
Private Music (2025)
Reprise/Warner
1. my mind is a mountain
2. locked club
3. ecdysis
4. infinite source
5. souvenir
6. CXZ
7. i think about you all the time
8. milk of the madonna
9. cut hands
10. metal dream
11. departing the body
Tener que reseñar un disco de Deftones con rapidez constituye un acto de injusticia. No me caben dudas de que voy a necesitar unas quince escuchas a lo largo de una semana, por lo menos, como para realmente poder tener una impresión un poco más certera de la obra. Sin embargo, hay algo que para mí está muy claro: en Deftones se puede confiar.
Con este décimo disco en tres décadas de trayectoria, se podría decir que vienen lanzando uno cada tres años y ninguno decepciona. Por si fuera poco, no olvidemos que cuentan con un ya mítico álbum no editado (Eros) y que lanzaron un fantástico disco de tributos, titulado Covers (2011) y su excelente B-Sides & Rarities (2005). Pocas bandas tienen una carrera así. Estos californianos encarnan un monumento a la consistencia. Lejos de resistir el paso del tiempo, como verdaderas leyendas del metal alternativo fluyen sorteando las generaciones, las transformaciones de la industria y hasta la muerte de un integrante, sin tener otro cambio de formación más que el inevitable (y hasta la fecha siguen sin aceptar reemplazar a su bajista Chi Cheng más que con un sesionista, a esta altura ya el segundo: Fred Sablan, sucesor de Sergio Vega). Este punto merece una aclaración, pues no significa que estos músicos no aporten a la composición, sino que, simplemente, el grupo no tolera –al menos todavía- la idea de una reforma en su tejido, se entiende que como modo de honrar la pérdida. Estamos hablando de una banda que, en su esencia, se formó en la escuela secundaria y viene madurando como un vino de inigualable cepa.
El productor de este disco es Nick Raskulinecz, quien ya trabajó con la banda en Diamond Eyes (2010) y Koi No Yokan (2012). Si bien, Terry Date sigue ocupando el lugar de productor detrás de las obras maestras indiscutibles (Around the Fur de 1996 y White Pony de 2000), la alquimia que los de Sacramento logran combinando fuerzas con diferentes colaboradores da cuenta de su tremenda versatilidad. Hay una organicidad hasta en lo siempre imprevisible de las portadas. En esta oportunidad una gran serpiente blanca y todo un retoque estilístico en el logo e isotipo. Me dio risa ver algunos memes que, al mismo tiempo, me dieron bastante que pensar. Se puede agarrar cualquier foto de lo que sea y ponerle “Deftones” en algún lado y, mágicamente, tiene sentido. Es que hay en su arte algo inherentemente universal, puramente humano: una producción de significados que pueden atravesar a cualquiera o quedarse a vivir en su interior, donde, como y cuando sea.
TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: Deafheaven – Lonely People with Power (2025)
En esta nueva entrega hay dos rasgos en particular que se han profundizado notablemente: la sonoridad de contundencia pulsátil y aterciopelada en los riffs de Stephen Carpenter y la apuesta a la seducción en la voz de Chino Moreno. No hay texturas rugosas ni bordes afilados; tampoco tantos gritos rabiosos. La guitarra es como un corazón latiendo y empujando sangre a través de las arterias, como el contacto intenso de cuerpos en pleno acto sexual. Y creo que ahí hay un buen punto: se me ocurre que este disco es erótico, pero no tan romántico. ¿Qué quiero decir con esto? Hace rato se viene diciendo que la música de Deftones es metal para hacer el amor, pero no me refiero a eso que, en última instancia, es algo muy relativo. Después de un par de escuchas, la primera idea que tuve fue que “private music” es un gran disco pero tiene algo de encuentro causal, de placer ocasional, como si no buscara grandes profundidades o alturas sentimentales, no hay cúspides de agónico hastío, ni declives en la melancolía, ni una “Bored” o una “My Own Summer”, ni una “Change” o una “Minerva”; tampoco la rabia de una “Elite”. No hay una canción que me cause un shock: todas me hacen, simplemente, disfrutar. Quizás sea esa una de las más evidentes señales de desarrollo, algo así como lo que sucede con el devenir de las emociones desde la adolescencia hasta la adultez, del pasaje de la tragedia de tintes casi suicidas por la ruptura amorosa o la pasión incontenible prometida para siempre, al ir a la cama solamente porque se la pasa bien, y que después cada cual siga con su vida.
El comienzo de “my mind is a mountain” suena, de hecho, como un anuncio pomposo que, inmediatamente, da lugar a ese movimiento casi oceánico de los riffs. El Chino, grita por momentos, pero nada de esos extremos de antaño en lo que la voz se le quebraba y uno se lo imaginaba escupiendo sangre. En general, se mantiene en un nivel medio bastante parejo. Este fue el primer single con video propio. La irrupción de “locked club” tiene cierta agresividad pero muy controlada, en seguida todo se endulza, es como el arte de manejar los límites del dolor en la intimidad, la regulación de la mordida. Creo que hablar de la expresividad de Abe Cunningham en la batería ya no es necesario, ni tampoco del buen gusto de Frank Delgado al generar las atmósferas más justas y adecuadas. En “ecdysis” hay una base de bajo que, al sumarse la guitarra, parece como una mezcla entre Depeche Mode y Bad Brains, dos influencias explícitamente reconocidas por Moreno, quien, por otro lado, da la sensación de que cada vez canta mejor pero también arriesga menos: el señor va a lo seguro.
TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: Skunk Anansie – The Painful Truth (2025)
Con “infinite source” aparece algo de frescura y nostalgia. Parece esbozarse algo etéreo, una intención de genuina reafirmación existencial, como una declaración de principios: “tenemos la hormona alternativa de los 90’s pero ya somos grandes”. Si no fuera por la gordura del sonido de Carpenter, algunas canciones podrían quedar al borde de The Smashing Pumpkins o Placebo, y con seguridad, ninguna de las dos referencias le podría molestar a la banda. Al llegar “sounvenir” algo de oscuridad se cierne sobre el paisaje, pero no demasiada. Se puede sacudir la cabeza con elegancia, degustando una cerveza artesanal en el sillón del living. “CXZ” hace que todo se agite un poco más, pero en dosis temporales reguladas con precisión.
La sutileza y emotividad de “i think about you all the time” son encantadores Todo parece confeccionado a medida para colocarse en la cima de la popularidad de la banda, que actualmente está teniendo shows propios en los estadios cerrados más grandes del mundo. El título “milk of the madonna” me hizo recordar que Maverick, el sello discográfico de la Reina del Pop, tuvo a Deftones como una de sus primeras contrataciones. Una canción muy dinámica, otra demostración de gran vitalidad en un conjunto de veteranos. En “cut hands” nos encontramos con un track de construcción muy urbana, hasta diría callejera, reminiscente de algunos momentos del pasado más remoto del grupo y metal dream despliega un coqueteo casi porno, además de seguir extendiendo la colección de estribillos creados con enorme talento. El principio de “departing the body”, con un punteo de guitarra casi folk y una llamativa voz grave, anuncia un tramo final muy evocativo y hace que el disco termine en un punto muy elevado de calidad compositiva.
El 22 de agosto, día de lanzamiento oficial del disco, salieron videos para todas las canciones, tal como sucedió con la publicación de Ohms en 2020. En conclusión: estamos ante uno de los mejores álbumes de metal del año en curso, y uno que a cada fan de la banda, le llevará un tiempo decidir en qué lugar lo coloca dentro de la escala de 10 grados de Deftones

Private Music (2025)
Reprise/Warner
1. my mind is a mountain
2. locked club
3. ecdysis
4. infinite source
5. souvenir
6. CXZ
7. i think about you all the time
8. milk of the madonna
9. cut hands
10. metal dream
11. departing the body
Tener que reseñar un disco de Deftones con rapidez constituye un acto de injusticia. No me caben dudas de que voy a necesitar unas quince escuchas a lo largo de una semana, por lo menos, como para realmente poder tener una impresión un poco más certera de la obra. Sin embargo, hay algo que para mí está muy claro: en Deftones se puede confiar.
Con este décimo disco en tres décadas de trayectoria, se podría decir que vienen lanzando uno cada tres años y ninguno decepciona. Por si fuera poco, no olvidemos que cuentan con un ya mítico álbum no editado (Eros) y que lanzaron un fantástico disco de tributos, titulado Covers (2011) y su excelente B-Sides & Rarities (2005). Pocas bandas tienen una carrera así. Estos californianos encarnan un monumento a la consistencia. Lejos de resistir el paso del tiempo, como verdaderas leyendas del metal alternativo fluyen sorteando las generaciones, las transformaciones de la industria y hasta la muerte de un integrante, sin tener otro cambio de formación más que el inevitable (y hasta la fecha siguen sin aceptar reemplazar a su bajista Chi Cheng más que con un sesionista, a esta altura ya el segundo: Fred Sablan, sucesor de Sergio Vega). Este punto merece una aclaración, pues no significa que estos músicos no aporten a la composición, sino que, simplemente, el grupo no tolera –al menos todavía- la idea de una reforma en su tejido, se entiende que como modo de honrar la pérdida. Estamos hablando de una banda que, en su esencia, se formó en la escuela secundaria y viene madurando como un vino de inigualable cepa.
El productor de este disco es Nick Raskulinecz, quien ya trabajó con la banda en Diamond Eyes (2010) y Koi No Yokan (2012). Si bien, Terry Date sigue ocupando el lugar de productor detrás de las obras maestras indiscutibles (Around the Fur de 1996 y White Pony de 2000), la alquimia que los de Sacramento logran combinando fuerzas con diferentes colaboradores da cuenta de su tremenda versatilidad. Hay una organicidad hasta en lo siempre imprevisible de las portadas. En esta oportunidad una gran serpiente blanca y todo un retoque estilístico en el logo e isotipo. Me dio risa ver algunos memes que, al mismo tiempo, me dieron bastante que pensar. Se puede agarrar cualquier foto de lo que sea y ponerle “Deftones” en algún lado y, mágicamente, tiene sentido. Es que hay en su arte algo inherentemente universal, puramente humano: una producción de significados que pueden atravesar a cualquiera o quedarse a vivir en su interior, donde, como y cuando sea.
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En esta nueva entrega hay dos rasgos en particular que se han profundizado notablemente: la sonoridad de contundencia pulsátil y aterciopelada en los riffs de Stephen Carpenter y la apuesta a la seducción en la voz de Chino Moreno. No hay texturas rugosas ni bordes afilados; tampoco tantos gritos rabiosos. La guitarra es como un corazón latiendo y empujando sangre a través de las arterias, como el contacto intenso de cuerpos en pleno acto sexual. Y creo que ahí hay un buen punto: se me ocurre que este disco es erótico, pero no tan romántico. ¿Qué quiero decir con esto? Hace rato se viene diciendo que la música de Deftones es metal para hacer el amor, pero no me refiero a eso que, en última instancia, es algo muy relativo. Después de un par de escuchas, la primera idea que tuve fue que “private music” es un gran disco pero tiene algo de encuentro causal, de placer ocasional, como si no buscara grandes profundidades o alturas sentimentales, no hay cúspides de agónico hastío, ni declives en la melancolía, ni una “Bored” o una “My Own Summer”, ni una “Change” o una “Minerva”; tampoco la rabia de una “Elite”. No hay una canción que me cause un shock: todas me hacen, simplemente, disfrutar. Quizás sea esa una de las más evidentes señales de desarrollo, algo así como lo que sucede con el devenir de las emociones desde la adolescencia hasta la adultez, del pasaje de la tragedia de tintes casi suicidas por la ruptura amorosa o la pasión incontenible prometida para siempre, al ir a la cama solamente porque se la pasa bien, y que después cada cual siga con su vida.
El comienzo de “my mind is a mountain” suena, de hecho, como un anuncio pomposo que, inmediatamente, da lugar a ese movimiento casi oceánico de los riffs. El Chino, grita por momentos, pero nada de esos extremos de antaño en lo que la voz se le quebraba y uno se lo imaginaba escupiendo sangre. En general, se mantiene en un nivel medio bastante parejo. Este fue el primer single con video propio. La irrupción de “locked club” tiene cierta agresividad pero muy controlada, en seguida todo se endulza, es como el arte de manejar los límites del dolor en la intimidad, la regulación de la mordida. Creo que hablar de la expresividad de Abe Cunningham en la batería ya no es necesario, ni tampoco del buen gusto de Frank Delgado al generar las atmósferas más justas y adecuadas. En “ecdysis” hay una base de bajo que, al sumarse la guitarra, parece como una mezcla entre Depeche Mode y Bad Brains, dos influencias explícitamente reconocidas por Moreno, quien, por otro lado, da la sensación de que cada vez canta mejor pero también arriesga menos: el señor va a lo seguro.
TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: Skunk Anansie – The Painful Truth (2025)
Con “infinite source” aparece algo de frescura y nostalgia. Parece esbozarse algo etéreo, una intención de genuina reafirmación existencial, como una declaración de principios: “tenemos la hormona alternativa de los 90’s pero ya somos grandes”. Si no fuera por la gordura del sonido de Carpenter, algunas canciones podrían quedar al borde de The Smashing Pumpkins o Placebo, y con seguridad, ninguna de las dos referencias le podría molestar a la banda. Al llegar “sounvenir” algo de oscuridad se cierne sobre el paisaje, pero no demasiada. Se puede sacudir la cabeza con elegancia, degustando una cerveza artesanal en el sillón del living. “CXZ” hace que todo se agite un poco más, pero en dosis temporales reguladas con precisión.
La sutileza y emotividad de “i think about you all the time” son encantadores Todo parece confeccionado a medida para colocarse en la cima de la popularidad de la banda, que actualmente está teniendo shows propios en los estadios cerrados más grandes del mundo. El título “milk of the madonna” me hizo recordar que Maverick, el sello discográfico de la Reina del Pop, tuvo a Deftones como una de sus primeras contrataciones. Una canción muy dinámica, otra demostración de gran vitalidad en un conjunto de veteranos. En “cut hands” nos encontramos con un track de construcción muy urbana, hasta diría callejera, reminiscente de algunos momentos del pasado más remoto del grupo y metal dream despliega un coqueteo casi porno, además de seguir extendiendo la colección de estribillos creados con enorme talento. El principio de “departing the body”, con un punteo de guitarra casi folk y una llamativa voz grave, anuncia un tramo final muy evocativo y hace que el disco termine en un punto muy elevado de calidad compositiva.
El 22 de agosto, día de lanzamiento oficial del disco, salieron videos para todas las canciones, tal como sucedió con la publicación de Ohms en 2020. En conclusión: estamos ante uno de los mejores álbumes de metal del año en curso, y uno que a cada fan de la banda, le llevará un tiempo decidir en qué lugar lo coloca dentro de la escala de 10 grados de Deftones