


La nueva presentación de Grave Digger en Argentina coincidió con una lluvia torrencial que por varias horas hizo que Buenos Aires estuviera casi tan húmeda como las tierras escocesas a las que los germanos les han dedicado más que un par de álbumes. En la práctica ese viernes 7 de noviembre habrá sido un día de mierda en el aspecto climatológico, pero fue un detalle un tanto poético para que vaya de la mano con la visita de Chris Boltendahl, el siempre presente cantante, y su séquito de acompañantes musicales.
Aunque a principios de este 2025 habíamos tenido la salida de Bone Collector, el flamante álbum número 22 de la carrera de Grave Digger, la gira que los traía por Latinoamérica tenía a la banda celebrando 45 años de historia. Ese evento puede que requiera un pequeño asterisco acompañándolo, considerando el lustro de separación que siguió al fracaso comercial y artístico de su cuarto álbum (aquel donde acortaran su nombre y pusiera en la tapa un “Pato Donald cyborg”), pero los cuarenta años netos siguen siendo una cantidad admirable. Y a pesar de que Bone Collector es un álbum perfectamente decente, más allá de su horrible portada hecha con IA, no me voy a quejar por tener a los alemanes por acá haciendo un repaso más generalizado de su abundante discografía.
Llegué al Teatrito cuando ya habían pasado los sets de Ácida y Chewelche, aunque a tiempo para ver las últimas canciones de Lughnasadh La Force, los últimos en la lista de teloneros. El estilo de la banda, ubicado en el punto medio justo entre los riffs de Manowar y las voces de Therion, y su estética medio Conan medio He-Man, son elementos divisivos a opinión de muchos conocidos míos, pero no voy a negar que la propuesta del grupo es entretenida siempre y cuando uno esté metido en el chiste. Lástima que tuvieran que acelerar su presentación y retirarse antes de siquiera poder sacarse una foto con el público.
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La previa inmediata estuvo musicalizada por canciones de AC/DC de fondo mientras el público se iba acumulando. Y éste era exactamente lo que uno espera de un concierto de Grave Digger, con mucho chaleco de jean y alguna que otra campera de cuero, en ambos casos acompañadas por remeras negras, varias de ellas ya grises por los años de uso y recitales acumulados. También fue más corta de lo que uno se esperaría o al menos se sintió así, porque poco antes de las 21:30 pudimos empezar a escuchar la intro usada por la banda en vivo, que marcó la salida de los músicos: el viejo Jens Becker en el bajo, el baterista Marcus Kniep y el guitarrista Tobias Kersting, el más nuevo en el cuarteto. Después de ellos, fue el líder Chris Boltendahl quien tomó el último lugar, poniéndose de espaldas al público mientras terminaba de sonar la intro para ya dar comienzo a la carnicería con “Twilight of the Gods”.
No será una canción muy rápida, pero el doble bombo de la batería, esos riffs clásicos bien filosos y la voz ruda y ronca de Boltendahl, su marca registrada, hicieron que la noche se prendiera de lleno desde la primera canción. Seguida por la hardrockera, casi AC/DC, “The Grave Dancer”, procedente de Heart of Darkness, ambas fueron suficientes para tener al público cantando y pogueando en el Teatrito. Las cosas se aceleraron con “Kingdom of Skulls”, una de un par que saldrían de Bone Collector y que tuvo gran respuesta al golpeteo de su batería.
Grave Digger no es una banda complicada: su música es directa, sus letras no tienen mucha exploración psicológica más allá de los temas que den para alzar el puño y cantar, no son propensos a los cambios raros de estilo y, al menos en esa noche, su escenografía no se extendió más allá de la enorme cara de la Parca que podíamos ver en el fondo. Y tampoco es una banda que se haga la difícil en vivo: si decidieron desenterrar alguna canción para esta gira no es por dárselas de hipsters sino que es porque la gente la venía pidiendo y sabían que muchos la querían, y si dicen que van a tocar clásicos eso es lo que la gente va a tener. Es una banda dedicada a su gente, y fue así que después de “Valhalla” y el tener a la gente cantando a coro el “Olé olé olé, cada día te quiero más”, con la banda extasiada mirando al público, anunciaron “The Keeper of the Holy Grail” y tuvieron a varios en la audiencia gritando a todo pulmón el título.
Mucho pogo en medio del Teatrito, al ritmo de estos himnos metaleros. Y todo ello exacerbado por Boltendahl, un tipo que en décadas de carrera ha ido llenando su cofre con todos los secretos de un gran frontman: los discursos anticipando las canciones, el tener al público acompañando los estribillos, el retar a la gente a que grite más fuerte. Clásicos siempre presentes como “Excalibur”, “The Dark of The Sun”, “The Round Table (Forever)” y “Rebellion (The Clans Are Marching)” siendo recibidos por el público como si hubieran pasado décadas desde que las tocaran, eso es parte de su magia.
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Para los bises, Grave Digger se dejaron guardados más clásicos. Un viaje a las tierras escocesas con “Scotland United”, un retrato de las artes oscuras con “Circle of Witches”, un recordatorio de los inicios mismos de la banda con “Witch Hunter” y, ya sí, el cierre final con el himno “Heavy Metal Breakdown”, que diera título a su álbum debut. Ahí tuvimos más pogos asesinos, más acrobacias entre la gente, y a un Boltendahl parando la canción cerca del final para ver si el público cumplía sus exigencias al momento de gritar, antes de retomar el festival de riffs para el último estribillo, con la gente repitiendo el “¡Heavy metal breakdown!” como si su vida dependiera de ello. Ese fue el final del concierto de Grave Digger, coronado por el reparto de púas y baquetas y los aplausos de la gente.
Grave Digger se debe a su público y el público se debe a Grave Digger: es una relación simbiótica donde la banda se mantiene gracias al aprecio de la gente y los alemanes corresponden con los himnos de acero. No es complicado de entender y no debería serlo, porque de vez en cuando uno quiere dejar las preocupaciones detrás, el tener que andar pensando en las cuentas que debe pagar y esas problemáticas de la vida real, para ponerse el chaleco e ir a alzar a dejarse la garganta un rato con unas buenas canciones. Esperemos que su próxima visita a nuestro país se dé pronto, porque parece que esas preocupaciones se vienen haciendo cada vez más numerosas y pesadas, y que todavía les quede mucha nafta en el tanque, porque verlos fue todo un espectáculo.
- Ácida
- Ácida
- Chewelche
- Chewelche
- Lughnasadh La Force
- Lughnasadh La Force
- Grave Digger
- Grave Digger
- Grave Digger
- Grave Digger
- Grave Digger



La nueva presentación de Grave Digger en Argentina coincidió con una lluvia torrencial que por varias horas hizo que Buenos Aires estuviera casi tan húmeda como las tierras escocesas a las que los germanos les han dedicado más que un par de álbumes. En la práctica ese viernes 7 de noviembre habrá sido un día de mierda en el aspecto climatológico, pero fue un detalle un tanto poético para que vaya de la mano con la visita de Chris Boltendahl, el siempre presente cantante, y su séquito de acompañantes musicales.
Aunque a principios de este 2025 habíamos tenido la salida de Bone Collector, el flamante álbum número 22 de la carrera de Grave Digger, la gira que los traía por Latinoamérica tenía a la banda celebrando 45 años de historia. Ese evento puede que requiera un pequeño asterisco acompañándolo, considerando el lustro de separación que siguió al fracaso comercial y artístico de su cuarto álbum (aquel donde acortaran su nombre y pusiera en la tapa un “Pato Donald cyborg”), pero los cuarenta años netos siguen siendo una cantidad admirable. Y a pesar de que Bone Collector es un álbum perfectamente decente, más allá de su horrible portada hecha con IA, no me voy a quejar por tener a los alemanes por acá haciendo un repaso más generalizado de su abundante discografía.
Llegué al Teatrito cuando ya habían pasado los sets de Ácida y Chewelche, aunque a tiempo para ver las últimas canciones de Lughnasadh La Force, los últimos en la lista de teloneros. El estilo de la banda, ubicado en el punto medio justo entre los riffs de Manowar y las voces de Therion, y su estética medio Conan medio He-Man, son elementos divisivos a opinión de muchos conocidos míos, pero no voy a negar que la propuesta del grupo es entretenida siempre y cuando uno esté metido en el chiste. Lástima que tuvieran que acelerar su presentación y retirarse antes de siquiera poder sacarse una foto con el público.
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La previa inmediata estuvo musicalizada por canciones de AC/DC de fondo mientras el público se iba acumulando. Y éste era exactamente lo que uno espera de un concierto de Grave Digger, con mucho chaleco de jean y alguna que otra campera de cuero, en ambos casos acompañadas por remeras negras, varias de ellas ya grises por los años de uso y recitales acumulados. También fue más corta de lo que uno se esperaría o al menos se sintió así, porque poco antes de las 21:30 pudimos empezar a escuchar la intro usada por la banda en vivo, que marcó la salida de los músicos: el viejo Jens Becker en el bajo, el baterista Marcus Kniep y el guitarrista Tobias Kersting, el más nuevo en el cuarteto. Después de ellos, fue el líder Chris Boltendahl quien tomó el último lugar, poniéndose de espaldas al público mientras terminaba de sonar la intro para ya dar comienzo a la carnicería con “Twilight of the Gods”.
No será una canción muy rápida, pero el doble bombo de la batería, esos riffs clásicos bien filosos y la voz ruda y ronca de Boltendahl, su marca registrada, hicieron que la noche se prendiera de lleno desde la primera canción. Seguida por la hardrockera, casi AC/DC, “The Grave Dancer”, procedente de Heart of Darkness, ambas fueron suficientes para tener al público cantando y pogueando en el Teatrito. Las cosas se aceleraron con “Kingdom of Skulls”, una de un par que saldrían de Bone Collector y que tuvo gran respuesta al golpeteo de su batería.
Grave Digger no es una banda complicada: su música es directa, sus letras no tienen mucha exploración psicológica más allá de los temas que den para alzar el puño y cantar, no son propensos a los cambios raros de estilo y, al menos en esa noche, su escenografía no se extendió más allá de la enorme cara de la Parca que podíamos ver en el fondo. Y tampoco es una banda que se haga la difícil en vivo: si decidieron desenterrar alguna canción para esta gira no es por dárselas de hipsters sino que es porque la gente la venía pidiendo y sabían que muchos la querían, y si dicen que van a tocar clásicos eso es lo que la gente va a tener. Es una banda dedicada a su gente, y fue así que después de “Valhalla” y el tener a la gente cantando a coro el “Olé olé olé, cada día te quiero más”, con la banda extasiada mirando al público, anunciaron “The Keeper of the Holy Grail” y tuvieron a varios en la audiencia gritando a todo pulmón el título.
Mucho pogo en medio del Teatrito, al ritmo de estos himnos metaleros. Y todo ello exacerbado por Boltendahl, un tipo que en décadas de carrera ha ido llenando su cofre con todos los secretos de un gran frontman: los discursos anticipando las canciones, el tener al público acompañando los estribillos, el retar a la gente a que grite más fuerte. Clásicos siempre presentes como “Excalibur”, “The Dark of The Sun”, “The Round Table (Forever)” y “Rebellion (The Clans Are Marching)” siendo recibidos por el público como si hubieran pasado décadas desde que las tocaran, eso es parte de su magia.
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Para los bises, Grave Digger se dejaron guardados más clásicos. Un viaje a las tierras escocesas con “Scotland United”, un retrato de las artes oscuras con “Circle of Witches”, un recordatorio de los inicios mismos de la banda con “Witch Hunter” y, ya sí, el cierre final con el himno “Heavy Metal Breakdown”, que diera título a su álbum debut. Ahí tuvimos más pogos asesinos, más acrobacias entre la gente, y a un Boltendahl parando la canción cerca del final para ver si el público cumplía sus exigencias al momento de gritar, antes de retomar el festival de riffs para el último estribillo, con la gente repitiendo el “¡Heavy metal breakdown!” como si su vida dependiera de ello. Ese fue el final del concierto de Grave Digger, coronado por el reparto de púas y baquetas y los aplausos de la gente.
Grave Digger se debe a su público y el público se debe a Grave Digger: es una relación simbiótica donde la banda se mantiene gracias al aprecio de la gente y los alemanes corresponden con los himnos de acero. No es complicado de entender y no debería serlo, porque de vez en cuando uno quiere dejar las preocupaciones detrás, el tener que andar pensando en las cuentas que debe pagar y esas problemáticas de la vida real, para ponerse el chaleco e ir a alzar a dejarse la garganta un rato con unas buenas canciones. Esperemos que su próxima visita a nuestro país se dé pronto, porque parece que esas preocupaciones se vienen haciendo cada vez más numerosas y pesadas, y que todavía les quede mucha nafta en el tanque, porque verlos fue todo un espectáculo.
- Ácida
- Ácida
- Chewelche
- Chewelche
- Lughnasadh La Force
- Lughnasadh La Force
- Grave Digger
- Grave Digger
- Grave Digger
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