

Soy Mauro, llevo 25 años madrugando y vistiendo de traje, tengo 55 años, odio mi vida y mi trabajo. Mi mujer no me soporta y mis dos hijos, en plena adolescencia, me tratan con el mismo desprecio que el jefe. Los compañeros en el banco se encargan de hacerme el día a día aún peor, usar gafas y tener el pelo largo siendo un “viejo” da mucho juego. Pero algo está creciendo en mi.
Lo decidí esta mañana, sentado en la misma silla delante del mismo ordenador. El zumbido constante de los fluorescentes (mi condena silenciosa), los expedientes (montañas de papel anodino) siempre creciendo, como el eco de las quejas de mi jefe (fuera de tono y crueles). Cada día, obediencia y sumisión, agachar la cabeza y sonreír, la piel se me arrugaba con el peso de la monotonía, envejeciendo por fuera, muriendo por dentro. “Aguantar hasta ganar”, me repetía, y mi alma de metalhead se encogía bajo el yugo de los números, año tras año. La luz de Madrid, gris como mi traje, apenas se filtra por la ventana, prometiendo otra mañana de mierda. Existencia difuminada.
Pero algo, feroz y olvidado, está naciendo y creciendo en mi barriga cervecera, desde hace unos meses algo se ha agitado mientras escucho vinilos en casa (siempre con cascos para no molestar), he comprado una cámara digital a escondidas (los gastos me los controla la parienta) y algunos objetivos usados. He bajado al sótano a por mis camisetas negras (ajadas pero leales), incluso el pantalón de cuero y la chupa (con el parche de los Sabbath) seguían bien doblados en la caja. Esta noche voy a salir a hurtadillas y me voy a ir a la Wurli a hacer fotos, a ver si me dan un par de hostias en el pogo y me siento vivo.
Es 26 de julio de 2025, fecha de mi renacer. La noche rugió. ¡Ah, la noche! Momento de la transfiguración. El traje voló, la corbata se desvaneció, un cuero negro me enfundó como una segunda piel. Mi pelo, siempre dócil, se desató en una melena rebelde. Con un crujido satisfactorio, rompí mis gafas (Lit.), nueva visión del mundo. El equipo fotográfico (pesado y bendito), mi armadura para lo que viniera. Ya no era solo un nombre murmurado en el eco de una oficina, ni una sombra en el ordenador, ahora soy “Only Metal Photos”. Mi misión (sagrada y urgente) me empujaba a la mítica sala Wurlitzer Ballroom de Madrid para cazar la esencia cruda de las bestias sonoras en el Summer Hardcore Fest. Necesito esa adrenalina, esa descarga de energía. Para romper la jaula de cristal que me espera al amanecer.
Para sobrevivir. Para no morirme de pena.
Cuando salgo del metro por la Gran Vía me siento una hormiga entre tanta gente, doblo la esquina con Montera y ya veo un buen grupo de metaleros haciendo cola. Parece que va a ser una buena entrada. Con nervios reviso, otra vez, que no me he dejado nada para hacer las fotos y que tengo suficientes baterías para 4 bandas. La camiseta de El Altar del Holocausto me queda ajustada y me da verguenza como marca mis curvas cerveceras, pero el orgullo de llevarla pesa más.
Entro de los primeros a la Wurli, los miembros de Convictivm ya listos para empezar me reciben al fondo. La sala tiene todavía poca gente y el hueco delante del escenario es aprovechado por los primeros bailarines del hardcore con sus puñetazos al aire, patadas, saltos y demás expresiones de alegría. La música me parece contundente y pesada para el hardcore y la voz principal densa y llena de técnica, con tramos guturales y partes algo más melódicas. Musicalmente es rica en construcciones y variaciones. Se notan las ganas de los cuatro integrantes aunque el peso gestual y de energía se centra en su bajista, que pronto baja entre el público, y su frontman, poderoso en presencia y vozarrón.
Objetivo 23mm fijo con el diafragma en 1.4, velocidad de obturación entre 1/400 a 1/1000, según la zona del escenario, el frontal alumbrado, laterales y fondos casi en oscuridad. También compenso con el ISO pero casi nunca bajo de 8.000. Mi misión es conseguir una foto válida de cada miembro antes de cambiar al angular. Empiezo con el guitarrista a la izquierda, bastante estático y concentrado en sus notas. Paso al cantante que no deja de regalar posturas y gestos, pronto quedo satisfecho con un par de cerca en las que me parece que el foco es perfecto. Paso al otro lado del escenario con cuidado de no molestar al personal y de no llevarme ningún golpe.
Centro toda mi atención en el bajista, quiero sacar alguna a la altura de sus ojos sin que el mástil del bajo salga de cuadro, complicado, pero algo se consigue. Giro del todo a la derecha y me coloco en el pasillo que da a los servicios para sacar lo que puedo del batería escondido tras sus hierros y los amplis que forman casi una barrera, su actitud es de entrega total golpeando la batería con ganas y dejando caras expresivas. Es el momento de cambiar al gran angular y aprovechar la pausa para disfrutar de la música y tratar de sacar detalles, me encanta como machacan un riff y como las canciones cambian de tempo y se desarrollan. Hay que escuchar más la banda me digo mientras comienzo a sacar fotos más generales de la sala y la banda o de cada miembro buscando que se vean los pies. Cuando quedo contento monto el 35mm y me dedico a cazar fotos cortas, también me centro en el batería para conseguir algo mejor que antes. Volando se pasan las tres canciones, me coloco en un lateral para no molestar al público y dejar sitio a Morillas.
El arranque ha sido espectacular, tras una pequeña pausa llega el turno de Tiempos de Ira, la banda arrastra un montón de fans desde la entrada y se llena la Wurli en segundos. Se ven muchísimas camisetas de la banda y los gritos para recibir a los dos cantantes se me contagian, los nervios vuelven, a ver qué tal se dan las fotos. Parece que las luces no cambian y seguimos con el alumbrado de la parte frontal, repito el orden en las lentes, 23 mm, gran angular y 35mm, buscando siempre tener una foto de cada miembro. La banda regala gestos, saltos y actitud desde el arranque, tener a toda la sala coreando tus temas, pidiendo canciones por el título y entregados por completo es espectacular como invitado, imagino la sensación como protagonista. Invierto mucho rato en tratar de captar el ambientazo de la sala y retratar a los presentes en la roja y oscura luz del local. Tema tras tema la energía aumenta, con dos invitados sobre las tablas, público cantando con el micro, grupos de amigos abrazados y saltando, crowd surfing, pogos salvajes, alguna caída que otra (siempre levantando al accidentado), una salvajada permanente. También destaco el bis con “Ruido”, espectacular en ejecución musical y con la coña de repetirlo creo que nos pillaron a todos (aunque no nos hubiera importado que siguieran un ratejo más). Tanto música como letras, muy reivindicativas, me llegaron y ya llevo varias vueltas a sus canciones, fue el descubrimiento de la noche…
Con una pausa más larga de lo normal llegó El Santo, su implicación por dejar el escenario con sus alzadores, bandera, soporte se agradece Este interés por tenerlo todo bien es reflejo de su profesionalidad, cuánto les importa su propuesta y su banda. También eres lo que se ve y el resultado fue deslumbrante. Cuando arrancó el concierto, ¡madre mía!, menuda “despeinada”, qué absoluto muro de sonido, menuda contundencia en la parte rítmica, que machaque en los riff, (repetidos, pero con maestría, muy cercana en uso al metal). Sobre el frontman y su habilidad vocal solo puedo quitarme el sombrero, espectacular, sublime: técnica, ejecución, tempo y una mala leche lanzada en cada texto que te removía a la vez que te arrancaba el pecho. Grandioso uso de los coros, en nada yo también estaba coreando entre foto y foto. Este tipo de grupo, donde todos se entregan en cada tema, son los más fáciles de fotografíar y donde más sientes que solo tienes que ajustar encuadre y disparar, todo sucede con facilidad e inmediatez delante de tu objetivo. Para ellos me aleje y coloque detrás del pogo, quería fotos frontales de los cuatro y conseguir captar las poses de brazos abiertos. Se me pasó volando el setlist completo que no bajó de los 40 minutos, me parecieron de 15. Me quedo con “A la Fuerza” y “Obsoleto” pero cualquier tema estuvo a nivel top, el hardcore tiene futuro con esta banda y espero volver a verlos pronto por Madrid.
Para cerrar Lust. Sospechosos habituales en la escena hardcore, buscados por dar cera desmedida y ser unos tipos de 10, entraron con una alegría contagiosa. Vestidos en sus mejores galas veraniegas, gafas de sol incluidas, acompañados por Jimi Jamison, que siempre estará… para recordarnos el verano y sus playas… La güasa duró lo que el tema tardó en difuminarse, de ahí en adelante, “zapatilla” de la buena con su mezcla de Hardcore, Death y Black. Me encantan las partes más “sucias” de sus temas pero tengo que reconocer que las voces limpias es lo que hace que “me quede”, no sé ya las vueltas que llevará “Invictus” en mi contador. Musicalmente son espectaculares y es genial verlos en acción pegado a sus instrumentos. La luz de la Wurli sigue estable y vuelvo a repetir el trío de objetivos, pero empezando con el gran angular, al ser 5 en el escenario prefiero empezar a lo grande, para ir cerrando. Su frontman entra con gorra y gafas, sin verle los ojos trato de encontrar gestos y actitud, su agresividad facilita mi trabajo, pronto veo fotos cargadas de dinamismo, intensidad y brío, pierdo el momento en que escupe su cerveza, me da mucha rabia, pero el instinto de proteger la cámara supera al de conseguir congelar el instante… Posteriormente, sin su disfraz veraniego, sombrero ni gafas, conseguí capturas más expresivas y llenas de vehemencia. El set de 45 minutos pasó como 5 en mi cabeza y fue una gozadera compartida con todo el personal, llena de temazos y momentos destacados. Como la versión de Terror, super celebrada y muy bailada mientras se coreaba cada línea o el crowd surfing donde se temió por la vida del cantante. Una actuación profesional super fluida y cañera que cierra un festival de un nivel muy alto, bien equilibrado con las bandas, cada una con un hardcore personal pero sobresaliente en lo musical y excepcional en la entrega. Muy bien acompañado por la mejor sala posible y una técnica a la altura. Ojalá sea el primer Summer Hardcore Fest de muchas ediciones.
Bajando Gran Vía dirección Plaza de España, como buen contable, recuento. Me golpearon en la cadera con fuerza, fui empotrado contra la cabina del técnico de sonido provocando que me retorciera de dolor, una deportiva me golpeó encima del ojo dejando un buen arañazo. Dos moratones y el raspón. Montones de fotos que revisar (4.000 aprox.). Conversaciones y risas. Una birra. Adrenalina, sudada, zumbido en los oídos. Momentazos para recordar. Como dicen los sabios de Delobos, “haz las cuentas, ¿qué te llevas tú?” deseando que llegue el siguiente… ¡nos vemos en las salas!


Soy Mauro, llevo 25 años madrugando y vistiendo de traje, tengo 55 años, odio mi vida y mi trabajo. Mi mujer no me soporta y mis dos hijos, en plena adolescencia, me tratan con el mismo desprecio que el jefe. Los compañeros en el banco se encargan de hacerme el día a día aún peor, usar gafas y tener el pelo largo siendo un “viejo” da mucho juego. Pero algo está creciendo en mi.
Lo decidí esta mañana, sentado en la misma silla delante del mismo ordenador. El zumbido constante de los fluorescentes (mi condena silenciosa), los expedientes (montañas de papel anodino) siempre creciendo, como el eco de las quejas de mi jefe (fuera de tono y crueles). Cada día, obediencia y sumisión, agachar la cabeza y sonreír, la piel se me arrugaba con el peso de la monotonía, envejeciendo por fuera, muriendo por dentro. “Aguantar hasta ganar”, me repetía, y mi alma de metalhead se encogía bajo el yugo de los números, año tras año. La luz de Madrid, gris como mi traje, apenas se filtra por la ventana, prometiendo otra mañana de mierda. Existencia difuminada.
Pero algo, feroz y olvidado, está naciendo y creciendo en mi barriga cervecera, desde hace unos meses algo se ha agitado mientras escucho vinilos en casa (siempre con cascos para no molestar), he comprado una cámara digital a escondidas (los gastos me los controla la parienta) y algunos objetivos usados. He bajado al sótano a por mis camisetas negras (ajadas pero leales), incluso el pantalón de cuero y la chupa (con el parche de los Sabbath) seguían bien doblados en la caja. Esta noche voy a salir a hurtadillas y me voy a ir a la Wurli a hacer fotos, a ver si me dan un par de hostias en el pogo y me siento vivo.
Es 26 de julio de 2025, fecha de mi renacer. La noche rugió. ¡Ah, la noche! Momento de la transfiguración. El traje voló, la corbata se desvaneció, un cuero negro me enfundó como una segunda piel. Mi pelo, siempre dócil, se desató en una melena rebelde. Con un crujido satisfactorio, rompí mis gafas (Lit.), nueva visión del mundo. El equipo fotográfico (pesado y bendito), mi armadura para lo que viniera. Ya no era solo un nombre murmurado en el eco de una oficina, ni una sombra en el ordenador, ahora soy “Only Metal Photos”. Mi misión (sagrada y urgente) me empujaba a la mítica sala Wurlitzer Ballroom de Madrid para cazar la esencia cruda de las bestias sonoras en el Summer Hardcore Fest. Necesito esa adrenalina, esa descarga de energía. Para romper la jaula de cristal que me espera al amanecer.
Para sobrevivir. Para no morirme de pena.
Cuando salgo del metro por la Gran Vía me siento una hormiga entre tanta gente, doblo la esquina con Montera y ya veo un buen grupo de metaleros haciendo cola. Parece que va a ser una buena entrada. Con nervios reviso, otra vez, que no me he dejado nada para hacer las fotos y que tengo suficientes baterías para 4 bandas. La camiseta de El Altar del Holocausto me queda ajustada y me da verguenza como marca mis curvas cerveceras, pero el orgullo de llevarla pesa más.
Entro de los primeros a la Wurli, los miembros de Convictivm ya listos para empezar me reciben al fondo. La sala tiene todavía poca gente y el hueco delante del escenario es aprovechado por los primeros bailarines del hardcore con sus puñetazos al aire, patadas, saltos y demás expresiones de alegría. La música me parece contundente y pesada para el hardcore y la voz principal densa y llena de técnica, con tramos guturales y partes algo más melódicas. Musicalmente es rica en construcciones y variaciones. Se notan las ganas de los cuatro integrantes aunque el peso gestual y de energía se centra en su bajista, que pronto baja entre el público, y su frontman, poderoso en presencia y vozarrón.
Objetivo 23mm fijo con el diafragma en 1.4, velocidad de obturación entre 1/400 a 1/1000, según la zona del escenario, el frontal alumbrado, laterales y fondos casi en oscuridad. También compenso con el ISO pero casi nunca bajo de 8.000. Mi misión es conseguir una foto válida de cada miembro antes de cambiar al angular. Empiezo con el guitarrista a la izquierda, bastante estático y concentrado en sus notas. Paso al cantante que no deja de regalar posturas y gestos, pronto quedo satisfecho con un par de cerca en las que me parece que el foco es perfecto. Paso al otro lado del escenario con cuidado de no molestar al personal y de no llevarme ningún golpe.
Centro toda mi atención en el bajista, quiero sacar alguna a la altura de sus ojos sin que el mástil del bajo salga de cuadro, complicado, pero algo se consigue. Giro del todo a la derecha y me coloco en el pasillo que da a los servicios para sacar lo que puedo del batería escondido tras sus hierros y los amplis que forman casi una barrera, su actitud es de entrega total golpeando la batería con ganas y dejando caras expresivas. Es el momento de cambiar al gran angular y aprovechar la pausa para disfrutar de la música y tratar de sacar detalles, me encanta como machacan un riff y como las canciones cambian de tempo y se desarrollan. Hay que escuchar más la banda me digo mientras comienzo a sacar fotos más generales de la sala y la banda o de cada miembro buscando que se vean los pies. Cuando quedo contento monto el 35mm y me dedico a cazar fotos cortas, también me centro en el batería para conseguir algo mejor que antes. Volando se pasan las tres canciones, me coloco en un lateral para no molestar al público y dejar sitio a Morillas.
El arranque ha sido espectacular, tras una pequeña pausa llega el turno de Tiempos de Ira, la banda arrastra un montón de fans desde la entrada y se llena la Wurli en segundos. Se ven muchísimas camisetas de la banda y los gritos para recibir a los dos cantantes se me contagian, los nervios vuelven, a ver qué tal se dan las fotos. Parece que las luces no cambian y seguimos con el alumbrado de la parte frontal, repito el orden en las lentes, 23 mm, gran angular y 35mm, buscando siempre tener una foto de cada miembro. La banda regala gestos, saltos y actitud desde el arranque, tener a toda la sala coreando tus temas, pidiendo canciones por el título y entregados por completo es espectacular como invitado, imagino la sensación como protagonista. Invierto mucho rato en tratar de captar el ambientazo de la sala y retratar a los presentes en la roja y oscura luz del local. Tema tras tema la energía aumenta, con dos invitados sobre las tablas, público cantando con el micro, grupos de amigos abrazados y saltando, crowd surfing, pogos salvajes, alguna caída que otra (siempre levantando al accidentado), una salvajada permanente. También destaco el bis con “Ruido”, espectacular en ejecución musical y con la coña de repetirlo creo que nos pillaron a todos (aunque no nos hubiera importado que siguieran un ratejo más). Tanto música como letras, muy reivindicativas, me llegaron y ya llevo varias vueltas a sus canciones, fue el descubrimiento de la noche…
Con una pausa más larga de lo normal llegó El Santo, su implicación por dejar el escenario con sus alzadores, bandera, soporte se agradece Este interés por tenerlo todo bien es reflejo de su profesionalidad, cuánto les importa su propuesta y su banda. También eres lo que se ve y el resultado fue deslumbrante. Cuando arrancó el concierto, ¡madre mía!, menuda “despeinada”, qué absoluto muro de sonido, menuda contundencia en la parte rítmica, que machaque en los riff, (repetidos, pero con maestría, muy cercana en uso al metal). Sobre el frontman y su habilidad vocal solo puedo quitarme el sombrero, espectacular, sublime: técnica, ejecución, tempo y una mala leche lanzada en cada texto que te removía a la vez que te arrancaba el pecho. Grandioso uso de los coros, en nada yo también estaba coreando entre foto y foto. Este tipo de grupo, donde todos se entregan en cada tema, son los más fáciles de fotografíar y donde más sientes que solo tienes que ajustar encuadre y disparar, todo sucede con facilidad e inmediatez delante de tu objetivo. Para ellos me aleje y coloque detrás del pogo, quería fotos frontales de los cuatro y conseguir captar las poses de brazos abiertos. Se me pasó volando el setlist completo que no bajó de los 40 minutos, me parecieron de 15. Me quedo con “A la Fuerza” y “Obsoleto” pero cualquier tema estuvo a nivel top, el hardcore tiene futuro con esta banda y espero volver a verlos pronto por Madrid.
Para cerrar Lust. Sospechosos habituales en la escena hardcore, buscados por dar cera desmedida y ser unos tipos de 10, entraron con una alegría contagiosa. Vestidos en sus mejores galas veraniegas, gafas de sol incluidas, acompañados por Jimi Jamison, que siempre estará… para recordarnos el verano y sus playas… La güasa duró lo que el tema tardó en difuminarse, de ahí en adelante, “zapatilla” de la buena con su mezcla de Hardcore, Death y Black. Me encantan las partes más “sucias” de sus temas pero tengo que reconocer que las voces limpias es lo que hace que “me quede”, no sé ya las vueltas que llevará “Invictus” en mi contador. Musicalmente son espectaculares y es genial verlos en acción pegado a sus instrumentos. La luz de la Wurli sigue estable y vuelvo a repetir el trío de objetivos, pero empezando con el gran angular, al ser 5 en el escenario prefiero empezar a lo grande, para ir cerrando. Su frontman entra con gorra y gafas, sin verle los ojos trato de encontrar gestos y actitud, su agresividad facilita mi trabajo, pronto veo fotos cargadas de dinamismo, intensidad y brío, pierdo el momento en que escupe su cerveza, me da mucha rabia, pero el instinto de proteger la cámara supera al de conseguir congelar el instante… Posteriormente, sin su disfraz veraniego, sombrero ni gafas, conseguí capturas más expresivas y llenas de vehemencia. El set de 45 minutos pasó como 5 en mi cabeza y fue una gozadera compartida con todo el personal, llena de temazos y momentos destacados. Como la versión de Terror, super celebrada y muy bailada mientras se coreaba cada línea o el crowd surfing donde se temió por la vida del cantante. Una actuación profesional super fluida y cañera que cierra un festival de un nivel muy alto, bien equilibrado con las bandas, cada una con un hardcore personal pero sobresaliente en lo musical y excepcional en la entrega. Muy bien acompañado por la mejor sala posible y una técnica a la altura. Ojalá sea el primer Summer Hardcore Fest de muchas ediciones.
Bajando Gran Vía dirección Plaza de España, como buen contable, recuento. Me golpearon en la cadera con fuerza, fui empotrado contra la cabina del técnico de sonido provocando que me retorciera de dolor, una deportiva me golpeó encima del ojo dejando un buen arañazo. Dos moratones y el raspón. Montones de fotos que revisar (4.000 aprox.). Conversaciones y risas. Una birra. Adrenalina, sudada, zumbido en los oídos. Momentazos para recordar. Como dicen los sabios de Delobos, “haz las cuentas, ¿qué te llevas tú?” deseando que llegue el siguiente… ¡nos vemos en las salas!