Las noches de enero en Barcelona, con su frío y sus sombras alargadas, raramente son el escenario ideal para la euforia musical. Sin embargo, en el oscuro rincón de la Sala Salamandra, la ciudad condal se preparaba para ser testigo de un evento que desafiaría la lógica temporal. Los lunes no son los días más propicios para un concierto, pero cuando la brutalidad se cierne sobre el público, la semana se desdibuja en un torbellino sonoro.
Los neozelandeses Organectomy, como sombras emergiendo de las antípodas, descorcharon la velada. Entre tinieblas, su brutal death resonó en la Sala Salamandra, ganándose al respetable desde los primeros acordes. La voz tenebrosa de Tyler Jordan, cual invocación a lo desconocido, se entrelazó con una batería destacada que marcaba el compás de una ceremonia sónica.
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Acto seguido, como un desfile de entidades modernas, los norteamericanos de Enterprise Earth se apoderaron del escenario con su deathcore melódico. Sin embargo, su propuesta contemporánea chocó con la resistencia del público. Su actuación, aunque impecable, quedó atrapada en un purgatorio de indiferencia, un contrapunto a la vorágine brutal que se avecinaba.
Un nuevo paréntesis, y Sanguisugabogg emergió como el redentor del death metal más tradicional. Con ecos de los noventa, recordaron a los titanes de la época, con una estática intensidad que sumió a los presentes en una especie de trance. Un tibio preámbulo para lo que se avecinaba, un calentamiento ritual para los adoradores del metal más oscuro.
Y entonces, desde los confines de Long Island, Suffocation irrumpió en el Salamandra, haciendo que olvidáramos todo lo que había sucedido esa noche. Desde el primer rugido de “Seraphim Enslavement,” la sala fue un campo de batalla sonoro. La calidad técnica se fusionó con una intensidad que solo los creadores del “Effigy Of The Forgotten” podrían insuflar en cada acorde.
La mítica “Pierced From Within” resonó como un eco desde el pasado, recordando a las generaciones presentes cómo la velocidad puede desafiar las leyes establecidas. Terrance Hobbs, con menos rastas pero con la misma maestría, demostró ser una figura clave en la historia del death metal.
En un concierto marcado por la brevedad, Suffocation zanjó su comparecencia demoledora con “Clarity Through Deprivation”. Aplausos, puños en alto y la sensación generalizada de que los reyes del género siguen reinando, como un titán eterno que se niega a ceder su trono.
La Sala Salamandra, testigo de esta epopeya musical, quedó impregnada con la esencia de una noche donde el tiempo se distorsionó y el brutal death metal reinó supremo, desafiando la lógica de los días de la semana y dejando a los presentes con la certeza de que, aunque los lunes sean sombríos, pueden transformarse en noches legendarias.
Las noches de enero en Barcelona, con su frío y sus sombras alargadas, raramente son el escenario ideal para la euforia musical. Sin embargo, en el oscuro rincón de la Sala Salamandra, la ciudad condal se preparaba para ser testigo de un evento que desafiaría la lógica temporal. Los lunes no son los días más propicios para un concierto, pero cuando la brutalidad se cierne sobre el público, la semana se desdibuja en un torbellino sonoro.
Los neozelandeses Organectomy, como sombras emergiendo de las antípodas, descorcharon la velada. Entre tinieblas, su brutal death resonó en la Sala Salamandra, ganándose al respetable desde los primeros acordes. La voz tenebrosa de Tyler Jordan, cual invocación a lo desconocido, se entrelazó con una batería destacada que marcaba el compás de una ceremonia sónica.
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Y entonces, desde los confines de Long Island, Suffocation irrumpió en el Salamandra, haciendo que olvidáramos todo lo que había sucedido esa noche. Desde el primer rugido de “Seraphim Enslavement,” la sala fue un campo de batalla sonoro. La calidad técnica se fusionó con una intensidad que solo los creadores del “Effigy Of The Forgotten” podrían insuflar en cada acorde.
La mítica “Pierced From Within” resonó como un eco desde el pasado, recordando a las generaciones presentes cómo la velocidad puede desafiar las leyes establecidas. Terrance Hobbs, con menos rastas pero con la misma maestría, demostró ser una figura clave en la historia del death metal.
En un concierto marcado por la brevedad, Suffocation zanjó su comparecencia demoledora con “Clarity Through Deprivation”. Aplausos, puños en alto y la sensación generalizada de que los reyes del género siguen reinando, como un titán eterno que se niega a ceder su trono.
La Sala Salamandra, testigo de esta epopeya musical, quedó impregnada con la esencia de una noche donde el tiempo se distorsionó y el brutal death metal reinó supremo, desafiando la lógica de los días de la semana y dejando a los presentes con la certeza de que, aunque los lunes sean sombríos, pueden transformarse en noches legendarias.