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Azeroth en Buenos Aires: “25 años que marcaron un camino”

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Azeroth en Buenos Aires: “25 años que marcaron un camino”
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Cuando uno se pone a recordar, siempre aparece la pregunta que atraviesa los años: “¿dónde estaba cuando…?”. En mi caso, vuelven imágenes nítidas: la Selección ganándole a Italia por penales en el Mundial 90, la noche en que escuché por la radio que Hermética se separaba, y aquel momento que quedó grabado para siempre: ver por primera vez a Nightwish en el país, con Azeroth abriendo la noche.


Aquel 22 de julio del 2000 me acerqué al mítico Acatraz de Caballito, un boliche bailable que hoy es una sala de bowling, pero que en su momento fue escenario de una noche clave: los comandados por Fernando Ricciardulli abrían el show de los finlandeses que venían a presentar su “Angels Fall First“.

Para muchos, Azeroth cambió la manera de escuchar el metal argentino. Su disco debut mostraba una dualidad vocal poderosa entre Cristian Bertoncelli y Adrián Barilari, sumada a un sonido de nivel europeo sin perder identidad. Las letras hablaban de crítica social, de historia, de las heridas de un país golpeado. En aquella ocasión, el encargado de tomar la posta en vivo fue Diego Valdez, una de las voces más imponentes de nuestra escena.

Veinticinco años después, como si el tiempo se doblara sobre sí mismo, me encontré otra vez frente a ese universo sonoro. Esta vez, era Fer Ricciardulli quien sostenía la bandera, con una nueva formación, pero con la misma potencia y frescura que en aquellos días. El escenario era el Teatro Flores, testigo de tantas noches de metal nacional e internacional, pogos, violencia, bailes y abrazos. Desde el comienzo se sintió que no iba a ser un recital más, sino una celebración.

La jornada arrancó con Habemus Mortem encendiendo el inicio con su propuesta, seguidos por Jezabel que desde las 20:40 hasta las 21:15 demostraron oficio y garra sobre las tablas. Pero había algo especial en el aire esa noche.

A las 21:15, Cristian Bertoncelli subió al escenario para un set que repasó grandes clásicos de Imperio y Renacer, que se extendió hasta las 21:55. El “Bertoncho” dejó en claro por qué es una de las voces más poderosas y respetadas del género. Cada nota, cada grito, cada pasaje melódico funcionó como un calentamiento perfecto para lo que vendría después.

TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: Grave Digger en Buenos Aires: “La reunión de los clanes”

Las bandas invitadas aportaron energía y presencia, preparando el terreno para lo que vendría. Y cuando llegó el turno del plato principal, el ambiente se transformó. Desde los primeros acordes, la banda desplegó un set sólido, de 17 temas que recorrieron casi tres décadas de historia, con un sonido nítido y una puesta que combinó lo clásico con lo actual.

Antes de arrancar la segunda parte del show, un video repasó fotos y momentos del pasado: los comienzos, los primeros escenarios, los discos, los amigos que ya no están.

Aarón Briglia, actual vocalista de Volver al Origen, que tuvo un breve paso por la banda y por Helker, para sumarse en “El Mandato”. Fue uno de esos instantes donde se nota que la historia no se borra, sino que se comparte.

Durante las canciones, en pantalla se proyectaban videos generados por inteligencia artificial que representaban visualmente las letras, agregando una dimensión nueva al concepto del show. Un detalle tecnológico que contrastaba con el espíritu clásico del grupo, pero que funcionó como puente entre generaciones.

Uno de los momentos más sorpresivos fue la interpretación de “Rompe el hechizo”, versión incluida en un compilado tributo a Rata Blanca. Una elección que tomó por sorpresa al público y que sirvió de guiño a las raíces del heavy argentino. Después llegó el instante más emotivo: un homenaje al bajista y amigo de la banda que ya no está, recordado con respeto y calidez antes de encarar el cierre de la noche.

Y para cerrar, una escena que valió por todo el viaje: Cristian Bertoncelli subió al escenario para compartir micrófono con Nacho en una interpretación conmovedora de “Campaña del desierto”. Esa canción que, desde hace más de dos décadas, resume una parte esencial de la identidad de la banda y de toda una generación de oyentes.

Cuando terminó el último acorde, me quedé unos segundos mirando el escenario vacío. Pensé en aquel chico del 2000, en el ruido, el calor y las primeras emociones que despertó esa música. Pensé en cómo el tiempo pasa, pero hay cosas que siguen firmes: las canciones, los amigos que uno hace en la ruta del metal, y esa sensación de que, por más responsabilidades o canas que aparezcan, seguimos encontrando en estos recitales una chispa que nos devuelve algo de lo que fuimos.

Esa noche no fue solo un show. Fue un reencuentro. Una línea que conecta el pasado y el presente con la misma intensidad de siempre. Porque Azeroth sigue ahí, escribiendo su historia, recordándonos que el metal argentino puede tener memoria, emoción y una potencia que no se apaga.

Nuestro agradecimiento a Gaby Sisti y a Pablo Noguera por la acreditación correspondiente.

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Azeroth en Buenos Aires: “25 años que marcaron un camino”
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Cuando uno se pone a recordar, siempre aparece la pregunta que atraviesa los años: “¿dónde estaba cuando…?”. En mi caso, vuelven imágenes nítidas: la Selección ganándole a Italia por penales en el Mundial 90, la noche en que escuché por la radio que Hermética se separaba, y aquel momento que quedó grabado para siempre: ver por primera vez a Nightwish en el país, con Azeroth abriendo la noche.


Aquel 22 de julio del 2000 me acerqué al mítico Acatraz de Caballito, un boliche bailable que hoy es una sala de bowling, pero que en su momento fue escenario de una noche clave: los comandados por Fernando Ricciardulli abrían el show de los finlandeses que venían a presentar su “Angels Fall First“.

Para muchos, Azeroth cambió la manera de escuchar el metal argentino. Su disco debut mostraba una dualidad vocal poderosa entre Cristian Bertoncelli y Adrián Barilari, sumada a un sonido de nivel europeo sin perder identidad. Las letras hablaban de crítica social, de historia, de las heridas de un país golpeado. En aquella ocasión, el encargado de tomar la posta en vivo fue Diego Valdez, una de las voces más imponentes de nuestra escena.

Veinticinco años después, como si el tiempo se doblara sobre sí mismo, me encontré otra vez frente a ese universo sonoro. Esta vez, era Fer Ricciardulli quien sostenía la bandera, con una nueva formación, pero con la misma potencia y frescura que en aquellos días. El escenario era el Teatro Flores, testigo de tantas noches de metal nacional e internacional, pogos, violencia, bailes y abrazos. Desde el comienzo se sintió que no iba a ser un recital más, sino una celebración.

La jornada arrancó con Habemus Mortem encendiendo el inicio con su propuesta, seguidos por Jezabel que desde las 20:40 hasta las 21:15 demostraron oficio y garra sobre las tablas. Pero había algo especial en el aire esa noche.

A las 21:15, Cristian Bertoncelli subió al escenario para un set que repasó grandes clásicos de Imperio y Renacer, que se extendió hasta las 21:55. El “Bertoncho” dejó en claro por qué es una de las voces más poderosas y respetadas del género. Cada nota, cada grito, cada pasaje melódico funcionó como un calentamiento perfecto para lo que vendría después.

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Antes de arrancar la segunda parte del show, un video repasó fotos y momentos del pasado: los comienzos, los primeros escenarios, los discos, los amigos que ya no están.

Aarón Briglia, actual vocalista de Volver al Origen, que tuvo un breve paso por la banda y por Helker, para sumarse en “El Mandato”. Fue uno de esos instantes donde se nota que la historia no se borra, sino que se comparte.

Durante las canciones, en pantalla se proyectaban videos generados por inteligencia artificial que representaban visualmente las letras, agregando una dimensión nueva al concepto del show. Un detalle tecnológico que contrastaba con el espíritu clásico del grupo, pero que funcionó como puente entre generaciones.

Uno de los momentos más sorpresivos fue la interpretación de “Rompe el hechizo”, versión incluida en un compilado tributo a Rata Blanca. Una elección que tomó por sorpresa al público y que sirvió de guiño a las raíces del heavy argentino. Después llegó el instante más emotivo: un homenaje al bajista y amigo de la banda que ya no está, recordado con respeto y calidez antes de encarar el cierre de la noche.

Y para cerrar, una escena que valió por todo el viaje: Cristian Bertoncelli subió al escenario para compartir micrófono con Nacho en una interpretación conmovedora de “Campaña del desierto”. Esa canción que, desde hace más de dos décadas, resume una parte esencial de la identidad de la banda y de toda una generación de oyentes.

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