Fallen Angel (2021)
GrimmDistribution (Ucrania) | Sanatorio Records (Costa Rica)
1. On Earth As It’s In Heaven
2. Angel Or Demon
3. Straight To The Vain
4. Thrash Till We Die
5. My Will Is Gone
6. A Thousand Tales II
7. Extermination
8. The Relentless Hate Of God
9. End Of Reality
10. Immortal Melody
11. On Earth As It’s In Hell
Con un nombre como Troberoth, un título como Fallen Angel y esa portada, debo confesar que creí que iba a escuchar algún álbum de black metal hecho por un único músico de Rusia o Finlandia, algo en donde la edición conjunta por parte del sello ucraniano GrimmDistribution y del costarricense Sanatorio Records sumaba a esa idea. Pero una investigación rápida demostró que ninguna cantidad de años de experiencia trabajando con clichés metaleros lo hacen a uno infalible con este tipo de cosas.
Fallen Angel es el segundo álbum de Troberoth, un cuarteto proveniente de Costa Rica, más específicamente de la pequeña ciudad de San Pedro de Poás. Como curiosidad, tres de los miembros del grupo son hermanos: Cristian Viquez en voz y guitarra, Edgar Viquez en guitarra y Jeffrey Viquez en batería, a quienes se suma actualmente el bajista Víctor González. Troberoth reconocen influencias clásicas como Slayer, Metallica, Megadeth y Kreator, además de otras más modernas e inesperadas como Trivium.
Con estas influencias, deducir el sonido de Fallen Angel y Troberoth, en general, es como sumar uno más uno: thrash / death metal de riffs diseñados para musicalizar intercambios de golpes en el mosh, solos acelerados y muchísimo doble bombo. No es un sonido para nada nuevo y hasta algún crítico lo podría tildar de “quemado”, pero yo no me pongo a juzgar discos juzgando su reinventan la rueda de todo un género o si su sonido es ultra original.
La de Troberoth será una fórmula probada y eficiente, pero por tienen las canciones para justificar su existencia: “Straight To The Vain”, “My Will Is Gone” (con una sección de guitarras dobles muy entretenida) y “The Relentless Hate of God” son sólo tres ejemplos de Fallen Angel, pero podría citar casi cualquier canción, porque este es un álbum que se plantea una línea y casi nunca se desvía de ella. Los fans de las baterías haciendo el típico “tupá tupá” y los riffs destrozacuellos van a estar más que felices con este segundo álbum de Troberoth, pero los que no sean ya fans de este estilo pueden llegar a encontrarlo un poco repetitivo, aunque no creo que ese sea parte del públicos a los que este álbum está dirigido.
Para sumar a este último punto, quisiera agregar que Fallen Angel tiene momentos donde varía un poco la fórmula y prueba con otros formatos. Ejemplos no escasean de ello: “Thrash Till We Die” se mete de lleno en un thrash más tradicional y con más voces gritadas en vez de guturales, “A Thousand Tales II” (secuela de la canción que cierra su debut The Day When Human Race Woke Up de 2019) tiene guitarras acústicas y un ritmo mucho más lento, y en “Immortal Melody” esas guitarras vuelven al final y dan paso al track instrumental que cierra el disco. Hablando de esto último, los cortos instrumentales ayudan a plantear la atmósfera oscura del álbum y funcionan muy bien en ese contexto, además de darme la idea de que Troberoth es un grupo mucho más ambicioso de lo que uno podría juzgar a primera escucha.
Con todo esto, hay un par de cosas que no me terminaron de convencer de este álbum, y podría hablar de que hay canciones que me gustaron más que otras, de que no hay mucha variedad de riffs o de que este estilo particular de voz gutural no es de las que más me suelen gustar. Pero lo que más se me hizo complicado de aceptar fue la producción del álbum: es obvio que siempre puede haber temas de presupuesto o de recursos, pero el redoblante se me hace muy débil, y en la anteriormente mencionada “A Thousand Tales II” el sonido de los platillos es un tanto molesto. La batería suele ser el instrumento más complicado de grabar, pero el resto del álbum también tiene cierta atmósfera un poco de demo. Sin embargo, es interesante que lograran que el bajo logre notarse, incluso teniendo un par de solos, como en “Angel or Demon”.
Fallen Angel es un disco que hace su trabajo, con canciones que gustarán a cualquier fan del thrash con un par de influencias más extremas. Tiene sus puntos negativos y a mejorar, pero el resultado final es mayor que la suma de sus elementos, siendo que todo funciona más que bien. Incluso en una escena internacional plagada de grupos explotando este sonido, a nadie le vendría mal chequear el nuevo álbum de estos costarricenses y ver cómo el thrash puede venir de los lugares menos tradicionales.
Fallen Angel (2021)
GrimmDistribution (Ucrania) | Sanatorio Records (Costa Rica)
1. On Earth As It’s In Heaven
2. Angel Or Demon
3. Straight To The Vain
4. Thrash Till We Die
5. My Will Is Gone
6. A Thousand Tales II
7. Extermination
8. The Relentless Hate Of God
9. End Of Reality
10. Immortal Melody
11. On Earth As It’s In Hell
Con un nombre como Troberoth, un título como Fallen Angel y esa portada, debo confesar que creí que iba a escuchar algún álbum de black metal hecho por un único músico de Rusia o Finlandia, algo en donde la edición conjunta por parte del sello ucraniano GrimmDistribution y del costarricense Sanatorio Records sumaba a esa idea. Pero una investigación rápida demostró que ninguna cantidad de años de experiencia trabajando con clichés metaleros lo hacen a uno infalible con este tipo de cosas.
Fallen Angel es el segundo álbum de Troberoth, un cuarteto proveniente de Costa Rica, más específicamente de la pequeña ciudad de San Pedro de Poás. Como curiosidad, tres de los miembros del grupo son hermanos: Cristian Viquez en voz y guitarra, Edgar Viquez en guitarra y Jeffrey Viquez en batería, a quienes se suma actualmente el bajista Víctor González. Troberoth reconocen influencias clásicas como Slayer, Metallica, Megadeth y Kreator, además de otras más modernas e inesperadas como Trivium.
Con estas influencias, deducir el sonido de Fallen Angel y Troberoth, en general, es como sumar uno más uno: thrash / death metal de riffs diseñados para musicalizar intercambios de golpes en el mosh, solos acelerados y muchísimo doble bombo. No es un sonido para nada nuevo y hasta algún crítico lo podría tildar de “quemado”, pero yo no me pongo a juzgar discos juzgando su reinventan la rueda de todo un género o si su sonido es ultra original.
La de Troberoth será una fórmula probada y eficiente, pero por tienen las canciones para justificar su existencia: “Straight To The Vain”, “My Will Is Gone” (con una sección de guitarras dobles muy entretenida) y “The Relentless Hate of God” son sólo tres ejemplos de Fallen Angel, pero podría citar casi cualquier canción, porque este es un álbum que se plantea una línea y casi nunca se desvía de ella. Los fans de las baterías haciendo el típico “tupá tupá” y los riffs destrozacuellos van a estar más que felices con este segundo álbum de Troberoth, pero los que no sean ya fans de este estilo pueden llegar a encontrarlo un poco repetitivo, aunque no creo que ese sea parte del públicos a los que este álbum está dirigido.
Para sumar a este último punto, quisiera agregar que Fallen Angel tiene momentos donde varía un poco la fórmula y prueba con otros formatos. Ejemplos no escasean de ello: “Thrash Till We Die” se mete de lleno en un thrash más tradicional y con más voces gritadas en vez de guturales, “A Thousand Tales II” (secuela de la canción que cierra su debut The Day When Human Race Woke Up de 2019) tiene guitarras acústicas y un ritmo mucho más lento, y en “Immortal Melody” esas guitarras vuelven al final y dan paso al track instrumental que cierra el disco. Hablando de esto último, los cortos instrumentales ayudan a plantear la atmósfera oscura del álbum y funcionan muy bien en ese contexto, además de darme la idea de que Troberoth es un grupo mucho más ambicioso de lo que uno podría juzgar a primera escucha.
Con todo esto, hay un par de cosas que no me terminaron de convencer de este álbum, y podría hablar de que hay canciones que me gustaron más que otras, de que no hay mucha variedad de riffs o de que este estilo particular de voz gutural no es de las que más me suelen gustar. Pero lo que más se me hizo complicado de aceptar fue la producción del álbum: es obvio que siempre puede haber temas de presupuesto o de recursos, pero el redoblante se me hace muy débil, y en la anteriormente mencionada “A Thousand Tales II” el sonido de los platillos es un tanto molesto. La batería suele ser el instrumento más complicado de grabar, pero el resto del álbum también tiene cierta atmósfera un poco de demo. Sin embargo, es interesante que lograran que el bajo logre notarse, incluso teniendo un par de solos, como en “Angel or Demon”.
Fallen Angel es un disco que hace su trabajo, con canciones que gustarán a cualquier fan del thrash con un par de influencias más extremas. Tiene sus puntos negativos y a mejorar, pero el resultado final es mayor que la suma de sus elementos, siendo que todo funciona más que bien. Incluso en una escena internacional plagada de grupos explotando este sonido, a nadie le vendría mal chequear el nuevo álbum de estos costarricenses y ver cómo el thrash puede venir de los lugares menos tradicionales.