

En los oscuros recintos de la sala Salamandra, donde las sombras se congregaban ansiosas por presenciar la magna celebración musical, se gestaba un evento que resonaría a través de las edades como una epopeya sonora. Era el 19 de Abril, una noche envuelta en un manto de expectativa y anticipación, pues se esperaba con fervor el espectáculo de Marky Ramone’s Blitzkrieg, un ícono legendario del punk rock que, a sus 71 años, aún empuñaba las baquetas con la misma energía inagotable que en su juventud.
El aire estaba cargado de la emoción palpable que solo un sold out absoluto podía generar, y la diversidad del público presente, con un rango de edades sin igual, era testigo del alcance universal de la música. Pero antes de la llegada del acto principal, los asistentes fueron bendecidos con la presencia de Klandestino, una banda argentino-catalana cuyo renombre se extendía por las tierras del punk rock.
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A pesar de los embates de la enfermedad que aquejaba al guitarrista Alex, la fuerza de su arte no se vio menguada, y la actuación de Klandestino fue un tributo a la resistencia y la pasión inquebrantable. Con una mezcla de himnos de rebeldía como “Otra Vez” y “A la Deriva”, la banda invitaba a la audiencia a un viaje de autodescubrimiento y lucha contra las adversidades. La presencia de invitados especiales, como “El Chino” de la banda argentina Cadena Perpetua, agregó un matiz adicional de camaradería y solidaridad entre los músicos del punk rock.
Luego, llegó el momento culminante de la velada, cuando Marky Ramone’s Blitzkrieg ascendió al escenario con la majestuosidad de un rey guerrero. Tocando una asombrosa cantidad de canciones una tras otra, la banda desató una oleada de energía visceral que envolvió a la audiencia en un éxtasis musical. Algunas de las canciones presentadas fueron versiones “Inception”, reinterpretaciones ingeniosas que daban nueva vida a clásicos como “What a Wonderful World”, infundidos con el espíritu indomable del punk rock.
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Desde la eufórica “Teenage Lobotomy” hasta el himno generacional “Blitzkrieg Bop”, cada nota era un eco de rebeldía eterna, un llamado a la acción y la libertad. Marky Ramone’s Blitzkrieg encarnaba la esencia misma del punk rock en su forma más pura y poderosa.
Y así, en una noche donde el tiempo parecía detenerse y la música se convertía en un rito sagrado, la sala Salamandra se transformó en un santuario de rebelión y esperanza. El espíritu del punk rock ardía con una intensidad indomable en el corazón de cada alma presente, recordándoles que, aunque los años pasen y las luces se desvanezcan, la música perdurará como un testamento eterno a la fuerza del espíritu humano.
Etiquetas: Marky Ramone, Punk Rock, Ramones

En los oscuros recintos de la sala Salamandra, donde las sombras se congregaban ansiosas por presenciar la magna celebración musical, se gestaba un evento que resonaría a través de las edades como una epopeya sonora. Era el 19 de Abril, una noche envuelta en un manto de expectativa y anticipación, pues se esperaba con fervor el espectáculo de Marky Ramone’s Blitzkrieg, un ícono legendario del punk rock que, a sus 71 años, aún empuñaba las baquetas con la misma energía inagotable que en su juventud.
El aire estaba cargado de la emoción palpable que solo un sold out absoluto podía generar, y la diversidad del público presente, con un rango de edades sin igual, era testigo del alcance universal de la música. Pero antes de la llegada del acto principal, los asistentes fueron bendecidos con la presencia de Klandestino, una banda argentino-catalana cuyo renombre se extendía por las tierras del punk rock.
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A pesar de los embates de la enfermedad que aquejaba al guitarrista Alex, la fuerza de su arte no se vio menguada, y la actuación de Klandestino fue un tributo a la resistencia y la pasión inquebrantable. Con una mezcla de himnos de rebeldía como “Otra Vez” y “A la Deriva”, la banda invitaba a la audiencia a un viaje de autodescubrimiento y lucha contra las adversidades. La presencia de invitados especiales, como “El Chino” de la banda argentina Cadena Perpetua, agregó un matiz adicional de camaradería y solidaridad entre los músicos del punk rock.
Luego, llegó el momento culminante de la velada, cuando Marky Ramone’s Blitzkrieg ascendió al escenario con la majestuosidad de un rey guerrero. Tocando una asombrosa cantidad de canciones una tras otra, la banda desató una oleada de energía visceral que envolvió a la audiencia en un éxtasis musical. Algunas de las canciones presentadas fueron versiones “Inception”, reinterpretaciones ingeniosas que daban nueva vida a clásicos como “What a Wonderful World”, infundidos con el espíritu indomable del punk rock.
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Y así, en una noche donde el tiempo parecía detenerse y la música se convertía en un rito sagrado, la sala Salamandra se transformó en un santuario de rebelión y esperanza. El espíritu del punk rock ardía con una intensidad indomable en el corazón de cada alma presente, recordándoles que, aunque los años pasen y las luces se desvanezcan, la música perdurará como un testamento eterno a la fuerza del espíritu humano.
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