


El pasado jueves 11 de septiembre fue una noche muy especial en la ciudad de Buenos Aires. Uniclub fue, una vez más, el templo de las ceremonias menos esperadas pero más gratificantes. Desde el momento en que la productora anunció la organización del show hubo dos cosas que estaban muy claras: se avecinaba un ritual satánico dominado por el género femenino y con ecos que resuenan desde fines de la década de 1960 hasta la actualidad. Llegarían al sur del mundo, por primera vez, Coven y Darkened Nocturn Slaughtercult (DNS) en el marco de la gira The Magickal Ritual Chaos.
La propuesta parecía un tanto extraña por lo diferente de los estilos musicales. Sin embargo, un análisis un poco más atento permite detectar elementos en común muy significativos. Coven fue la primera banda satánica de rock. Su disco Witchcraft Destroys Minds and Reaps Souls (1969), no solamente incluía la grabación de una verdadera misa negra, sino que introdujo en el universo musical una frase nominal, como título de una canción, que luego se volvería legendaria (no es necesario aclarar la razón): Black Sabbath. Es cierto, Jinx Dawson, que hoy tiene 75 años, es la única integrante original, pero siempre fue la más importante. Una mujer que realmente practica el ocultismo y tiene un talento exquisito para la elaboración de sigilos: símbolos creados para manifestar fuerzas y lograr propósitos personales. El logo de la banda es uno de ellos. En su juventud supo compartir espacios con unos novatos Black Sabbath, Led Zeppelin, Deep Purple, Alice Cooper, The Doors y Pentagram. Sin embargo, su carrera nunca logró tener una proyección semejante a la de sus pares varones. Es muy probable que la combinación de ser mujer y satanista no haya sido la más favorable a partir de, justamente, el año 1969, cuando los asesinatos de la llamada Familia Manson marcaron el fin de la primavera hippie, tal como suele decir la narrativa histórica oficial, y contribuyó con el desarrollo del fenómeno cultural conocido como satanic panic. Es bien sabido que aunque Black Sabbath y Led Zeppelin siempre utilizaron temáticas y simbología ocultistas o paganas, nunca fueron satanistas, más bien todo lo contrario. De esta manera, Coven puede ser considerada una banda de culto, una expresión temprana de oscuro rock psicodélico, con momentos progresivos, ácidos y algunos, tal vez, de proto-metal. Recuperada de un infarto hace varios años, Jinx luce excepcional considerando la edad que tiene. Uno podría especular con algún pacto en juego.
El hecho de que vinieran a Argentina por primera vez luego de 57 años de historia ya era, en sí mismo, una razón más que válida para concurrir al evento. La otra banda extranjera convocada era Darkened Nocturn Slaughtercult, conjunto germano-polaco de black metal formado en 1997. Y aquí está el primer detalle importante: tienen una cantante femenina, llamada Olienar, algo que por mucho tiempo fue una rareza en la escena de este estilo de música extrema y sigue siendo poco frecuente hasta la fecha. Esta mujer de presencia y voz brutales, se salvó de un cáncer de mama bastante agresivo, y hoy está fuera de peligro. Otro paralelismo con la mítica figura de la cantante estadounidense. El otro factor evidente es el satanismo que ambas despliegan. Entonces, más allá de las diferencias, los puntos en común eran lo suficientemente significativos como para apostar a una noche de eclecticismo dentro de la unidad.
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La velada fue iniciada por Espiritismo, grupo local de black metal que también cuenta con una mujer en su formación, a cargo de la guitarra. Luego fue el turno de DNS, ante un público muy numeroso y entusiasta. A lo largo de su set, Olienar se presentó con el vestuario de una implacable reina demoníaca de poderes aterrorizantes. Con los ojos blancos y una corona negra, profería sus alaridos punzantes y vomitaba sangre, mientras resonaban los acordes siniestros de su guitarra. En varias ocasiones se arrodillaba para levantar una cruz invertida, dándole al evento el correspondiente sentido litúrgico. También bebió cerveza en varias ocasiones y, a veces, escupía los sorbos sobre la audiencia. Cuando terminó su show, me inquietaba ver qué sucedería con la gente. ¿Se quedarían para ver a Coven? Si bien es cierto que había varias personas con remeras de la banda de Jinx y otras de grupos como Black Sabbath o Pentagram, la gran mayoría era público de black metal. Lo cierto es que, si alguien se marchó, yo no me percaté de ello, lo cual es una señal muy interesante con respecto a una madurez de criterio en el público, manteniendo, probablemente, una mezcla de curiosidad, apertura y respeto por la historia.
El show de Coven, como era esperable, tuvo una impronta ceremonial mucho más prominente. Para empezar, la banda entró a escena vistiendo túnicas, y Dawson dentro de un ataúd que, según tengo entendido, habría sido propiedad familiar para la realización de cultos de iniciación masónica. Una vez sobre el escenario, empezó a cantar utilizando una máscara que se quitó al terminar la primera canción. De fondo, en las pantallas se proyectaban imágenes representando toda la parafernalia esotérica imaginable, con un enfoque muy lisérgico. Si se hace el ejercicio de escuchar los discos de Coven y comparar con el sonido que hace varios años tienen en vivo, resulta más que evidente que se hicieron los arreglos correspondientes para sonar mucho más pesado, parándose más dentro del hard rock que de lo progresivo. Bandas como Lucifer y Ghost le deben mucho a Coven. Durante el show Jinx usó un cráneo humano real (supuestamente perteneciente a un antepasado) y una bola de cristal iluminada desde el interior. A diferencia de Olienar, la abuela de la música satánica desplegó un gran sentido del humor y una actitud afectuosa hacia el público, haciendo chistes y tocando las manos de la gente. Los temas “Black Sabbath” y “Wicked Woman” fueron los dos puntos más altos del concierto.
Se trató de un encuentro en el que, tal como era esperable, la femineidad y el satanismo fueron protagonistas, como para recordarnos el poder de las mujeres en el mundo de la música. A su vez, fue un concierto de importancia histórica para cualquier amante del heavy metal que no tenga una mentalidad conservadora y pueda aceptar que, como suele suceder, también los relatos sobre el origen de este género musical han invisibilizado el rol femenino en su surgimiento.




El pasado jueves 11 de septiembre fue una noche muy especial en la ciudad de Buenos Aires. Uniclub fue, una vez más, el templo de las ceremonias menos esperadas pero más gratificantes. Desde el momento en que la productora anunció la organización del show hubo dos cosas que estaban muy claras: se avecinaba un ritual satánico dominado por el género femenino y con ecos que resuenan desde fines de la década de 1960 hasta la actualidad. Llegarían al sur del mundo, por primera vez, Coven y Darkened Nocturn Slaughtercult (DNS) en el marco de la gira The Magickal Ritual Chaos.
La propuesta parecía un tanto extraña por lo diferente de los estilos musicales. Sin embargo, un análisis un poco más atento permite detectar elementos en común muy significativos. Coven fue la primera banda satánica de rock. Su disco Witchcraft Destroys Minds and Reaps Souls (1969), no solamente incluía la grabación de una verdadera misa negra, sino que introdujo en el universo musical una frase nominal, como título de una canción, que luego se volvería legendaria (no es necesario aclarar la razón): Black Sabbath. Es cierto, Jinx Dawson, que hoy tiene 75 años, es la única integrante original, pero siempre fue la más importante. Una mujer que realmente practica el ocultismo y tiene un talento exquisito para la elaboración de sigilos: símbolos creados para manifestar fuerzas y lograr propósitos personales. El logo de la banda es uno de ellos. En su juventud supo compartir espacios con unos novatos Black Sabbath, Led Zeppelin, Deep Purple, Alice Cooper, The Doors y Pentagram. Sin embargo, su carrera nunca logró tener una proyección semejante a la de sus pares varones. Es muy probable que la combinación de ser mujer y satanista no haya sido la más favorable a partir de, justamente, el año 1969, cuando los asesinatos de la llamada Familia Manson marcaron el fin de la primavera hippie, tal como suele decir la narrativa histórica oficial, y contribuyó con el desarrollo del fenómeno cultural conocido como satanic panic. Es bien sabido que aunque Black Sabbath y Led Zeppelin siempre utilizaron temáticas y simbología ocultistas o paganas, nunca fueron satanistas, más bien todo lo contrario. De esta manera, Coven puede ser considerada una banda de culto, una expresión temprana de oscuro rock psicodélico, con momentos progresivos, ácidos y algunos, tal vez, de proto-metal. Recuperada de un infarto hace varios años, Jinx luce excepcional considerando la edad que tiene. Uno podría especular con algún pacto en juego.
El hecho de que vinieran a Argentina por primera vez luego de 57 años de historia ya era, en sí mismo, una razón más que válida para concurrir al evento. La otra banda extranjera convocada era Darkened Nocturn Slaughtercult, conjunto germano-polaco de black metal formado en 1997. Y aquí está el primer detalle importante: tienen una cantante femenina, llamada Olienar, algo que por mucho tiempo fue una rareza en la escena de este estilo de música extrema y sigue siendo poco frecuente hasta la fecha. Esta mujer de presencia y voz brutales, se salvó de un cáncer de mama bastante agresivo, y hoy está fuera de peligro. Otro paralelismo con la mítica figura de la cantante estadounidense. El otro factor evidente es el satanismo que ambas despliegan. Entonces, más allá de las diferencias, los puntos en común eran lo suficientemente significativos como para apostar a una noche de eclecticismo dentro de la unidad.
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La velada fue iniciada por Espiritismo, grupo local de black metal que también cuenta con una mujer en su formación, a cargo de la guitarra. Luego fue el turno de DNS, ante un público muy numeroso y entusiasta. A lo largo de su set, Olienar se presentó con el vestuario de una implacable reina demoníaca de poderes aterrorizantes. Con los ojos blancos y una corona negra, profería sus alaridos punzantes y vomitaba sangre, mientras resonaban los acordes siniestros de su guitarra. En varias ocasiones se arrodillaba para levantar una cruz invertida, dándole al evento el correspondiente sentido litúrgico. También bebió cerveza en varias ocasiones y, a veces, escupía los sorbos sobre la audiencia. Cuando terminó su show, me inquietaba ver qué sucedería con la gente. ¿Se quedarían para ver a Coven? Si bien es cierto que había varias personas con remeras de la banda de Jinx y otras de grupos como Black Sabbath o Pentagram, la gran mayoría era público de black metal. Lo cierto es que, si alguien se marchó, yo no me percaté de ello, lo cual es una señal muy interesante con respecto a una madurez de criterio en el público, manteniendo, probablemente, una mezcla de curiosidad, apertura y respeto por la historia.
El show de Coven, como era esperable, tuvo una impronta ceremonial mucho más prominente. Para empezar, la banda entró a escena vistiendo túnicas, y Dawson dentro de un ataúd que, según tengo entendido, habría sido propiedad familiar para la realización de cultos de iniciación masónica. Una vez sobre el escenario, empezó a cantar utilizando una máscara que se quitó al terminar la primera canción. De fondo, en las pantallas se proyectaban imágenes representando toda la parafernalia esotérica imaginable, con un enfoque muy lisérgico. Si se hace el ejercicio de escuchar los discos de Coven y comparar con el sonido que hace varios años tienen en vivo, resulta más que evidente que se hicieron los arreglos correspondientes para sonar mucho más pesado, parándose más dentro del hard rock que de lo progresivo. Bandas como Lucifer y Ghost le deben mucho a Coven. Durante el show Jinx usó un cráneo humano real (supuestamente perteneciente a un antepasado) y una bola de cristal iluminada desde el interior. A diferencia de Olienar, la abuela de la música satánica desplegó un gran sentido del humor y una actitud afectuosa hacia el público, haciendo chistes y tocando las manos de la gente. Los temas “Black Sabbath” y “Wicked Woman” fueron los dos puntos más altos del concierto.
Se trató de un encuentro en el que, tal como era esperable, la femineidad y el satanismo fueron protagonistas, como para recordarnos el poder de las mujeres en el mundo de la música. A su vez, fue un concierto de importancia histórica para cualquier amante del heavy metal que no tenga una mentalidad conservadora y pueda aceptar que, como suele suceder, también los relatos sobre el origen de este género musical han invisibilizado el rol femenino en su surgimiento.














