

Bajo el concepto de The Unholy Trinity, el Teatro Flores se transformó en un altar blasfemo durante una jornada que reunió tres propuestas del metal extremo. Behemoth, Deicide y Nidhogg prometían una tarde-noche repleta de maldad, pero fue la banda de Tampa, Florida, quien demostró que la experiencia y la precisión siguen siendo imbatibles cuando se trata de death metal puro.
Aquel 30 de septiembre se vivió una de esas noches esperadas durante años por los adeptos del metal extremo en Argentina. La jornada incluyó a Matan S.A., a quienes lamentablemente no llegué a ver debido a cuestiones laborales. Según lo comentado, cumplieron correctamente su rol como acto local, tocar para quienes abren su mente al metal nacional, calentar el ambiente y conectar con la expectativa del público.
Los polacos Nidhogg fueron los primeros internacionales en tomar el escenario. La banda, que incluye a dos exmiembros de Batushka, llegó con una puesta en escena llamativa, su vocalista, completamente pintado de negro, con taparrabos y maquillaje blanco en el rostro y con un efecto saturado en el micrófono, evocaba rituales tribales ancestrales. Sin embargo, no lograron capturar del todo al público. En varias zonas se notó cierta indiferencia, miradas cruzadas y charlas durante partes del set. Pese al esfuerzo visual y la variedad estilística del repertorio, que incluyó temas como “Narcissus”, “Transylvania” y “Sic Luceat Lux”, además de covers de Wilczyca, banda que comparte cantante, el resultado fue irregular.
Un detalle curioso fue la salida momentánea del vocalista del escenario tras “Mental Lycanthropy”, regresando luego con una corona de espinas y bebiendo de una copa de “sangre”, recordatorio visual del concepto que nucleaba la fecha.
Quizás el momento de mayor respuesta llegó con el cover de “Territory” de Sepultura, que cerró su set. Fue entonces cuando el público respondió con el entusiasmo que el resto de la presentación no había logrado generar. Sin embargo, el momento también quedó opacado dado que el vocalista olvidó parte de la letra y los músicos le dieron una vuelta de tuerca a la canción que terminó sonando “rara”, llegando a destrozar (en el mal sentido de la palabra) a un clásico.
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El reloj marcaba las 20 horas y las cosas cambiaron por completo cuando Deicide subió al escenario y, desde el primer segundo, quedó claro que estábamos ante profesionales de otra categoría. El sonido fue exquisito; cada instrumento ocupó su lugar perfecto en la mezcla, permitiendo apreciar tanto la complejidad técnica como la brutalidad característica de los estadounidenses. Glen Benton demostró por qué sigue siendo uno de los frontman más intimidantes del death metal. Sus expresiones terroríficas mientras cantaba y tocaba el bajo, esa presencia que sugiere que no querrías cruzarte con él en ninguna circunstancia, funcionaron perfectamente ante un público que respondió con una intensidad proporcional a lo que recibía desde el escenario. Mientras tanto, Steve Asheim, detrás de la batería, fue simplemente bestial: sus blast beats sonaban como terremotos que sacudían el teatro de punta a punta.
El setlist incluyó piezas clásicas como “When Satan Rules His World”, “In Hell I Burn”, “Once Upon the Cross”, “Scars of the Crucifix”, entre otras. Cada tema cayó con fuerza, sin tregua, y la ejecución fue impecable. No hubo momentos en los que se sintiera algo “piantado” o desconectado. La presentación de Deicide fue todo lo que el death metal debe ser, técnicamente impecable, brutalmente intensa, sin concesiones ni adornos innecesarios. Fue el acto más arrollador de la jornada, estableciendo un estándar que sería difícil de igualar. El público reaccionó con violencia controlada: mosh, headbanging y miradas que se volvían pesadas de adoración hacía la figura de Benton. Para muchos, ese tramo justificó por sí solo el valor de la entrada.
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A las 21:30, tras un apagón total y una intro grabada, Behemoth tomó el escenario con “The Shadow Elite”, del reciente The Shit ov God. Los cuatro miembros lucían su característico corpse paint, con Orion portando su armadura que lo hace ver aún más imponente, y Nergal alternando vestimentas y accesorios entre canciones.
Las piezas se fueron sucediendo, algunas de las que sonaron fueron “Ora Pro Nobis Lucifer”, “Demigod” y “The Shit ov God”, con Inferno demostrando por qué es considerado uno de los bateristas más técnicos del metal extremo. Las luces, sincronizadas con cada golpe de doble bombo, creaban un efecto hipnótico que elevaba la experiencia visual. A lo largo del show, el nivel se sostuvo; la voz de Adam “Nergal” Darski osciló entre tonos agresivos y guturales sin perder presencia. En cortes como “Conquer All” y “Blow Your Trumpets Gabriel”, el público respondió con intensidad, levantando puños en alto y entonando coros a viva voz. “Christgrinding Avenue” y “Once Upon a Pale Horse” marcaron los momentos más oscuros del set, generando pausas donde el silencio previo pesaba más que cualquier riff.
“Bartzabel” precedió a un interludio grabado, tras el cual la banda regresó con “Wolves of Siberia”, “Once Upon a Pale Horse” y “Christians to the Lions”. La coreografía ensayada era evidente, movimientos sincronizados, instrumentos alzados en notas largas, una teatralidad que elevaba la presentación más allá del concierto tradicional. Pasado el ecuador del set, Nergal se dirigió al público para presentar “Cursed Angel of Doom”, la primera canción que compuso para Behemoth. “Chant for Eschaton 2000” incluyó a Orion “nadando” entre el público, momento cumbre antes de la salida para el encore. Cuando sonó “O Father O Satan O Sun!”, con un pasaje espectacular a mitad de canción, la banda abandonó el escenario mientras la pista seguía ejecutándose. Regresaron con cuatro máscaras idénticas, permaneciendo completamente estáticos durante el largo outro instrumental, en un trance visual que cerró de manera perfecta la presentación.
La Trinidad Profana funcionó como concepto, reuniendo tres bandas de metal extremo bajo una misma bandera. Sin embargo, los niveles fueron notoriamente dispares. Nidhogg cumplió su rol sin brillar; Behemoth ofreció el espectáculo esperado: teatralidad, precisión técnica y una producción impecable. Pero fue Deicide quien se llevó la noche. No hicieron falta máscaras ni coreografías, ni elementos visuales complejos, solo death metal ejecutado a la perfección, con esa intensidad y honestidad que caracteriza a las bandas verdaderamente legendarias. El sonido estuvo a la altura durante toda la jornada, permitiendo apreciar los matices de cada propuesta. Icarus Music (a quienes agradecemos por tenernos en cuenta para realizar esta cobertura) se lució una vez más en la producción, confirmando por qué sigue siendo una referencia indiscutida cuando se trata de traer metal internacional.
Fotos de Fernando Diaz
- Nidhogg
- Nidhogg
- Deicide
- Deicide
- Deicide
- Deicide
- Behemoth
- Behemoth
- Behemoth


Bajo el concepto de The Unholy Trinity, el Teatro Flores se transformó en un altar blasfemo durante una jornada que reunió tres propuestas del metal extremo. Behemoth, Deicide y Nidhogg prometían una tarde-noche repleta de maldad, pero fue la banda de Tampa, Florida, quien demostró que la experiencia y la precisión siguen siendo imbatibles cuando se trata de death metal puro.
Aquel 30 de septiembre se vivió una de esas noches esperadas durante años por los adeptos del metal extremo en Argentina. La jornada incluyó a Matan S.A., a quienes lamentablemente no llegué a ver debido a cuestiones laborales. Según lo comentado, cumplieron correctamente su rol como acto local, tocar para quienes abren su mente al metal nacional, calentar el ambiente y conectar con la expectativa del público.
Los polacos Nidhogg fueron los primeros internacionales en tomar el escenario. La banda, que incluye a dos exmiembros de Batushka, llegó con una puesta en escena llamativa, su vocalista, completamente pintado de negro, con taparrabos y maquillaje blanco en el rostro y con un efecto saturado en el micrófono, evocaba rituales tribales ancestrales. Sin embargo, no lograron capturar del todo al público. En varias zonas se notó cierta indiferencia, miradas cruzadas y charlas durante partes del set. Pese al esfuerzo visual y la variedad estilística del repertorio, que incluyó temas como “Narcissus”, “Transylvania” y “Sic Luceat Lux”, además de covers de Wilczyca, banda que comparte cantante, el resultado fue irregular.
Un detalle curioso fue la salida momentánea del vocalista del escenario tras “Mental Lycanthropy”, regresando luego con una corona de espinas y bebiendo de una copa de “sangre”, recordatorio visual del concepto que nucleaba la fecha.
Quizás el momento de mayor respuesta llegó con el cover de “Territory” de Sepultura, que cerró su set. Fue entonces cuando el público respondió con el entusiasmo que el resto de la presentación no había logrado generar. Sin embargo, el momento también quedó opacado dado que el vocalista olvidó parte de la letra y los músicos le dieron una vuelta de tuerca a la canción que terminó sonando “rara”, llegando a destrozar (en el mal sentido de la palabra) a un clásico.
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El reloj marcaba las 20 horas y las cosas cambiaron por completo cuando Deicide subió al escenario y, desde el primer segundo, quedó claro que estábamos ante profesionales de otra categoría. El sonido fue exquisito; cada instrumento ocupó su lugar perfecto en la mezcla, permitiendo apreciar tanto la complejidad técnica como la brutalidad característica de los estadounidenses. Glen Benton demostró por qué sigue siendo uno de los frontman más intimidantes del death metal. Sus expresiones terroríficas mientras cantaba y tocaba el bajo, esa presencia que sugiere que no querrías cruzarte con él en ninguna circunstancia, funcionaron perfectamente ante un público que respondió con una intensidad proporcional a lo que recibía desde el escenario. Mientras tanto, Steve Asheim, detrás de la batería, fue simplemente bestial: sus blast beats sonaban como terremotos que sacudían el teatro de punta a punta.
El setlist incluyó piezas clásicas como “When Satan Rules His World”, “In Hell I Burn”, “Once Upon the Cross”, “Scars of the Crucifix”, entre otras. Cada tema cayó con fuerza, sin tregua, y la ejecución fue impecable. No hubo momentos en los que se sintiera algo “piantado” o desconectado. La presentación de Deicide fue todo lo que el death metal debe ser, técnicamente impecable, brutalmente intensa, sin concesiones ni adornos innecesarios. Fue el acto más arrollador de la jornada, estableciendo un estándar que sería difícil de igualar. El público reaccionó con violencia controlada: mosh, headbanging y miradas que se volvían pesadas de adoración hacía la figura de Benton. Para muchos, ese tramo justificó por sí solo el valor de la entrada.
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A las 21:30, tras un apagón total y una intro grabada, Behemoth tomó el escenario con “The Shadow Elite”, del reciente The Shit ov God. Los cuatro miembros lucían su característico corpse paint, con Orion portando su armadura que lo hace ver aún más imponente, y Nergal alternando vestimentas y accesorios entre canciones.
Las piezas se fueron sucediendo, algunas de las que sonaron fueron “Ora Pro Nobis Lucifer”, “Demigod” y “The Shit ov God”, con Inferno demostrando por qué es considerado uno de los bateristas más técnicos del metal extremo. Las luces, sincronizadas con cada golpe de doble bombo, creaban un efecto hipnótico que elevaba la experiencia visual. A lo largo del show, el nivel se sostuvo; la voz de Adam “Nergal” Darski osciló entre tonos agresivos y guturales sin perder presencia. En cortes como “Conquer All” y “Blow Your Trumpets Gabriel”, el público respondió con intensidad, levantando puños en alto y entonando coros a viva voz. “Christgrinding Avenue” y “Once Upon a Pale Horse” marcaron los momentos más oscuros del set, generando pausas donde el silencio previo pesaba más que cualquier riff.
“Bartzabel” precedió a un interludio grabado, tras el cual la banda regresó con “Wolves of Siberia”, “Once Upon a Pale Horse” y “Christians to the Lions”. La coreografía ensayada era evidente, movimientos sincronizados, instrumentos alzados en notas largas, una teatralidad que elevaba la presentación más allá del concierto tradicional. Pasado el ecuador del set, Nergal se dirigió al público para presentar “Cursed Angel of Doom”, la primera canción que compuso para Behemoth. “Chant for Eschaton 2000” incluyó a Orion “nadando” entre el público, momento cumbre antes de la salida para el encore. Cuando sonó “O Father O Satan O Sun!”, con un pasaje espectacular a mitad de canción, la banda abandonó el escenario mientras la pista seguía ejecutándose. Regresaron con cuatro máscaras idénticas, permaneciendo completamente estáticos durante el largo outro instrumental, en un trance visual que cerró de manera perfecta la presentación.
La Trinidad Profana funcionó como concepto, reuniendo tres bandas de metal extremo bajo una misma bandera. Sin embargo, los niveles fueron notoriamente dispares. Nidhogg cumplió su rol sin brillar; Behemoth ofreció el espectáculo esperado: teatralidad, precisión técnica y una producción impecable. Pero fue Deicide quien se llevó la noche. No hicieron falta máscaras ni coreografías, ni elementos visuales complejos, solo death metal ejecutado a la perfección, con esa intensidad y honestidad que caracteriza a las bandas verdaderamente legendarias. El sonido estuvo a la altura durante toda la jornada, permitiendo apreciar los matices de cada propuesta. Icarus Music (a quienes agradecemos por tenernos en cuenta para realizar esta cobertura) se lució una vez más en la producción, confirmando por qué sigue siendo una referencia indiscutida cuando se trata de traer metal internacional.
Fotos de Fernando Diaz
- Nidhogg
- Nidhogg
- Deicide
- Deicide
- Deicide
- Deicide
- Behemoth
- Behemoth
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