

Al tomar una discografía tan extensa como la de Iron Maiden podría resultar difícil elegir un solo disco como un álbum de quiebre. Después de todo ¿de qué estamos hablando cuando utilizamos la palabra “quiebre”? La respuesta podría resultar un tanto obvia; se trata de esos hitos musicales que marcan un antes y un después en la vida de una banda, o que de alguna forma condicionarán los próximos pasos a seguir por la agrupación; algo que no necesariamente siempre se traduce en algo positivo per se. Al menos no en términos artísticos y/o comerciales. Teniendo esto presente, podemos decir que hay más de un LP en el prontuario de La Doncella en cumplir con al menos alguno de estos requisitos para ser considerado de quiebre. Pero si tuviéramos que elegir uno solo sí o sí, con certeza casi absoluta ése sería “Killers”; ya que el segundo larga duración que está cumpliendo cuatro décadas de vida, significó el principio y a su vez el final en muchísimos sentidos para la banda de Steve Harris.
Respecto al final quizás la referencia sea por demás obvia; se trata del último disco que grabó el cantante Paul Di’Anno, quien fuera un miembro clave para que la Doncella tomara impulso durante aquellos tumultuosos primeros años de carrera. La potente voz de Paul y su grotesca actitud fueron fundamentales para que Maiden se diera a conocer en el circuito under del Reino Unido. Paul había ingresado a la banda en el año 1977. Por aquél entonces la perspectiva para Harris y los suyos no era precisamente alentadora: cambios constantes de formación; miembros que entraban y salían de la banda como por una puerta giratoria; enormes dificultades para poder conseguir fechas para tocar en vivo; y una Inglaterra que se encontraba abocada prácticamente de lleno hacia la música Punk. En ése contexto Di’Anno se sumó al grupo sin saber realmente qué esperar o hacia dónde iría a terminar toda esta historia. Sea como fuere, lo cierto es que Paul le inyectó a la banda la dosis de energía necesaria para que de a poco estos jóvenes londinenses vayan ganando cada vez más y más terreno, y así finalizar la década de los 70’s con Iron Maiden convertidos en una de las promesas más importantes de la llamada New Wave of British Heavy Metal (NWOBHM). Una energía que, como se dijo, no solo residía en el poderoso caudal vocal de Paul sino también en su actitud más bien guarra sobre las tablas. Una actitud que le daba a Maiden un aura más macabra que luego de la salida de Di’Anno se perdería para siempre y que jamás se volvería a recuperar. Por supuesto que con la entrada de Bruce Dickinson fue mucho más lo que la banda ganó que lo que perdió, ya todos conocemos la historia que vendría después. Pero no menos cierto es que la impronta que dejó Paul Di’Anno en los dos primeros álbumes de Iron Maiden fue tan marcada que al día de hoy los fans siguen mirando a esta etapa con mucho cariño.
Pero “Killers” también marcó el inicio de muchas cosas en la vida de La Doncella y que potenciaron aún más el maratónico ascenso que la banda estaba teniendo durante aquellos años en cuanto a calidad y a popularidad. En primer lugar, el ingreso de Adrian Smith como guitarrista de la banda fue una incorporación clave en las filas de Eddie. Adrian era un viejo conocido de los muchachos, en especial de Dave Murray, la otra guitarra, con quien juntos durante su adolescencia compartieron tiempo en una banda llamada Evil Ways. Ahora, tras la salida de Dennis Stratton luego del primer tour europeo teloneando a Kiss, Adrian se sumaba a Maiden a fines del año 1980 para aportar su inmenso talento como guitarrista y como compositor, y se convertiría en el responsable de algunos de los futuros clásicos del grupo.
Otro hito ineludible en “Killers” fue que se trató del primer disco que Maiden grabó con el célebre productor Martin Birch. Si bien el LP debut homónimo fue excelentemente recibido, porque contaba con un puñado de canciones que sacudieron al mundo y que ponían a Maiden a pelear de igual a igual con cualquiera, la producción de Will Malone dejó muchísimo que desear por decir menos. El pobre sonido que quedó en “Iron Maiden” es algo de lo que hasta el día de hoy Steve Harris sigue renegando. Lo más gracioso es que Martin estaba interesado en trabajar con ellos en su placa debut. Para 1980, Birch ya era un célebre productor puesto que en los 70 ‘s ya se había hecho de un currículum impresionante habiendo trabajado con viejas glorias como Deep Purple o Whitesnake. Tal era la importancia de Martin en la escena que para una banda novata como Iron Maiden, en aquel entonces, les hubiera resultado inaudito que un productor tan importante se fijara en ellos. Por fortuna, los temores desaparecieron y ya a partir de “Killers” Martin se sentaría en la consola de grabación para pulir el sonido de la banda, convirtiéndose así en una pieza clave en los discos más emblemáticos del quinteto. Pero hoy nos vamos a enfocar exclusivamente en “Killers”, porque ya desde el vamos la diferencia de producción con el primer álbum fueron abismales. Porque gracias a Martin Birch las composiciones de Maiden fueron dotadas de la potencia que estas requerían. Un sonido más limpio pero a su vez más atronador logró que las canciones de “Killers”, cuatro décadas más tarde, sigan sonando tan poderosas como cuando fueron concebidas.
Aunque, si nos ponemos puntillosos, hay que decir que la gran mayoría de estas canciones ya estaban listas antes de que la banda entrara a grabar “Killers”. A finales de los 70 ‘s Harris y los suyos tuvieron que luchar mucho para poder conseguir su contrato discográfico con EMI. Durante ése período Steve se dedicó a componer y a componer, y cuando finalmente llegó el momento de grabar el primer disco, el grupo tenía mucho material listo para ser plasmado. De modo que muchas de esas composiciones que sobraron se guardaron para este segundo LP. Temas como “Wrathchild”, “Innocent Exile” o “Another Life”, piezas que ya tenían bastante tiempo de ser tocadas en vivo, fueron beneficiadas por un sonido mucho más compacto como se dijo anteriormente. Finalmente el bajo de Steve Harris sonaba bien grueso y al frente, permitiéndole así al mundo poder apreciar su asombrosa digitación. La mencionada “Wrathchild”, la canción que abre el disco luego de la intro “The Ides of March” y la cual quizás sea la más emblemática del álbum puesto que es la que normalmente la banda elige al momento de revisitar esta placa, sirve como ejemplo para entender de qué estamos hablando: las primeras líneas de bajo marcan el ritmo de la canción, a la cual inmediatamente se le acopla un brutal riff sustentado en un sonido más nítido de guitarras y también la batería de Clive Burr la cual ahora sonaba con más cuerpo y más consisa. La potencia que el quinteto desplegaba dejó boquiabierto a todo el mundo.
Pero esa potencia no se agotaba solamente en “Wrathchild” como ya pueden suponer. Estamos ante uno de los discos más poderosos de Maiden y es por ello que a este arranque le sucede luego una seguidilla letal de temas que encuentra su momento de reposo únicamente en la balada “Prodigal Son”, una canción comandada por una dulce melodía de guitarras acústicas; un formato que Maiden tardaría muchos años en recuperar. Pero lejos de ser ésta la tónica general del disco, lo que predomina acá son trompadas de energía como “Murders in The Rue Morgue” (basada en el célebre cuento de Edgar Allan Poe), ése proto-Thrash instrumental homenajeando a Genghis Khan (con un extrovertido Clive Burr castigando a sus parches sin piedad) o “Purgatory”, la cual sumada a la citada “Another Life” o al descomunal cierre con “Drifter”, dejan entrever ésa cuota de agresividad Punk (aunque Harris no quiera admitirlo) ejecutada con la precisión propia del más ortodoxo y a la vez refinado Heavy Metal clásico.
Algunas canciones merecen un análisis aparte; “Innocent Exile” es una de esas piezas que fueron concebidas incluso en la época previa al nacimiento de Iron Maiden, cuando Steve Harris daba sus primeros pasos en bandas efímeras como Smiler, y es por eso que quizás esta sea la canción más “setentera” del disco, con ciertos aires que remiten a Led Zeppelin en algunas secciones; “Twilight Zone” es una de las joyas escondidas en la discografía de La Doncella, no sólo en el sentido artístico sino que también de una forma bastante literal. La canción fue originalmente estrenada como single en el Reino Unido pero no fue incluida en el LP, cosa que no ocurrió en la edición Norteamericana de “Killers” donde la canción sí fue incluída. Es curioso porque, cuando la banda reeditó su discografía a fines de los 90 ‘s, “Twilight Zone” sí estaba en la correspondiente reedición de “Killers” pero hoy no se la puede encontrar en las plataformas digitales (!) Anécdotas aparte, lo cierto que esta composición firmada por Harris y Murray (y como es sabido, cuando Murray firma una canción podemos encontrar el tema que desentona con el resto del disco) muestra todo el potencial que tenía Paul Di’Anno como vocalista, llegando a alcanzar agudos imposibles en el estribillo del tema y reforzando el contrafáctico de qué hubiera pasado si Di’Anno seguía en la banda. En cuanto a la canción que le da el título al álbum es justo decir que estamos ante una de las composiciones más soberbias en toda la historia de Iron Maiden y que los fans lamentamos que la banda hoy en día la tenga tan olvidada en sus giras. La intro in crescendo que va marcando el bajo, secundada por los alaridos de Di’Anno, anuncian la tormenta sonora que se avecina para explotar con una violencia inaudita al llegar al primer minuto de la canción, con unos efectos de guitarra que parecen cuchillas que están cortando el aire. Harris destrozando su bajo a pura velocidad; Burr castigando su batería a mil por hora; las guitarras de Murray y Smith arrasando con todo a su paso con unos riffs y unos solos ensordecedores; y Di’Anno advirtiendonos que supliquemos por piedad porque un asesino viene tras nosotros; todos estos son los factores que hacen de esta reliquia su máxima expresión sonora.
Semejante tormenta musical solamente podía ser empaquetada con una portada acorde a las circunstancias y el artista gráfico Derek Riggs se despachó con uno de sus trabajos más célebres. Al día de hoy, la tapa de “Killers” no solo está entre las más emblemáticas del grupo sino acaso del Heavy Metal todo. Hay una progresión enorme respecto al álbum debut. Si el Eddie que apareció en el primer disco al día de hoy se lo puede considerar caricaturesco y hasta inofensivo, la portada de “Killers”, cuarenta años más tarde, sigue siendo escalofriante. Riggs redobló la apuesta a la hora de buscar que la eterna mascota de Iron Maiden jugara un papel fundamental en el aspecto visual de la banda; al trabajar mejor los detalles de la iluminación de los suburbios que evocan a las primeras épocas de la banda y al cambiar las gesticulaciones de Eddie, con una mirada más macabra, quien a su vez está portando un hacha ensangrentada y con su víctima sujetándose de su camiseta, Riggs logró que para los fans “Killers” no sea solamente una experiencia auditiva sino también una maravilla para los ojos.
Como era de esperarse, “Killers” también significó un incremento significativo en la popularidad de la banda, y el quinteto ya conseguiría salir de Europa para aterrizar por vez primera en Estados Unidos, donde sus hechuras en 1981 llegaron a los oídos de unos tales Lars Ulrich y James Hetfield quienes por aquél entonces su amor por Iron Maiden (entre otras cosas) los unió para darle vida a otra magnífica historia dentro del Metal. Pero quizás también lo más significativo en esta primera gira mundial fue que la banda tuvo la posibilidad de llegar a Japón, mercado Metalero por excelencia, y donde registraron el EP en vivo “Maiden Japan” (en alusión a “Made in Japan” de Deep Purple), el cual le pondría el sello definitivo a esta etapa en la historia de La Dama de Hierro.
El éxito de la banda era cada vez mayor; las audiencias cada vez eran más multitudinarias; día tras día iban despegándose más de sus contemporáneos de la NWOBHM y cada vez más lejos estaban las épocas donde la banda se dedicaba a recorrer los circuitos chicos de Inglaterra. En un abrir y cerrar de ojos, Iron Maiden dejaba atrás los pubs y los pequeños teatros para presentarse en arenas y en estadios más gigantes. Toda esta nueva presión fue demasiado para Paul Di’Anno, quien con su errática conducta comenzó a sumergirse cada vez más en el mundo de los excesos para poder paliar la situación, lo cual empezó a afectar el funcionamiento interno de la banda. Con todo lo antedicho uno bien podría suponer que no fue fácil para Harris tomar la decisión de romper con Di’Anno pero el capitán de este barco era consciente que de seguir esta situación, el hundimiento era el único destino posible. Y Harris jamás iba a permitir eso. No ahora cuando estaba viendo cómo su sueño se estaba haciendo realidad después de tantos años de lucha.
Antes de finalizar la gira de “Killers” en 1981, Paul Di’Anno ya estaba fuera de Iron Maiden y las últimas fechas de aquél año la banda las realizaron con Bruce Dickinson ya incorporado al grupo. Fechas astutamente programadas, porque los fans no iban a aceptar tan fácilmente la entrada de un nuevo cantante para reemplazar al carismático Paul que tanta responsabilidad tuvo en el éxito que la banda cosechó en sus tempranos años. Claro, tampoco sabían que eso era nada comparado con lo que estaba por venir. Pero eso es ya otra historia. Una historia que en algún punto pareciera estar disociada entre lo que sucedió y entre lo que sucedería después, pero que cuarenta años más tarde podemos afirmar casi sin miedo a equivocarnos de que “Killers” fue la transición perfecta entre ese pasado y ése futuro.
Ficha técnica:
Publicación: 2 de febrero de 1981(Reino Unido) Junio 1981(Estados Unidos)
Grabación: Enero de 1981 en Battery Studios
Discográfica: EMI
Productor: Martin Birch
Canciones:
«The Ides of March» (instrumental)
«Wrathchild»
«Murders in the Rue Morgue»
«Another Life»
«Genghis Khan» (instrumental)
«Innocent Exile»
«Killers»
«Prodigal Son»
«Purgatory»
«Twilight Zone» (en la edición Norteamericana)
«Drifter»


Al tomar una discografía tan extensa como la de Iron Maiden podría resultar difícil elegir un solo disco como un álbum de quiebre. Después de todo ¿de qué estamos hablando cuando utilizamos la palabra “quiebre”? La respuesta podría resultar un tanto obvia; se trata de esos hitos musicales que marcan un antes y un después en la vida de una banda, o que de alguna forma condicionarán los próximos pasos a seguir por la agrupación; algo que no necesariamente siempre se traduce en algo positivo per se. Al menos no en términos artísticos y/o comerciales. Teniendo esto presente, podemos decir que hay más de un LP en el prontuario de La Doncella en cumplir con al menos alguno de estos requisitos para ser considerado de quiebre. Pero si tuviéramos que elegir uno solo sí o sí, con certeza casi absoluta ése sería “Killers”; ya que el segundo larga duración que está cumpliendo cuatro décadas de vida, significó el principio y a su vez el final en muchísimos sentidos para la banda de Steve Harris.
Respecto al final quizás la referencia sea por demás obvia; se trata del último disco que grabó el cantante Paul Di’Anno, quien fuera un miembro clave para que la Doncella tomara impulso durante aquellos tumultuosos primeros años de carrera. La potente voz de Paul y su grotesca actitud fueron fundamentales para que Maiden se diera a conocer en el circuito under del Reino Unido. Paul había ingresado a la banda en el año 1977. Por aquél entonces la perspectiva para Harris y los suyos no era precisamente alentadora: cambios constantes de formación; miembros que entraban y salían de la banda como por una puerta giratoria; enormes dificultades para poder conseguir fechas para tocar en vivo; y una Inglaterra que se encontraba abocada prácticamente de lleno hacia la música Punk. En ése contexto Di’Anno se sumó al grupo sin saber realmente qué esperar o hacia dónde iría a terminar toda esta historia. Sea como fuere, lo cierto es que Paul le inyectó a la banda la dosis de energía necesaria para que de a poco estos jóvenes londinenses vayan ganando cada vez más y más terreno, y así finalizar la década de los 70’s con Iron Maiden convertidos en una de las promesas más importantes de la llamada New Wave of British Heavy Metal (NWOBHM). Una energía que, como se dijo, no solo residía en el poderoso caudal vocal de Paul sino también en su actitud más bien guarra sobre las tablas. Una actitud que le daba a Maiden un aura más macabra que luego de la salida de Di’Anno se perdería para siempre y que jamás se volvería a recuperar. Por supuesto que con la entrada de Bruce Dickinson fue mucho más lo que la banda ganó que lo que perdió, ya todos conocemos la historia que vendría después. Pero no menos cierto es que la impronta que dejó Paul Di’Anno en los dos primeros álbumes de Iron Maiden fue tan marcada que al día de hoy los fans siguen mirando a esta etapa con mucho cariño.
Pero “Killers” también marcó el inicio de muchas cosas en la vida de La Doncella y que potenciaron aún más el maratónico ascenso que la banda estaba teniendo durante aquellos años en cuanto a calidad y a popularidad. En primer lugar, el ingreso de Adrian Smith como guitarrista de la banda fue una incorporación clave en las filas de Eddie. Adrian era un viejo conocido de los muchachos, en especial de Dave Murray, la otra guitarra, con quien juntos durante su adolescencia compartieron tiempo en una banda llamada Evil Ways. Ahora, tras la salida de Dennis Stratton luego del primer tour europeo teloneando a Kiss, Adrian se sumaba a Maiden a fines del año 1980 para aportar su inmenso talento como guitarrista y como compositor, y se convertiría en el responsable de algunos de los futuros clásicos del grupo.
Otro hito ineludible en “Killers” fue que se trató del primer disco que Maiden grabó con el célebre productor Martin Birch. Si bien el LP debut homónimo fue excelentemente recibido, porque contaba con un puñado de canciones que sacudieron al mundo y que ponían a Maiden a pelear de igual a igual con cualquiera, la producción de Will Malone dejó muchísimo que desear por decir menos. El pobre sonido que quedó en “Iron Maiden” es algo de lo que hasta el día de hoy Steve Harris sigue renegando. Lo más gracioso es que Martin estaba interesado en trabajar con ellos en su placa debut. Para 1980, Birch ya era un célebre productor puesto que en los 70 ‘s ya se había hecho de un currículum impresionante habiendo trabajado con viejas glorias como Deep Purple o Whitesnake. Tal era la importancia de Martin en la escena que para una banda novata como Iron Maiden, en aquel entonces, les hubiera resultado inaudito que un productor tan importante se fijara en ellos. Por fortuna, los temores desaparecieron y ya a partir de “Killers” Martin se sentaría en la consola de grabación para pulir el sonido de la banda, convirtiéndose así en una pieza clave en los discos más emblemáticos del quinteto. Pero hoy nos vamos a enfocar exclusivamente en “Killers”, porque ya desde el vamos la diferencia de producción con el primer álbum fueron abismales. Porque gracias a Martin Birch las composiciones de Maiden fueron dotadas de la potencia que estas requerían. Un sonido más limpio pero a su vez más atronador logró que las canciones de “Killers”, cuatro décadas más tarde, sigan sonando tan poderosas como cuando fueron concebidas.
Aunque, si nos ponemos puntillosos, hay que decir que la gran mayoría de estas canciones ya estaban listas antes de que la banda entrara a grabar “Killers”. A finales de los 70 ‘s Harris y los suyos tuvieron que luchar mucho para poder conseguir su contrato discográfico con EMI. Durante ése período Steve se dedicó a componer y a componer, y cuando finalmente llegó el momento de grabar el primer disco, el grupo tenía mucho material listo para ser plasmado. De modo que muchas de esas composiciones que sobraron se guardaron para este segundo LP. Temas como “Wrathchild”, “Innocent Exile” o “Another Life”, piezas que ya tenían bastante tiempo de ser tocadas en vivo, fueron beneficiadas por un sonido mucho más compacto como se dijo anteriormente. Finalmente el bajo de Steve Harris sonaba bien grueso y al frente, permitiéndole así al mundo poder apreciar su asombrosa digitación. La mencionada “Wrathchild”, la canción que abre el disco luego de la intro “The Ides of March” y la cual quizás sea la más emblemática del álbum puesto que es la que normalmente la banda elige al momento de revisitar esta placa, sirve como ejemplo para entender de qué estamos hablando: las primeras líneas de bajo marcan el ritmo de la canción, a la cual inmediatamente se le acopla un brutal riff sustentado en un sonido más nítido de guitarras y también la batería de Clive Burr la cual ahora sonaba con más cuerpo y más consisa. La potencia que el quinteto desplegaba dejó boquiabierto a todo el mundo.
Pero esa potencia no se agotaba solamente en “Wrathchild” como ya pueden suponer. Estamos ante uno de los discos más poderosos de Maiden y es por ello que a este arranque le sucede luego una seguidilla letal de temas que encuentra su momento de reposo únicamente en la balada “Prodigal Son”, una canción comandada por una dulce melodía de guitarras acústicas; un formato que Maiden tardaría muchos años en recuperar. Pero lejos de ser ésta la tónica general del disco, lo que predomina acá son trompadas de energía como “Murders in The Rue Morgue” (basada en el célebre cuento de Edgar Allan Poe), ése proto-Thrash instrumental homenajeando a Genghis Khan (con un extrovertido Clive Burr castigando a sus parches sin piedad) o “Purgatory”, la cual sumada a la citada “Another Life” o al descomunal cierre con “Drifter”, dejan entrever ésa cuota de agresividad Punk (aunque Harris no quiera admitirlo) ejecutada con la precisión propia del más ortodoxo y a la vez refinado Heavy Metal clásico.
Algunas canciones merecen un análisis aparte; “Innocent Exile” es una de esas piezas que fueron concebidas incluso en la época previa al nacimiento de Iron Maiden, cuando Steve Harris daba sus primeros pasos en bandas efímeras como Smiler, y es por eso que quizás esta sea la canción más “setentera” del disco, con ciertos aires que remiten a Led Zeppelin en algunas secciones; “Twilight Zone” es una de las joyas escondidas en la discografía de La Doncella, no sólo en el sentido artístico sino que también de una forma bastante literal. La canción fue originalmente estrenada como single en el Reino Unido pero no fue incluida en el LP, cosa que no ocurrió en la edición Norteamericana de “Killers” donde la canción sí fue incluída. Es curioso porque, cuando la banda reeditó su discografía a fines de los 90 ‘s, “Twilight Zone” sí estaba en la correspondiente reedición de “Killers” pero hoy no se la puede encontrar en las plataformas digitales (!) Anécdotas aparte, lo cierto que esta composición firmada por Harris y Murray (y como es sabido, cuando Murray firma una canción podemos encontrar el tema que desentona con el resto del disco) muestra todo el potencial que tenía Paul Di’Anno como vocalista, llegando a alcanzar agudos imposibles en el estribillo del tema y reforzando el contrafáctico de qué hubiera pasado si Di’Anno seguía en la banda. En cuanto a la canción que le da el título al álbum es justo decir que estamos ante una de las composiciones más soberbias en toda la historia de Iron Maiden y que los fans lamentamos que la banda hoy en día la tenga tan olvidada en sus giras. La intro in crescendo que va marcando el bajo, secundada por los alaridos de Di’Anno, anuncian la tormenta sonora que se avecina para explotar con una violencia inaudita al llegar al primer minuto de la canción, con unos efectos de guitarra que parecen cuchillas que están cortando el aire. Harris destrozando su bajo a pura velocidad; Burr castigando su batería a mil por hora; las guitarras de Murray y Smith arrasando con todo a su paso con unos riffs y unos solos ensordecedores; y Di’Anno advirtiendonos que supliquemos por piedad porque un asesino viene tras nosotros; todos estos son los factores que hacen de esta reliquia su máxima expresión sonora.
Semejante tormenta musical solamente podía ser empaquetada con una portada acorde a las circunstancias y el artista gráfico Derek Riggs se despachó con uno de sus trabajos más célebres. Al día de hoy, la tapa de “Killers” no solo está entre las más emblemáticas del grupo sino acaso del Heavy Metal todo. Hay una progresión enorme respecto al álbum debut. Si el Eddie que apareció en el primer disco al día de hoy se lo puede considerar caricaturesco y hasta inofensivo, la portada de “Killers”, cuarenta años más tarde, sigue siendo escalofriante. Riggs redobló la apuesta a la hora de buscar que la eterna mascota de Iron Maiden jugara un papel fundamental en el aspecto visual de la banda; al trabajar mejor los detalles de la iluminación de los suburbios que evocan a las primeras épocas de la banda y al cambiar las gesticulaciones de Eddie, con una mirada más macabra, quien a su vez está portando un hacha ensangrentada y con su víctima sujetándose de su camiseta, Riggs logró que para los fans “Killers” no sea solamente una experiencia auditiva sino también una maravilla para los ojos.
Como era de esperarse, “Killers” también significó un incremento significativo en la popularidad de la banda, y el quinteto ya conseguiría salir de Europa para aterrizar por vez primera en Estados Unidos, donde sus hechuras en 1981 llegaron a los oídos de unos tales Lars Ulrich y James Hetfield quienes por aquél entonces su amor por Iron Maiden (entre otras cosas) los unió para darle vida a otra magnífica historia dentro del Metal. Pero quizás también lo más significativo en esta primera gira mundial fue que la banda tuvo la posibilidad de llegar a Japón, mercado Metalero por excelencia, y donde registraron el EP en vivo “Maiden Japan” (en alusión a “Made in Japan” de Deep Purple), el cual le pondría el sello definitivo a esta etapa en la historia de La Dama de Hierro.
El éxito de la banda era cada vez mayor; las audiencias cada vez eran más multitudinarias; día tras día iban despegándose más de sus contemporáneos de la NWOBHM y cada vez más lejos estaban las épocas donde la banda se dedicaba a recorrer los circuitos chicos de Inglaterra. En un abrir y cerrar de ojos, Iron Maiden dejaba atrás los pubs y los pequeños teatros para presentarse en arenas y en estadios más gigantes. Toda esta nueva presión fue demasiado para Paul Di’Anno, quien con su errática conducta comenzó a sumergirse cada vez más en el mundo de los excesos para poder paliar la situación, lo cual empezó a afectar el funcionamiento interno de la banda. Con todo lo antedicho uno bien podría suponer que no fue fácil para Harris tomar la decisión de romper con Di’Anno pero el capitán de este barco era consciente que de seguir esta situación, el hundimiento era el único destino posible. Y Harris jamás iba a permitir eso. No ahora cuando estaba viendo cómo su sueño se estaba haciendo realidad después de tantos años de lucha.
Antes de finalizar la gira de “Killers” en 1981, Paul Di’Anno ya estaba fuera de Iron Maiden y las últimas fechas de aquél año la banda las realizaron con Bruce Dickinson ya incorporado al grupo. Fechas astutamente programadas, porque los fans no iban a aceptar tan fácilmente la entrada de un nuevo cantante para reemplazar al carismático Paul que tanta responsabilidad tuvo en el éxito que la banda cosechó en sus tempranos años. Claro, tampoco sabían que eso era nada comparado con lo que estaba por venir. Pero eso es ya otra historia. Una historia que en algún punto pareciera estar disociada entre lo que sucedió y entre lo que sucedería después, pero que cuarenta años más tarde podemos afirmar casi sin miedo a equivocarnos de que “Killers” fue la transición perfecta entre ese pasado y ése futuro.
Ficha técnica:
Publicación: 2 de febrero de 1981(Reino Unido) Junio 1981(Estados Unidos)
Grabación: Enero de 1981 en Battery Studios
Discográfica: EMI
Productor: Martin Birch
Canciones:
«The Ides of March» (instrumental)
«Wrathchild»
«Murders in the Rue Morgue»
«Another Life»
«Genghis Khan» (instrumental)
«Innocent Exile»
«Killers»
«Prodigal Son»
«Purgatory»
«Twilight Zone» (en la edición Norteamericana)
«Drifter»