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25º Aniversario de: The Time Of The Oath de Helloween
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Los 25 años de
“The Time of the Oath” de Helloween son una excusa perfecta para hablar de un disco que quizás en su momento no tuvo la apreciación que se merecía y sin dudas se trata de un disco muy importante en la carrera de la H alemana. Porque a la hora de hablar de la banda de Michael Weikath (guitarra) no podemos eludir el hecho de que, a lo largo de su extensa carrera, cada nuevo lanzamiento del grupo debió (y aún deben) soportar el padecimiento de ser sometido al tribunal (o sea, público y prensa) que los condena a la maldita comparación con la eterna obra magna del grupo: “Keeper of the Seven Keys” Pt.1 y Pt. 2, (1987 y 1988) los discos que le aseguraron a Helloween su permanencia en las páginas doradas de la historia del Heavy Metal.

Y la comparación se acentuaba aún más porque además la banda estaba atravesando un período de total renovación. De aquella gloriosa formación que parió a los dos “Keeper…” solamente quedaban Weikath y el eterno Markus Grosskopf (bajo). Kai Hansen, el otro guitarrista y miembro fundador, fue el primero en pegar el portazo luego de la salida de los “Keeper..”, siendo reemplazado por Roland Grapow. El magistral vocalista Michael Kiske, gran responsable del éxito de la banda y por haber patentado su estilo para los cantantes del Power Metal, rompería en muy malos términos y se terminaría yendo junto al baterista Ingo Schwichtenberg, tras la salida de esos experimentos fallidos que fueron los discos  “Pink Bubbles Go Ape” (1991) y – especialmente – “Chameleon” (1993), los cuales hirieron de muerte al legado de la banda. Andi Deris y Uli Kusch serían los responsables de ocupar los respectivos puestos vacantes, y con la nueva formación el primer paso a dar para las Calabazas alemanas consistiría en recuperar la credibilidad perdida. 

Ese primer paso se llamó “Master of the Rings” (1994), un disco en donde la banda recuperaba la fuerza perdida pero que aún estaba lejos del impacto generado a otrora. Así y todo, la mayoría de los fans vieron con buenos ojos a esta nueva versión de Helloween más allá de que las canciones no lograban seducir del todo, en especial por la comparación entre el estilo vocal de Deris, más cercano al Hard Rock que a los agudos inhumanos de Kiske. Pero como se dijo antes, el disco tenía la fuerza suficiente como para que la banda recupere la atención por parte de los medios especializados y ponerlos en órbita una vez más en donde el género que ellos mismos ayudaron a crear – es decir, el Power Metal – estaba gozando de muy buena salud. A mediados de los 90’s, bandas como Stratovarius, Blind Guardian o Angra estaban editando algunos de los discos clave en sus respectivas carreras; hasta Gamma Ray, la banda formada por Kai Hansen tras salir de Helloween, se estaba llevando todos los aplausos con su estupendo “Land of the Free” (1995), y en esta suerte de rivalidad entre ambas bandas Hansen se había anotado unos porotos a favor invitando a Michael Kiske a participar del disco, lo cual fue de gran agrado para todos los fans. 

Weikath y los suyos no se podían quedar afuera y es por eso que tenían que sumarse a la cresta de esta ola inmediatamente. Había que reafirmar lo conseguido por “Master of The Rings” y hacia allí se dirigieron. Lamentablemente la tragedia tocó de cerca al grupo, previo a la grabación del nuevo disco, con el suicidio del ex baterista Ingo Schwichtenberg y es por eso que  “The Time of The Oath” está dedicado a su memoria. En líneas generales podemos decir que este disco no se aleja demasiado de los parámetros de su antecesor, quizás apostándole un poco más a un sonido más Heavy y directo, y dejando de lado las cuestiones sonoras experimentales. Donde sí apostó fuerte la banda fue desde la portada, trayendo de nuevo al Keeper que caracterizó las tapas de sus dos álbumes más emblemáticos. Sin embargo, en lo que sería en el interior de la capucha del mítico Guardián (al cual nunca le vemos el rostro) se puede ver  el espacio con los anillos en órbita que caracterizaron la portada de “Master of the Rings”. Un claro mensaje tratando de unir el pasado y el presente de la banda. También detrás del Keeper se puede ver una suerte de mosaico circular con los símbolos de los doce signos del zodíaco aunque a decir verdad, si bien no se trata de una obra enteramente conceptual, muchas de sus letras están basadas en las profecías de Nostradamus que auguraban una Tercera Guerra Mundial a fines de siglo y un potencial nuevo Milenio lleno de paz (sí, de cosas así se hablaban en el mundo antes del año 2000). 

Profecías aparte, lo cierto es que Helloween – tal cual lo hemos dicho antes – estaba re-encontrándose con la faceta más dura de su sonido y “The Time…” fue un paso más en esa dirección tal como lo demuestra la potente “We Burn”, la encargada de abrir el disco y una de las más festejadas por los fans. Si bien para oídos de quien suscribe los momentos más destacados en la era con Deris en voces llegarán más adelante en discos como “Better Than Raw” (1998) o “Gambling With the Devil” (2007), “The Time…” posee también un puñado de clásicos que han sobrevivido al paso del tiempo como lo es el caso de “Power”, una canción con unas melodías de guitarras altamente adictivas en donde si la voz la hubiera puesto Kiske sería un tema que tranquilamente podría haber formado parte de alguno de los “Keepers…”. “Steel Tormentor” es otra que cada tanto se cuela en los tours de la banda porque sin dudas es un tipo de composición que a la voz de Deris le sienta muy bien, con esa mezcla de Power Metal Hard Rockero, mientras que la balada “Forever and One” nos recuerda a la genial “A Tale That Wasn’t Right”. 

Algunas canciones como la furiosa “Before The War” quedaron injustamente en un segundo plano; quizás porque tiene su propia calcomanía en “Kings Will Be Kings” y eso hizo que ambas pierdan eficacia. “Wake Up The Mountain” peca un poco de simplona más allá de su pegadizo estribillo y “A Million To One” es uno de esos medios tiempos con unas líneas vocales muy ganadoras que los fans echaron de menos en los futuros tours. La cuota humorística, siempre presente en Helloween, en esta oportunidad vino de la mano de “Anything My Mama Don’t Like” aunque con resultados un tanto ambivalentes. Paradójicamente, al final del disco quedaron las tres canciones quizás más relegadas al olvido: el deje épico en esta ocasión corrieron por cuenta de los nueve minutos de “Mission Motherland”, dueña de uno de los riffs más pesados en la historia de la banda; como así también la canción que le da el título al álbum y la encargada de cerrar la placa, la cual posee uno de los más interesantes duetos de guitarra entre Weikath y Grapow; entre medio de ellas se encuentra ésa semi balada titulada “If I Knew” aunque no conmueve tanto como “Forever and One”. Estas tres piezas compartían un rasgo distintivo: una ineludible atmósfera oscura en su sonido lo cual profetizaba hacia dónde irían los próximos pasos de la banda.

Este humilde redactor no suele darle importancia a los bonus tracks, lados B y demases, pero si hay una banda donde todo ése tipo de material merece ser revisado ésa sin dudas es Helloween. Hoy por hoy con la facilidad que hay para acceder a todo el material de un artista esto puede parecer una redundancia pero durante aquellos años era muy común, especialmente para las bandas europeas, editar material bonus para sus ediciones japonesas por ejemplo. Afortunadamente, cuando Helloween reeditó los discos más viejos de su catálogo lo hizo en versiones lujosas, las cuales no solamente contenían abundante material fotográfico y testimonial en sus booklets sino que además solían traer un CD extra con todo este tipo de material que solía quedar afuera de las ediciones estándar. Este es el caso de “The Time of The Oath”, el cual su segundo CD contiene joyas ocultas como “Still I Don’t Know” la cual es incomprensible cómo fue que ese tema terminó siendo una canción bonus o de descarte. También encontraremos cosas de carácter netamente experimental, pero no menos interesantes, como “Take it to the Limit” o “Walk Your Way”, como así también algunos covers como “Electric Eye” de Judas Priest o “Rain” de Status Quo. 

A un cuarto de siglo de su lanzamiento podemos afirmar que “The Time Of The Oath” es un disco que ha sabido madurar muy bien y que hoy se lo valora más con el paso del tiempo. Helloween se encontraba en proceso de recuperación y este disco cumplió su objetivo con creces. Veinticinco años después el juramento sigue intacto.

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25º Aniversario de: The Time Of The Oath de Helloween
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Los 25 años de
“The Time of the Oath” de Helloween son una excusa perfecta para hablar de un disco que quizás en su momento no tuvo la apreciación que se merecía y sin dudas se trata de un disco muy importante en la carrera de la H alemana. Porque a la hora de hablar de la banda de Michael Weikath (guitarra) no podemos eludir el hecho de que, a lo largo de su extensa carrera, cada nuevo lanzamiento del grupo debió (y aún deben) soportar el padecimiento de ser sometido al tribunal (o sea, público y prensa) que los condena a la maldita comparación con la eterna obra magna del grupo: “Keeper of the Seven Keys” Pt.1 y Pt. 2, (1987 y 1988) los discos que le aseguraron a Helloween su permanencia en las páginas doradas de la historia del Heavy Metal.

Y la comparación se acentuaba aún más porque además la banda estaba atravesando un período de total renovación. De aquella gloriosa formación que parió a los dos “Keeper…” solamente quedaban Weikath y el eterno Markus Grosskopf (bajo). Kai Hansen, el otro guitarrista y miembro fundador, fue el primero en pegar el portazo luego de la salida de los “Keeper..”, siendo reemplazado por Roland Grapow. El magistral vocalista Michael Kiske, gran responsable del éxito de la banda y por haber patentado su estilo para los cantantes del Power Metal, rompería en muy malos términos y se terminaría yendo junto al baterista Ingo Schwichtenberg, tras la salida de esos experimentos fallidos que fueron los discos  “Pink Bubbles Go Ape” (1991) y – especialmente – “Chameleon” (1993), los cuales hirieron de muerte al legado de la banda. Andi Deris y Uli Kusch serían los responsables de ocupar los respectivos puestos vacantes, y con la nueva formación el primer paso a dar para las Calabazas alemanas consistiría en recuperar la credibilidad perdida. 

Ese primer paso se llamó “Master of the Rings” (1994), un disco en donde la banda recuperaba la fuerza perdida pero que aún estaba lejos del impacto generado a otrora. Así y todo, la mayoría de los fans vieron con buenos ojos a esta nueva versión de Helloween más allá de que las canciones no lograban seducir del todo, en especial por la comparación entre el estilo vocal de Deris, más cercano al Hard Rock que a los agudos inhumanos de Kiske. Pero como se dijo antes, el disco tenía la fuerza suficiente como para que la banda recupere la atención por parte de los medios especializados y ponerlos en órbita una vez más en donde el género que ellos mismos ayudaron a crear – es decir, el Power Metal – estaba gozando de muy buena salud. A mediados de los 90’s, bandas como Stratovarius, Blind Guardian o Angra estaban editando algunos de los discos clave en sus respectivas carreras; hasta Gamma Ray, la banda formada por Kai Hansen tras salir de Helloween, se estaba llevando todos los aplausos con su estupendo “Land of the Free” (1995), y en esta suerte de rivalidad entre ambas bandas Hansen se había anotado unos porotos a favor invitando a Michael Kiske a participar del disco, lo cual fue de gran agrado para todos los fans. 

Weikath y los suyos no se podían quedar afuera y es por eso que tenían que sumarse a la cresta de esta ola inmediatamente. Había que reafirmar lo conseguido por “Master of The Rings” y hacia allí se dirigieron. Lamentablemente la tragedia tocó de cerca al grupo, previo a la grabación del nuevo disco, con el suicidio del ex baterista Ingo Schwichtenberg y es por eso que  “The Time of The Oath” está dedicado a su memoria. En líneas generales podemos decir que este disco no se aleja demasiado de los parámetros de su antecesor, quizás apostándole un poco más a un sonido más Heavy y directo, y dejando de lado las cuestiones sonoras experimentales. Donde sí apostó fuerte la banda fue desde la portada, trayendo de nuevo al Keeper que caracterizó las tapas de sus dos álbumes más emblemáticos. Sin embargo, en lo que sería en el interior de la capucha del mítico Guardián (al cual nunca le vemos el rostro) se puede ver  el espacio con los anillos en órbita que caracterizaron la portada de “Master of the Rings”. Un claro mensaje tratando de unir el pasado y el presente de la banda. También detrás del Keeper se puede ver una suerte de mosaico circular con los símbolos de los doce signos del zodíaco aunque a decir verdad, si bien no se trata de una obra enteramente conceptual, muchas de sus letras están basadas en las profecías de Nostradamus que auguraban una Tercera Guerra Mundial a fines de siglo y un potencial nuevo Milenio lleno de paz (sí, de cosas así se hablaban en el mundo antes del año 2000). 

Profecías aparte, lo cierto es que Helloween – tal cual lo hemos dicho antes – estaba re-encontrándose con la faceta más dura de su sonido y “The Time…” fue un paso más en esa dirección tal como lo demuestra la potente “We Burn”, la encargada de abrir el disco y una de las más festejadas por los fans. Si bien para oídos de quien suscribe los momentos más destacados en la era con Deris en voces llegarán más adelante en discos como “Better Than Raw” (1998) o “Gambling With the Devil” (2007), “The Time…” posee también un puñado de clásicos que han sobrevivido al paso del tiempo como lo es el caso de “Power”, una canción con unas melodías de guitarras altamente adictivas en donde si la voz la hubiera puesto Kiske sería un tema que tranquilamente podría haber formado parte de alguno de los “Keepers…”. “Steel Tormentor” es otra que cada tanto se cuela en los tours de la banda porque sin dudas es un tipo de composición que a la voz de Deris le sienta muy bien, con esa mezcla de Power Metal Hard Rockero, mientras que la balada “Forever and One” nos recuerda a la genial “A Tale That Wasn’t Right”. 

Algunas canciones como la furiosa “Before The War” quedaron injustamente en un segundo plano; quizás porque tiene su propia calcomanía en “Kings Will Be Kings” y eso hizo que ambas pierdan eficacia. “Wake Up The Mountain” peca un poco de simplona más allá de su pegadizo estribillo y “A Million To One” es uno de esos medios tiempos con unas líneas vocales muy ganadoras que los fans echaron de menos en los futuros tours. La cuota humorística, siempre presente en Helloween, en esta oportunidad vino de la mano de “Anything My Mama Don’t Like” aunque con resultados un tanto ambivalentes. Paradójicamente, al final del disco quedaron las tres canciones quizás más relegadas al olvido: el deje épico en esta ocasión corrieron por cuenta de los nueve minutos de “Mission Motherland”, dueña de uno de los riffs más pesados en la historia de la banda; como así también la canción que le da el título al álbum y la encargada de cerrar la placa, la cual posee uno de los más interesantes duetos de guitarra entre Weikath y Grapow; entre medio de ellas se encuentra ésa semi balada titulada “If I Knew” aunque no conmueve tanto como “Forever and One”. Estas tres piezas compartían un rasgo distintivo: una ineludible atmósfera oscura en su sonido lo cual profetizaba hacia dónde irían los próximos pasos de la banda.

Este humilde redactor no suele darle importancia a los bonus tracks, lados B y demases, pero si hay una banda donde todo ése tipo de material merece ser revisado ésa sin dudas es Helloween. Hoy por hoy con la facilidad que hay para acceder a todo el material de un artista esto puede parecer una redundancia pero durante aquellos años era muy común, especialmente para las bandas europeas, editar material bonus para sus ediciones japonesas por ejemplo. Afortunadamente, cuando Helloween reeditó los discos más viejos de su catálogo lo hizo en versiones lujosas, las cuales no solamente contenían abundante material fotográfico y testimonial en sus booklets sino que además solían traer un CD extra con todo este tipo de material que solía quedar afuera de las ediciones estándar. Este es el caso de “The Time of The Oath”, el cual su segundo CD contiene joyas ocultas como “Still I Don’t Know” la cual es incomprensible cómo fue que ese tema terminó siendo una canción bonus o de descarte. También encontraremos cosas de carácter netamente experimental, pero no menos interesantes, como “Take it to the Limit” o “Walk Your Way”, como así también algunos covers como “Electric Eye” de Judas Priest o “Rain” de Status Quo. 

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