

En conferencia de medios para la cuarta edición de este festival, Khezia Quintero, portavoz y cara visible de la organización, aseguró que para este año se esperaban hasta 5,000 asistentes por día, y aunque no sabemos si estos números se cumplieron a cabalidad, lo cierto es que cada año parecen llegar más asistentes. Quizás no con un crecimiento exponencial, pero sí notable con respecto a cada año; cosa curiosa, pues las propuestas no han sido precisamente más famosas en comparación con, digamos, la primera edición, lo que nos habla de confianza por parte del público.
Sin embargo, aunque la popularidad de las bandas seleccionadas quizá no creció, sí lo hizo la oferta y trascendencia, pues este año no solo contamos con la tradicional pre-fiesta y los dos días de festival de costumbre, sino que las alianzas parecen fortalecerse: una sección del festival destinada a la donación de cabello para niñxs con cáncer, otra para la donación de insumos para perritos mayores en busca de hogar, y una exposición artística (con el artista en cuestión in situ) dedicada al maestrazo Néstor Ávalos, joya leonense y mexicana, portadista de importantes bandas internacionales como Bloodbath, Deicide, Dark Funeral y muchas más.
El segundo día lo iniciábamos con un desayuno previo en algún Oxxo, bajo la amenaza de tener que acudir a los fatídicos puestos de comida del lugar; Electrolit y clamatito pa’ aguantar. A las 12 del día en punto, los trópicosos death metaleros de Summoning Death nos compartían sus nada guapachosos desgarros inspirados en el terror cinematográfico, golpeando la cara de los trasnochados y fieles asistentes que acuden desde temprano a esta fiesta.
Una vez finalizada su masacre, el festival dio lugar a una presentación muy especial de una de las bandas más trascendentes de metal negro en México, pues a los madrugadores nos tocó presenciar la transmutación alquímica del artista anteriormente conocido como Black Hate a Hierophany, un cambio de identidad fruto de adaptaciones políticas al mercado. Aseguraron que, a pesar de no tener connotaciones racistas, este nombre les estaba dando incontables dolores de cabeza con promotores, prensa y agencias internacionales (porque, obviamente, a los mexicanos este tema les vale francamente madres).
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A la media de las 13 horas, el cuarteto mexicano-estadounidense Split Heaven conquistaba a un público más que listo para recibir su heavy/speed bilingüe, tanto grandilocuente como divertido y enérgico, con una peculiar mascota de calaca charra que pirueteaba tanto abajo como arriba del escenario, cumpliendo a cabalidad su papel de animadora.
Poco antes del término de esta función, me propuse explorar un poco el recinto, sobre todo la antes mencionada exposición de Néstor, donde se apreciaban originales de alta calidad, con su peculiar mezcla de técnicas y formatos, retratando portadas de discos clásicos como Grand Morbid Funeral (Bloodbath) y Lisboa Under the Spell (Moonspell), donde con algo de suerte podías incluso saludar y tomarte una foto con el artista.
Luego de esta fugaz escapada, me propuse ver en el área general a una de las bandas más interesantes de esta edición y que, paradójicamente, menos me había interesado debido a su extraño logo que me recordaba a la fuente de alguna película de Tim Burton: A Canorous Quintet, a quienes puse atención apenas dos días antes de su presentación, durante la peda previa al evento en León. Sin embargo, su melodeath ponchado y brutal removió algo en mí en aquellos momentos y se convirtió en uno de los actos más sorprendentes del día.
Igualmente sorprendentes, aunque por otra razón, fueron los extraños Pyogenesis. Peculiar banda con una pintoresca historia musical que ha recorrido desde el doom/death más darketo hasta el happy punk más adolescente, haciendo gala de un punto medio en el escenario del Candelabrum. En verdad me extrañó, pues pensé que iban a tocar un repertorio mucho más apegado a su primera etapa doom/death. Aunque sí tocaron canciones de esa época, el popurrí fue más variado de lo anticipado.
Desde Estados Unidos, Necrot les pisaron los talones, aportando una de las presentaciones más memorables para muchos de los asistentes, contando con uno de los mosh pits más frenéticos de ambas jornadas, tanto así que trascendió el vómito proyectil de uno de los asistentes, mismo que se hizo viral al ritmo de la putacera de este trío que tuvo muy a bien mentarle la madre a Donald Trump en contra de sus políticas xenófobas. Seguramente les valió el aplauso de varios y la antipatía de muchos otros, tan variado como lo es este festival.
Como disparados de un cañón infernal, los británicos de Onslaught no perdieron tiempo en ametrallar a la audiencia con su violento thrash, que continuó con la batalla del círculo de mosheo en ambas partes del ruedo, VIP y general. Evidentemente, mucho más en el área general, pues para estas alturas ya se notaba que la fiesta se encontraba más inclinada hacia el área populachera, como suele ser. También había que tener en cuenta que la otra área estaba mucho más llena de gente mayor y alguno que otro miembro del público con capacidades motrices limitadas, como muletas y sillas de ruedas, cosa que seguramente agradecen, pues aquí, seas quien seas, no te quedas sin tu buena dosis de ruido.
Finalmente, casi al filo de la puesta de sol, nos tocó recibir uno de los actos más prometidos en la historia del metal en México: Tygers of Pan Tang, miembros reconocidos de aquel NWOBHM que, a pesar de no contar con todo el titánico bagaje de grupos como Judas Priest o Iron Maiden, no se quedan atrás en entregar una muestra pura y dura de lo que significó la consolidación del heavy metal. Una presentación histórica, divertida y dinámica, que brilla no solo a pesar de la edad de sus miembros, sino justamente por esta.
Y aquí es donde admito que, a pesar de ser uno de los géneros que menos escucho, el death metal de esta edición fue de las sorpresas más interesantes del cuarto Candelabrum. Los ya bastante veteranos The Crown ofrecieron una presentación magistral y fina de la cual no esperaba nada realmente, y me obsequiaron, cuando menos, un excelente rato musical en lo que me recuperaba del día, descansando a un costado del escenario, cuando me decidí a quedar quieto quince minutos solamente a gozar del ruido envolvente de esas guitarras afiladas y tumbadas baterías.
Ya con el sol abajo y la embriaguez (sensorial y de la otra) arriba, los irlandeses Primordial salieron a compartirnos unas cuantas historias de tragedia y heroísmo, con aquella combinación tan peculiar de black metal melódico con voces épicas limpias, y que hicieron notar por qué son los campeones indiscutibles del metal extremo gaélico. Teatrales hasta la médula, aun sin recurrir a elementos demasiado elaborados, la maestría del escenario y su conexión con el público fueron indiscutibles, lo que seguramente les ganó algunos nuevos fans entre aquellos que aún no los conocían. Aunque, a opinión de muchas personas, la ausencia de Where Greater Men Have Fallen se extrañó bastante.
De Proscriptor McGovern’s Apsu hay poco que podamos decir fuera de los criterios éticos de este cronista. Sí, es un gran show, y sí, la voz del fulano no solo es peculiar, sino que su uso trasciende la mera interpretación musical, pues podemos percibir que constituye un acto estético en sí mismo. Lo único que agregar es que podríamos pedirle al Tío Candelabrum que para futuras ediciones nos permitan escuchar a Sonja de Melissa Moore, no solo porque musicalmente se antoja más, sino porque, mínimo, hay que balancear un poco la transfobia/misoginia de la que nos hicieron partícipes con el fichaje de este indeseable.
Después de las diez de la noche, la luna brillaba intensa sobre nosotros y las ansias de vivir algo único y espectacular vibraban en mi cuerpo, pues, casi al término de esta gran velada, los trascendentes y estimados paladines del black/doom atmosférico olímpico, Agalloch, estaban a punto de empezar su presentación. Y es que luego de su disolución en 2016, algunos años antes de que su servidor fuera consciente de obras tan impresionantes como The Mantle y Ashes Against the Grain, la banda ya se había acabado, en aquel momento, suponíamos, para siempre.
Tremenda sorpresa nos dimos en 2023 cuando, el 18 de abril, este trío volvería a las andadas en una antigua cueva germana para el Prophecy Fest en Balve, y que en aquel momento solo pudimos soñar algunos con que se nos cumpliera el capricho. Mismo que se volvió más que real ante la primera nota reverberada de Limbs, que me hizo brotar lágrimas y me transportó a un estado superior de existencia durante una hora que pareció durar demasiado poco, siendo uno de los mejores conciertos de mi vida.
Y por fin, tras otra larga espera, Obituary dio el grandioso cierre de edición con una presentación que se sintió como una demoledora pasando sobre nosotros. No cabe duda de que a esta legendaria banda del metal muerto floridiano le sienta muy bien un escenario de aquel calibre, donde se apreciaban en toda su tremenda majestuosidad, monolítica y sangrienta, cerrando la noche pataleando y gritando, de la misma manera en que uno nace y uno debe morir.
Cuatro años después de aquella mítica primera edición que nos sorprendió con Midnight, Sigh, Blood Incantation, Candlemass, Carcass, Overkill y Moonspell (entre muchos más), el Candelabrum ha estado en el paradójico punto medio entre crecer y cerrar filas en cuanto a su oferta. Mientras aquel año aventó la casa por la ventana con una veintena de bandas que todo mundo conoce, las ediciones posteriores se han enfocado en obsequiar a aquellos aferrados de la distorsión una miríada de proyectos que incluso pudieran desconocer, pero que por fidelidad están dispuestos a darles la oportunidad, lo cual no es poca cosa.
Saludos eternos al Candelabrum. Quedamos ansiosos para la quinta edición. Amén. Dórime. Hail Satan.


En conferencia de medios para la cuarta edición de este festival, Khezia Quintero, portavoz y cara visible de la organización, aseguró que para este año se esperaban hasta 5,000 asistentes por día, y aunque no sabemos si estos números se cumplieron a cabalidad, lo cierto es que cada año parecen llegar más asistentes. Quizás no con un crecimiento exponencial, pero sí notable con respecto a cada año; cosa curiosa, pues las propuestas no han sido precisamente más famosas en comparación con, digamos, la primera edición, lo que nos habla de confianza por parte del público.
Sin embargo, aunque la popularidad de las bandas seleccionadas quizá no creció, sí lo hizo la oferta y trascendencia, pues este año no solo contamos con la tradicional pre-fiesta y los dos días de festival de costumbre, sino que las alianzas parecen fortalecerse: una sección del festival destinada a la donación de cabello para niñxs con cáncer, otra para la donación de insumos para perritos mayores en busca de hogar, y una exposición artística (con el artista en cuestión in situ) dedicada al maestrazo Néstor Ávalos, joya leonense y mexicana, portadista de importantes bandas internacionales como Bloodbath, Deicide, Dark Funeral y muchas más.
El segundo día lo iniciábamos con un desayuno previo en algún Oxxo, bajo la amenaza de tener que acudir a los fatídicos puestos de comida del lugar; Electrolit y clamatito pa’ aguantar. A las 12 del día en punto, los trópicosos death metaleros de Summoning Death nos compartían sus nada guapachosos desgarros inspirados en el terror cinematográfico, golpeando la cara de los trasnochados y fieles asistentes que acuden desde temprano a esta fiesta.
Una vez finalizada su masacre, el festival dio lugar a una presentación muy especial de una de las bandas más trascendentes de metal negro en México, pues a los madrugadores nos tocó presenciar la transmutación alquímica del artista anteriormente conocido como Black Hate a Hierophany, un cambio de identidad fruto de adaptaciones políticas al mercado. Aseguraron que, a pesar de no tener connotaciones racistas, este nombre les estaba dando incontables dolores de cabeza con promotores, prensa y agencias internacionales (porque, obviamente, a los mexicanos este tema les vale francamente madres).
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A la media de las 13 horas, el cuarteto mexicano-estadounidense Split Heaven conquistaba a un público más que listo para recibir su heavy/speed bilingüe, tanto grandilocuente como divertido y enérgico, con una peculiar mascota de calaca charra que pirueteaba tanto abajo como arriba del escenario, cumpliendo a cabalidad su papel de animadora.
Poco antes del término de esta función, me propuse explorar un poco el recinto, sobre todo la antes mencionada exposición de Néstor, donde se apreciaban originales de alta calidad, con su peculiar mezcla de técnicas y formatos, retratando portadas de discos clásicos como Grand Morbid Funeral (Bloodbath) y Lisboa Under the Spell (Moonspell), donde con algo de suerte podías incluso saludar y tomarte una foto con el artista.
Luego de esta fugaz escapada, me propuse ver en el área general a una de las bandas más interesantes de esta edición y que, paradójicamente, menos me había interesado debido a su extraño logo que me recordaba a la fuente de alguna película de Tim Burton: A Canorous Quintet, a quienes puse atención apenas dos días antes de su presentación, durante la peda previa al evento en León. Sin embargo, su melodeath ponchado y brutal removió algo en mí en aquellos momentos y se convirtió en uno de los actos más sorprendentes del día.
Igualmente sorprendentes, aunque por otra razón, fueron los extraños Pyogenesis. Peculiar banda con una pintoresca historia musical que ha recorrido desde el doom/death más darketo hasta el happy punk más adolescente, haciendo gala de un punto medio en el escenario del Candelabrum. En verdad me extrañó, pues pensé que iban a tocar un repertorio mucho más apegado a su primera etapa doom/death. Aunque sí tocaron canciones de esa época, el popurrí fue más variado de lo anticipado.
Desde Estados Unidos, Necrot les pisaron los talones, aportando una de las presentaciones más memorables para muchos de los asistentes, contando con uno de los mosh pits más frenéticos de ambas jornadas, tanto así que trascendió el vómito proyectil de uno de los asistentes, mismo que se hizo viral al ritmo de la putacera de este trío que tuvo muy a bien mentarle la madre a Donald Trump en contra de sus políticas xenófobas. Seguramente les valió el aplauso de varios y la antipatía de muchos otros, tan variado como lo es este festival.
Como disparados de un cañón infernal, los británicos de Onslaught no perdieron tiempo en ametrallar a la audiencia con su violento thrash, que continuó con la batalla del círculo de mosheo en ambas partes del ruedo, VIP y general. Evidentemente, mucho más en el área general, pues para estas alturas ya se notaba que la fiesta se encontraba más inclinada hacia el área populachera, como suele ser. También había que tener en cuenta que la otra área estaba mucho más llena de gente mayor y alguno que otro miembro del público con capacidades motrices limitadas, como muletas y sillas de ruedas, cosa que seguramente agradecen, pues aquí, seas quien seas, no te quedas sin tu buena dosis de ruido.
Finalmente, casi al filo de la puesta de sol, nos tocó recibir uno de los actos más prometidos en la historia del metal en México: Tygers of Pan Tang, miembros reconocidos de aquel NWOBHM que, a pesar de no contar con todo el titánico bagaje de grupos como Judas Priest o Iron Maiden, no se quedan atrás en entregar una muestra pura y dura de lo que significó la consolidación del heavy metal. Una presentación histórica, divertida y dinámica, que brilla no solo a pesar de la edad de sus miembros, sino justamente por esta.
Y aquí es donde admito que, a pesar de ser uno de los géneros que menos escucho, el death metal de esta edición fue de las sorpresas más interesantes del cuarto Candelabrum. Los ya bastante veteranos The Crown ofrecieron una presentación magistral y fina de la cual no esperaba nada realmente, y me obsequiaron, cuando menos, un excelente rato musical en lo que me recuperaba del día, descansando a un costado del escenario, cuando me decidí a quedar quieto quince minutos solamente a gozar del ruido envolvente de esas guitarras afiladas y tumbadas baterías.
Ya con el sol abajo y la embriaguez (sensorial y de la otra) arriba, los irlandeses Primordial salieron a compartirnos unas cuantas historias de tragedia y heroísmo, con aquella combinación tan peculiar de black metal melódico con voces épicas limpias, y que hicieron notar por qué son los campeones indiscutibles del metal extremo gaélico. Teatrales hasta la médula, aun sin recurrir a elementos demasiado elaborados, la maestría del escenario y su conexión con el público fueron indiscutibles, lo que seguramente les ganó algunos nuevos fans entre aquellos que aún no los conocían. Aunque, a opinión de muchas personas, la ausencia de Where Greater Men Have Fallen se extrañó bastante.
De Proscriptor McGovern’s Apsu hay poco que podamos decir fuera de los criterios éticos de este cronista. Sí, es un gran show, y sí, la voz del fulano no solo es peculiar, sino que su uso trasciende la mera interpretación musical, pues podemos percibir que constituye un acto estético en sí mismo. Lo único que agregar es que podríamos pedirle al Tío Candelabrum que para futuras ediciones nos permitan escuchar a Sonja de Melissa Moore, no solo porque musicalmente se antoja más, sino porque, mínimo, hay que balancear un poco la transfobia/misoginia de la que nos hicieron partícipes con el fichaje de este indeseable.
Después de las diez de la noche, la luna brillaba intensa sobre nosotros y las ansias de vivir algo único y espectacular vibraban en mi cuerpo, pues, casi al término de esta gran velada, los trascendentes y estimados paladines del black/doom atmosférico olímpico, Agalloch, estaban a punto de empezar su presentación. Y es que luego de su disolución en 2016, algunos años antes de que su servidor fuera consciente de obras tan impresionantes como The Mantle y Ashes Against the Grain, la banda ya se había acabado, en aquel momento, suponíamos, para siempre.
Tremenda sorpresa nos dimos en 2023 cuando, el 18 de abril, este trío volvería a las andadas en una antigua cueva germana para el Prophecy Fest en Balve, y que en aquel momento solo pudimos soñar algunos con que se nos cumpliera el capricho. Mismo que se volvió más que real ante la primera nota reverberada de Limbs, que me hizo brotar lágrimas y me transportó a un estado superior de existencia durante una hora que pareció durar demasiado poco, siendo uno de los mejores conciertos de mi vida.
Y por fin, tras otra larga espera, Obituary dio el grandioso cierre de edición con una presentación que se sintió como una demoledora pasando sobre nosotros. No cabe duda de que a esta legendaria banda del metal muerto floridiano le sienta muy bien un escenario de aquel calibre, donde se apreciaban en toda su tremenda majestuosidad, monolítica y sangrienta, cerrando la noche pataleando y gritando, de la misma manera en que uno nace y uno debe morir.
Cuatro años después de aquella mítica primera edición que nos sorprendió con Midnight, Sigh, Blood Incantation, Candlemass, Carcass, Overkill y Moonspell (entre muchos más), el Candelabrum ha estado en el paradójico punto medio entre crecer y cerrar filas en cuanto a su oferta. Mientras aquel año aventó la casa por la ventana con una veintena de bandas que todo mundo conoce, las ediciones posteriores se han enfocado en obsequiar a aquellos aferrados de la distorsión una miríada de proyectos que incluso pudieran desconocer, pero que por fidelidad están dispuestos a darles la oportunidad, lo cual no es poca cosa.
Saludos eternos al Candelabrum. Quedamos ansiosos para la quinta edición. Amén. Dórime. Hail Satan.