

Un tren de cercanías, murmullo mecánico. El atardecer de agosto caluroso, luz dorada que calienta mis mejillas. En los cascos Landmvrks en bucle y la cabeza viajando al pasado. Imágenes vividas de mi madre dándome la mano por el parque, dedos delgados y huesudos; mi padre agachado, descamisado, persiguiendome por el salón de casa con cara de loco. Risas. Amor; Veranos en el pueblo. Libertad. Amigos. Fútbol y botellón. Chicas. Pasión y descubrimiento. Música. Extremoduro, Heroes, Eskorbuto, La Polla.
Regalo de fin de curso. Solo quería una cosa: casete de “Noches de Rock & Roll” de Barricada. Me devolvieron un “no” rotundo, un juicio cruel: “ese ruido” no entra en casa. La camiseta de Judas, solo un “guarro” se pone eso. El pelo largo, “costumbre fea” propia de los “rojos, esos sin modales”. Siempre chalequito, camisa, pantalón con raya, rematado el conjunto con mocasines. O náuticos. Pelo lamido por una vaca. ¿Música? radiofórmula, o el eco de vinilos de Pavarotti en el tocadiscos del salón. Misa de 12 los domingos. Te casarás con quien yo diga. Respeta. Valora. Agacha la cabeza. En mi mesa un crucifijo labrado y una nota manuscrita, “Por tu esfuerzo este curso. Llévalo cerca del corazón con orgullo”.
Soy Mauro, llevo 25 años madrugando y vistiendo de traje, odio mi vida y mi trabajo. Estoy aquí, en este tren, camino a la Revi. He puesto una excusa en el trabajo, otra en casa. Mi mochila (expedientes y números) se siente liviana con el equipo fotográfico. Ciao Mauro, el oficinista, hola Only Metal Photos. Buscando voz en el underground, luz en el metal. Y esta noche, Orion Child y los daneses Mercenary me darán esa dosis de furia que necesito para sobrellevar el peso del pasado. Del día a día.
El pelo limpio y suelto (todavía mojado y oliendo a suavizante), todo negro de pies a cabeza. En el pecho la camiseta de Black Sabbath (gira del ´78 en USA) cerca del corazón, con orgullo.
Nunca habia visto la terraza de la Revi, es acogedora y las luces del techo, a modo de feria, le dan un toque para las fotos. Lo tengo en cuenta para luego, usaré el gran angular tratando de incluirlas en el encuadre. En las mesas de fuera se respira un ambiente metalero con varios grupos tomando algo y comentando las vacaciones. Reencentros de colegas de concierto y brindis entre amigos.
TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: Darkroot – Death and Life (2025)
Dentro ya se está preparando Orion Child para iniciar su bolo, la sala en modo terraza no destaca por sus posibilidades en iluminación aunque sí parece bien ajustada para el número de focos. Como luego se pudo comprobar el sonido fue perfecto, algún problema técnico, pero bien nivelado y pudiendo disfrutar de voz e instrumentos. Ante este escenario opté por montar las dos ópticas más luminosas, el 23 mm f1.4 y el 35 mm f1.4, necesitaba no prepocuparme por la cantidad de luz y centrar en encuadrar, captar buenos momentos, algo que fue fácil por la entrega de la banda. Su actitud y energía, llenando de gestos metaleros cada tema, así como su conexión con el público dejó muy buenos momentos que podéis ver en las fotos. Su metal melódico, potente y bien ejecutado, me golpeó de lleno, no podía dejar de mover la cabeza y me vi metido en la adrenalina de fotografiar cada detalle, sin pensar, solo mirar y disparar. Pegado al escenario, busqué esos encuadres donde la iluminación resultara lo más clara y detallada posible, también algún contraluz que convertía a los músicos en siluetas. Su frontman, pura entrega y energía, me gustaba cuando daba dos pasos atrás para desplegar cantidad de posturas gestos, movimientos de cuerpo o brazos, o simplemente dejar protagonismo a sus compañeros en algún riff o pasaje musical. Intenté reflejar esto en las fotos moviendome al lado izquierdo, quedando situado detrás del escenario, lo que permitía, además, buena visión del bateria. En este punto monté el 70-200 mm para acercarme a los detalles, para terminar con el 8mm. De lo más cercano a lo más alejado. Esas luces de feria, junto al público, con la banda al fondo, me pareció una panorámica espectacular. Me gustó ver cómo, a pesar de la escasa luz, los detalles de la interpretación de la banda, el gesto de una mano buscando una nota en el mástil, la energía al descargar las baquetas en un crash o la expresión de sus caras al liberar la voz, me llegaban de forma limpia, directa. Las canciones, verdaderos viajes sonoros, desarrollados y construidos, me hicieron sentir la epicidad de sus letras. Ver a los fans corear los estribillos o levantar los puños me unió y llenó de pasión. Una gozada. Como anécdota la presentación del 5º miembro de la banda, esa cebolla (onion) que se encontraron como una bola negra en el suelo para renacer en un bonito peluche, buena metáfora para atrapar el espíritu de la banda.
Tras cambiar el backline, los daneses salieron a darlo todo. No fallaron. Mercenary ofreció una ejecución de una precisión quirúrgica, cada riff y cada golpe de bombo en su lugar, sin dar un segundo para el respiro. La gente se pegó al escenario y pronto empezaron a gritar y corear los temas. Contagiado por la adrenalina y el ritmo de los temas no paraba de buscar fotos, cambiado el ángulo, acercando mi cuerpo o girando la cámara. Otra vez el 23mm para empezar y buscar encuadres con los instrumentos, para continuar con el 35mm, intentando cerrarme en los detalles de sus caras o el aguitar de las melenas. Complicado sacar la cara del vocalista (y bajista) sin que el pie de micro o el propio micro se colaran malamente en la foto, una pena porque sentía su figura en el escenario como un depredador, su voz, una amalgama de guturales profundos y voces limpias, creó una atmósfera densa, acompañado de gestos y caras agresivas, siempre rematadas con una sonrisa, piernas dobladas, como bajando su punto de gravedad y los ojos clavados en su público, épico, contagioso, metalero. Me concentré en capturar la fuerza de sus rostro y expresiones con el 35mm pero pronto sentí que necesitaba estar aún más cerca y monté el 70-200 mm. El sudor, la luz de las móviles y la brutalidad de su música se mezclaron en mi lente. Espero que las fotos dejen ver un poco de la potencia de la banda y su gran interpretación.
En el cercanías de vuelta (murmullo mecánico) miro las estaciones pasar, una tras otra. Recuerdo la primera, de la mano de mamá y la barba de papá, lleno de risas, sin saber nada. Cada estación una decepción. Un “no” rotundo. Una vida que no elegí. Cada estación que crucé, sumando. Este tren de regreso. Mi miedo a todo. Mi bloqueo. Mi yo. Esta mochila con cámara. Esta camiseta de Sabbath. Este zumbido en los oídos. La bestia underground. La música. Las fotos. La vida.
¡Nos vemos en las salas!
Etiquetas: madrid, Mercenary, Orion Child


Un tren de cercanías, murmullo mecánico. El atardecer de agosto caluroso, luz dorada que calienta mis mejillas. En los cascos Landmvrks en bucle y la cabeza viajando al pasado. Imágenes vividas de mi madre dándome la mano por el parque, dedos delgados y huesudos; mi padre agachado, descamisado, persiguiendome por el salón de casa con cara de loco. Risas. Amor; Veranos en el pueblo. Libertad. Amigos. Fútbol y botellón. Chicas. Pasión y descubrimiento. Música. Extremoduro, Heroes, Eskorbuto, La Polla.
Regalo de fin de curso. Solo quería una cosa: casete de “Noches de Rock & Roll” de Barricada. Me devolvieron un “no” rotundo, un juicio cruel: “ese ruido” no entra en casa. La camiseta de Judas, solo un “guarro” se pone eso. El pelo largo, “costumbre fea” propia de los “rojos, esos sin modales”. Siempre chalequito, camisa, pantalón con raya, rematado el conjunto con mocasines. O náuticos. Pelo lamido por una vaca. ¿Música? radiofórmula, o el eco de vinilos de Pavarotti en el tocadiscos del salón. Misa de 12 los domingos. Te casarás con quien yo diga. Respeta. Valora. Agacha la cabeza. En mi mesa un crucifijo labrado y una nota manuscrita, “Por tu esfuerzo este curso. Llévalo cerca del corazón con orgullo”.
Soy Mauro, llevo 25 años madrugando y vistiendo de traje, odio mi vida y mi trabajo. Estoy aquí, en este tren, camino a la Revi. He puesto una excusa en el trabajo, otra en casa. Mi mochila (expedientes y números) se siente liviana con el equipo fotográfico. Ciao Mauro, el oficinista, hola Only Metal Photos. Buscando voz en el underground, luz en el metal. Y esta noche, Orion Child y los daneses Mercenary me darán esa dosis de furia que necesito para sobrellevar el peso del pasado. Del día a día.
El pelo limpio y suelto (todavía mojado y oliendo a suavizante), todo negro de pies a cabeza. En el pecho la camiseta de Black Sabbath (gira del ´78 en USA) cerca del corazón, con orgullo.
Nunca habia visto la terraza de la Revi, es acogedora y las luces del techo, a modo de feria, le dan un toque para las fotos. Lo tengo en cuenta para luego, usaré el gran angular tratando de incluirlas en el encuadre. En las mesas de fuera se respira un ambiente metalero con varios grupos tomando algo y comentando las vacaciones. Reencentros de colegas de concierto y brindis entre amigos.
TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: Darkroot – Death and Life (2025)
Dentro ya se está preparando Orion Child para iniciar su bolo, la sala en modo terraza no destaca por sus posibilidades en iluminación aunque sí parece bien ajustada para el número de focos. Como luego se pudo comprobar el sonido fue perfecto, algún problema técnico, pero bien nivelado y pudiendo disfrutar de voz e instrumentos. Ante este escenario opté por montar las dos ópticas más luminosas, el 23 mm f1.4 y el 35 mm f1.4, necesitaba no prepocuparme por la cantidad de luz y centrar en encuadrar, captar buenos momentos, algo que fue fácil por la entrega de la banda. Su actitud y energía, llenando de gestos metaleros cada tema, así como su conexión con el público dejó muy buenos momentos que podéis ver en las fotos. Su metal melódico, potente y bien ejecutado, me golpeó de lleno, no podía dejar de mover la cabeza y me vi metido en la adrenalina de fotografiar cada detalle, sin pensar, solo mirar y disparar. Pegado al escenario, busqué esos encuadres donde la iluminación resultara lo más clara y detallada posible, también algún contraluz que convertía a los músicos en siluetas. Su frontman, pura entrega y energía, me gustaba cuando daba dos pasos atrás para desplegar cantidad de posturas gestos, movimientos de cuerpo o brazos, o simplemente dejar protagonismo a sus compañeros en algún riff o pasaje musical. Intenté reflejar esto en las fotos moviendome al lado izquierdo, quedando situado detrás del escenario, lo que permitía, además, buena visión del bateria. En este punto monté el 70-200 mm para acercarme a los detalles, para terminar con el 8mm. De lo más cercano a lo más alejado. Esas luces de feria, junto al público, con la banda al fondo, me pareció una panorámica espectacular. Me gustó ver cómo, a pesar de la escasa luz, los detalles de la interpretación de la banda, el gesto de una mano buscando una nota en el mástil, la energía al descargar las baquetas en un crash o la expresión de sus caras al liberar la voz, me llegaban de forma limpia, directa. Las canciones, verdaderos viajes sonoros, desarrollados y construidos, me hicieron sentir la epicidad de sus letras. Ver a los fans corear los estribillos o levantar los puños me unió y llenó de pasión. Una gozada. Como anécdota la presentación del 5º miembro de la banda, esa cebolla (onion) que se encontraron como una bola negra en el suelo para renacer en un bonito peluche, buena metáfora para atrapar el espíritu de la banda.
Tras cambiar el backline, los daneses salieron a darlo todo. No fallaron. Mercenary ofreció una ejecución de una precisión quirúrgica, cada riff y cada golpe de bombo en su lugar, sin dar un segundo para el respiro. La gente se pegó al escenario y pronto empezaron a gritar y corear los temas. Contagiado por la adrenalina y el ritmo de los temas no paraba de buscar fotos, cambiado el ángulo, acercando mi cuerpo o girando la cámara. Otra vez el 23mm para empezar y buscar encuadres con los instrumentos, para continuar con el 35mm, intentando cerrarme en los detalles de sus caras o el aguitar de las melenas. Complicado sacar la cara del vocalista (y bajista) sin que el pie de micro o el propio micro se colaran malamente en la foto, una pena porque sentía su figura en el escenario como un depredador, su voz, una amalgama de guturales profundos y voces limpias, creó una atmósfera densa, acompañado de gestos y caras agresivas, siempre rematadas con una sonrisa, piernas dobladas, como bajando su punto de gravedad y los ojos clavados en su público, épico, contagioso, metalero. Me concentré en capturar la fuerza de sus rostro y expresiones con el 35mm pero pronto sentí que necesitaba estar aún más cerca y monté el 70-200 mm. El sudor, la luz de las móviles y la brutalidad de su música se mezclaron en mi lente. Espero que las fotos dejen ver un poco de la potencia de la banda y su gran interpretación.
En el cercanías de vuelta (murmullo mecánico) miro las estaciones pasar, una tras otra. Recuerdo la primera, de la mano de mamá y la barba de papá, lleno de risas, sin saber nada. Cada estación una decepción. Un “no” rotundo. Una vida que no elegí. Cada estación que crucé, sumando. Este tren de regreso. Mi miedo a todo. Mi bloqueo. Mi yo. Esta mochila con cámara. Esta camiseta de Sabbath. Este zumbido en los oídos. La bestia underground. La música. Las fotos. La vida.
¡Nos vemos en las salas!
Etiquetas: madrid, Mercenary, Orion Child