


La Sala Razzmatazz recibió el 12 de noviembre una combinación explosiva con Bloodywood abriendo una noche que prometía intensidad desde el primer minuto. Los indios salieron puntuales y sin rodeos, marcando el arranque con una descarga de percusión tradicional antes de sumarse el resto del grupo. Entre riffs pesados, ritmos modernos y un constante diálogo entre las voces, temas como “Gaddaar” o “Dana Dan” pusieron a la sala a vibrar de inmediato. La mezcla de elementos folclóricos con un enfoque de nu/rap metal funcionó a la perfección, reforzada por una actitud escénica arrolladora que conectó rápido con el público.
La banda no se guardó nada y fue empujando el ambiente hacia arriba con cada tema. Entre saltos, headbanging y un ritmo que no dejó espacio para el descanso, la Razzmatazz respondió encantada a una propuesta distinta, que en directo gana un peso inesperado. “Bekhauf” o “Halla Bol” mantuvieron la intensidad y las pistas pregrabadas añadieron un toque étnico que encajó sorprendentemente bien en medio de la tralla metálica. Fueron cuarenta y cinco minutos que se hicieron cortos y que dejaron claro que su fórmula funciona: energía sin freno, identidad cultural y una puesta en escena que no afloja.
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Con el público ya entregado, llegó el turno de Halestorm, que irrumpieron sin titubeos con “Fallen Star”, abriendo el repertorio igual que el reciente Everest. Lzzy Hale apareció desatada desde el primer verso y la banda la siguió con una precisión aplastante, enlazando enseguida con “I Miss the Misery” para provocar el primer estallido colectivo de la noche. La conexión entre guitarras y voces fue inmediata y la sala respondió cantando cada estribillo como si fuera el último.
Siguiendo ese impulso, “Love Bites (So Do I)” prendió de nuevo la mecha antes de que la banda mostrara su faceta más cruda con “WATCH OUT!”. La versatilidad vocal de Lzzy quedó patente saltando entre registros sin perder un ápice de fuerza, algo que volvió a lucir en “I Get Off” y en momentos más íntimos como “Like a Woman Can” o “Darkness Always Wins”, donde el teclado entró en escena para colorear la atmósfera. La banda movió al público entre subidones y emociones profundas, y “Shiver” terminó de hundirnos en ese mar de sentimientos del que costaba salir.
El tramo final fue un torbellino. “I Am the Fire” encendió de nuevo la sala con ambos guitarristas luciendo instrumentos de doble mástil y un estribillo que retumbó con fuerza. Tras un breve respiro con la introducción de “Familiar Taste of Poison”, la banda volvió a arrasar con “Rain Your Blood on Me” y un solo de batería que arrancó sonrisas y aplausos. Ya acercándose al cierre, descargaron “Back from the Dead”, “K-I-L-L-I-N-G” e “I Gave You Everything”, manteniendo la intensidad hasta el último segundo antes de retirarse y volver para los bises. El final, con “Here’s to Us”, “How Will You Remember Me?” y una imponente “Everest”, dejó la sensación de haber vivido una noche enorme, de esas que se quedan grabadas durante mucho tiempo.



La Sala Razzmatazz recibió el 12 de noviembre una combinación explosiva con Bloodywood abriendo una noche que prometía intensidad desde el primer minuto. Los indios salieron puntuales y sin rodeos, marcando el arranque con una descarga de percusión tradicional antes de sumarse el resto del grupo. Entre riffs pesados, ritmos modernos y un constante diálogo entre las voces, temas como “Gaddaar” o “Dana Dan” pusieron a la sala a vibrar de inmediato. La mezcla de elementos folclóricos con un enfoque de nu/rap metal funcionó a la perfección, reforzada por una actitud escénica arrolladora que conectó rápido con el público.
La banda no se guardó nada y fue empujando el ambiente hacia arriba con cada tema. Entre saltos, headbanging y un ritmo que no dejó espacio para el descanso, la Razzmatazz respondió encantada a una propuesta distinta, que en directo gana un peso inesperado. “Bekhauf” o “Halla Bol” mantuvieron la intensidad y las pistas pregrabadas añadieron un toque étnico que encajó sorprendentemente bien en medio de la tralla metálica. Fueron cuarenta y cinco minutos que se hicieron cortos y que dejaron claro que su fórmula funciona: energía sin freno, identidad cultural y una puesta en escena que no afloja.
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El tramo final fue un torbellino. “I Am the Fire” encendió de nuevo la sala con ambos guitarristas luciendo instrumentos de doble mástil y un estribillo que retumbó con fuerza. Tras un breve respiro con la introducción de “Familiar Taste of Poison”, la banda volvió a arrasar con “Rain Your Blood on Me” y un solo de batería que arrancó sonrisas y aplausos. Ya acercándose al cierre, descargaron “Back from the Dead”, “K-I-L-L-I-N-G” e “I Gave You Everything”, manteniendo la intensidad hasta el último segundo antes de retirarse y volver para los bises. El final, con “Here’s to Us”, “How Will You Remember Me?” y una imponente “Everest”, dejó la sensación de haber vivido una noche enorme, de esas que se quedan grabadas durante mucho tiempo.













