


La tarde del sábado 4 de octubre arrancó con una puntualidad casi británica en Razzmatazz. A las 18:00hs se abrían las puertas y, apenas media hora después, Imperial Triumphant ya comenzaban su particular ceremonia de caos dorado ante un público que aún terminaba de llenar la sala.
Su directo fue tan breve como arrollador: apenas media hora de delirio técnico y teatralidad abrasiva, donde el trío neoyorquino volvió a demostrar por qué son una de las bandas más visionarias del metal extremo actual.
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Entre luces doradas, trompetas en llamas y copas de champán, descargaron sobre todo material de su último álbum Goldstar, dejando únicamente un guiño a sus inicios con “Devs Est Machina”. Media hora justa de locura sonora (demasiado corta), pero suficiente para dejar huella.
A las 19:35 h era el turno de Master Boot Record, que cambiaron por completo la atmósfera. El humo y las máscaras dieron paso a neones y sintetizadores. El proyecto de Victor Love nos sumergió en un universo cibernético donde las guitarras se entrelazaban con bases programadas y estética retro-futurista.
El foco, sin embargo, recayó en Edoardo Taddei, un guitarrista que convirtió cada solo en un despliegue de velocidad y técnica, rozando lo neoclásico. La proyección de gráficos de 8 bits y códigos informáticos creaba un ambiente de videojuego infernal, una especie de Tron metalero que encendió la pista con varios circle pits. Fue un show intenso, distinto, y sorprendentemente emocional para algo tan digital.
Y entonces, a las 20:40 h, se hizo el silencio… y la oscuridad dio paso a Igorrr.
Gautier Serre apareció como un director de orquesta del caos, rodeado de músicos que parecían salidos de diferentes dimensiones. Desde el primer golpe de “Daemoni”, quedó claro que la propuesta no tiene igual: un torbellino donde conviven ópera barroca, breakcore, black metal y techno balcánico, todo en perfecta desarmonía.
Serre alternaba entre teclados, percusión y guitarra, dirigiendo su criatura sonora con precisión quirúrgica. Los vocalistas ofrecieron un despliegue vocal asombroso, alternando guturales demoníacos con pasajes líricos casi angelicales. No faltaron canciones como “ieuD”, ni “ADHD” ni la gran “Blastbeat Falafel”.
Durante más de hora y media, Igorrr repasaron sus tres últimos discos, uniendo piezas de Spirituality and Distortion, Savage Sinusoid y Amen, su más reciente trabajo. La intensidad no decayó ni un segundo.
El cierre llegó con un par de bises del Spirituality…, “Very Noise” y “Camel Dancefloor”, coronados por un apoteósico “Opus Brain” que convirtió Razzmatazz en una misa dionisíaca.
No hay etiquetas que definan lo de Igorrr: no es metal, no es electrónica, no es ópera. Es, simplemente, otra liga. En Barcelona volvieron a confirmarlo.



La tarde del sábado 4 de octubre arrancó con una puntualidad casi británica en Razzmatazz. A las 18:00hs se abrían las puertas y, apenas media hora después, Imperial Triumphant ya comenzaban su particular ceremonia de caos dorado ante un público que aún terminaba de llenar la sala.
Su directo fue tan breve como arrollador: apenas media hora de delirio técnico y teatralidad abrasiva, donde el trío neoyorquino volvió a demostrar por qué son una de las bandas más visionarias del metal extremo actual.
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Entre luces doradas, trompetas en llamas y copas de champán, descargaron sobre todo material de su último álbum Goldstar, dejando únicamente un guiño a sus inicios con “Devs Est Machina”. Media hora justa de locura sonora (demasiado corta), pero suficiente para dejar huella.
A las 19:35 h era el turno de Master Boot Record, que cambiaron por completo la atmósfera. El humo y las máscaras dieron paso a neones y sintetizadores. El proyecto de Victor Love nos sumergió en un universo cibernético donde las guitarras se entrelazaban con bases programadas y estética retro-futurista.
El foco, sin embargo, recayó en Edoardo Taddei, un guitarrista que convirtió cada solo en un despliegue de velocidad y técnica, rozando lo neoclásico. La proyección de gráficos de 8 bits y códigos informáticos creaba un ambiente de videojuego infernal, una especie de Tron metalero que encendió la pista con varios circle pits. Fue un show intenso, distinto, y sorprendentemente emocional para algo tan digital.
Y entonces, a las 20:40 h, se hizo el silencio… y la oscuridad dio paso a Igorrr.
Gautier Serre apareció como un director de orquesta del caos, rodeado de músicos que parecían salidos de diferentes dimensiones. Desde el primer golpe de “Daemoni”, quedó claro que la propuesta no tiene igual: un torbellino donde conviven ópera barroca, breakcore, black metal y techno balcánico, todo en perfecta desarmonía.
Serre alternaba entre teclados, percusión y guitarra, dirigiendo su criatura sonora con precisión quirúrgica. Los vocalistas ofrecieron un despliegue vocal asombroso, alternando guturales demoníacos con pasajes líricos casi angelicales. No faltaron canciones como “ieuD”, ni “ADHD” ni la gran “Blastbeat Falafel”.
Durante más de hora y media, Igorrr repasaron sus tres últimos discos, uniendo piezas de Spirituality and Distortion, Savage Sinusoid y Amen, su más reciente trabajo. La intensidad no decayó ni un segundo.
El cierre llegó con un par de bises del Spirituality…, “Very Noise” y “Camel Dancefloor”, coronados por un apoteósico “Opus Brain” que convirtió Razzmatazz en una misa dionisíaca.
No hay etiquetas que definan lo de Igorrr: no es metal, no es electrónica, no es ópera. Es, simplemente, otra liga. En Barcelona volvieron a confirmarlo.