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Kerry King en Buenos Aires: “Lo viejo funciona”
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Durante tres décadas, Kerry King constituyó una dupla brutal en las guitarras de Slayer junto a Jeff Hanneman, pero escuchar Repentless (2015) me dio la impresión de que la muerte de Hanneman se llevó algo importante consigo: las canciones simplemente no pinchaban ni cortaban. Tras la separación (temporaria) de Slayer en 2019, Kerry King comenzó su carrera solista, editando su debut From Hell I Rise en 2024: diría que es mejor que esos últimos trabajos de Slayer, donde creo que ayudó mucho el tener sangre nueva aparte de King en la formación, pero me pareció tibio en el mejor de los casos. 

Así que no tuve la actitud más entusiasta ante la idea de poder ver Kerry King en vivo, pero me di cuenta de que no podía dejar pasar la oportunidad de poder escuchar a uno de los músicos que más me influenció desde que me metiera en este estilo, más allá de las circunstancias.

Aquel viernes 9 de mayo nos acercamos al Teatro Flores para poder ver a esta leyenda metalera machacando unos buenos riffs. Y el uso del plural no es sólo una elección estética, porque se podía ver una cantidad inusitada de gente alrededor del recinto, con muchos chalecos con parches thrasheros acumulándose en la vereda de avenida Rivadavia. Y dentro del lugar también había una enorme cantidad de gente, presenciando el concierto de los teloneros Manifiesto.

El quinteto de Morón es uno de esos grupos ya veteranos de la escena thrashera argentina, y tenerlos ahí fue una elección perfecta para los que quisiera la versión más clásica del estilo sin caer en la bolsa del “retro thrash”. Manifiesto hicieron lo suyo con soltura, demostrando su talento al tocar estos riffs bien machacados y jodidos, sin que importara mucho el espacio reducido arriba del escenario con las dos baterías, la propia y la principal, instaladas. 

Con el logo de la banda envuelto en llamas y otros efectos detrás, Manifiesto interpretaron una lista diversa de canciones de su repertorio, e incluso tuvimos un par de instancias de teatralidad como la aparición de una parca o un tipo con máscara de gas, y hasta una cruz invertida como para completar el póker de blasfemia metalera, estando bastante en ambiente considerando que el día anterior se había anunciado la elección de un nuevo Papa. Cerrando su set con una foto con el público, Manifiesto se despidieron mientras se cerraba el telón para ya sí dejarle servido todo al acto principal de la noche.

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La previa estuvo musicalizada por una variedad de canciones, con mucho AC/DC llamativamente: fue ahí donde me puse a pensar que “Shoot To Thrill” nunca me va a sonar como una canción de verdad porque para mí siempre será la intro de CQC. Mientras tanto la gente se iba acomodando, alcanzando un número muy respetable sin llegar al sold out, se podían escuchar algunos sonidos viniendo de detrás del escenario, ajustando las tuercas para la máquina de thrash californiano. Y a las 21:00 en punto, la música se cortó y comenzamos a escuchar “Diablo”, la intro que da inicio a From Hell I Rise.

A su término empezó a sonar “Where I Reign”, siguiendo el orden del disco y ya con todos los miembros emplazados en sus puestos. Obviamente teníamos a Kerry King a un lado, que fue recibido con los aplausos y cantos que alguien de su estatus tiene bien merecido, pero es obvio que no estaba solo arriba del escenario. Digan lo que quieran del guitarrista, pero es innegable que la formación que lo acompaña bien podría considerarse un supergrupo: en la base instrumental tenemos a Phil Demmel (ex Machine Head y Vio-Lence) en segunda guitarra, en el bajo a Kyle Sanders (ex Hellyeah) y en la batería al viejo conocido Paul Bostaph, quien no sólo puede acreditar su paso por Slayer sino también por Forbidden, Exodus y Testament, todo un trabajador detrás de los platillos.

Sumado a ellos, alguien tiene que encargarse de las voces. Es ahí que tenemos a Mark Osegueda (Death Angel). Una de las cosas que más me llamó la atención es algo que no recordaba acerca de él y que, reescuchando los discos de Death Angel, creo que es una habilidad que descubrió o desarrolló al momento de incorporarse como compañero de Kerry King: el sonar casi igual a Tom Araya. Uno podía cerrar los ojos e imaginarse sin problemas que tenía al chileno cantando en el Teatro Flores, algo que no creí que fuera posible. 

“Reign”, “Trophies of the Tyrant”, “Residue”, “Two Fists” y “Idle Hands”, todos estos tracks y otros más marcaron la primera parte de la noche dominada por las canciones de King como solista. Cabría esperar que la respuesta del público fuera un tanto tibia, como suele pasar cuando las bandas clásicas tocan canciones nuevas, pero el entusiasmo fue mayor de lo que me esperaría: no es que todo el teatro se haya sumido en un terremoto de mosh, pero había varios cantando las canciones e iniciando rondas de pogo thrashero, con aplausos respetuosos al final de cada canción como se debe. La primer visita al pasado vino de la mano de “Repentless”, canción título del último (por ahora) álbum de Slayer, una elección particular siendo que aquel lanzamiento no tuvo un recibimiento tan entusiasta pero que fue un buen aperitivo para lo que vendría después en la noche.

Ya desde el vamos tendría que decir que, más allá de su buen trabajo como cantante, Mark Osegueda se terminó convirtiendo en el gran MVP de la noche. El vocalista sería quien más ayudaría a mantener el balance entre seriedad y camaradería metalera durante la noche, contrastando con la parquedad de Kerry King, un tipo que parece interesado en poco más que hacer headbanging y centrarse en machacar riffs y tocar las notas precisas a esas olas de notas disonantes pasadas por wah-wah a los que llama solos y que han marcado tanto a todo el mundo metalero. Es un caso donde tener a alguien a quien le guste hablar mucho funciona.

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Tras un par más de canciones solistas como son “Toxic”, “Tension” y “Everything I Hate About You”, todas en versiones que, extrañamente, me gustaron más que en el disco, fue momento de comenzar la verdadera segunda parte de la noche. Esta inició con “Disciple”, canción de God Hates Us All caracterizada por la repetición de esa frase en el estribillo, y que tuvo a mucha de la gente en el Teatro Flores acompañando a Osegueda en el canto. Llamativamente, siguieron con dos covers de Iron Maiden: “Purgatory” y “Killers”, canciones de la etapa de Paul Di’Anno que creo que se ajustan perfectamente al estilo más punk y directo de Kerry King y compañía y que fueron muy bien recibidas por la gente. 

Tras “Crucifixation”, particularmente bien recibida, tuvimos “At Dawn They Sleep”, ese clásico de Slayer que emociona desde el vamos con su riff retorcido, para los estándares de Slayer claro está, y que tuvo a la gente coreando al inicio. Y tras “Shrapnel”, presentada por Osegueda como “una canción sobre los horrores de la guerra”, tuvimos un regalo para la gente con el lugar sumiéndose en la oscuridad casi total, apenas interrumpida por las luces rojas, para crear la atmósfera adecuada para el clásico “Raining Blood”, que tuvo por lejos el pogo más grande de la noche y uno bien merecido. Tras ello vendría “Black Magic”, una de mis favoritas de aquel debut Show No Mercy y que tiene otro par de riffs simples pero icónicos que despertaron las ansias de mosh de los fans.

El final llegó con el tema título “From Hell I Rise”, que bien podría ser la descripción perfecta de toda la obra de Kerry King: hay algo infernal en todo lo que hace, en cada riff asesino que tiraba junto a Demmel mientras de fondo aparecía su logo personal con las dos K puestas como una cruz invertida. Y sin dejar lugar para bises ni nada por el estilo Osegueda agradeció a todos los fans, se lanzaron un par de púas y baquetas para los afortunados del frente, y Kerry King y sus allegados se retiraron del escenario, tras casi 90 minutos que dejaron poca tela por cortar.

Como consideraciones finales, siento que a alguno le hubiera gustado un par de canciones más de Slayer, y puedo compartir el sentimiento y al mismo tiempo aceptar que Kerry King busca mantener claro los límites entre su carrera solista y su banda madre, sobre todo ahora que Slayer anunciaron su vuelta. Tomando eso en consideración la lista de canciones estuvo bien, con los covers de Iron Maiden agregando un toque especial.

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Por otro lado, vamos a una observación negativa, no tanto acerca de la banda: de parte de ellos queda claro que son unos profesionales del metal y que suenan bien, lo que cabría esperarse de gente con décadas de experiencia. Pero el Teatro Flores es un lugar del que siempre se escuchan comentarios críticos de su acústica y ese 9 de mayo seguro habrá echado todavía más leña a ese fuego, porque simplemente no sonó bien.

Por momentos se complicaba escuchar las guitarras, algo que sería un pecado en cualquier cosa relacionada con Slayer teniendo a la banda o no arriba del escenario, pero si nos movíamos a otro lugar las guitarras se escuchaban mejor mientras que la voz de Osegueda se perdía, mientras que a veces todo parecía estar al mismo nivel pero mezclado de manera muy confusa, casi nivel bola de ruido, aunque fue variando a lo largo de la noche. Para que se den una idea de la situación: puede haber sido una cosa mía, pero al final de “At Dawn They Sleep” Bostaph metió un solo de doble bombo que me hizo creer que la banda había estado tocando “Angel of Death”, porque de verdad no había podido distinguir bien todo.

Así fue el paso de Kerry King por Buenos Aires. ¿Estuvo a la altura de su leyenda? Es innegable que (la gran mayoría de) la gente la pasó bien, y siempre es bueno escuchar estos riffs carniceros viniendo de parte de su creador, por lo que en términos de estar presente en una fiesta thrashera podemos decir que sí. Pero si a uno le importan esos detalles sonoros, con el hecho de no haber podido tener un sonido de verdad consistente a lo largo de la noche, entonces la noche tuvo una gran mancha para mí, más allá de que la adrenalina hizo que muchos no lo notaran.

Fotos: Facundo Rodríguez (Shots by Far)

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Kerry King en Buenos Aires: “Lo viejo funciona”
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Durante tres décadas, Kerry King constituyó una dupla brutal en las guitarras de Slayer junto a Jeff Hanneman, pero escuchar Repentless (2015) me dio la impresión de que la muerte de Hanneman se llevó algo importante consigo: las canciones simplemente no pinchaban ni cortaban. Tras la separación (temporaria) de Slayer en 2019, Kerry King comenzó su carrera solista, editando su debut From Hell I Rise en 2024: diría que es mejor que esos últimos trabajos de Slayer, donde creo que ayudó mucho el tener sangre nueva aparte de King en la formación, pero me pareció tibio en el mejor de los casos. 

Así que no tuve la actitud más entusiasta ante la idea de poder ver Kerry King en vivo, pero me di cuenta de que no podía dejar pasar la oportunidad de poder escuchar a uno de los músicos que más me influenció desde que me metiera en este estilo, más allá de las circunstancias.

Aquel viernes 9 de mayo nos acercamos al Teatro Flores para poder ver a esta leyenda metalera machacando unos buenos riffs. Y el uso del plural no es sólo una elección estética, porque se podía ver una cantidad inusitada de gente alrededor del recinto, con muchos chalecos con parches thrasheros acumulándose en la vereda de avenida Rivadavia. Y dentro del lugar también había una enorme cantidad de gente, presenciando el concierto de los teloneros Manifiesto.

El quinteto de Morón es uno de esos grupos ya veteranos de la escena thrashera argentina, y tenerlos ahí fue una elección perfecta para los que quisiera la versión más clásica del estilo sin caer en la bolsa del “retro thrash”. Manifiesto hicieron lo suyo con soltura, demostrando su talento al tocar estos riffs bien machacados y jodidos, sin que importara mucho el espacio reducido arriba del escenario con las dos baterías, la propia y la principal, instaladas. 

Con el logo de la banda envuelto en llamas y otros efectos detrás, Manifiesto interpretaron una lista diversa de canciones de su repertorio, e incluso tuvimos un par de instancias de teatralidad como la aparición de una parca o un tipo con máscara de gas, y hasta una cruz invertida como para completar el póker de blasfemia metalera, estando bastante en ambiente considerando que el día anterior se había anunciado la elección de un nuevo Papa. Cerrando su set con una foto con el público, Manifiesto se despidieron mientras se cerraba el telón para ya sí dejarle servido todo al acto principal de la noche.

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A su término empezó a sonar “Where I Reign”, siguiendo el orden del disco y ya con todos los miembros emplazados en sus puestos. Obviamente teníamos a Kerry King a un lado, que fue recibido con los aplausos y cantos que alguien de su estatus tiene bien merecido, pero es obvio que no estaba solo arriba del escenario. Digan lo que quieran del guitarrista, pero es innegable que la formación que lo acompaña bien podría considerarse un supergrupo: en la base instrumental tenemos a Phil Demmel (ex Machine Head y Vio-Lence) en segunda guitarra, en el bajo a Kyle Sanders (ex Hellyeah) y en la batería al viejo conocido Paul Bostaph, quien no sólo puede acreditar su paso por Slayer sino también por Forbidden, Exodus y Testament, todo un trabajador detrás de los platillos.

Sumado a ellos, alguien tiene que encargarse de las voces. Es ahí que tenemos a Mark Osegueda (Death Angel). Una de las cosas que más me llamó la atención es algo que no recordaba acerca de él y que, reescuchando los discos de Death Angel, creo que es una habilidad que descubrió o desarrolló al momento de incorporarse como compañero de Kerry King: el sonar casi igual a Tom Araya. Uno podía cerrar los ojos e imaginarse sin problemas que tenía al chileno cantando en el Teatro Flores, algo que no creí que fuera posible. 

“Reign”, “Trophies of the Tyrant”, “Residue”, “Two Fists” y “Idle Hands”, todos estos tracks y otros más marcaron la primera parte de la noche dominada por las canciones de King como solista. Cabría esperar que la respuesta del público fuera un tanto tibia, como suele pasar cuando las bandas clásicas tocan canciones nuevas, pero el entusiasmo fue mayor de lo que me esperaría: no es que todo el teatro se haya sumido en un terremoto de mosh, pero había varios cantando las canciones e iniciando rondas de pogo thrashero, con aplausos respetuosos al final de cada canción como se debe. La primer visita al pasado vino de la mano de “Repentless”, canción título del último (por ahora) álbum de Slayer, una elección particular siendo que aquel lanzamiento no tuvo un recibimiento tan entusiasta pero que fue un buen aperitivo para lo que vendría después en la noche.

Ya desde el vamos tendría que decir que, más allá de su buen trabajo como cantante, Mark Osegueda se terminó convirtiendo en el gran MVP de la noche. El vocalista sería quien más ayudaría a mantener el balance entre seriedad y camaradería metalera durante la noche, contrastando con la parquedad de Kerry King, un tipo que parece interesado en poco más que hacer headbanging y centrarse en machacar riffs y tocar las notas precisas a esas olas de notas disonantes pasadas por wah-wah a los que llama solos y que han marcado tanto a todo el mundo metalero. Es un caso donde tener a alguien a quien le guste hablar mucho funciona.

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Tras “Crucifixation”, particularmente bien recibida, tuvimos “At Dawn They Sleep”, ese clásico de Slayer que emociona desde el vamos con su riff retorcido, para los estándares de Slayer claro está, y que tuvo a la gente coreando al inicio. Y tras “Shrapnel”, presentada por Osegueda como “una canción sobre los horrores de la guerra”, tuvimos un regalo para la gente con el lugar sumiéndose en la oscuridad casi total, apenas interrumpida por las luces rojas, para crear la atmósfera adecuada para el clásico “Raining Blood”, que tuvo por lejos el pogo más grande de la noche y uno bien merecido. Tras ello vendría “Black Magic”, una de mis favoritas de aquel debut Show No Mercy y que tiene otro par de riffs simples pero icónicos que despertaron las ansias de mosh de los fans.

El final llegó con el tema título “From Hell I Rise”, que bien podría ser la descripción perfecta de toda la obra de Kerry King: hay algo infernal en todo lo que hace, en cada riff asesino que tiraba junto a Demmel mientras de fondo aparecía su logo personal con las dos K puestas como una cruz invertida. Y sin dejar lugar para bises ni nada por el estilo Osegueda agradeció a todos los fans, se lanzaron un par de púas y baquetas para los afortunados del frente, y Kerry King y sus allegados se retiraron del escenario, tras casi 90 minutos que dejaron poca tela por cortar.

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Así fue el paso de Kerry King por Buenos Aires. ¿Estuvo a la altura de su leyenda? Es innegable que (la gran mayoría de) la gente la pasó bien, y siempre es bueno escuchar estos riffs carniceros viniendo de parte de su creador, por lo que en términos de estar presente en una fiesta thrashera podemos decir que sí. Pero si a uno le importan esos detalles sonoros, con el hecho de no haber podido tener un sonido de verdad consistente a lo largo de la noche, entonces la noche tuvo una gran mancha para mí, más allá de que la adrenalina hizo que muchos no lo notaran.

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