

Cronista: Federico Milano – Fotos: Cecilia Principe
Hablar de en Latinoamérica implica recordar los ecos de censura y persecución que acompañaron sus giras anteriores. En distintos momentos de su historia, los suecos Marduk fueron señalados por grupos religiosos y sectores conservadores como una amenaza moral, llegando a sufrir cancelaciones de conciertos en varios países, incluida Argentina. Hubo manifestaciones de colectivos cristianos que exigieron la suspensión de sus presentaciones y debates públicos en torno al supuesto carácter “anticristiano” de su obra. Contra ese telón de fondo, esta nueva visita se gestó sin estridencias: el cuarteto se plantó con actitud firme en el marco del 35º aniversario de Panzer Division Marduk. No se trató solo de un festejo simbólico, sino de una reafirmación de vigencia, algo que la noche del 1 de noviembre dejó plenamente demostrado.
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El show dio un vuelco imprevisto cuando, a solo 48 horas del evento, los organizadores anunciaron el cambio de sede: de Uniclub al Centro Cultural Bula, un recinto más reducido con capacidad para unas doscientas personas. La modificación terminó transformando la experiencia: la cercanía del público amplificó la tensión y la atmósfera se volvió más densa y eléctrica.
Un detalle inusual llamó la atención: una valla de contención colocada al borde del escenario, medida poco común en ese venue. Tal vez fue una exigencia de la banda o una prevención derivada de los recientes recitales de hardcore y punk donde el público practicó stage diving y las cosas se salieron un poquito de control. Sea como fuere, el gesto dio cuenta de que la velada prometía intensidad desde el primer acorde.
Cuando llegamos al lugar, Psicosfera ya estaban sobre el escenario desplegando set de black metal con similitudes a lo realizado por los noruegos Enslaved. La presentación funcionó como un anticipo ideal de lo que vendría después.
El reloj marcaba las 21, era la hora de la verdad, fue así que Marduk dió inicio a un set directo y devastador. La banda ejecutó Panzer Division Marduk de principio a fin, sin pausas ni concesiones. Sin embargo, durante los primeros minutos se presentó un inconveniente técnico: la guitarra quedó casi inaudible. Tras los dos primeros temas, los músicos abandonaron momentáneamente el escenario. Fueron unos cinco minutos de interrupción para ajustar perillas y balance de sonido. Cuando regresaron, el ataque sonoro recuperó toda su ferocidad: riffs cortantes, percusión demoledora y la voz de Mortuus imponiendo autoridad. E
l pequeño recinto, con su acústica cruda y saturada, amplificó la sensación de inmersión. Además del disco completo, Marduk repasó otros momentos de su trayectoria con temas como “Those of the Unlight”, “With Satan and Victorious Weapons”, “Slay the Nazarene” y “The Black Tormentor of Satan”, todos recibidos con pogos que convirtieron al CC Bula en un campo de batalla.
El cierre llegó con los himnos “The Blond Beast” y “Wolves”, coronando aproximadamente una hora y cuarto de intensidad total. En el contexto argentino, la velada reafirmó el vínculo entre Marduk y su público, demostrando que su propuesta no depende de grandes escenarios ni de producciones monumentales. Las viejas polémicas ideológicas quedaron en segundo plano frente a una comunión palpable entre banda y asistentes. La ejecución íntegra del álbum, complementada con clásicos esenciales, funcionó como equilibrio entre homenaje y declaración de principios: celebrar las tres décadas y media de trayectoria, y reafirmar la esencia más extrema del black metal. Al terminar el set, los músicos descendieron rápidamente del escenario improvisado y se escabulleron entre la multitud. El mensaje quedó claro: tras casi cuatro décadas, Marduk sigue siendo una fuerza indomable, sin concesiones ni filtros, tan feroz y desafiante como el primer día.
Gracias a Noiseground por confiar en Track to Hell para realizar la cobertura de este blasfemo evento.


Cronista: Federico Milano – Fotos: Cecilia Principe
Hablar de en Latinoamérica implica recordar los ecos de censura y persecución que acompañaron sus giras anteriores. En distintos momentos de su historia, los suecos Marduk fueron señalados por grupos religiosos y sectores conservadores como una amenaza moral, llegando a sufrir cancelaciones de conciertos en varios países, incluida Argentina. Hubo manifestaciones de colectivos cristianos que exigieron la suspensión de sus presentaciones y debates públicos en torno al supuesto carácter “anticristiano” de su obra. Contra ese telón de fondo, esta nueva visita se gestó sin estridencias: el cuarteto se plantó con actitud firme en el marco del 35º aniversario de Panzer Division Marduk. No se trató solo de un festejo simbólico, sino de una reafirmación de vigencia, algo que la noche del 1 de noviembre dejó plenamente demostrado.
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El show dio un vuelco imprevisto cuando, a solo 48 horas del evento, los organizadores anunciaron el cambio de sede: de Uniclub al Centro Cultural Bula, un recinto más reducido con capacidad para unas doscientas personas. La modificación terminó transformando la experiencia: la cercanía del público amplificó la tensión y la atmósfera se volvió más densa y eléctrica.
Un detalle inusual llamó la atención: una valla de contención colocada al borde del escenario, medida poco común en ese venue. Tal vez fue una exigencia de la banda o una prevención derivada de los recientes recitales de hardcore y punk donde el público practicó stage diving y las cosas se salieron un poquito de control. Sea como fuere, el gesto dio cuenta de que la velada prometía intensidad desde el primer acorde.
Cuando llegamos al lugar, Psicosfera ya estaban sobre el escenario desplegando set de black metal con similitudes a lo realizado por los noruegos Enslaved. La presentación funcionó como un anticipo ideal de lo que vendría después.
El reloj marcaba las 21, era la hora de la verdad, fue así que Marduk dió inicio a un set directo y devastador. La banda ejecutó Panzer Division Marduk de principio a fin, sin pausas ni concesiones. Sin embargo, durante los primeros minutos se presentó un inconveniente técnico: la guitarra quedó casi inaudible. Tras los dos primeros temas, los músicos abandonaron momentáneamente el escenario. Fueron unos cinco minutos de interrupción para ajustar perillas y balance de sonido. Cuando regresaron, el ataque sonoro recuperó toda su ferocidad: riffs cortantes, percusión demoledora y la voz de Mortuus imponiendo autoridad. E
l pequeño recinto, con su acústica cruda y saturada, amplificó la sensación de inmersión. Además del disco completo, Marduk repasó otros momentos de su trayectoria con temas como “Those of the Unlight”, “With Satan and Victorious Weapons”, “Slay the Nazarene” y “The Black Tormentor of Satan”, todos recibidos con pogos que convirtieron al CC Bula en un campo de batalla.
El cierre llegó con los himnos “The Blond Beast” y “Wolves”, coronando aproximadamente una hora y cuarto de intensidad total. En el contexto argentino, la velada reafirmó el vínculo entre Marduk y su público, demostrando que su propuesta no depende de grandes escenarios ni de producciones monumentales. Las viejas polémicas ideológicas quedaron en segundo plano frente a una comunión palpable entre banda y asistentes. La ejecución íntegra del álbum, complementada con clásicos esenciales, funcionó como equilibrio entre homenaje y declaración de principios: celebrar las tres décadas y media de trayectoria, y reafirmar la esencia más extrema del black metal. Al terminar el set, los músicos descendieron rápidamente del escenario improvisado y se escabulleron entre la multitud. El mensaje quedó claro: tras casi cuatro décadas, Marduk sigue siendo una fuerza indomable, sin concesiones ni filtros, tan feroz y desafiante como el primer día.
Gracias a Noiseground por confiar en Track to Hell para realizar la cobertura de este blasfemo evento.













