En una noche en la que la oscuridad se alzó como aliada, la sala Bóveda de Barcelona se transformó en un santuario del metal. El equipo de Track to Hell, implacable en su misión de llevar a los fans los más ardientes eventos, no se detuvo ni siquiera en el Día del Trabajador, entregando una crónica y capturas del esperado concierto de Crypta. La cuidadosa selección de bandas, orquestada por la productora, prometía una experiencia inolvidable.
Desde el primer compás, Plaguemace marcó el inicio de la ceremonia con una presencia imponente. Su cantante, ataviado con una GoPro que registraba cada instante de su furia musical, desató una tormenta de riffs y ritmos que sacudieron los cimientos del recinto. Desde “Cannibalicious”, un himno de voracidad primitiva, hasta “Ambrosia”, un bálsamo momentáneo en medio del caos, Plaguemace demostró una maestría técnica y un carisma inquebrantable, asegurando su lugar entre los grandes del género.
Luego, el escenario fue tomado por NAKKEKNAEKKER, cuyo nombre desafía la pronunciación pero cuya música se erige como un monumento al metal más clásico. A pesar de su corta carrera y la ausencia de álbumes, su actuación resonó con la sabiduría de veteranos del género. Temas como “Jesus’ Mor Er Satans Faetter” y “E-45” se convirtieron en himnos de una nueva generación, mientras la banda demostraba una madurez musical que dejaba sin aliento.
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Finalmente, llegó el momento culminante de la noche con Crypta, cuya presencia en el escenario era sinónimo de una fuerza imparable. Con una calidad musical impresionante y un carisma que irradiaba desde lo más profundo de su ser, las brasileras se entregaron por completo a su público entregado. Presentando su aclamado segundo álbum, “Shades of Sorrow”, llevaron a la audiencia a un viaje épico a través de paisajes sonoros oscuros y poderosos.
Canciones como “Trial of Traitors” y “Under the Black Wings” desataron una furia que se propagó como un incendio forestal, consumiendo todo a su paso y dejando a su público rendido ante la majestuosidad de su arte. Pero también hubo momentos de introspección, como en “Lullaby for the Forsaken”, donde la banda mostró su versatilidad y profundidad emocional.
En una noche en la que la oscuridad se alzó como aliada, la sala Bóveda de Barcelona se transformó en un santuario del metal. El equipo de Track to Hell, implacable en su misión de llevar a los fans los más ardientes eventos, no se detuvo ni siquiera en el Día del Trabajador, entregando una crónica y capturas del esperado concierto de Crypta. La cuidadosa selección de bandas, orquestada por la productora, prometía una experiencia inolvidable.
Desde el primer compás, Plaguemace marcó el inicio de la ceremonia con una presencia imponente. Su cantante, ataviado con una GoPro que registraba cada instante de su furia musical, desató una tormenta de riffs y ritmos que sacudieron los cimientos del recinto. Desde “Cannibalicious”, un himno de voracidad primitiva, hasta “Ambrosia”, un bálsamo momentáneo en medio del caos, Plaguemace demostró una maestría técnica y un carisma inquebrantable, asegurando su lugar entre los grandes del género.
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Canciones como “Trial of Traitors” y “Under the Black Wings” desataron una furia que se propagó como un incendio forestal, consumiendo todo a su paso y dejando a su público rendido ante la majestuosidad de su arte. Pero también hubo momentos de introspección, como en “Lullaby for the Forsaken”, donde la banda mostró su versatilidad y profundidad emocional.