Tercer disco de esta banda estadounidense de Sludge Doom Metal, conformada por Willow Ryan (voz y guitarra) y Edward Holgerson (batería), con la colaboración de distintos bajistas. El dúo originario de Vermont, también editó un EP y split en conjunto con Keeper, otro grupo del mismo país. La categoría “Drone” también suele aplicarse a la música de la banda, por la extensión de sus temas y el sonido extremadamente grave de la distorsión usada en guitarra y bajo. En esta entrega, cuatro tracks suman casi una hora. El lanzamiento está nuevamente a cargo del sello Prosthetic Records.

Body Void forma parte de una nueva generación de proyectos dentro del territorio “Sludge Doom” que se animan a desplegar una honestidad artística despojada de intereses comerciales, comprometida con expresar reflexiones acerca de la realidad social contemporánea, los derechos civiles y los estragos del capitalismo salvaje. Ether Coven, Sunrot, Primitive Man y Sigils son otras que pueden venir a la mente. Las temáticas usuales en las letras de Body Void remiten a conflictos existenciales, la muerte y la desesperación, y en esta ocasión, todo está atravesado por la cuestión ambiental y la destrucción que está perpetrando la humanidad.

“Wound” comienza con el impacto de esa grave distorsión que será permanente, acompañada por una base rítmica lenta, resignada, cual caminata por el pasillo hacia la silla eléctrica, u observación pasiva del derrumbe progresivo del entorno. La voz de Ryan, profiriendo esos alaridos agudos, perforantes, contrasta con la sonoridad de los instrumentos y expresa una mezcla de angustia y furia. Hay pasajes en los que todo se acelera, para volver a retomar la marcha apesadumbrada. Este fue el corte de difusión con un excelente videoclip a cargo de Chariot of Black Moth.

La guitarra suena con otros efectos en “Laying Down in a Forest Fire”, esbozando riffs efímeros en la masa sonora que se mueve arrastrando una carga demasiado pesada. Acordes etéreos sobrevuelan la catástrofe como un humo negro denso, casi smog. Hacia el final todo se vuelve más rápido y las formas adquieren otra definición.

“Fawn” nos enfrenta a lapsos más espesos, atravesados por gritos rabiosos, y se reitera el vértigo antes de terminar. Hay algo atmosférico en la música de Body Void, una nubosidad y tormentas sónicas, truenos incluidos. En “Pale Man” los acoples sobresalen y emergen otras texturas a partir de la saturación, hasta que todo se pierde en la negrura.

Un disco oscuro y sofocante como los tiempos que vivimos, casi testimonial, en medio del cambio climático, la contaminación, la urbanización que avanza como un cáncer, los conflictos raciales y una pandemia que está poniendo a la humanidad ante el desafío de tomar decisiones entre valores éticos y económicos.