


La noche prometía desde el primer momento en que se anunció el cartel: dos titanes del folk death metal melódico compartirían escenario en una velada destinada a quedar grabada en la memoria colectiva de quienes habitan la frontera entre lo ancestral y lo extremo. Trold y Svartsot, con sus propuestas tan distintas como complementarias, se presentaron ante una multitud ansiosa por sumergirse en la brutalidad de los riffs, la épica de las melodías y la mística de las leyendas nórdicas.
Desde primeras horas de la tarde, los alrededores del recinto comenzaron a poblarse de personas ataviadas con camisetas negras, tatuajes con runas, trenzas y una inconfundible energía de hermandad. No era solo la promesa de una descarga musical; era el reencuentro de una tribu que, aun siendo diversa en edades y orígenes, encuentra su punto de comunión en la celebración de la música brutal y las historias cantadas con pasión.
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El primer golpe de la noche llegó de la mano de Trold, una banda que, desde su irrupción en la escena, ha sabido combinar la brutalidad del death metal melódico con las atmósferas y melodías del folklore escandinavo. Cuando las luces se atenuaron y la introducción épica envolvió el recinto, la multitud rugió. La banda apareció sobre las tablas entre humo y destellos de luces frías, creando una atmósfera de misterio y anticipación.
Trold abrió su set con una pieza instrumental cargada de melodías envolventes y guitarras que, como olas furiosas, arrastraban al público hacia un territorio donde lo mitológico y lo real colisionan. Fue fácil distinguir la utilización de pistas pregrabadas para las partes mitológicos de flautas y teclados, que creaban el ambiente medieval perfecto, acompañadas por la precisa ejecución de los músicos en bajo guitarras, batería y voz, creando una atmosfera de paisajes sonoros que evocaban bosques encantados, antiguas batallas y banquetes de seres fantásticos.
Pero no todo fue ensoñación. El vocalista, con una presencia imponente y una voz gutural supo conectar desde el primer momento. El público coreó cada estrofa, levantando los puños y saltando al ritmo de una batería demoledora.
El set de Trold mantuvo un equilibrio perfecto entre la violencia del metal y la calidez de las melodías folklóricas. Canciones como “Tusind år i dvale” y “Til gilde under bøgen” desataron pogos intensos, pero también momentos de comunión en los que la audiencia se abrazaba o danzaba en corro, guiada por los compases de instrumentos tradicionales. El clímax llegó con “Sensommerbålet” sobre el final del show, en el que la banda invitó al público a cantar el estribillo, logrando que el recinto vibrara con un entusiasmo casi ritual.
Tras una pausa de media hora, durante la cual el público recuperó fuerzas comentando el despliegue de Trold, fue el turno de Svartsot. Si la propuesta anterior jugaba con la fantasía y la evocación, Svartsot se plantó sobre el escenario como un recordatorio de la crudeza y el poder de la historia nórdica. Con una formación robusta, encabezada por un frontman de voz cavernosa y mirada encendida, la banda tomó el escenario sin grandes producciones de escenario o elementos medievales pero si con mucha actitud y energía, asemejándose a uno de esos antiguos clanes guerreros con barbas, pelos largos y tatuajes.
El set comenzó con “Kilden – I Marker og i Lunde”, una canción que, desde los primeros acordes, puso a vibrar el suelo y los corazones. Las guitarras, potentes y precisas, tejían riffs tan pesados como melódicos, mientras las gaitas en vivo añadían ese toque folk característico que distingue a Svartsot. El público respondió de inmediato, formando círculos de mosh y levantando los cuernos al aire.
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A lo largo de la noche, la banda ofreció un recorrido por su discografía, alternando clásicos como “Jotunheimsfaerden” con temas de su más reciente álbum donde el vocalista principal no recordaba la letra de una de sus canciones y acudió a un librito de ayuda para leer la lírica. Entre canción y canción, el vocalista compartió bromas con el público y abrieron una botella de licor que repartieron con los allí presentes, estableciendo un ritual iniciático de folklore nórdico.
Uno de los momentos más intensos fue, sin duda, “Gravollet”, en la que los coros del público se fundieron con los de la banda, generando una atmósfera de auténtico banquete vikingo. Las melodías pegadizas y los cambios de ritmo mantuvieron a la audiencia entre el baile y el headbanging, mientras los músicos demostraban una química envidiable y un virtuosismo que nunca sacrificó la fuerza emocional en favor de la técnica.
La combinación de Trold y Svartsot en un mismo escenario fue más que un mero concierto: fue una celebración de la identidad, la historia y la imaginación. Trold aportó la magia de los bosques y la fantasía de la mitología, mientras Svartsot ancló la noche en la tierra, en las raíces y las gestas heroicas de generaciones pasadas. La respuesta del público fue fervorosa, entregada, y quedó claro que el folk death metal melódico sigue creciendo, reinventándose y cautivando a nuevas generaciones.
Al salir, los asistentes intercambiaban sonrisas, recuerdos y promesas de reencontrarse en la próxima fiesta de metal folk, convencidos de que la llama encendida esa noche seguirá ardiendo en sus corazones mucho después de que se hayan apagado los focos y silenciado los amplificadores. Porque así es la música: un fuego antiguo, inextinguible, que une a quienes se atreven a soñar con otros mundos a golpe de guitarra, tambor y leyenda.
Etiquetas: Copenhague, Death Metal Melodico, Dinamarca, Folk Metal, Svartsot, Trold


La noche prometía desde el primer momento en que se anunció el cartel: dos titanes del folk death metal melódico compartirían escenario en una velada destinada a quedar grabada en la memoria colectiva de quienes habitan la frontera entre lo ancestral y lo extremo. Trold y Svartsot, con sus propuestas tan distintas como complementarias, se presentaron ante una multitud ansiosa por sumergirse en la brutalidad de los riffs, la épica de las melodías y la mística de las leyendas nórdicas.
Desde primeras horas de la tarde, los alrededores del recinto comenzaron a poblarse de personas ataviadas con camisetas negras, tatuajes con runas, trenzas y una inconfundible energía de hermandad. No era solo la promesa de una descarga musical; era el reencuentro de una tribu que, aun siendo diversa en edades y orígenes, encuentra su punto de comunión en la celebración de la música brutal y las historias cantadas con pasión.
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El primer golpe de la noche llegó de la mano de Trold, una banda que, desde su irrupción en la escena, ha sabido combinar la brutalidad del death metal melódico con las atmósferas y melodías del folklore escandinavo. Cuando las luces se atenuaron y la introducción épica envolvió el recinto, la multitud rugió. La banda apareció sobre las tablas entre humo y destellos de luces frías, creando una atmósfera de misterio y anticipación.
Trold abrió su set con una pieza instrumental cargada de melodías envolventes y guitarras que, como olas furiosas, arrastraban al público hacia un territorio donde lo mitológico y lo real colisionan. Fue fácil distinguir la utilización de pistas pregrabadas para las partes mitológicos de flautas y teclados, que creaban el ambiente medieval perfecto, acompañadas por la precisa ejecución de los músicos en bajo guitarras, batería y voz, creando una atmosfera de paisajes sonoros que evocaban bosques encantados, antiguas batallas y banquetes de seres fantásticos.
Pero no todo fue ensoñación. El vocalista, con una presencia imponente y una voz gutural supo conectar desde el primer momento. El público coreó cada estrofa, levantando los puños y saltando al ritmo de una batería demoledora.
El set de Trold mantuvo un equilibrio perfecto entre la violencia del metal y la calidez de las melodías folklóricas. Canciones como “Tusind år i dvale” y “Til gilde under bøgen” desataron pogos intensos, pero también momentos de comunión en los que la audiencia se abrazaba o danzaba en corro, guiada por los compases de instrumentos tradicionales. El clímax llegó con “Sensommerbålet” sobre el final del show, en el que la banda invitó al público a cantar el estribillo, logrando que el recinto vibrara con un entusiasmo casi ritual.
Tras una pausa de media hora, durante la cual el público recuperó fuerzas comentando el despliegue de Trold, fue el turno de Svartsot. Si la propuesta anterior jugaba con la fantasía y la evocación, Svartsot se plantó sobre el escenario como un recordatorio de la crudeza y el poder de la historia nórdica. Con una formación robusta, encabezada por un frontman de voz cavernosa y mirada encendida, la banda tomó el escenario sin grandes producciones de escenario o elementos medievales pero si con mucha actitud y energía, asemejándose a uno de esos antiguos clanes guerreros con barbas, pelos largos y tatuajes.
El set comenzó con “Kilden – I Marker og i Lunde”, una canción que, desde los primeros acordes, puso a vibrar el suelo y los corazones. Las guitarras, potentes y precisas, tejían riffs tan pesados como melódicos, mientras las gaitas en vivo añadían ese toque folk característico que distingue a Svartsot. El público respondió de inmediato, formando círculos de mosh y levantando los cuernos al aire.
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Uno de los momentos más intensos fue, sin duda, “Gravollet”, en la que los coros del público se fundieron con los de la banda, generando una atmósfera de auténtico banquete vikingo. Las melodías pegadizas y los cambios de ritmo mantuvieron a la audiencia entre el baile y el headbanging, mientras los músicos demostraban una química envidiable y un virtuosismo que nunca sacrificó la fuerza emocional en favor de la técnica.
La combinación de Trold y Svartsot en un mismo escenario fue más que un mero concierto: fue una celebración de la identidad, la historia y la imaginación. Trold aportó la magia de los bosques y la fantasía de la mitología, mientras Svartsot ancló la noche en la tierra, en las raíces y las gestas heroicas de generaciones pasadas. La respuesta del público fue fervorosa, entregada, y quedó claro que el folk death metal melódico sigue creciendo, reinventándose y cautivando a nuevas generaciones.
Al salir, los asistentes intercambiaban sonrisas, recuerdos y promesas de reencontrarse en la próxima fiesta de metal folk, convencidos de que la llama encendida esa noche seguirá ardiendo en sus corazones mucho después de que se hayan apagado los focos y silenciado los amplificadores. Porque así es la música: un fuego antiguo, inextinguible, que une a quienes se atreven a soñar con otros mundos a golpe de guitarra, tambor y leyenda.
Etiquetas: Copenhague, Death Metal Melodico, Dinamarca, Folk Metal, Svartsot, Trold