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Marduk en Buenos Aires: “35 años en un bunker de resistencia”

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Cronista: Federico Milano – Fotos: Cecilia Principe Hablar de en Latinoamérica implica recordar los ecos de censura y persecución que acompañaron sus giras anteriores. En distintos momentos de su historia, […]

War Pigs en Buenos Aires: “Misa Negra”

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¡Noche de brujas sobre Buenos Aires! Y qué mejor plan para festejarlo que celebrando la vida y obra de Black Sabbath y Ozzy Osbourne. Para eso nos fuimos al Teatrito […]

Lacuna Coil en Copenhague: “energía entre sombras y ecos”

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La música, además de arte, es una industria. Y sus protagonistas, los músicos, son trabajadores cuyo oficio consiste en crear obras que luego puedan presentarse en vivo y, por supuesto, […]

Parkway Drive en Barcelona: “Entre la llama y la gloria”

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Texto: Manel Medina Los pasados 1 y 2 de noviembre tuvimos ocasión de disfrutar de una de esas giras que se marcan en el calendario con tinta roja y fuego […]

Masterplan + Vision Divine en Buenos Aires: “La noche que perdió su brillo”

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El 7 de noviembre nos acercamos a Arena Sur, en el barrio de Pompeya de la Ciudad de Buenos Aires, con la expectativa de ser testigos de una velada con […]

Leprous en Murcia: “una catedral de emociones progresivas”

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La calurosa tarde murciana del Día de Todos los Santos estaba marcada en rojo en el calendario para los amantes del metal alternativo y progresivo. La cita reunía a los […]

Michale Graves en Buenos Aires: “Halloween extendido”

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Foto de Portada: CuervoDeth (Gentileza Metal-Argento) Michale Graves, ex cantante de Misfits, volvió a la Argentina el 2 de noviembre para celebrar con sus fieles en una noche cargada de […]

Gogol Bordello en Glasgow: “Intensidad multicultural y pura euforia”

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Texto y fotos por Finlay Allan En una noche fría y empapada por la lluvia en Glasgow, el Galvanizers Yard de SWG3 fue testigo de una auténtica explosión de energía. […]

Parkway Drive en Madrid: “Un espectáculo de furia cruda y desgarradora”

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Adormecido frente al ordenador los números bailan. Mi mente viaja. Recuerdo la primera vez que vi un cuadro de Caravaggio. Tengo vívido el momento en la mente. Me impactó lo […]

Linkin Park en Argentina: “Un lugar donde pertenecer”

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Portada: instagram oficial Linkin Park Hay momentos en la vida que nunca se van a repetir y que añoramos a través de sentimientos de nostalgia. Sin embargo, la vida suele […]


Parkway Drive en Madrid: “Un espectáculo de furia cruda y desgarradora”
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Adormecido frente al ordenador los números bailan. Mi mente viaja. Recuerdo la primera vez que vi un cuadro de Caravaggio. Tengo vívido el momento en la mente. Me impactó lo dramático. Me atrajo la tensión. Era clase de historia del arte. Las diapositivas pasaban entre explicaciones y preguntas. Con el rabillo del ojo la miraba a ella. La luz del proyector acariciaba su rostro. Curioso. La misma luz que el maestro usaba en sus representaciones. Es tan guapa que sus rasgos duros se acentúan. Entre lo oscuro del aula. La belleza. Marco. Furia.

La luz artificial de mi cubículo. Plana. Sin relieve. Fría. Impersonal. Salgo al pasillo. Necesito un café. Cuando llego a la máquina del descansillo un hombre joven está apoyado. “Solo, ¿verdad?”, pregunta mientras introduce las monedas. Su rostro es joven. Ardiente. Una mirada desafiante “Como tú, solo”, continua y cambia de pose. Erguido, con la seguridad de quien acaba de ganar una pelea. “¿Qué ves, Mauro?” Me mira inquisitivo. “Esto no es vida. Aquí la luz lo llena todo”.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: A diez años de “Deep Blue” , el disco que marcó a una generación y convirtió a Parkway Drive en uno de los grupos más importantes de estas dos décadas

Del bolsillo de su chaqueta saca una botella pequeña, la etiqueta dice mezcal. Vierte un buen chorro en mi café. Me acerca el vaso. Con la cabeza asiente mirando el contenido: “Olvídate de esos fotógrafos que bañan la escena en luz natural. Siente la escena con naturalismo. Cruda. Muestra la verdad, el sudor, la arruga. El metal, Mauro, es crudo.”

Bebe un largo trago de su botella. Le copio y doy un sorbo al café. Está excepcional. Se aclara la garganta: “Mira, la luz que usas no es natural; es un haz. Es un reflector teatral, foco selectivo” Su voz áspera, directa: “Debe irrumpir desde fuera del marco para dirigir la mirada del espectador instantáneamente al momento crucial. Al riff que rompe el silencio, al puñetazo al aire de la multitud.” Señala la oscuridad del pasillo. Aún con el brazo en alto: “El resto de la escena, los fondos oscuros, se sumergen en tinieblas. Permite que las figuras emerjan con un volumen escultórico, que la acción se aísle de cualquier distracción. La tensión dramática, Mauro, la consigues con ese contraste violento. Lo divino irrumpiendo en lo mundano.”

Soy Mauro, llevo 25 años madrugando y vistiendo de traje. Odio mi vida y mi trabajo. Sueño con obras de arte. Invento conversaciones. Me siento solo. Apuro el resto del café de un trago. Entiendo la luz como furor. La oscuridad como marco. No busco la luz total. busco el haz que te corta la respiración. El traje que visto a diario es una distracción. El concierto de esta noche un haz de luz.

Luz. Oscuridad. Arrebato. Moldura. Cuerpo cansado. Mente en llamas.

El Palacio de Vistalegre es un hervidero. De golpe, paso de la palmera íntima de La Riviera a la escala masiva de un pabellón con miles de personas vibrando en la pista. Hoy no hay foso para Parkway Drive pero sí para los dos teloneros. Me muero de ganas por fotografiarlos.

The Amity Affliction es el primero en subir al escenario. Su metalcore es denso, cargado de emoción y con ese diálogo constante entre la voz limpia y el gutural. Casi no hay luz y cuando la aparece es muy dura con una diferencia enorme de, por lo menos 10 pasos. Busco el momento para tratar de tener una foto de cada miembro. Casi imposible con su batería, escondido tras los hierros, entre la altura y la poca luz. Algo más fácil con el guitarrista que es bañado por el foco principal con luz blanca my dura. Así mismo con el cantante. Más que un reto el bajo, siempre oscuro y en tonos rojos. Trato de asegurar con el tele y para la última canción de las 3 que tenemos monto el angular. Trato de sacar un encuadre chulo con sus banderas dispuestas de manera original. No es el típico telón sino banderas estrechas terminadas en pico con las letras de “AMITY”. El sonido me parece muy grabe y me cuesta entrar en los temas. El público parece disfrutar y en las primeras filas se vive con pasión. Pronto aparecen los primeros pogos y bailes. en conjunto un buen arranque.

Luego llega la energía y contundencia de Thy Art Is Murder. El deathcore de los australianos es crudo y sin adornos. Su sonido es una pared de golpeo frontal. Las luces mejoran mucho. La banda monta unos sticks que dan luz y rellenan. Disfruto de las tres canciones desde el foso. Trato de capturar los mejores momentos del cantante y asegurar una foto de cada uno. El resto de la banda cambia de posiciones regularmente facilitandonos la vida, pero gestualmente se manteniene hipertérritos. Menos mal que su cantante no para de moverse, agacharse, gesticular con los brazos. Se nota que lo vive y llega la energía de su entrega. No pueden faltar los temas más populares de la banda y con la llegada de cada uno se escuchan ovaciones. El público le tenía muchas ganas a la banda y se nota en un Vistalegre práctimente lleno para los teloneros. El sonido mejoró pero sin ser espectacular. Creo que no soy el único al que se le pasó volando su actuación y espera que vuelvan pronto a alguna sala.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Volbeat en Barcelona: “Fuerza, Humor y Corazón”

El ambiente se electrifica. Parkway Drive no es un concierto; es un asalto multisensorial, la irrupción de lo extraordinario en lo mundano. Reconozco que me habían contado algo de su show. Reconozco que me pareció presuntuoso. Nada más lejos de la realidad. Es ambicioso, sí. Pero la producción es de un nivel superrior. La ejecución precisa y natural. Los cambios de ropa justificados. La inclusión delos bailarines un plus. La pirotecnia alucinante y bien elegida, ni mucha ni poca, pero muy efectiva. Por no hablar del final apoteósico con los cocktail molotov y el cuadrado del batería en llamas mientras giraba. Una producción de fuego, agua, tierra y aire, y la luz es un arma. Qué bien iluminada la escena, qué bien elegidas las zonas oscuras. Qué diseño más espectacular para cada tema. Mi posición es desde el FOH (Front of House), la cabina de sonido, lo que me obliga a un cambio radical de perspectiva: adiós a los primeros planos, hola a la composición de masas. Trato de aislar las acciones, buscar emociones y sensaciones. El objetivo es mostrar el espectáculo total, la escala épica de su propusta. El arranque es brutal: “Carrion”, “Prey” y “Glitch”. En estos tres temas, tengo que ser un francotirador de la composición. Salieron desde detrás con banderas. Eso hizo que estuvieran a nuestro lado. LLegados al escenario la luz era dura y baja, con los 5 en un espacio reducido. Apreoveché para ajustar la exposición a las luces altas y busqué encuadrar a todos, pero en cuanto alguno se alejaba trataba de aislarle. Para el segundo tema calló el telón descubriendo el espectacular escenario con alturas y columnas de piedra. Ahora los músicos estaban dispersos y cada uno con su propia luz. Perfecto para tratar de tener una foto de cada cual. Para el último tema aparecieron las pirotécnias, fuego puntual pero bien disparado. El desafío es el foco selectivo en movimiento. Cada llamarada de la pirotecnia es un desafío para la exposición, un contraste literal entre la oscuridad del pabellón y el infierno en el escenario. Busco el momento exacto en que el fuego se alza junto a la figura de Winston McCall. La distancia es mi enemigo, pero también mi aliado: me permite capturar el set de batería, la sincronía de los músicos, y el rugido de la multitud como parte integral de la imagen. Espero que el resultado de las fotos esté a la altura del espectacular concierto.

El corte llega. Tres canciones y fuera. Pero desde mi posición elevada, puedo presenciar el resto del setlist, observando a la banda como un maestro contempla su obra. El público está en sus manos, la energía es inagotable. El clímax llega con “Darker Still”, ejecutado con un trío de cuerdas y la energía del tema arrolla con todos nosotros. Precioso, emotivo, tierno, brutal. La calma melódica en medio del caos, la luz enfocada en los músicos de cuerda, es la profundidad: un momento de belleza inesperada en la oscuridad. “Wild Eyes” es el final: una liberación de energía. Antes himnos como “The Void”, “Bottom Feeder”, “Idols and anchors”, “Vice Grip” o “Crushed”, creo que no se dejaron ninguna de mis preferidas. El solo de batería me gustó y no se me hizo largo. La despedida de todos en línea me resultó sincera y me llenó de orgullo. El cierre con la plataforma elevada y lujuría de fuegos simplemente insuperable. Conciertazo al nivel de las grandes bandas del metal. Enhorabuena Parkway Drive, os habéis superado y habéis conquistado Madrid.

Mauro, el fotógrafo, sale de allí con la cabeza zumbando. Hoy no fotografío la luz sutil, sino la violencia del contraste. El reto de la escala del Vistalegre, la posición del FOH, demuestran que las lecciones funcionan: no importa cuán grande sea el escenario, si la luz aísla la acción y la baña con drama, la verdad emerge. Cada concierto hace que la elección del riesgo sea más luminosa. Esta noche había drama en cada tema. Realidad cruda. Metal y hermandad.

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Parkway Drive en Madrid: “Un espectáculo de furia cruda y desgarradora”
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Adormecido frente al ordenador los números bailan. Mi mente viaja. Recuerdo la primera vez que vi un cuadro de Caravaggio. Tengo vívido el momento en la mente. Me impactó lo dramático. Me atrajo la tensión. Era clase de historia del arte. Las diapositivas pasaban entre explicaciones y preguntas. Con el rabillo del ojo la miraba a ella. La luz del proyector acariciaba su rostro. Curioso. La misma luz que el maestro usaba en sus representaciones. Es tan guapa que sus rasgos duros se acentúan. Entre lo oscuro del aula. La belleza. Marco. Furia.

La luz artificial de mi cubículo. Plana. Sin relieve. Fría. Impersonal. Salgo al pasillo. Necesito un café. Cuando llego a la máquina del descansillo un hombre joven está apoyado. “Solo, ¿verdad?”, pregunta mientras introduce las monedas. Su rostro es joven. Ardiente. Una mirada desafiante “Como tú, solo”, continua y cambia de pose. Erguido, con la seguridad de quien acaba de ganar una pelea. “¿Qué ves, Mauro?” Me mira inquisitivo. “Esto no es vida. Aquí la luz lo llena todo”.

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Del bolsillo de su chaqueta saca una botella pequeña, la etiqueta dice mezcal. Vierte un buen chorro en mi café. Me acerca el vaso. Con la cabeza asiente mirando el contenido: “Olvídate de esos fotógrafos que bañan la escena en luz natural. Siente la escena con naturalismo. Cruda. Muestra la verdad, el sudor, la arruga. El metal, Mauro, es crudo.”

Bebe un largo trago de su botella. Le copio y doy un sorbo al café. Está excepcional. Se aclara la garganta: “Mira, la luz que usas no es natural; es un haz. Es un reflector teatral, foco selectivo” Su voz áspera, directa: “Debe irrumpir desde fuera del marco para dirigir la mirada del espectador instantáneamente al momento crucial. Al riff que rompe el silencio, al puñetazo al aire de la multitud.” Señala la oscuridad del pasillo. Aún con el brazo en alto: “El resto de la escena, los fondos oscuros, se sumergen en tinieblas. Permite que las figuras emerjan con un volumen escultórico, que la acción se aísle de cualquier distracción. La tensión dramática, Mauro, la consigues con ese contraste violento. Lo divino irrumpiendo en lo mundano.”

Soy Mauro, llevo 25 años madrugando y vistiendo de traje. Odio mi vida y mi trabajo. Sueño con obras de arte. Invento conversaciones. Me siento solo. Apuro el resto del café de un trago. Entiendo la luz como furor. La oscuridad como marco. No busco la luz total. busco el haz que te corta la respiración. El traje que visto a diario es una distracción. El concierto de esta noche un haz de luz.

Luz. Oscuridad. Arrebato. Moldura. Cuerpo cansado. Mente en llamas.

El Palacio de Vistalegre es un hervidero. De golpe, paso de la palmera íntima de La Riviera a la escala masiva de un pabellón con miles de personas vibrando en la pista. Hoy no hay foso para Parkway Drive pero sí para los dos teloneros. Me muero de ganas por fotografiarlos.

The Amity Affliction es el primero en subir al escenario. Su metalcore es denso, cargado de emoción y con ese diálogo constante entre la voz limpia y el gutural. Casi no hay luz y cuando la aparece es muy dura con una diferencia enorme de, por lo menos 10 pasos. Busco el momento para tratar de tener una foto de cada miembro. Casi imposible con su batería, escondido tras los hierros, entre la altura y la poca luz. Algo más fácil con el guitarrista que es bañado por el foco principal con luz blanca my dura. Así mismo con el cantante. Más que un reto el bajo, siempre oscuro y en tonos rojos. Trato de asegurar con el tele y para la última canción de las 3 que tenemos monto el angular. Trato de sacar un encuadre chulo con sus banderas dispuestas de manera original. No es el típico telón sino banderas estrechas terminadas en pico con las letras de “AMITY”. El sonido me parece muy grabe y me cuesta entrar en los temas. El público parece disfrutar y en las primeras filas se vive con pasión. Pronto aparecen los primeros pogos y bailes. en conjunto un buen arranque.

Luego llega la energía y contundencia de Thy Art Is Murder. El deathcore de los australianos es crudo y sin adornos. Su sonido es una pared de golpeo frontal. Las luces mejoran mucho. La banda monta unos sticks que dan luz y rellenan. Disfruto de las tres canciones desde el foso. Trato de capturar los mejores momentos del cantante y asegurar una foto de cada uno. El resto de la banda cambia de posiciones regularmente facilitandonos la vida, pero gestualmente se manteniene hipertérritos. Menos mal que su cantante no para de moverse, agacharse, gesticular con los brazos. Se nota que lo vive y llega la energía de su entrega. No pueden faltar los temas más populares de la banda y con la llegada de cada uno se escuchan ovaciones. El público le tenía muchas ganas a la banda y se nota en un Vistalegre práctimente lleno para los teloneros. El sonido mejoró pero sin ser espectacular. Creo que no soy el único al que se le pasó volando su actuación y espera que vuelvan pronto a alguna sala.

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El corte llega. Tres canciones y fuera. Pero desde mi posición elevada, puedo presenciar el resto del setlist, observando a la banda como un maestro contempla su obra. El público está en sus manos, la energía es inagotable. El clímax llega con “Darker Still”, ejecutado con un trío de cuerdas y la energía del tema arrolla con todos nosotros. Precioso, emotivo, tierno, brutal. La calma melódica en medio del caos, la luz enfocada en los músicos de cuerda, es la profundidad: un momento de belleza inesperada en la oscuridad. “Wild Eyes” es el final: una liberación de energía. Antes himnos como “The Void”, “Bottom Feeder”, “Idols and anchors”, “Vice Grip” o “Crushed”, creo que no se dejaron ninguna de mis preferidas. El solo de batería me gustó y no se me hizo largo. La despedida de todos en línea me resultó sincera y me llenó de orgullo. El cierre con la plataforma elevada y lujuría de fuegos simplemente insuperable. Conciertazo al nivel de las grandes bandas del metal. Enhorabuena Parkway Drive, os habéis superado y habéis conquistado Madrid.

Mauro, el fotógrafo, sale de allí con la cabeza zumbando. Hoy no fotografío la luz sutil, sino la violencia del contraste. El reto de la escala del Vistalegre, la posición del FOH, demuestran que las lecciones funcionan: no importa cuán grande sea el escenario, si la luz aísla la acción y la baña con drama, la verdad emerge. Cada concierto hace que la elección del riesgo sea más luminosa. Esta noche había drama en cada tema. Realidad cruda. Metal y hermandad.

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