que me peinaba y me vestía imitando a Chino Moreno, y cuando me creció la barba usaba chivita. Quiero recordar que Deftones, en 1994, fue la primera banda que Madonna decidió editar con su propio sello Maverick.
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Y llegó el apocalipsis, ese que se produce cuando una bomba irradia una energía que hace que todo se transforme por mutaciones inesperadas y nos encontremos teniendo sexo animal en medio de la decadencia. Es que, de hecho, la salida de White Pony tuvo una suerte de teaser en la forma de una corta película que, justamente, mostraba un asfixiante escenario distópico. Al verla quedé con la mandíbula pegada al piso y mi cerebro tratando de procesar lo que estaba sucediendo. El 20 de junio el disco vió la luz: el día del cumpleaños de Chino. La portada seguía la tradición de ser tan original como desconcertante. Ni hablar del título. Terry Date continuaba a cargo de la producción. Vale la peña señalar que también fue el productor de bandas como Pantera, White Zombie, Soundgarden y Smashing Pumpkins.
Las ventas fueron excelentes. Los cortes de difusión con sus respectivos videos fueron “Change (In the House of Flies)”, “Digital Bath” y “Street Carp”. Las dos primeras canciones eran de una melancolía dolorosa: intensas, lacerantes, visceralmente encantadoras. La tercera era un poco más liviana y enérgica. Frank Delgado se incorporó como integrante a cargo de la electrónica (sintetizadores, bandejas, samples) y Chino apareció tocando la guitarra: toda una novedad. El bajista fundador, Chi Cheng, todavía estaba vivo. Tras su trágica muerte, ocurrida en 2013, la banda aun se niega a reemplazarlo con otro miembro estable: son todos empleados. Las letras escritas por Chino seguían desarrollando esa veta de poética existencialista urbana mezclada con romanticismo prostibulario de neón. La amalgama de metal, hardcore, shoegaze, post-rock y trip hop era increíble. Como si fuera poco, Maynard James Keenan tuvo un rol protagónico como cantante invitado en la obra maestra que es “Passenger”. No caben dudas de que los californianos decidieron enarbolar la bandera del metal alternativo más alto que nunca antes. Si me preguntan, aparte de las tres canciones ya mencionadas, mis otras grandes favoritas del disco son “Knife Prty” y “Pink Maggit”, aunque el álbum como totalidad siempre sonó fantástico, cohesivo y coherente.
El lanzamiento se hizo en dos ediciones en CD de lujo: una con caja acrílica opaca negra y la otra roja. Ambas traían el bonus track “The Boy’s Republic”. Como yo pensé que los bonus iban a ser distintos en cada versión compré las dos. Igual no me arrepiento, es más: también adquirí la edición plateada regular, y años más tarde el vinilo. Luego la banda grabó “Back to School (Mini Maggit)” una versión alternativa de “Pink Maggit” con un guiño de despedida al rap metal, que también tuvo su propio video, en el que, justamente, se ve al grupo tocando en la escuela secundaria. El track fue incorporado en una reedición. En ese momento, el grupo estaba teniendo fuertes discusiones con Maverick acerca de los riesgos creativos que asumía y esa versión alternativa no fue más que una demostración de lo fácil que les resultaba hacer un hit repitiendo una fórmula. Tiempo más tarde, Chino expresó su odio por esa canción. Se sintieron presionados por la discográfica para grabar un single del estilo que todavía seguía de moda, aunque ellos ya no querían saber nada con esa escena. “White Pony” se convirtió en disco multiplatino, lo que significa que se vendieron más de dos millones de unidades. En 2001 la banda ganó un Premio Grammy en la categoría Mejor Interpretación de Metal por la canción “Elite”, que ni siquiera había sido un single.
Como si todo esto no fuera suficiente, volviendo al toque personal de este homenaje a uno de los discos de mi vida, la banda vino por primera vez a la Argentina en 2001, justamente para presentarlo. Una jornada inolvidable en el Estadio de Vélez, en la que tocaron como grupo soporte de los Red Hot Chili Peppers, bajo una lluvia torrencial que me dejó mojado y frío hasta los huesos pero no importaba porque tenía el alma fuera del cuerpo.
En 2020, con motivo de su 20 aniversario, se lanzó un álbum de remixes de “White Pony” titulado Black Stallion: una propuesta electrónica, industrial y ambient que contó con la colaboración de Robert Smith, uno de los ídolos de Chino Moreno. Es que la importancia de este disco en la trayectoria de Deftones y en la historia del metal alternativo es innegable. Si bien otros trabajos como “Around the Fur” y Deftones (2003) también tienen un lugar muy especial en los corazones de los y las amantes de la banda, la opinión generalizada de la crítica es que “White Pony” es su Magnum Opus y constituye un hito de la música pesada.


La entrada “Deftones” en Wikipedia dice: “banda estadounidense de metal alternativo” y más adelante aclara: “son considerados los pioneros del género nu metal“. Me parece que esas son coordenadas bastante precisas para ubicar al grupo y, sobre todo, al giro espectacular que significó el álbum White Pony en su carrera que ya se acerca a las cuatro décadas de historia e incluye nueve discos de estudio. Es que, sin entrar en la discusión de qué es el “new/nu/nü metal”, y dejando de lado las expresiones de Chino Moreno renegando de tal etiqueta, al decir que la considera estúpida y que nunca se identificaron con ese movimiento, lo cierto es que la metamorfosis es innegable y, si Deftones alguna vez hizo algo con ese estilo, le quedó tan lejano como el death doom a Katatonia o el black metal a Ulver. Esto es así, más aún si hacemos equivaler dicho estilo a “rap metal”, que no tiene por qué ser el caso, pero supongamos que los hacemos, entonces, si alguna vez hubo muestras de ello en Deftones, se encontraban en uno o dos tracks por disco, y eso sucedió, justamente, hasta “White Pony”.
Voy a contextualizar y voy a hacerlo desde mi propia experiencia de vida, porque hablamos de un grupo que amo desde que estaba en la Escuela Secundaria. Año 2000: cambio de milenio. MTV, MuchMusic y VH1: los canales televisivos de música seguían vigentes y cumplían una función importante en la industria difundiendo videoclips. Las redes sociales y las plataformas de streaming todavía eran algo ajeno a la imaginación popular. En esa época yo estudiaba en uno de esos colegios que, antes de la espantosa reforma educativa de los 90 en Argentina, se llamaban “Escuelas Nacionales”: instituciones públicas gigantescas, con edificios de tres pisos y seis divisiones por año. Algo así como pequeñas ciudades adolescentes con enormes pasillos por los que desfilaban todas las tribus urbanas, vigiladas desde cabinas de preceptores. Por aquel entonces, además de remeras de bandas, se usaban unas mochilas de plástico negro con estampados de esas mismas agrupaciones, pero había una suerte de necesidad transformada en código, por la que se debía comunicar al mundo entero todos los grupos que cada cual escuchaba, y eso podía servir para iniciar conversaciones, conocer artistas y hacer nuevas amistades. Para eso se usaba “Liquid Paper” y así, en mi mochila de Deftones, también podía leerse Tool, Alice In Chains, Smashing Pumpkins, Nirvana, Soundgarden, Pantera, etc. Mis CDs de Adrenaline, el disco debut (1994) y Around the Fur (1997) ya estaban gastados (aunque siguen funcionando sin saltos hasta el día de hoy). Sobre todo Around the Fur, disco que aprecio tanto como a White Pony. Cada vez que veía el video de “My Own Summer (Shove It)” o “Be Quiet and Drive (Far Away)” en los canales de TV se me ponía la piel de gallina. No hace falta decir que me peinaba y me vestía imitando a Chino Moreno, y cuando me creció la barba usaba chivita. Quiero recordar que Deftones, en 1994, fue la primera banda que Madonna decidió editar con su propio sello Maverick.
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Y llegó el apocalipsis, ese que se produce cuando una bomba irradia una energía que hace que todo se transforme por mutaciones inesperadas y nos encontremos teniendo sexo animal en medio de la decadencia. Es que, de hecho, la salida de White Pony tuvo una suerte de teaser en la forma de una corta película que, justamente, mostraba un asfixiante escenario distópico. Al verla quedé con la mandíbula pegada al piso y mi cerebro tratando de procesar lo que estaba sucediendo. El 20 de junio el disco vió la luz: el día del cumpleaños de Chino. La portada seguía la tradición de ser tan original como desconcertante. Ni hablar del título. Terry Date continuaba a cargo de la producción. Vale la peña señalar que también fue el productor de bandas como Pantera, White Zombie, Soundgarden y Smashing Pumpkins.
Las ventas fueron excelentes. Los cortes de difusión con sus respectivos videos fueron “Change (In the House of Flies)”, “Digital Bath” y “Street Carp”. Las dos primeras canciones eran de una melancolía dolorosa: intensas, lacerantes, visceralmente encantadoras. La tercera era un poco más liviana y enérgica. Frank Delgado se incorporó como integrante a cargo de la electrónica (sintetizadores, bandejas, samples) y Chino apareció tocando la guitarra: toda una novedad. El bajista fundador, Chi Cheng, todavía estaba vivo. Tras su trágica muerte, ocurrida en 2013, la banda aun se niega a reemplazarlo con otro miembro estable: son todos empleados. Las letras escritas por Chino seguían desarrollando esa veta de poética existencialista urbana mezclada con romanticismo prostibulario de neón. La amalgama de metal, hardcore, shoegaze, post-rock y trip hop era increíble. Como si fuera poco, Maynard James Keenan tuvo un rol protagónico como cantante invitado en la obra maestra que es “Passenger”. No caben dudas de que los californianos decidieron enarbolar la bandera del metal alternativo más alto que nunca antes. Si me preguntan, aparte de las tres canciones ya mencionadas, mis otras grandes favoritas del disco son “Knife Prty” y “Pink Maggit”, aunque el álbum como totalidad siempre sonó fantástico, cohesivo y coherente.
El lanzamiento se hizo en dos ediciones en CD de lujo: una con caja acrílica opaca negra y la otra roja. Ambas traían el bonus track “The Boy’s Republic”. Como yo pensé que los bonus iban a ser distintos en cada versión compré las dos. Igual no me arrepiento, es más: también adquirí la edición plateada regular, y años más tarde el vinilo. Luego la banda grabó “Back to School (Mini Maggit)” una versión alternativa de “Pink Maggit” con un guiño de despedida al rap metal, que también tuvo su propio video, en el que, justamente, se ve al grupo tocando en la escuela secundaria. El track fue incorporado en una reedición. En ese momento, el grupo estaba teniendo fuertes discusiones con Maverick acerca de los riesgos creativos que asumía y esa versión alternativa no fue más que una demostración de lo fácil que les resultaba hacer un hit repitiendo una fórmula. Tiempo más tarde, Chino expresó su odio por esa canción. Se sintieron presionados por la discográfica para grabar un single del estilo que todavía seguía de moda, aunque ellos ya no querían saber nada con esa escena. “White Pony” se convirtió en disco multiplatino, lo que significa que se vendieron más de dos millones de unidades. En 2001 la banda ganó un Premio Grammy en la categoría Mejor Interpretación de Metal por la canción “Elite”, que ni siquiera había sido un single.
Como si todo esto no fuera suficiente, volviendo al toque personal de este homenaje a uno de los discos de mi vida, la banda vino por primera vez a la Argentina en 2001, justamente para presentarlo. Una jornada inolvidable en el Estadio de Vélez, en la que tocaron como grupo soporte de los Red Hot Chili Peppers, bajo una lluvia torrencial que me dejó mojado y frío hasta los huesos pero no importaba porque tenía el alma fuera del cuerpo.
En 2020, con motivo de su 20 aniversario, se lanzó un álbum de remixes de “White Pony” titulado Black Stallion: una propuesta electrónica, industrial y ambient que contó con la colaboración de Robert Smith, uno de los ídolos de Chino Moreno. Es que la importancia de este disco en la trayectoria de Deftones y en la historia del metal alternativo es innegable. Si bien otros trabajos como “Around the Fur” y Deftones (2003) también tienen un lugar muy especial en los corazones de los y las amantes de la banda, la opinión generalizada de la crítica es que “White Pony” es su Magnum Opus y constituye un hito de la música pesada.