

El segundo día en La Trinchera me recibió con el mismo abrazo de metal y la promesa de más fiesta. Un zumbido eléctrico en el aire, energía palpable, que no me permitía pensar en otra cosa que no fuera música y camadería. Cámara en mano, firme delante del escenario, esperaba listo.
Helix Nebula, con su Melodic Death Metal, fue la primera banda en tomar el escenario. Sus riffs me recordaron a los de una batalla épica, donde cada nota era un golpe de espada y cada melodía, una flecha. Su técnica era impecable, la batería sonaba como un martillo y los solos de guitarra eran pura poesía. Me sentí como si estuviera flotando en el pit, capturando cada momento con mi cámara, una especie de coreografía violenta que solo se apreciaba a través del visor. Salvando algunos problemas técnicos en el arranque completaron una actuación muy competente.
Turno a continuación para Cockoroch, con su Slam Death Metal, por decir algún género, mejor lo escucháis, porque es tan personal que no creo sea encasillable, es auténtico y aplastante. Tribal incluso, folklorico, rico. La sala se convirtió en una trituradora. Temas cortos y rápidos, pero con pasajes densos y pausados, potenciadores. Llevando el corazon de la montaña al valle, para salir disparado en un vuelo, antes de caer de nuevo en picado recorriendo los infiernos. Todo salpicado por un cencerro o rematado por una bateria increible que no dejó a nadie indiferente, salvaje. Todo es extremo en esta banda, delicioso y con toques de humor. Imposible no quererlos y más irresistible aún, agitar la melena a sus ritmos. No había lugar para la poesía, solo para la brutalidad. Riffs pesados, voces guturales que me golpearon de lleno. No había nada más que la música, pura rabia que me recordaba mi amor al metal. Su cantante y guitarrista repetía el gesto de dejar caer la cabeza hacia atrás, piernas abiertas, melena suelta, como fotógrafo disfruto mucho los patrones, me permite anticiparme y tratar de dar con el punto dulce. También repetia con la bajista “duelos” de instrumento enfrentándose… precioso, espero se refleje en las fotos. Todo junto fue espectacular y creo hablar por todos cuando digo que se pasó volando.
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La noche cerró con Murmur. Su Doom me llevó a un lugar en el que no había estado en el festi. Qué delicia, qué capacidad musical e interpretativa. Qué bien llevado el tempo del bolo. La luz ajustada, el humo siempre oportuno. Un ritual recorriendo el setlist, transmitiendo su pasión y entrega, insinuando y mostrando. Y la voz, qué desgarro, qué lamento… pelos en punta, cámara en el ojo. Lo abracé desde el arranque con las figuras a contra luz entre el humo, cabizbajos. Este género es mi debilidad y fue una representación profesional. Quirúrgica. Sus canciones impredecibles. Estructuras que se rompían y se volvían a construir. La música densa y oscura, con una atmósfera plomiza, sonido de mi propia liberación. Música que habla directamente al alma, no permite la indiferencia. Hay que ecuchar la banda, es imposible describirlo solo con palabras. Adelantan que hay nuevo trabajo en el horno, deseoso de que llegue, seguiré quemando sus discos anteriores.
Y con la sonrisa enorme dibujada en la cara, tras despedirme de unos y otros regresé a la calle, a este barrio tan reivindicativo y auténtico. Dolor de cuerpo. Cansancio. Zumbido en los oídos. Grito de alegría. Y en el silencio de la noche madrileña, me prometo a mí mismo que no volveré a ser el de antes. Mañana será otro día, traje y corbata. En mi interior la bestia underground seguirá rugiendo. Cuerpo cansado. Alma en llamas.


El segundo día en La Trinchera me recibió con el mismo abrazo de metal y la promesa de más fiesta. Un zumbido eléctrico en el aire, energía palpable, que no me permitía pensar en otra cosa que no fuera música y camadería. Cámara en mano, firme delante del escenario, esperaba listo.
Helix Nebula, con su Melodic Death Metal, fue la primera banda en tomar el escenario. Sus riffs me recordaron a los de una batalla épica, donde cada nota era un golpe de espada y cada melodía, una flecha. Su técnica era impecable, la batería sonaba como un martillo y los solos de guitarra eran pura poesía. Me sentí como si estuviera flotando en el pit, capturando cada momento con mi cámara, una especie de coreografía violenta que solo se apreciaba a través del visor. Salvando algunos problemas técnicos en el arranque completaron una actuación muy competente.
Turno a continuación para Cockoroch, con su Slam Death Metal, por decir algún género, mejor lo escucháis, porque es tan personal que no creo sea encasillable, es auténtico y aplastante. Tribal incluso, folklorico, rico. La sala se convirtió en una trituradora. Temas cortos y rápidos, pero con pasajes densos y pausados, potenciadores. Llevando el corazon de la montaña al valle, para salir disparado en un vuelo, antes de caer de nuevo en picado recorriendo los infiernos. Todo salpicado por un cencerro o rematado por una bateria increible que no dejó a nadie indiferente, salvaje. Todo es extremo en esta banda, delicioso y con toques de humor. Imposible no quererlos y más irresistible aún, agitar la melena a sus ritmos. No había lugar para la poesía, solo para la brutalidad. Riffs pesados, voces guturales que me golpearon de lleno. No había nada más que la música, pura rabia que me recordaba mi amor al metal. Su cantante y guitarrista repetía el gesto de dejar caer la cabeza hacia atrás, piernas abiertas, melena suelta, como fotógrafo disfruto mucho los patrones, me permite anticiparme y tratar de dar con el punto dulce. También repetia con la bajista “duelos” de instrumento enfrentándose… precioso, espero se refleje en las fotos. Todo junto fue espectacular y creo hablar por todos cuando digo que se pasó volando.
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Y con la sonrisa enorme dibujada en la cara, tras despedirme de unos y otros regresé a la calle, a este barrio tan reivindicativo y auténtico. Dolor de cuerpo. Cansancio. Zumbido en los oídos. Grito de alegría. Y en el silencio de la noche madrileña, me prometo a mí mismo que no volveré a ser el de antes. Mañana será otro día, traje y corbata. En mi interior la bestia underground seguirá rugiendo. Cuerpo cansado. Alma en llamas.