

Fotos de portada Pedro “Chino” Romero
Últimamente estoy más tiempo en los diferentes venues de la capital que en casa, la agenda de conciertos no da tregua. El pasado jueves por la noche tuvo lugar un evento dedicado al metal extremo. Un show de esos que alimentan el mito de culto, confirmado por la escasa —pero fiel— asistencia de aquellos que desafiaron el frío para ocupar el Marquee. Pero como leerán a continuación, quienes decidieron quedarse en casa pueden haberse perdido un excelente concierto. Te invito para descubrir por qué.
La oscuridad cayó temprano como presagio de que algo especial estaba por suceder. Absu, una de las bandas más enigmáticas y míticas del black/thrash estadounidense, volvía a Buenos Aires para celebrar —ni más ni menos— que los 30 años de su obra fundamental: The Sun of Tiphareth (1995). Y no venía solo: lo hacía con una formación inesperada y especial, junto a tres miembros de la longeva banda griega Zemial.
La noche comenzó con algo de demora, aunque nada tan grave como para generar quejas. Las bandas soporte fueron las encargadas de dar el puntapié inicial: Siniestra Depresión en primer lugar y Espiritismo después. Ambos nombres firmes del under argentino ofrecieron sets potentes, afilados y cargados de convicción para defender su material. El sonido, sin embargo, no estuvo del todo a la altura. Durante la presentación de Siniestra se notó un golpeteo molesto proveniente de uno de los micrófonos de la batería, mientras que en el caso de Espiritismo, la voz se escuchó demasiado alta en relación a una guitarra que apenas lograba colarse en la mezcla. La recepción del público fue respetuosa, pero distante.
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Minutos antes de las 22:00 y ya con un Marquee que apenas contaba con unas 100 personas, la figura del mismísimo Proscriptor McGovern emergió del telón como un chamán moderno: maquillaje ceremonial, vestimenta que remitía al primer disco (Barathrum: V.I.T.R.I.O.L.), y una actitud mística que se mantuvo durante todo el show. Esta vez, abandonó su trono de batería para entregarse al rol de vocalista exclusivo. Y lo hizo como si toda su vida hubiera girado en torno a esa transición. Detrás de él, tres músicos de élite completaron la formación: Archon Vorskaath en batería (sí, el mismo de Zemial), Aenceorg en guitarra y Ulvaar en bajo. Juntos dieron forma a una reinterpretación íntegra de aquella obra marcada por su lirismo hermético, plagada de referencias a la mitología sumero-babilónica, el ocultismo y la alquimia espiritual.
Desde el primer segundo, el sonido fue sólido, claro y poderoso. Proscriptor no sólo recitó partes entre tema y tema —a veces hablándole a las paredes, otras, al vacío— sino que se sumergió en una performance teatral con destellos de locura, poesía y posesión. Micrófono en mano, invocó cada palabra con una teatralidad que iba explotando con frecuencia en una ráfaga de gritos acapella frenéticos, rugidos ininteligibles y risas inquietantes.
El set no tuvo baches ni concesiones. Fue palo y a la bolsa. No hubo discursos innecesarios ni tiempo para respirar. Riffs feroces, baterías bien ejecutadas y bajos profundos se acoplaron con el trabajo del vocalista. Al finalizar la ejecución completa del disco, la banda se fue retirando del escenario, se encendieron las luces y el lugar entró en una confusión generalizada. Algunos empezaron a irse… hasta que de pronto, uno a uno, los músicos volvieron para cerrar la noche con un breve pero contundente set de Zemial que incluyó joyas como “Sleeping Under Tartarus” y “Full Moon Necrophilia“, con Archon tomando la voz principal en este último. Fue un broche de oro sombrío, hipnótico, como una invocación final antes de cerrar el círculo mágico.
Absu no es para todos. Es una banda de culto, con una lírica que mezcla alquimia, demonología, culturas arcanas y caos primitivo. Proscriptor, su líder absoluto, es más que un músico: es un personaje, una figura que abraza el arte como rito y la música como canal de transmisión mágica. Ser el vocalista principal y asegurarse de que el ritmo se mantenga en todo momento no es tarea fácil y él lo logró.
Para quienes asistimos, la noche fue un conjuro perfecto. Una celebración de lo oculto, de la música hecha con espíritu y fuego. Y sobre todo, una prueba de que el underground está más vivo que nunca. Agradecimientos para Ramón de Macabra Records que con mucho esfuerzo, hizo posible esta visita. Todo a pulmón. Todo con pasión.
Etiquetas: Absu, Espiritismo, Macabra Records, Marquee Live Session, Proscriptor McGovern, Siniestra Depresión, Zemial


Fotos de portada Pedro “Chino” Romero
Últimamente estoy más tiempo en los diferentes venues de la capital que en casa, la agenda de conciertos no da tregua. El pasado jueves por la noche tuvo lugar un evento dedicado al metal extremo. Un show de esos que alimentan el mito de culto, confirmado por la escasa —pero fiel— asistencia de aquellos que desafiaron el frío para ocupar el Marquee. Pero como leerán a continuación, quienes decidieron quedarse en casa pueden haberse perdido un excelente concierto. Te invito para descubrir por qué.
La oscuridad cayó temprano como presagio de que algo especial estaba por suceder. Absu, una de las bandas más enigmáticas y míticas del black/thrash estadounidense, volvía a Buenos Aires para celebrar —ni más ni menos— que los 30 años de su obra fundamental: The Sun of Tiphareth (1995). Y no venía solo: lo hacía con una formación inesperada y especial, junto a tres miembros de la longeva banda griega Zemial.
La noche comenzó con algo de demora, aunque nada tan grave como para generar quejas. Las bandas soporte fueron las encargadas de dar el puntapié inicial: Siniestra Depresión en primer lugar y Espiritismo después. Ambos nombres firmes del under argentino ofrecieron sets potentes, afilados y cargados de convicción para defender su material. El sonido, sin embargo, no estuvo del todo a la altura. Durante la presentación de Siniestra se notó un golpeteo molesto proveniente de uno de los micrófonos de la batería, mientras que en el caso de Espiritismo, la voz se escuchó demasiado alta en relación a una guitarra que apenas lograba colarse en la mezcla. La recepción del público fue respetuosa, pero distante.
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Minutos antes de las 22:00 y ya con un Marquee que apenas contaba con unas 100 personas, la figura del mismísimo Proscriptor McGovern emergió del telón como un chamán moderno: maquillaje ceremonial, vestimenta que remitía al primer disco (Barathrum: V.I.T.R.I.O.L.), y una actitud mística que se mantuvo durante todo el show. Esta vez, abandonó su trono de batería para entregarse al rol de vocalista exclusivo. Y lo hizo como si toda su vida hubiera girado en torno a esa transición. Detrás de él, tres músicos de élite completaron la formación: Archon Vorskaath en batería (sí, el mismo de Zemial), Aenceorg en guitarra y Ulvaar en bajo. Juntos dieron forma a una reinterpretación íntegra de aquella obra marcada por su lirismo hermético, plagada de referencias a la mitología sumero-babilónica, el ocultismo y la alquimia espiritual.
Desde el primer segundo, el sonido fue sólido, claro y poderoso. Proscriptor no sólo recitó partes entre tema y tema —a veces hablándole a las paredes, otras, al vacío— sino que se sumergió en una performance teatral con destellos de locura, poesía y posesión. Micrófono en mano, invocó cada palabra con una teatralidad que iba explotando con frecuencia en una ráfaga de gritos acapella frenéticos, rugidos ininteligibles y risas inquietantes.
El set no tuvo baches ni concesiones. Fue palo y a la bolsa. No hubo discursos innecesarios ni tiempo para respirar. Riffs feroces, baterías bien ejecutadas y bajos profundos se acoplaron con el trabajo del vocalista. Al finalizar la ejecución completa del disco, la banda se fue retirando del escenario, se encendieron las luces y el lugar entró en una confusión generalizada. Algunos empezaron a irse… hasta que de pronto, uno a uno, los músicos volvieron para cerrar la noche con un breve pero contundente set de Zemial que incluyó joyas como “Sleeping Under Tartarus” y “Full Moon Necrophilia“, con Archon tomando la voz principal en este último. Fue un broche de oro sombrío, hipnótico, como una invocación final antes de cerrar el círculo mágico.
Absu no es para todos. Es una banda de culto, con una lírica que mezcla alquimia, demonología, culturas arcanas y caos primitivo. Proscriptor, su líder absoluto, es más que un músico: es un personaje, una figura que abraza el arte como rito y la música como canal de transmisión mágica. Ser el vocalista principal y asegurarse de que el ritmo se mantenga en todo momento no es tarea fácil y él lo logró.
Para quienes asistimos, la noche fue un conjuro perfecto. Una celebración de lo oculto, de la música hecha con espíritu y fuego. Y sobre todo, una prueba de que el underground está más vivo que nunca. Agradecimientos para Ramón de Macabra Records que con mucho esfuerzo, hizo posible esta visita. Todo a pulmón. Todo con pasión.
Etiquetas: Absu, Espiritismo, Macabra Records, Marquee Live Session, Proscriptor McGovern, Siniestra Depresión, Zemial