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Adrián Barilari en Buenos Aires: “Un viaje por canciones eternas”

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Adrián Barilari en Buenos Aires: “Un viaje por canciones eternas”
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El pasado sábado 20 de julio, mientras Buenos Aires celebraba el Día del Amigo entre litros de fernet, asado y anécdotas, mi jornada tuvo un giro especial. Luego de compartir la tarde con esa banda de amigos que ya se convirtieron en familia, me dirigí hacia un venue que, a pesar de tener más de 25 años yendo a recitales, aún no conocía: La Trastienda. Todo fue posible gracias a la acreditación brindada por Gautama Art Group, a quienes desde aquí agradezco, para presenciar el show de Adrián Barilari bajo la gira “Canciones Doradas II”, una selección de hits internacionales revisitados con su voz inconfundible, sumados a joyas de su carrera solista y, claro, algunos guiños a Rata Blanca que el público siempre reclama.

El sitio, ubicado en el barrio porteño de San Telmo, te sorprende apenas das el primer paso: coqueto, cómodo, con una atmósfera íntima que hace olvidar por un rato el ritmo frenético del centro porteño. Un lugar pensado para que la música se escuche, se vea y —sobre todo— se sienta. Una vez dentro, pude observar que el ambiente ya estaba cargado de expectativa. El público, variado en edades y ubicado en grupos en las distintas mesas frente al escenario, compartía algo en común: todos sabíamos que se esperaba una noche especial.

Desde el arranque se notó el gran trabajo de sonido del lugar. En un show donde la voz y la instrumentación son protagonistas, cada detalle cuenta. Todo estaba equilibrado, todo pensado para que cada canción tuviera el espacio que merece. La iluminación también hizo lo suyo: sin exagerar, logró resaltar los momentos más intensos y acompañar los pasajes más íntimos. Colores cálidos, focos que se movían suavemente al ritmo de los temas más sentidos y explosiones de luz en los estribillos más coreados, mientras Adrián se mostró tal cual es: dueño de un carisma genuino, con la sonrisa siempre presente y esa energía que contagia. Su voz sigue intacta, poderosa, afinada, pero también cargada de sensibilidad para emocionar cuando la canción lo requiere. Muchas veces, los recitales en salas pequeñas pecan de un sonido saturado o de luces pobres. Aquí, en cambio, se nota que hay un trabajo profesional detrás. Y eso se agradece: la experiencia termina siendo mucho más que “ver a alguien cantar”; se transforma en una vivencia completa.

Detrás de Barilari, un grupo de músicos talentosos sostuvo la noche con solidez y pasión. Guitarras que combinaron virtuosismo con buen gusto, un bajo que marcaba el pulso con elegancia, la batería de Beto Topini de aquella mítica banda La Torre, sonó precisa sin caer en excesos, una corista que enamoró con su timbre vocal y teclados que sumaban atmósferas, dando más profundidad a cada tema. Todos brillaron, cada uno a su manera, demostrando que el proyecto solista no es solo “Barilari + banda”, sino un equipo compacto donde todos tienen algo para aportar.

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El show arrancó fuerte: un bloque internacional que incluyó versiones de Bon Jovi y Phil Collins, seguido de un momento más sentido con “Bad Love” de Eric Clapton. Barilari demostró que su rango vocal no se achica ante nada, navegando con naturalidad desde baladas hasta clásicos más rockeros. La lista siguió con un breve y elegante medley beatle: “Oh Darling” y “Don’t Let Me Down”, homenaje sentido que conectó directo con el público. Luego llegaron “Everytime You Go Away” de Paul Young y el himno ochentero “Carrie” de Europe, junto al siempre emotivo “Angel” de Robbie Williams. Hubo incluso lugar para “Are You Gonna Go My Way” de Lenny Kravitz, sumando un toque moderno y energético que encendió el ambiente.

Entre tanto cover internacional cantado en español, Barilari no olvidó su historia: hubo espacio para “Sin mirar atrás”, recordando su etapa solista, y el infaltable medley de Rata Blanca que incluyó “Volviendo a casa / Aún estás en mis sueños / Mujer amante”, momento inevitable de comunión con la gente, que respondió coreando cada estribillo como si fuera la última vez. El clima fue tan distendido como intenso. Entre canción y canción, Adrián se tomó el tiempo para hablarle al público, recordar anécdotas, presentar su lína de vinos y cervezas, anunciar la fecha de salida de una nueva colaboración musical junto a la banda Perinola y agradecer a todos los que hacen posible cada presentación. Se notó que para él no es “un show más”, sino una oportunidad real de conectar. El clima festivo llegó a su punto máximo cuando Barilari, copa en mano, brindó con champagne junto a sus músicos y la platea, en una postal que resumió la esencia de la noche: celebración, nostalgia y pasión compartida.

Para el final, “Rock and Roll All Nite” de Kiss puso a todos de pie antes del cierre íntimo. Una de las canciones emblemáticas de aquel primer disco solista, “Y las Sombras quedarán Atrás”, dejó en el aire un eco que tardó en apagarse. Fue un broche casi confesional, un momento que mostró a Barilari no solo como el vocalista de una de las bandas más importantes del heavy argentino, sino como un intérprete completo, dueño absoluto del escenario.

Pasadas las canciones, los saludos y los bises, quedó la clara sensación de haber vivido algo más que un simple recital. Fue un recorrido por distintas etapas de una voz que marcó época, sostenido por músicos que pusieron el alma en cada nota. Porque, cuando las cosas se hacen con pasión, el resultado se respira en el aire.

Así fue el show de Adrián Barilari en La Trastienda: un abrazo sincero entre artista y público, que recordó que las buenas canciones no pierden vigencia y que la voz de un grande, combinada con entrega y humildad, sigue siendo capaz de emocionar como la primera vez.

 

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Adrián Barilari en Buenos Aires: “Un viaje por canciones eternas”
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El pasado sábado 20 de julio, mientras Buenos Aires celebraba el Día del Amigo entre litros de fernet, asado y anécdotas, mi jornada tuvo un giro especial. Luego de compartir la tarde con esa banda de amigos que ya se convirtieron en familia, me dirigí hacia un venue que, a pesar de tener más de 25 años yendo a recitales, aún no conocía: La Trastienda. Todo fue posible gracias a la acreditación brindada por Gautama Art Group, a quienes desde aquí agradezco, para presenciar el show de Adrián Barilari bajo la gira “Canciones Doradas II”, una selección de hits internacionales revisitados con su voz inconfundible, sumados a joyas de su carrera solista y, claro, algunos guiños a Rata Blanca que el público siempre reclama.

El sitio, ubicado en el barrio porteño de San Telmo, te sorprende apenas das el primer paso: coqueto, cómodo, con una atmósfera íntima que hace olvidar por un rato el ritmo frenético del centro porteño. Un lugar pensado para que la música se escuche, se vea y —sobre todo— se sienta. Una vez dentro, pude observar que el ambiente ya estaba cargado de expectativa. El público, variado en edades y ubicado en grupos en las distintas mesas frente al escenario, compartía algo en común: todos sabíamos que se esperaba una noche especial.

Desde el arranque se notó el gran trabajo de sonido del lugar. En un show donde la voz y la instrumentación son protagonistas, cada detalle cuenta. Todo estaba equilibrado, todo pensado para que cada canción tuviera el espacio que merece. La iluminación también hizo lo suyo: sin exagerar, logró resaltar los momentos más intensos y acompañar los pasajes más íntimos. Colores cálidos, focos que se movían suavemente al ritmo de los temas más sentidos y explosiones de luz en los estribillos más coreados, mientras Adrián se mostró tal cual es: dueño de un carisma genuino, con la sonrisa siempre presente y esa energía que contagia. Su voz sigue intacta, poderosa, afinada, pero también cargada de sensibilidad para emocionar cuando la canción lo requiere. Muchas veces, los recitales en salas pequeñas pecan de un sonido saturado o de luces pobres. Aquí, en cambio, se nota que hay un trabajo profesional detrás. Y eso se agradece: la experiencia termina siendo mucho más que “ver a alguien cantar”; se transforma en una vivencia completa.

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Para el final, “Rock and Roll All Nite” de Kiss puso a todos de pie antes del cierre íntimo. Una de las canciones emblemáticas de aquel primer disco solista, “Y las Sombras quedarán Atrás”, dejó en el aire un eco que tardó en apagarse. Fue un broche casi confesional, un momento que mostró a Barilari no solo como el vocalista de una de las bandas más importantes del heavy argentino, sino como un intérprete completo, dueño absoluto del escenario.

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