


La noche prometía una explosión gitano-punk, y cumplió con creces. Antes de que Gogol Bordello desatara el descontrol, los británicos Split Dogs encendieron la mecha con una descarga de street punk y heavy rock ’n’ roll que sacudió los cimientos de Razzmatazz. Desde Brighton, el cuarteto demostró ser una máquina de energía pura. Liderados por la carismática Harry a la voz, y acompañados por Mil (guitarra), Sam (bajo) y Richard (batería), ofrecieron un directo tan crudo como incendiario, fiel a su lema “Sweat, Steel and Sex Appeal” (Sudor, Acero y Sex Appeal).
El arranque con “Stay Tunes” y “Gutterball” dejó claro su enfoque: punk directo, sucio y sin concesiones. Con apenas tres años de trayectoria, Split Dogs mostraron una solidez que remite al legado de Dead Boys, Radio Birdman y Amyl and The Sniffers, pero con una actitud descaradamente propia. “Prison Bitch” y “Shake Some Action” fueron descargas furiosas que transformaron el público en un torbellino, mientras el cierre con “Punch Drunk” fue un golpe final de pura electricidad callejera.
Con la sala empapada en sudor, el escenario quedó listo para el huracán Gogol Bordello, que convirtió Razzmatazz en un carnaval punk global. Desde el inicio con “Sacred Darling”, Eugene Hütz lideró la batalla como un chamán desatado, guitarra acústica en mano y sonrisa desafiante. A su lado, Sergey Ryabtsev (violín) y Erica Mancini (acordeón) llevaron el caos a niveles teatrales, entre solos frenéticos y momentos de puro espectáculo que mezclaban virtuosismo, humor y delirio.
La base rítmica, formada por Korey Kingston (batería), Pedro Erazo (percusión, MC) y Gil Alexandre (bajo), sostuvo el vendaval con precisión. En temas como “Immigrant Punk” o “Immigraniada (We Comin’ Rougher)”, el grupo incorporó spoken word, rap y actitud callejera, reforzando su identidad multicultural. Incluso los fallos técnicos fueron parte del show: cuando una guitarra se apagó, el resto de la banda respondió redoblando la intensidad.
El nuevo tema “I Don’t Have Time for Idiots” encajó a la perfección con clásicos como “We Mean It Man” o “Not a Crime”. Cada canción era una celebración colectiva donde nadie quedaba quieto. La tríada “Wonderlust King”, “My Companjera” y “Start Wearing Purple” encendió el clímax de la noche, tiñendo la sala de morado y desatando un pogo monumental.
En el bis, Hütz rindió homenaje a Camarón de la Isla interpretando “Alcohol” sobre una torre de cajones flamencos, fusionando el gypsy-punk con el alma del flamenco. La despedida llegó con “Solidarity”, versión de Angelic Upstarts, y una brutal “Undestructable”, en la que injertaron el riff de “TV Eye” de The Stooges, confirmando que el caos también puede ser arte.
Lejos de desaparecer tras el último acorde, Gogol Bordello se quedó en el escenario para agradecer personalmente al público. Mano a mano, sonrisa a sonrisa, sellaron una conexión genuina con los asistentes. Lo suyo no fue solo un concierto: fue una catarsis colectiva donde la música, el sudor y la energía se fundieron en una misma corriente vital.



La noche prometía una explosión gitano-punk, y cumplió con creces. Antes de que Gogol Bordello desatara el descontrol, los británicos Split Dogs encendieron la mecha con una descarga de street punk y heavy rock ’n’ roll que sacudió los cimientos de Razzmatazz. Desde Brighton, el cuarteto demostró ser una máquina de energía pura. Liderados por la carismática Harry a la voz, y acompañados por Mil (guitarra), Sam (bajo) y Richard (batería), ofrecieron un directo tan crudo como incendiario, fiel a su lema “Sweat, Steel and Sex Appeal” (Sudor, Acero y Sex Appeal).
El arranque con “Stay Tunes” y “Gutterball” dejó claro su enfoque: punk directo, sucio y sin concesiones. Con apenas tres años de trayectoria, Split Dogs mostraron una solidez que remite al legado de Dead Boys, Radio Birdman y Amyl and The Sniffers, pero con una actitud descaradamente propia. “Prison Bitch” y “Shake Some Action” fueron descargas furiosas que transformaron el público en un torbellino, mientras el cierre con “Punch Drunk” fue un golpe final de pura electricidad callejera.
Con la sala empapada en sudor, el escenario quedó listo para el huracán Gogol Bordello, que convirtió Razzmatazz en un carnaval punk global. Desde el inicio con “Sacred Darling”, Eugene Hütz lideró la batalla como un chamán desatado, guitarra acústica en mano y sonrisa desafiante. A su lado, Sergey Ryabtsev (violín) y Erica Mancini (acordeón) llevaron el caos a niveles teatrales, entre solos frenéticos y momentos de puro espectáculo que mezclaban virtuosismo, humor y delirio.
La base rítmica, formada por Korey Kingston (batería), Pedro Erazo (percusión, MC) y Gil Alexandre (bajo), sostuvo el vendaval con precisión. En temas como “Immigrant Punk” o “Immigraniada (We Comin’ Rougher)”, el grupo incorporó spoken word, rap y actitud callejera, reforzando su identidad multicultural. Incluso los fallos técnicos fueron parte del show: cuando una guitarra se apagó, el resto de la banda respondió redoblando la intensidad.
El nuevo tema “I Don’t Have Time for Idiots” encajó a la perfección con clásicos como “We Mean It Man” o “Not a Crime”. Cada canción era una celebración colectiva donde nadie quedaba quieto. La tríada “Wonderlust King”, “My Companjera” y “Start Wearing Purple” encendió el clímax de la noche, tiñendo la sala de morado y desatando un pogo monumental.
En el bis, Hütz rindió homenaje a Camarón de la Isla interpretando “Alcohol” sobre una torre de cajones flamencos, fusionando el gypsy-punk con el alma del flamenco. La despedida llegó con “Solidarity”, versión de Angelic Upstarts, y una brutal “Undestructable”, en la que injertaron el riff de “TV Eye” de The Stooges, confirmando que el caos también puede ser arte.
Lejos de desaparecer tras el último acorde, Gogol Bordello se quedó en el escenario para agradecer personalmente al público. Mano a mano, sonrisa a sonrisa, sellaron una conexión genuina con los asistentes. Lo suyo no fue solo un concierto: fue una catarsis colectiva donde la música, el sudor y la energía se fundieron en una misma corriente vital.