

La noche del 16 de mayo de 2025, la sala Godfather de Madrid se transformó en un crisol de energías, esperando el fragor de dos formaciones de metal: Rise of the Shadows y Dark Oath.
Rise of the Shadows irrumpió en el escenario con una determinación palpable. Su sonido, un entramado de riffs directos y una base rítmica de acero, resonaba con la potencia del metal moderno, un género donde la fuerza bruta y la precisión técnica forjan la identidad. El bajista y el guitarrista rítmico, pilares en la penumbra, mantuvieron una presencia más contenida, anclados en la entrega musical. En contraste, el guitarrista solista y el vocalista se desataron en un torbellino de movimiento. El cantante, un maestro de ceremonias en constante agitación, lanzó gestos a la multitud, descendió del escenario para acortar distancias y desveló la esencia de cada composición. Incluso se atrevieron con una versión de Carcass, una elección que la audiencia celebró con rugidos de aprobación. Su actuación, un anticipo de lo que aún está por venir, deja la promesa de futuras incursiones, con la mira puesta en el Band Contest del Resu.
La sala utiliza luz programada, un despliegue multicolor que, aunque generoso para el objetivo de la cámara, carecía de la fluidez que unía a la música. Los haces luminosos, en su paleta más intensa de verdes y rojos, tiñeron las pieles con tonalidades que desafiaban cualquier intento de naturalidad en la postproducción. En cuanto al sonido, la Godfather, un espacio recogido, mostró un desempeño correcto. En estas dimensiones, la clave reside en una ecualización que permita que cada instrumento y voz emerja con claridad, evitando la saturación. Un manejo experto de los graves es esencial en salas íntimas, para que la potencia se sienta en el pecho sin que la música se disuelva en una marea de ruido ininteligible.
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Posteriormente, Dark Oath, llegados desde Portugal, se enfrentaron a un inicio demorado por problemas técnicos: el in-ear y la línea pregrabada del bajo se resistían. A pesar del contratiempo, la audiencia, un mar de metaleros entregados, mantuvo una compostura que honraba la espera, estallando en una ovación cuando los inconvenientes se desvanecieron. La propuesta musical de Dark Oath, un tejido de atmósferas épicas y melodías que se entrelazan con la agresividad del metal extremo, evoca la profundidad del death metal melódico o la majestuosidad del black metal sinfónico. La banda, a diferencia de sus predecesores, optó por una presencia más estática, concentrada en la perfección de cada nota. No así su vocalista, quien, con un torbellino de cabello y posturas dignas de una estatua, animó el ritual. La energía de la banda se propagó por la sala, contagiando al público que alzaba las manos y agitaba sus cabelleras al unísono. El setlist, extenso y contundente, ofreció momentos de éxtasis en sus composiciones más aclamadas.
La sala Godfather quedó en alto con la energía a tope tras la descarga de meta, Rise of the Shadows y Dark Oath, cada una con su propuesta pero compartiendo entrega, energía y pasión por la música, dejaron claro su profesionalidad y dedicación. Es un recordatorio del esfuerzo continuo de bandas y promotores por traer metal de calidad a la capital, un trabajo que permite a la escena metalera seguir vibrando con nuevas propuestas y la pasión de su público.


La noche del 16 de mayo de 2025, la sala Godfather de Madrid se transformó en un crisol de energías, esperando el fragor de dos formaciones de metal: Rise of the Shadows y Dark Oath.
Rise of the Shadows irrumpió en el escenario con una determinación palpable. Su sonido, un entramado de riffs directos y una base rítmica de acero, resonaba con la potencia del metal moderno, un género donde la fuerza bruta y la precisión técnica forjan la identidad. El bajista y el guitarrista rítmico, pilares en la penumbra, mantuvieron una presencia más contenida, anclados en la entrega musical. En contraste, el guitarrista solista y el vocalista se desataron en un torbellino de movimiento. El cantante, un maestro de ceremonias en constante agitación, lanzó gestos a la multitud, descendió del escenario para acortar distancias y desveló la esencia de cada composición. Incluso se atrevieron con una versión de Carcass, una elección que la audiencia celebró con rugidos de aprobación. Su actuación, un anticipo de lo que aún está por venir, deja la promesa de futuras incursiones, con la mira puesta en el Band Contest del Resu.
La sala utiliza luz programada, un despliegue multicolor que, aunque generoso para el objetivo de la cámara, carecía de la fluidez que unía a la música. Los haces luminosos, en su paleta más intensa de verdes y rojos, tiñeron las pieles con tonalidades que desafiaban cualquier intento de naturalidad en la postproducción. En cuanto al sonido, la Godfather, un espacio recogido, mostró un desempeño correcto. En estas dimensiones, la clave reside en una ecualización que permita que cada instrumento y voz emerja con claridad, evitando la saturación. Un manejo experto de los graves es esencial en salas íntimas, para que la potencia se sienta en el pecho sin que la música se disuelva en una marea de ruido ininteligible.
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La sala Godfather quedó en alto con la energía a tope tras la descarga de meta, Rise of the Shadows y Dark Oath, cada una con su propuesta pero compartiendo entrega, energía y pasión por la música, dejaron claro su profesionalidad y dedicación. Es un recordatorio del esfuerzo continuo de bandas y promotores por traer metal de calidad a la capital, un trabajo que permite a la escena metalera seguir vibrando con nuevas propuestas y la pasión de su público.