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Slaughter to Prevail
Grizzly (2025)

01. Banditos
02. Russian Grizzly In America
03. Imdead (feat. Ronnie Radke)
04. Babayka
05. Viking
06. Koschei
07. Song 3 (feat. BABYMETAL)
08. Lift That Shit
09. Behelit
10. Rodina
11. Conflict
12. Kid of Darkness
13. 1984

Hay discos que no te invitan a escuchar: te emboscan. Grizzly, lo nuevo de Slaughter to Prevail, es justo eso: una descarga de furia rusa que no avisa, que te revuelca en el lodo de breakdowns demoledores y guturales que parecen emerger del mismísimo abismo. Lo increíble es que, en lugar de agotarte, el disco te deja con hambre de más: un testimonio honesto de que la brutalidad sigue teniendo algo que decir cuando es sincera, directa y, paradójicamente, creativa.

Desde el arranque con “Banditos“, la banda parece dejar clara su postura: la idea no es reinventar el deathcore, sino exprimirlo hasta que chorree una violencia más carnal, menos clínica. Las críticas coinciden: el tema abre con un riff groove casi “hardcore” en su actitud, pero rápidamente estalla en esa muralla de sonido que Slaughter to Prevail sabe construir como pocos. La voz de Alex Terrible es puro lodo volcánico: grave, sucia y a ratos casi inhumana. Pero lo interesante es que no solo ruge: también frasea, corta, juega con pausas y arranques, logrando que el tema respire en medio del caos.

Lo que sigue, “Russian Grizzly In America“, es un himno irónico y macabro que parece reírse de su propia brutalidad. El tema retuerce el riffing en algo pegadizo, casi infeccioso, sin sacrificar agresión. La letra funciona como un guiño: una declaración de presencia de estos “osos rusos” plantados en territorio yanqui, rompiendo reglas y tímpanos.

Cuando llega “Imdead“, con la colaboración de Ronnie Radke, la cosa se pone rara y fascinante a la vez. Demás está decir que el contraste funciona: Radke aporta un matiz casi industrial/metalcore moderno, mientras Terrible mantiene el registro cavernoso. El resultado es un tema con aire a hit: más estructurado, menos caótico, pero sin perder filo. La base rítmica de Evgeny Novikov (batería) aquí brilla: precisa, compacta, cargada de detalles. En “Babayka” retoman la veta más oscura: riffs graves, casi sludge por momentos, y un estribillo donde la voz se convierte en mantra. Llegado a este momento del disco podemos destacarlo como de los más pesados del disco, casi opresivo. El tema evoca imágenes de leyendas rusas, de miedos ancestrales que salen del bosque a devorarte. Es breve, pero te aplasta.

Viking” sorprende porque no va por el cliché épico que el nombre sugiere. Más bien, construye un groove monolítico, repetitivo, casi ritual, que te arrastra. Destaca lo hipnótico de su estructura, y te vas estar haciendo headbanging casi sin darte cuenta. En medio, aparecen algunos coros guturales que dan un aire de batalla, pero sin caer en el folk metal fácil. El siguiente corte, “Koschei“, es otro homenaje al folklore ruso, pero aquí todo es más salvaje: blast beats, cambios de ritmo abruptos y riffs que se quiebran como ramas secas. Con el correr de los minutos vas a sentir “una patada en el pecho”  ya que el tema parece querer sacarte del asiento y empujarte al foso. Durante los poco más de 3 minutos, Alex Terrible mete frases en ruso que, incluso sin entenderlas, transmiten una furia pura.

TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: Heaven Shall Burn – Heimat (2025)

Y de repente llega la colaboración más insólita: “Song 3″ con Babymetal. Lo primero que se piensa es que puede ser un desastre… pero no lo es. Las voces agudas de las japonesas se cruzan con los rugidos de Terrible, generando un contraste extraño, casi pop vs. abismo que termina funcionando como respiro, aportando melodía y rareza en el mejor sentido. “Lift That Shit” es posiblemente el momento más directo y hardcore del disco. Por momentos hace recordar a los pasajes más extremos de Slipknot, riffs cortantes, ritmo a medio tiempo que invita a romper cuellos y un estribillo que es puro grito de guerra. Es un tema hecho para el vivo: se siente en la piel que fue pensado para el circle pit.

Promediando el disco, la banda la banda baja apenas el tempo y construye un ambiente más denso cuando llega “Behelit” que destaca los armónicos disonantes, suman tensión y un estribillo menos evidente pero efectivo. Con un arranque que incluye teclados “a lo Rammstein” y juegos vocales entre podrida y limpia hacen un combo diferente a lo que la banda nos tiene acostumbrados. La letra remite a la oscuridad interior, a la lucha contra uno mismo. Es un tema menos inmediato, pero crece con cada escucha. En “Rodina” se puede decir que nos encontramos ante el tema más “melódico” del disco, pero entendiendo melódico dentro de este contexto bestial. Hay guitarras limpias de fondo, una estructura más abierta y un aire de nostalgia oscura. “Rodina” significa “Patria” en ruso, y la canción suena casi como un lamento por lo perdido, entre riffs pesados que no dejan de morder.

Con “Conflict“, vuelven a la pura violencia: un tema breve, de poco más de tres minutos, directo, sin adornos. Terrible escupe palabras como balas, mientras la batería martilla a toda velocidad y se podría asegurar que es el tema más “in your face” del disco. Llegando casi al final “Kid of Darkness” sorprende porque empieza más lento, casi doom, antes de romper en un torbellino de doble bombo y gritos desesperados. Y para cerrar, “1984“. Un final que se podría considerar perfecto: riffs graves, groove y una letra que lanza dardos contra el control, la vigilancia y las mentiras modernas. Musicalmente, es pesado, mid-tempo y cargado de detalles de producción que suman atmósfera.

A nivel general, Grizzly suena menos pulido que discos anteriores: más crudo, más orgánico. Y eso lo favorece. La producción deja respirar el bajo de Mikhail Petrov, que se escucha más presente, y las guitarras suenan gruesas, casi analógicas. Lo lírico no se queda en el gore o la agresión vacía. Hay crítica, hay ironía, hay referencias culturales rusas que los diferencian de cualquier deathcore de manual. Y aunque hay temas que entran fácil (“Imdead”, “Russian Grizzly In America”), otros requieren más escuchas (“Behelit”, “Rodina”). Esa es la gracia: es un disco que castiga, pero también premia la atención.

En resumen, Grizzly no reinventa la rueda, pero la hace girar con más rabia, humor negro y carácter que la mayoría de sus colegas. Es Slaughter to Prevail diciendo: “Esto es lo que somos: feos, pesados, rusos y orgullosos”. Y la honestidad, en tiempos de fórmulas vacías, es la mejor arma.

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Slaughter to Prevail
Grizzly (2025)

01. Banditos
02. Russian Grizzly In America
03. Imdead (feat. Ronnie Radke)
04. Babayka
05. Viking
06. Koschei
07. Song 3 (feat. BABYMETAL)
08. Lift That Shit
09. Behelit
10. Rodina
11. Conflict
12. Kid of Darkness
13. 1984




Hay discos que no te invitan a escuchar: te emboscan. Grizzly, lo nuevo de Slaughter to Prevail, es justo eso: una descarga de furia rusa que no avisa, que te revuelca en el lodo de breakdowns demoledores y guturales que parecen emerger del mismísimo abismo. Lo increíble es que, en lugar de agotarte, el disco te deja con hambre de más: un testimonio honesto de que la brutalidad sigue teniendo algo que decir cuando es sincera, directa y, paradójicamente, creativa.

Desde el arranque con “Banditos“, la banda parece dejar clara su postura: la idea no es reinventar el deathcore, sino exprimirlo hasta que chorree una violencia más carnal, menos clínica. Las críticas coinciden: el tema abre con un riff groove casi “hardcore” en su actitud, pero rápidamente estalla en esa muralla de sonido que Slaughter to Prevail sabe construir como pocos. La voz de Alex Terrible es puro lodo volcánico: grave, sucia y a ratos casi inhumana. Pero lo interesante es que no solo ruge: también frasea, corta, juega con pausas y arranques, logrando que el tema respire en medio del caos.

Lo que sigue, “Russian Grizzly In America“, es un himno irónico y macabro que parece reírse de su propia brutalidad. El tema retuerce el riffing en algo pegadizo, casi infeccioso, sin sacrificar agresión. La letra funciona como un guiño: una declaración de presencia de estos “osos rusos” plantados en territorio yanqui, rompiendo reglas y tímpanos.

Cuando llega “Imdead“, con la colaboración de Ronnie Radke, la cosa se pone rara y fascinante a la vez. Demás está decir que el contraste funciona: Radke aporta un matiz casi industrial/metalcore moderno, mientras Terrible mantiene el registro cavernoso. El resultado es un tema con aire a hit: más estructurado, menos caótico, pero sin perder filo. La base rítmica de Evgeny Novikov (batería) aquí brilla: precisa, compacta, cargada de detalles. En “Babayka” retoman la veta más oscura: riffs graves, casi sludge por momentos, y un estribillo donde la voz se convierte en mantra. Llegado a este momento del disco podemos destacarlo como de los más pesados del disco, casi opresivo. El tema evoca imágenes de leyendas rusas, de miedos ancestrales que salen del bosque a devorarte. Es breve, pero te aplasta.

Viking” sorprende porque no va por el cliché épico que el nombre sugiere. Más bien, construye un groove monolítico, repetitivo, casi ritual, que te arrastra. Destaca lo hipnótico de su estructura, y te vas estar haciendo headbanging casi sin darte cuenta. En medio, aparecen algunos coros guturales que dan un aire de batalla, pero sin caer en el folk metal fácil. El siguiente corte, “Koschei“, es otro homenaje al folklore ruso, pero aquí todo es más salvaje: blast beats, cambios de ritmo abruptos y riffs que se quiebran como ramas secas. Con el correr de los minutos vas a sentir “una patada en el pecho”  ya que el tema parece querer sacarte del asiento y empujarte al foso. Durante los poco más de 3 minutos, Alex Terrible mete frases en ruso que, incluso sin entenderlas, transmiten una furia pura.

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Y de repente llega la colaboración más insólita: “Song 3″ con Babymetal. Lo primero que se piensa es que puede ser un desastre… pero no lo es. Las voces agudas de las japonesas se cruzan con los rugidos de Terrible, generando un contraste extraño, casi pop vs. abismo que termina funcionando como respiro, aportando melodía y rareza en el mejor sentido. “Lift That Shit” es posiblemente el momento más directo y hardcore del disco. Por momentos hace recordar a los pasajes más extremos de Slipknot, riffs cortantes, ritmo a medio tiempo que invita a romper cuellos y un estribillo que es puro grito de guerra. Es un tema hecho para el vivo: se siente en la piel que fue pensado para el circle pit.

Promediando el disco, la banda la banda baja apenas el tempo y construye un ambiente más denso cuando llega “Behelit” que destaca los armónicos disonantes, suman tensión y un estribillo menos evidente pero efectivo. Con un arranque que incluye teclados “a lo Rammstein” y juegos vocales entre podrida y limpia hacen un combo diferente a lo que la banda nos tiene acostumbrados. La letra remite a la oscuridad interior, a la lucha contra uno mismo. Es un tema menos inmediato, pero crece con cada escucha. En “Rodina” se puede decir que nos encontramos ante el tema más “melódico” del disco, pero entendiendo melódico dentro de este contexto bestial. Hay guitarras limpias de fondo, una estructura más abierta y un aire de nostalgia oscura. “Rodina” significa “Patria” en ruso, y la canción suena casi como un lamento por lo perdido, entre riffs pesados que no dejan de morder.

Con “Conflict“, vuelven a la pura violencia: un tema breve, de poco más de tres minutos, directo, sin adornos. Terrible escupe palabras como balas, mientras la batería martilla a toda velocidad y se podría asegurar que es el tema más “in your face” del disco. Llegando casi al final “Kid of Darkness” sorprende porque empieza más lento, casi doom, antes de romper en un torbellino de doble bombo y gritos desesperados. Y para cerrar, “1984“. Un final que se podría considerar perfecto: riffs graves, groove y una letra que lanza dardos contra el control, la vigilancia y las mentiras modernas. Musicalmente, es pesado, mid-tempo y cargado de detalles de producción que suman atmósfera.

A nivel general, Grizzly suena menos pulido que discos anteriores: más crudo, más orgánico. Y eso lo favorece. La producción deja respirar el bajo de Mikhail Petrov, que se escucha más presente, y las guitarras suenan gruesas, casi analógicas. Lo lírico no se queda en el gore o la agresión vacía. Hay crítica, hay ironía, hay referencias culturales rusas que los diferencian de cualquier deathcore de manual. Y aunque hay temas que entran fácil (“Imdead”, “Russian Grizzly In America”), otros requieren más escuchas (“Behelit”, “Rodina”). Esa es la gracia: es un disco que castiga, pero también premia la atención.

En resumen, Grizzly no reinventa la rueda, pero la hace girar con más rabia, humor negro y carácter que la mayoría de sus colegas. Es Slaughter to Prevail diciendo: “Esto es lo que somos: feos, pesados, rusos y orgullosos”. Y la honestidad, en tiempos de fórmulas vacías, es la mejor arma.

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