El domingo pasado fue una experiencia inolvidable en la sala Revi Live viendo a Rage en vivo. Desde que llegamos a la cola de entrada se notaba la emoción en el ambiente. La mayoría del público superaba los cuarenta años, con pocos jóvenes presentes. La espera se hizo larga y varias veces se preguntó si ya habían abierto las puertas. Se podían ver muchas camisetas del primer grupo que abriría el espectáculo, Embers Of Pride.
Aunque el comienzo en la sala fue un poco frío, poco a poco el ambiente se fue calentando. Este quinteto presentó temas nuevos de su disco “Vida” así como otros de sus entregas anteriores. Consiguen una gran conexión con la gente y logran ganarse a todos durante el show. Sus temas fueron adquiriendo una mayor contundencia y con canciones como “Mal” y “Seis”, la energía del concierto se disparó a toda velocidad. La banda cerró su actuación, dejando a todos extasiados, bajaron entre el publico e interpretando el tema “White noise” el tiempo pareció ralentizarse a medida que la velocidad de esta canción aumentaba. Los fans, en constante movimiento, experimentamos el paso del tiempo de manera diferente. Fue un momento fugaz y lleno de intensidad.
A continuación, fue el turno de Tri State Corner, una banda de rock bouzouki con miembros de tres países: Alemania, Polonia y Grecia. Su estilo único combina melodías de hard rock con los sensibles sonidos del tradicional bouzouki griego. Convencieron a todos los presentes con su actuación. El cantante (también baterista de Rage), Vassilios Maniatopoulos, destacó el tiempo que han compartido desde que se conocieron hace 17 años y comenzaron a ensayar juntos. Es increíble que la formación se haya mantenido invariable en todo este recorrido. Han realizado más de 600 conciertos en vivo en 49 países, recorriendo 3 continentes y lanzando 5 discos. Han pisado y disfrutado del tiempo. Su experiencia se hizo evidente en la sala Revi, dejando a todos impresionados. Tanto los que ya los conocían como los que los descubrieron, quedaron boquiabiertos ante la virtuosidad de estos músicos. Tocaron su famosa canción “Sooner or later” y recorrieron temas de todas las etapas de su carrera, como “Tomorrowland”, “Run Away” y “StereoType”. Es curioso destacar que en esta presentación no contaron con un bajista, algo que llamó la atención por lo peculiar y curioso, ya que en formaciones anteriores sí había un bajista. La distancia entre el escenario y el público se acortó, todos nos apretujamos para no perdernos ni un solo instante del espectáculo. Cuanto más cerca estábamos, más lento parecía pasar el tiempo y más nos empapábamos de su influencia musical.
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Luego, con una fuerza propia de una banda de metal, Dark Embrace saltó al escenario para entregarse completamente. Estos gallegos no querían que nuestro tiempo se desperdiciara, venían a convencer y vencer. Cerraron su gira en la sala Revi y no se notó el cansancio acumulado de su viaje. La personalidad del vocalista, Óscar Rilo, se contagió al público. Entre canción y canción, destacó la hermandad del metal y lo que esta música significa para él como una verdadera religión. Nos hizo partícipes de la importancia de la música que nos une. Tocaron un setlist lleno de energía y con impresionantes cambios de voz. Quedó claro por qué han triunfado en toda Europa. Interpretaron temas como “Persona Hell” y “Let the blind to see” hasta llegar a “Metalhead till I die” y “Metal is religion”, cerrando con una batalla de guitarras entre el público al son de “Dark heavy metal”. Es curioso destacar que, al igual que en el caso anterior, tampoco contaban con un bajista. En esta ocasión, las dos guitarras de Mou y Markos se encargaron del ritmo, mientras que Julio brilló en la batería. Consiguieron dilatar el tiempo, un fenómeno al alcance de pocas bandas, mediante el cual el tiempo parece ralentizarse a medida que ellos se entregan en el escenario, moviendo a velocidades cercanas a la de la luz las cabezas del público. Fue una experiencia brutal de metal, dejaron el pabellón bien alto y listo para la llegada de Rage.
Finalmente llegó el plato fuerte, una auténtica maravilla. Rage, en formato de trío debido a la ausencia temporal de Steffan, sonaban contundentes y llenos de fuerza. Se notaba la sangre joven de Jean Bormann en la guitarra, mientras que Vassilios se encargaba de la base rítmica de manera impecable. Es destacable la habilidad de Peter en la voz y el bajo, aguantando de manera excepcional. Nos ofrecieron un setlist que recorría las cuatro décadas de la banda formada en 1983, con canciones como “Resurrection Day”, con saltos y gritos de júbilo, “Nevermore” la hermandad entre amigos era palpable en el ambiente. Muchas canciones fueron cantadas a pleno pulmón como “Dont fear the winter” o “My Way”, incluso hubo un cambio de batería en medio del espectáculo. El cierre fue con colaboración de todo el público “Higher than the sky”, sky sky, si bien aún no se ha demostrado científicamente la posibilidad teórica de viajar en el tiempo a través de la música parecía palpable. Rage, a lo largo de su dilatada y extremadamente productiva carrera, con 25 discos y más de 200 canciones, ha desarrollado estilos tan variados que resulta imposible ponerles una sola etiqueta musical. Es concebible que, al presenciar su actuación, experimentáramos un desfase temporal que nos permitiera viajar al pasado… una banda mítica.
No fue un concierto largo ni mucho menos. Fue una experiencia vertiginosa, un viaje alucinante al corazón del metal. Fuimos volando, impulsados por la energía arrolladora que emanaba del escenario. El personal, asombrado, comentó lo corto que se nos hizo a todos, demostrando que el paso del tiempo es relativo en estos momentos de éxtasis musical.
Cuando te acercas a un concierto, el tiempo parece volar. La anticipación se mezcla con la emoción, y los minutos se escapan entre las ansias de que empiece el espectáculo. Cada segundo se vuelve una tortura, una agonía que parece eterna. Pero una vez que estalla el metal, todo cambia. Los riffs atronadores, las melodías frenéticas y los compases implacables nos sumergen en un torbellino de sensaciones.
El sonido envolvente nos transporta a un lugar donde el tiempo se dilata, donde el presente se funde con el pasado y el futuro. Paladeamos cada acorde, cada nota que nos penetra hasta lo más profundo del alma. Cerramos los ojos y nos dejamos llevar por la música, por la pasión desbordante que se desata en cada canción.
Y así, entre la euforia y la entrega total, el concierto llega a su fin. Siempre, siempre, parece que todo ha sido demasiado corto. El éxtasis se desvanece lentamente, dejando un sabor agridulce en nuestros labios. Miramos al siguiente concierto de la agenda, con la esperanza de volver a sumergirnos en ese mar de emociones, de dejarnos llevar una vez más por la fuerza arrolladora del metal, ¡veniros!
El domingo pasado fue una experiencia inolvidable en la sala Revi Live viendo a Rage en vivo. Desde que llegamos a la cola de entrada se notaba la emoción en el ambiente. La mayoría del público superaba los cuarenta años, con pocos jóvenes presentes. La espera se hizo larga y varias veces se preguntó si ya habían abierto las puertas. Se podían ver muchas camisetas del primer grupo que abriría el espectáculo, Embers Of Pride.
Aunque el comienzo en la sala fue un poco frío, poco a poco el ambiente se fue calentando. Este quinteto presentó temas nuevos de su disco “Vida” así como otros de sus entregas anteriores. Consiguen una gran conexión con la gente y logran ganarse a todos durante el show. Sus temas fueron adquiriendo una mayor contundencia y con canciones como “Mal” y “Seis”, la energía del concierto se disparó a toda velocidad. La banda cerró su actuación, dejando a todos extasiados, bajaron entre el publico e interpretando el tema “White noise” el tiempo pareció ralentizarse a medida que la velocidad de esta canción aumentaba. Los fans, en constante movimiento, experimentamos el paso del tiempo de manera diferente. Fue un momento fugaz y lleno de intensidad.
A continuación, fue el turno de Tri State Corner, una banda de rock bouzouki con miembros de tres países: Alemania, Polonia y Grecia. Su estilo único combina melodías de hard rock con los sensibles sonidos del tradicional bouzouki griego. Convencieron a todos los presentes con su actuación. El cantante (también baterista de Rage), Vassilios Maniatopoulos, destacó el tiempo que han compartido desde que se conocieron hace 17 años y comenzaron a ensayar juntos. Es increíble que la formación se haya mantenido invariable en todo este recorrido. Han realizado más de 600 conciertos en vivo en 49 países, recorriendo 3 continentes y lanzando 5 discos. Han pisado y disfrutado del tiempo. Su experiencia se hizo evidente en la sala Revi, dejando a todos impresionados. Tanto los que ya los conocían como los que los descubrieron, quedaron boquiabiertos ante la virtuosidad de estos músicos. Tocaron su famosa canción “Sooner or later” y recorrieron temas de todas las etapas de su carrera, como “Tomorrowland”, “Run Away” y “StereoType”. Es curioso destacar que en esta presentación no contaron con un bajista, algo que llamó la atención por lo peculiar y curioso, ya que en formaciones anteriores sí había un bajista. La distancia entre el escenario y el público se acortó, todos nos apretujamos para no perdernos ni un solo instante del espectáculo. Cuanto más cerca estábamos, más lento parecía pasar el tiempo y más nos empapábamos de su influencia musical.
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Luego, con una fuerza propia de una banda de metal, Dark Embrace saltó al escenario para entregarse completamente. Estos gallegos no querían que nuestro tiempo se desperdiciara, venían a convencer y vencer. Cerraron su gira en la sala Revi y no se notó el cansancio acumulado de su viaje. La personalidad del vocalista, Óscar Rilo, se contagió al público. Entre canción y canción, destacó la hermandad del metal y lo que esta música significa para él como una verdadera religión. Nos hizo partícipes de la importancia de la música que nos une. Tocaron un setlist lleno de energía y con impresionantes cambios de voz. Quedó claro por qué han triunfado en toda Europa. Interpretaron temas como “Persona Hell” y “Let the blind to see” hasta llegar a “Metalhead till I die” y “Metal is religion”, cerrando con una batalla de guitarras entre el público al son de “Dark heavy metal”. Es curioso destacar que, al igual que en el caso anterior, tampoco contaban con un bajista. En esta ocasión, las dos guitarras de Mou y Markos se encargaron del ritmo, mientras que Julio brilló en la batería. Consiguieron dilatar el tiempo, un fenómeno al alcance de pocas bandas, mediante el cual el tiempo parece ralentizarse a medida que ellos se entregan en el escenario, moviendo a velocidades cercanas a la de la luz las cabezas del público. Fue una experiencia brutal de metal, dejaron el pabellón bien alto y listo para la llegada de Rage.
Finalmente llegó el plato fuerte, una auténtica maravilla. Rage, en formato de trío debido a la ausencia temporal de Steffan, sonaban contundentes y llenos de fuerza. Se notaba la sangre joven de Jean Bormann en la guitarra, mientras que Vassilios se encargaba de la base rítmica de manera impecable. Es destacable la habilidad de Peter en la voz y el bajo, aguantando de manera excepcional. Nos ofrecieron un setlist que recorría las cuatro décadas de la banda formada en 1983, con canciones como “Resurrection Day”, con saltos y gritos de júbilo, “Nevermore” la hermandad entre amigos era palpable en el ambiente. Muchas canciones fueron cantadas a pleno pulmón como “Dont fear the winter” o “My Way”, incluso hubo un cambio de batería en medio del espectáculo. El cierre fue con colaboración de todo el público “Higher than the sky”, sky sky, si bien aún no se ha demostrado científicamente la posibilidad teórica de viajar en el tiempo a través de la música parecía palpable. Rage, a lo largo de su dilatada y extremadamente productiva carrera, con 25 discos y más de 200 canciones, ha desarrollado estilos tan variados que resulta imposible ponerles una sola etiqueta musical. Es concebible que, al presenciar su actuación, experimentáramos un desfase temporal que nos permitiera viajar al pasado… una banda mítica.
No fue un concierto largo ni mucho menos. Fue una experiencia vertiginosa, un viaje alucinante al corazón del metal. Fuimos volando, impulsados por la energía arrolladora que emanaba del escenario. El personal, asombrado, comentó lo corto que se nos hizo a todos, demostrando que el paso del tiempo es relativo en estos momentos de éxtasis musical.
Cuando te acercas a un concierto, el tiempo parece volar. La anticipación se mezcla con la emoción, y los minutos se escapan entre las ansias de que empiece el espectáculo. Cada segundo se vuelve una tortura, una agonía que parece eterna. Pero una vez que estalla el metal, todo cambia. Los riffs atronadores, las melodías frenéticas y los compases implacables nos sumergen en un torbellino de sensaciones.
El sonido envolvente nos transporta a un lugar donde el tiempo se dilata, donde el presente se funde con el pasado y el futuro. Paladeamos cada acorde, cada nota que nos penetra hasta lo más profundo del alma. Cerramos los ojos y nos dejamos llevar por la música, por la pasión desbordante que se desata en cada canción.
Y así, entre la euforia y la entrega total, el concierto llega a su fin. Siempre, siempre, parece que todo ha sido demasiado corto. El éxtasis se desvanece lentamente, dejando un sabor agridulce en nuestros labios. Miramos al siguiente concierto de la agenda, con la esperanza de volver a sumergirnos en ese mar de emociones, de dejarnos llevar una vez más por la fuerza arrolladora del metal, ¡veniros!