Me acerqué nuevamente a la Sala Estraperlo, aquel lugar donde los sonidos y vibraciones guardan tantas historias entre sus paredes. Esta vez, la expectativa trascendía lo común, pues se anunciaba el debut de la banda Primal, una entidad encabezada por el legendario Alberto Zamarbide, cantante cuyos ecos retumban en los corazones de los amantes del heavy metal argentino a través de sus gestas con V8 y Logos, siendo considerado de las figuras más importantes en su desarrollo. Era la noche del 15 de marzo, y el aura de la música electrificaba el aire, impregnándolo con la promesa de emociones que se avecinaban.
Organizado por Sangresur, el evento prometía una amalgama de ritmos que sacudirían los cimientos de la Estraperlo. Sirviendo de preludio, Sirius, con su inconfundible sello de thrash metal, irrumpió en escena a las 19 horas. La multitud, teñida con camisetas que proclamaban su lealtad a la banda, se entregaba al frenesí de los acordes y las letras incendiarias. Más de diez canciones resonaron en el recinto, anunciando un segundo álbum que se avizoraba como un huracán en el horizonte del metal.
Siguiendo el torbellino musical llegó EVO, banda proveniente de las calles de Barcelona y con una larga, aunque intermitente, historia en el mundo del metal catalán. Recientemente reformados en una nueva versión con el cantante César frente al micrófono, hicieron honor al heavy metal con su actuación a las 20:30. La audiencia, ávida de las melodías que emanaban de sus instrumentos, se congregaba en un ritual de devoción y admiración.
Pero el punto más alto llegó con el acto final: Primal, la banda de Los Ángeles que conquistó las tierras españolas con su presencia imponente y sus acordes estruendosos. La recepción del público fue cálida y efusiva, como si reconocieran en Primal a una deidad recién descendida del Olimpo musical.
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Iniciaron su set con “The Cage”, una oda al desenfreno y la rebeldía que marcó el inicio de una noche memorable. Pero Primal, en un gesto de reverencia hacia sus raíces, también rindió tributo a V8, interpretando himnos como “Cautivos del sistema” y “Parcas Sangrientas”, que resonaron en los corazones de los presentes como el eco de un pasado glorioso. Por el lado negativo, lamentablemente tuvieron que cortar algunas canciones por problemas de horarios con la sala.
Más allá de eso, la banda sonó muy bien, lo que debería esperarse de tener entre sus filas al también argentino Jorge Iacobellis (quien fuera batero de los thrasheros Hirax durante casi una década), al bajista brasileño Cesar “Killer” Ceregatti (ex Steel Vengeance) y al guitarrista estadounidense Glenn Rogers (ex Deliverance, Steel Vengeance, Viking, Hirax y demás grupos). La apoteosis llegó con “Destrucción”, el clásico del metal en castellano que trascendió fronteras y generaciones, y que Primal ejecutó con la maestría de quienes comprenden la responsabilidad de mantener viva la llama del metal. La noche concluyó entre aplausos y vítores, dejando en el aire el eco etéreo de un concierto que se inscribirá en la memoria colectiva como una epopeya del Heavy Metal en su estado más puro y visceral.
Me acerqué nuevamente a la Sala Estraperlo, aquel lugar donde los sonidos y vibraciones guardan tantas historias entre sus paredes. Esta vez, la expectativa trascendía lo común, pues se anunciaba el debut de la banda Primal, una entidad encabezada por el legendario Alberto Zamarbide, cantante cuyos ecos retumban en los corazones de los amantes del heavy metal argentino a través de sus gestas con V8 y Logos, siendo considerado de las figuras más importantes en su desarrollo. Era la noche del 15 de marzo, y el aura de la música electrificaba el aire, impregnándolo con la promesa de emociones que se avecinaban.
Organizado por Sangresur, el evento prometía una amalgama de ritmos que sacudirían los cimientos de la Estraperlo. Sirviendo de preludio, Sirius, con su inconfundible sello de thrash metal, irrumpió en escena a las 19 horas. La multitud, teñida con camisetas que proclamaban su lealtad a la banda, se entregaba al frenesí de los acordes y las letras incendiarias. Más de diez canciones resonaron en el recinto, anunciando un segundo álbum que se avizoraba como un huracán en el horizonte del metal.
Siguiendo el torbellino musical llegó EVO, banda proveniente de las calles de Barcelona y con una larga, aunque intermitente, historia en el mundo del metal catalán. Recientemente reformados en una nueva versión con el cantante César frente al micrófono, hicieron honor al heavy metal con su actuación a las 20:30. La audiencia, ávida de las melodías que emanaban de sus instrumentos, se congregaba en un ritual de devoción y admiración.
Pero el punto más alto llegó con el acto final: Primal, la banda de Los Ángeles que conquistó las tierras españolas con su presencia imponente y sus acordes estruendosos. La recepción del público fue cálida y efusiva, como si reconocieran en Primal a una deidad recién descendida del Olimpo musical.
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Iniciaron su set con “The Cage”, una oda al desenfreno y la rebeldía que marcó el inicio de una noche memorable. Pero Primal, en un gesto de reverencia hacia sus raíces, también rindió tributo a V8, interpretando himnos como “Cautivos del sistema” y “Parcas Sangrientas”, que resonaron en los corazones de los presentes como el eco de un pasado glorioso. Por el lado negativo, lamentablemente tuvieron que cortar algunas canciones por problemas de horarios con la sala.
Más allá de eso, la banda sonó muy bien, lo que debería esperarse de tener entre sus filas al también argentino Jorge Iacobellis (quien fuera batero de los thrasheros Hirax durante casi una década), al bajista brasileño Cesar “Killer” Ceregatti (ex Steel Vengeance) y al guitarrista estadounidense Glenn Rogers (ex Deliverance, Steel Vengeance, Viking, Hirax y demás grupos). La apoteosis llegó con “Destrucción”, el clásico del metal en castellano que trascendió fronteras y generaciones, y que Primal ejecutó con la maestría de quienes comprenden la responsabilidad de mantener viva la llama del metal. La noche concluyó entre aplausos y vítores, dejando en el aire el eco etéreo de un concierto que se inscribirá en la memoria colectiva como una epopeya del Heavy Metal en su estado más puro y visceral.