


Barcelona volvió a convertirse en la meca del rock y el metal progresivo con una nueva edición del festival Be Prog! My Friend, celebrado los pasados 26 y 27 de septiembre en La Carpa del Poble Espanyol. Dos jornadas intensas donde se dieron cita propuestas nacionales e internacionales que demostraron la riqueza y diversidad del género. Desde los sonidos instrumentales más atmosféricos hasta las explosiones de técnica y emoción que caracterizan al metal progresivo, el festival ofreció una experiencia musical que quedará grabada en la memoria de todos los asistentes.
La primera jornada, el viernes 26 de septiembre, abrió con la fuerza creativa de Lampr3a, trío vasco que desde su fundación en 2016 ha ido consolidando un lenguaje propio dentro del metal instrumental. Su propuesta, una fusión entre lo atmosférico, lo técnico y lo progresivo, consiguió que los primeros asistentes olvidaran el concepto de “banda telonera”. Con un despliegue sonoro envolvente, Borja Mintegiaga, Mikel Gómez y Juan Ignacio Izaguirre demostraron que la música instrumental puede ser tan narrativa como cualquier letra.
El repertorio arrancó con “MAGLA”, tema que funcionó como carta de presentación: riffs precisos y atmósferas densas que atraparon de inmediato. “ROCD” y “EVOLVE” mantuvieron al público en tensión con sus cambios de ritmo inesperados, mientras que “KEMFERT” y “XXIV VII” subrayaron la capacidad de la banda para generar climas casi cinematográficos. El cierre con “EVØKE” y “ESnSE” fue la confirmación de que Lampr3a no solo interpreta canciones, sino que construye experiencias sonoras. Una apertura que dejó al público listo para un viaje intenso.
TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: Serapis Project regresa al sur de Andalucía
El relevo lo tomó Dry River, sexteto de Castellón que desde hace años es considerado uno de los mayores referentes del rock progresivo español. Su entrada en el escenario fue recibida con entusiasmo, y no tardaron en ganarse al público gracias a una propuesta que equilibra lo técnico con lo emocional. Con influencias que van del hard rock clásico al metal progresivo, su show fue una celebración del virtuosismo y la energía.
Comenzaron con la vibrante “Culpable”, seguida por la optimista “Segundo intento”, que despertó coreos en la audiencia. “Camino” aportó un toque más emotivo, antes de sumergirse en la contundencia de “Fundido a negro”, donde la solidez instrumental de la banda quedó en primer plano. El público se entregó en cuerpo y alma a temas como “Perdiendo el norte” y “Me va a faltar el aire”, dos himnos de su repertorio. El cierre con “Peán” y “Capitán Veneno” puso el broche perfecto a un show que no solo cumplió las expectativas, sino que elevó el listón de lo que estaba por venir.
El turno de Threshold trajo consigo un cambio de registro: la elegancia y veteranía de una banda que lleva más de tres décadas marcando la pauta del metal progresivo británico. Desde el primer acorde de “Slipstream”, quedó claro que estábamos ante un grupo cuya precisión técnica y fuerza escénica son producto de una carrera consolidada. La intensidad de “Silenced” y la emotividad de “The Man Who Saw Through Time” hicieron vibrar a la audiencia, mientras que la melancólica “Hollow” sumó un momento de introspección colectiva.
Uno de los puntos más altos fue el debut en vivo de “Hall of Echoes”, recibido con gran entusiasmo por los seguidores más fieles. La complejidad de “Mission Profile” y la delicadeza de “Falling Away” reafirmaron su capacidad para transitar entre lo agresivo y lo melódico sin perder coherencia. El cierre con “King of Nothing” y “Small Dark Lines” fue un recordatorio de por qué Threshold es una banda esencial dentro del progresivo: supieron combinar la técnica con la emoción de forma magistral.
La ausencia de The Dear Hunter fue un contratiempo que pudo haber dejado un vacío en el festival, pero Persefone no solo tomó el relevo, sino que convirtió su actuación en uno de los momentos más memorables de la noche. Los andorranos, con su característico death metal melódico y progresivo, ofrecieron un espectáculo de altísima intensidad. La incorporación de Daniel R. Flys a la voz aportó frescura y carisma, disipando cualquier duda sobre la continuidad del grupo tras la salida de Marc Martins Pia.
El arranque con “Sounds and Vessels” fue un impacto inmediato: una avalancha de técnica y emoción que sacudió a todo el recinto. “One Word” y “The Equable” mostraron el equilibrio perfecto entre agresividad y belleza melódica, mientras que “Stillness Is Timeless” y “Prison Skin” reforzaron la versatilidad de la banda. Con cada tema, desde “Cosmic Walkers” hasta “Living Waves”, la intensidad no hizo más que crecer, culminando en la épica “Mind as Universe”. Fue un show que se sintió como un ritual colectivo, en el que músicos y público compartieron una misma energía.
TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: Tesseract en Barcelona: “Matemática pura”
La jornada alcanzó su clímax con TesseracT, una de las bandas más influyentes e innovadoras del metal progresivo actual. Su propuesta, que combina complejidad técnica con un sentido narrativo casi conceptual, cerró la noche de manera apoteósica. Desde los primeros compases de “Concealing Fate, Part 1: Acceptance”, el quinteto de Milton Keynes sumergió a la audiencia en un mar de riffs pesados, atmósferas etéreas y contrastes emocionales.
El repertorio recorrió buena parte de su trayectoria, con joyas como “The Grey”, “Natural Disaster” y “Of Mind – Nocturne”, interpretadas con una cohesión impecable. La voz de Daniel Tompkins fue protagonista: capaz de alternar entre guturales desgarradores y melodías limpias cargadas de emoción. La inclusión de material de su más reciente álbum, War of Being, reforzó la vigencia de la banda. La interpretación de “War of Being” fue un punto álgido que combinó poder sonoro y un apartado visual impresionante.
El cierre, con “Concealing Fate, Part 2: Deception”, “Juno” y la emocionante “The Ballad of Dave”, fue una descarga final de energía que dejó al público exhausto pero agradecido. TesseracT no solo cumplió como cabeza de cartel, sino que se erigió como la conclusión perfecta para una primera jornada inolvidable.



Barcelona volvió a convertirse en la meca del rock y el metal progresivo con una nueva edición del festival Be Prog! My Friend, celebrado los pasados 26 y 27 de septiembre en La Carpa del Poble Espanyol. Dos jornadas intensas donde se dieron cita propuestas nacionales e internacionales que demostraron la riqueza y diversidad del género. Desde los sonidos instrumentales más atmosféricos hasta las explosiones de técnica y emoción que caracterizan al metal progresivo, el festival ofreció una experiencia musical que quedará grabada en la memoria de todos los asistentes.
La primera jornada, el viernes 26 de septiembre, abrió con la fuerza creativa de Lampr3a, trío vasco que desde su fundación en 2016 ha ido consolidando un lenguaje propio dentro del metal instrumental. Su propuesta, una fusión entre lo atmosférico, lo técnico y lo progresivo, consiguió que los primeros asistentes olvidaran el concepto de “banda telonera”. Con un despliegue sonoro envolvente, Borja Mintegiaga, Mikel Gómez y Juan Ignacio Izaguirre demostraron que la música instrumental puede ser tan narrativa como cualquier letra.
El repertorio arrancó con “MAGLA”, tema que funcionó como carta de presentación: riffs precisos y atmósferas densas que atraparon de inmediato. “ROCD” y “EVOLVE” mantuvieron al público en tensión con sus cambios de ritmo inesperados, mientras que “KEMFERT” y “XXIV VII” subrayaron la capacidad de la banda para generar climas casi cinematográficos. El cierre con “EVØKE” y “ESnSE” fue la confirmación de que Lampr3a no solo interpreta canciones, sino que construye experiencias sonoras. Una apertura que dejó al público listo para un viaje intenso.
TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: Serapis Project regresa al sur de Andalucía
El relevo lo tomó Dry River, sexteto de Castellón que desde hace años es considerado uno de los mayores referentes del rock progresivo español. Su entrada en el escenario fue recibida con entusiasmo, y no tardaron en ganarse al público gracias a una propuesta que equilibra lo técnico con lo emocional. Con influencias que van del hard rock clásico al metal progresivo, su show fue una celebración del virtuosismo y la energía.
Comenzaron con la vibrante “Culpable”, seguida por la optimista “Segundo intento”, que despertó coreos en la audiencia. “Camino” aportó un toque más emotivo, antes de sumergirse en la contundencia de “Fundido a negro”, donde la solidez instrumental de la banda quedó en primer plano. El público se entregó en cuerpo y alma a temas como “Perdiendo el norte” y “Me va a faltar el aire”, dos himnos de su repertorio. El cierre con “Peán” y “Capitán Veneno” puso el broche perfecto a un show que no solo cumplió las expectativas, sino que elevó el listón de lo que estaba por venir.
El turno de Threshold trajo consigo un cambio de registro: la elegancia y veteranía de una banda que lleva más de tres décadas marcando la pauta del metal progresivo británico. Desde el primer acorde de “Slipstream”, quedó claro que estábamos ante un grupo cuya precisión técnica y fuerza escénica son producto de una carrera consolidada. La intensidad de “Silenced” y la emotividad de “The Man Who Saw Through Time” hicieron vibrar a la audiencia, mientras que la melancólica “Hollow” sumó un momento de introspección colectiva.
Uno de los puntos más altos fue el debut en vivo de “Hall of Echoes”, recibido con gran entusiasmo por los seguidores más fieles. La complejidad de “Mission Profile” y la delicadeza de “Falling Away” reafirmaron su capacidad para transitar entre lo agresivo y lo melódico sin perder coherencia. El cierre con “King of Nothing” y “Small Dark Lines” fue un recordatorio de por qué Threshold es una banda esencial dentro del progresivo: supieron combinar la técnica con la emoción de forma magistral.
La ausencia de The Dear Hunter fue un contratiempo que pudo haber dejado un vacío en el festival, pero Persefone no solo tomó el relevo, sino que convirtió su actuación en uno de los momentos más memorables de la noche. Los andorranos, con su característico death metal melódico y progresivo, ofrecieron un espectáculo de altísima intensidad. La incorporación de Daniel R. Flys a la voz aportó frescura y carisma, disipando cualquier duda sobre la continuidad del grupo tras la salida de Marc Martins Pia.
El arranque con “Sounds and Vessels” fue un impacto inmediato: una avalancha de técnica y emoción que sacudió a todo el recinto. “One Word” y “The Equable” mostraron el equilibrio perfecto entre agresividad y belleza melódica, mientras que “Stillness Is Timeless” y “Prison Skin” reforzaron la versatilidad de la banda. Con cada tema, desde “Cosmic Walkers” hasta “Living Waves”, la intensidad no hizo más que crecer, culminando en la épica “Mind as Universe”. Fue un show que se sintió como un ritual colectivo, en el que músicos y público compartieron una misma energía.
TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: Tesseract en Barcelona: “Matemática pura”
La jornada alcanzó su clímax con TesseracT, una de las bandas más influyentes e innovadoras del metal progresivo actual. Su propuesta, que combina complejidad técnica con un sentido narrativo casi conceptual, cerró la noche de manera apoteósica. Desde los primeros compases de “Concealing Fate, Part 1: Acceptance”, el quinteto de Milton Keynes sumergió a la audiencia en un mar de riffs pesados, atmósferas etéreas y contrastes emocionales.
El repertorio recorrió buena parte de su trayectoria, con joyas como “The Grey”, “Natural Disaster” y “Of Mind – Nocturne”, interpretadas con una cohesión impecable. La voz de Daniel Tompkins fue protagonista: capaz de alternar entre guturales desgarradores y melodías limpias cargadas de emoción. La inclusión de material de su más reciente álbum, War of Being, reforzó la vigencia de la banda. La interpretación de “War of Being” fue un punto álgido que combinó poder sonoro y un apartado visual impresionante.
El cierre, con “Concealing Fate, Part 2: Deception”, “Juno” y la emocionante “The Ballad of Dave”, fue una descarga final de energía que dejó al público exhausto pero agradecido. TesseracT no solo cumplió como cabeza de cartel, sino que se erigió como la conclusión perfecta para una primera jornada inolvidable.