“Pidan al Dios Noiseground que concede”, es una broma que suelo hacer con mis compañeros de redacción en Track To Hell cada vez que esta productora nacional publica que se aproxima algún anuncio de show internacional. Y ellos pueden dar testimonio de la cantidad de veces que pedí por Converge (ya que estamos, también por Ulver, Cult of Luna, Chelsea Wolfe…). Fuera de broma, la verdad es que gracias a esta buena gente pude ver bandas que pensé que tal vez nunca vería: Neurosis, Amenra (dos veces), Eyehategod, Russian Circles, entre otras. Converge tal vez sea el principal grupo de hardcore metálico y post-hardcore (otra que se me ocurre es Integrity) con más de tres décadas de historia, y el pasado 9 de noviembre en Uniclub fue su primer concierto en Argentina. Tal como dijo el carismático cantante y artista plástico Jacob Bannon, les tomó mucho tiempo venir.
Lo importante es que, finalmente, llegaron a estas latitudes al sur del mundo, para brindar un recital de inusitada intensidad concentrada en una hora. Más allá de los vínculos que el grupo cultivó con Neurosis y Chelsea Wolfe, entre tantas otras personalidades de la música pesada y alternativa (recordemos sus splits con Dropdead, Napalm Death y Agoraphobic Nosebleed), y sin dejar de mencionar el álbum Jane Doe (2001), una obra que los elevó a la categoría de banda de culto, lo cierto es que la figura de Kurt Ballou, el ahora pelilargo guitarrista, tiene una importancia enorme. Esto se debe a su trabajo como productor, no solamente de los discos de su propia banda, sino también de Isis, Sumac, The Dillinger Escape Plan, Cave In, KEN Mode, Russian Circles, Full of Hell, Nails, Zeal & Ardor, Knoll, etc. Casi se podría decir que es el Rick Rubin del metal de este siglo. Entonces, por muchos motivos, la llegada al país de Converge fue histórica.
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Las bandas locales encargadas de abrir la velada fueron Miserere y Undermine: la primera dando sus primeros pasos en la escena; la segunda bastante más consolidada. La gente iba llegando de a poco, pero como síntoma de la ansiedad que había por el arribo al país de Converge, los tres modelos de remeras que formaban parte del merchandising oficial (junto con posters firmados por los cuatro integrantes del grupo) se agotaron para cuando terminó de tocar Miserere. Puedo decir que algunas personas se compraron los tres diseños disponibles. De esta manera, la gente que no estuvo presente para ver a los teloneros se quedó sin su recordatorio físico del evento. No hace falta aclarar que yo estoy feliz con mi remera y mi poster, aunque la remera se me estiró un poco en el pogo (el poster me lo cuidaron, de lo contrario no hubiera sobrevivido).
Las dieciséis canciones del setlist brindaron un buen recorrido por la discografía, algo que también se reflejaba con la proyección del arte de los álbumes en la pantalla al fondo del escenario. No tiene sentido nombrarlas a todas, me basta con que hayan sonado algunas de mis favoritas: Dark Horse, Under Duress, You Fail Me, All We Love We Leave Behind, Hell to Pay y I Can Tell You about Pain. Fue una noche repleta de gente, de moshing, crowd surfing y stage diving. Es que Buenos Aires tiene un público hardcore que -valga la redundancia- es muy hardcore, y se podía sentir que había un deseo muy fuerte de que eso se notara, más allá de la profunda felicidad por estar viviendo un concierto histórico. Dos latas de cerveza adentro y yo mismo me encontré saltando al borde del escenario. Una noche encantadora de reunión entre la banda y su público argentino, y de saludos con esas mismas personas de siempre que uno va conociendo a lo largo de los años yendo a shows y que, de alguna manera, se van entramando en nuestra biografía.
“Pidan al Dios Noiseground que concede”, es una broma que suelo hacer con mis compañeros de redacción en Track To Hell cada vez que esta productora nacional publica que se aproxima algún anuncio de show internacional. Y ellos pueden dar testimonio de la cantidad de veces que pedí por Converge (ya que estamos, también por Ulver, Cult of Luna, Chelsea Wolfe…). Fuera de broma, la verdad es que gracias a esta buena gente pude ver bandas que pensé que tal vez nunca vería: Neurosis, Amenra (dos veces), Eyehategod, Russian Circles, entre otras. Converge tal vez sea el principal grupo de hardcore metálico y post-hardcore (otra que se me ocurre es Integrity) con más de tres décadas de historia, y el pasado 9 de noviembre en Uniclub fue su primer concierto en Argentina. Tal como dijo el carismático cantante y artista plástico Jacob Bannon, les tomó mucho tiempo venir.
Lo importante es que, finalmente, llegaron a estas latitudes al sur del mundo, para brindar un recital de inusitada intensidad concentrada en una hora. Más allá de los vínculos que el grupo cultivó con Neurosis y Chelsea Wolfe, entre tantas otras personalidades de la música pesada y alternativa (recordemos sus splits con Dropdead, Napalm Death y Agoraphobic Nosebleed), y sin dejar de mencionar el álbum Jane Doe (2001), una obra que los elevó a la categoría de banda de culto, lo cierto es que la figura de Kurt Ballou, el ahora pelilargo guitarrista, tiene una importancia enorme. Esto se debe a su trabajo como productor, no solamente de los discos de su propia banda, sino también de Isis, Sumac, The Dillinger Escape Plan, Cave In, KEN Mode, Russian Circles, Full of Hell, Nails, Zeal & Ardor, Knoll, etc. Casi se podría decir que es el Rick Rubin del metal de este siglo. Entonces, por muchos motivos, la llegada al país de Converge fue histórica.
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Las dieciséis canciones del setlist brindaron un buen recorrido por la discografía, algo que también se reflejaba con la proyección del arte de los álbumes en la pantalla al fondo del escenario. No tiene sentido nombrarlas a todas, me basta con que hayan sonado algunas de mis favoritas: Dark Horse, Under Duress, You Fail Me, All We Love We Leave Behind, Hell to Pay y I Can Tell You about Pain. Fue una noche repleta de gente, de moshing, crowd surfing y stage diving. Es que Buenos Aires tiene un público hardcore que -valga la redundancia- es muy hardcore, y se podía sentir que había un deseo muy fuerte de que eso se notara, más allá de la profunda felicidad por estar viviendo un concierto histórico. Dos latas de cerveza adentro y yo mismo me encontré saltando al borde del escenario. Una noche encantadora de reunión entre la banda y su público argentino, y de saludos con esas mismas personas de siempre que uno va conociendo a lo largo de los años yendo a shows y que, de alguna manera, se van entramando en nuestra biografía.