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Fotos y crónica: Julieta G. López
El pasado domingo 6 de octubre, la sala Silikona de Madrid vibró con una noche de metal extremo organizada por Madrid Death Fest. La jornada estuvo protagonizada por dos pesos pesados del género: desde Alemania, Stillbirth, con su característico “party death metal” lleno de riffs demoledores y una actitud festiva; y desde Francia, Kanine, representando al deathcore con la energía desbordante que hizo que los fanáticos del mosh pit desataran su furia.
Antes de que comenzara la tormenta de decibelios, los músicos de ambas bandas interactuaban con los asistentes de forma cercana y desenfadada. Los miembros de Stillbirth, fieles a su estilo, llevaban sus ya clásicos shorts playeros mientras vendían merchandising y charlaban con los fans. Por otro lado, Jason, el vocalista de Kanine, no dudó en practicar guturales con algunos seguidores mientras se tomaba fotos, mostrando su buena disposición y su cercanía con el público.
La velada comenzó con apenas unos minutos de retraso, y la atmósfera en la sala no podía ser más eléctrica. Kanine fue la primera banda en tomar el escenario, y desde los primeros acordes quedó claro que el público estaba preparado para el caos. Entre patadas y puños voladores en el mosh, la banda francesa demostró por qué es una de las promesas más sólidas del deathcore. A pesar de su corta trayectoria, el sonido fue preciso y contundente, amplificado por la energía frenética de los asistentes que no pararon de apoyar cada breakdown.
Con el público ya encendido, llegó el turno de Stillbirth, los “Beach Boys del death metal”. El ambiente, cargado de adrenalina, alcanzó nuevas cotas cuando los alemanes subieron al escenario. Fieles a su estilo, no tardaron en hacer referencia al sol y la playa española, añadiendo su toque humorístico al brutal espectáculo que estaba por comenzar. El setlist fue una sucesión de golpes sonoros, ejecutados con precisión quirúrgica y una energía desbordante.
La interacción de Stillbirth con el público fue uno de los momentos más destacados de la noche. Los vocalistas Lukas y Szymon bajaron varias veces del escenario para cantar junto a los fans, creando una conexión única. El sudor y la adrenalina se palpaban en el aire mientras los alemanes convertían la sala en una auténtica fiesta brutal, cerrando la noche con un despliegue de técnica y carisma.
En resumen, la noche fue una celebración intensa del death metal en todas sus formas, donde la vieja y la nueva escuela se encontraron entre guturales, breakdowns y mosh pits caóticos. Stillbirth y Kanine no solo demostraron por qué son referentes en la escena, sino que también ofrecieron una experiencia cercana y brutal que dejó a Madrid con ganas de más.
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Fotos y crónica: Julieta G. López
El pasado domingo 6 de octubre, la sala Silikona de Madrid vibró con una noche de metal extremo organizada por Madrid Death Fest. La jornada estuvo protagonizada por dos pesos pesados del género: desde Alemania, Stillbirth, con su característico “party death metal” lleno de riffs demoledores y una actitud festiva; y desde Francia, Kanine, representando al deathcore con la energía desbordante que hizo que los fanáticos del mosh pit desataran su furia.
Antes de que comenzara la tormenta de decibelios, los músicos de ambas bandas interactuaban con los asistentes de forma cercana y desenfadada. Los miembros de Stillbirth, fieles a su estilo, llevaban sus ya clásicos shorts playeros mientras vendían merchandising y charlaban con los fans. Por otro lado, Jason, el vocalista de Kanine, no dudó en practicar guturales con algunos seguidores mientras se tomaba fotos, mostrando su buena disposición y su cercanía con el público.
La velada comenzó con apenas unos minutos de retraso, y la atmósfera en la sala no podía ser más eléctrica. Kanine fue la primera banda en tomar el escenario, y desde los primeros acordes quedó claro que el público estaba preparado para el caos. Entre patadas y puños voladores en el mosh, la banda francesa demostró por qué es una de las promesas más sólidas del deathcore. A pesar de su corta trayectoria, el sonido fue preciso y contundente, amplificado por la energía frenética de los asistentes que no pararon de apoyar cada breakdown.
Con el público ya encendido, llegó el turno de Stillbirth, los “Beach Boys del death metal”. El ambiente, cargado de adrenalina, alcanzó nuevas cotas cuando los alemanes subieron al escenario. Fieles a su estilo, no tardaron en hacer referencia al sol y la playa española, añadiendo su toque humorístico al brutal espectáculo que estaba por comenzar. El setlist fue una sucesión de golpes sonoros, ejecutados con precisión quirúrgica y una energía desbordante.
La interacción de Stillbirth con el público fue uno de los momentos más destacados de la noche. Los vocalistas Lukas y Szymon bajaron varias veces del escenario para cantar junto a los fans, creando una conexión única. El sudor y la adrenalina se palpaban en el aire mientras los alemanes convertían la sala en una auténtica fiesta brutal, cerrando la noche con un despliegue de técnica y carisma.
En resumen, la noche fue una celebración intensa del death metal en todas sus formas, donde la vieja y la nueva escuela se encontraron entre guturales, breakdowns y mosh pits caóticos. Stillbirth y Kanine no solo demostraron por qué son referentes en la escena, sino que también ofrecieron una experiencia cercana y brutal que dejó a Madrid con ganas de más.