


Una de las giras más celebradas por los fans son las giras aniversario de un disco. Generalmente, en los shows correspondientes se interpretan canciones olvidadas en las listas de temas habituales. A su vez, es un viaje en el tiempo en el que se tributa la historia de una banda y la de la audiencia que vivió momentos de su vida acompañada por la música.
En este caso puntual, W.A.S.P. llevaba adelante una extensa gira tocando su primer álbum W.A.S.P. en su totalidad. Este tour, cargado de historia y nostalgia, los trajo a Copenhague, a la hermosa sala Amager Bio, que se encontraba repleta de fanáticos ansiosos por presenciar un show que prometía ser memorable. Desde muy temprano, el ambiente fuera del recinto ya se percibía festivo: remeras clásicas, conversaciones sobre viejos conciertos y una energía que solo genera una banda con casi cuatro décadas de trayectoria.
La banda telonera fue Battle Born, oriundos de Inglaterra, con una propuesta de power metal muy melódico y ganchero. Su presentación fue una grata sorpresa. Aunque el comienzo del show fue algo tibio —las guitarras no se escuchaban correctamente—, el sonido se acomodó hacia el final de la primera canción, y el entusiasmo del público aumentó con creces. No es para menos: los británicos poseen un carisma y una energía contagiosa. Hicieron cantar al público, desplegaron una bandera danesa y hasta ilustraron una canción con una espada de juguete, en un gesto que provocó risas y aplausos por igual.
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La performance de Battle Born fue excelente, súper ajustada y muy entretenida. En su setlist presentaron temas de su único álbum Blood, Fire, Magic and Steel, además de algunos singles que integrarán un futuro lanzamiento. Su sonido combina la épica de bandas como HammerFall y la melodía de Gloryhammer, pero con una identidad propia. Sin duda, se ganaron nuevos fans, ya que el recinto entero los despidió con una gran ovación.
Tras una breve espera, el telón volvió a levantarse. Con un escenario decorado con telones que mostraban diferentes imágenes alusivas a las etapas de la banda, y un imponente parante de micrófono coronando el centro del escenario, Blackie y los suyos salieron a escena con el clásico “I Wanna Be Somebody”. La reacción del público no pudo ser mejor: el coro fue cantado al unísono por toda la sala, creando una atmósfera de comunión absoluta entre banda y audiencia.
A partir de ese momento, el sonido fue excelente. La mezcla se mantuvo potente y clara, con guitarras afiladas, bajos definidos y una batería contundente. Continuaron con el disco completo en orden, y la verdad es que todo este primer set fue para destacar. Fue un clásico tras otro sin descanso. Para la segunda mitad, se sumaron pantallas que mostraban videos e imágenes históricas de la banda, un recurso visual que intensificó el sentimiento de nostalgia que flotaba en el aire.
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La performance fue impecable desde todo punto de vista. Escénicamente, todos los músicos aportaron: se movieron constantemente por el escenario, interactuaron con el público y mantuvieron la energía en alto. Incluso el baterista se tomaba el trabajo de hacer gestos cómicos o incitar palmas entre canción y canción, logrando una conexión especial con la audiencia.
En cuanto a lo musical, la banda sonó ajustada y sólida. Cada integrante cumplió su rol con precisión, tanto en la ejecución instrumental como en los coros. Blackie Lawless, pese al paso del tiempo, sigue siendo un frontman magnético. Si bien ya no toca tanto la segunda guitarra, su decisión de concentrarse en cantar y conectar con el público fue acertada. Vocalmente, sigue sonando sorprendentemente bien, manteniendo su característico timbre rasposo y su actitud desafiante, aunque en algunos momentos se apoya en los coros para reforzar las líneas más exigentes.
Doug Blair, por su parte, brilló durante toda la noche. Su desempeño como guitarrista fue simplemente excepcional: sus solos precisos, cargados de técnica y sentimiento, fueron de los puntos más altos del concierto. Su presencia escénica, su comunicación con el público y su dominio del instrumento demostraron que es una pieza fundamental en el sonido actual del grupo.
Tras interpretar el disco completo, llegó el momento de los bises. Estos incluyeron dos medleys con clásicos infaltables del grupo, entre ellos “Scream Until You Like It” y “The Headless Children”. El público respondió con euforia, coreando y levantando los puños en alto.
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Luego de una pausa, Blackie tomó el micrófono para agradecer a los presentes y compartir una reflexión emotiva: comentó que los asistentes eran muy afortunados, ya que este tour sería la última vez que W.A.S.P. interpretaría un álbum completo en vivo. Con esas palabras, dio paso a los dos temas finales, ambos pertenecientes al segundo disco The Last Command: la cantada y bailada “Wild Child” y la poderosa “Blind in Texas”, que puso punto final a un show memorable.
El cierre fue una auténtica celebración. Entre aplausos, sonrisas y algún que otro fan con lágrimas en los ojos, el grupo se despidió prometiendo volver. Fue evidente que, pese al paso de los años, la banda mantiene la pasión que la llevó al estrellato en los ochenta.
A las bandas con una carrera tan extensa les queda poco tiempo en los escenarios, lamentablemente. Por eso, esta oportunidad que los californianos. brindarón a sus fanáticos es algo para valorar profundamente. Es la posibilidad de que los viejos fans revivan su juventud y que las nuevas generaciones experimenten la esencia de una época que marcó a fuego la historia del heavy metal.
En definitiva, lo vivido en Amager Bio fue mucho más que un simple concierto: fue una celebración de la historia de la banda y de todo lo que su música ha significado para varias generaciones. Con una puesta en escena poderosa, un sonido impecable, una ejecución precisa y una conexión genuina con el público, la banda demostró que, aunque el tiempo pase, su espíritu rebelde y su fuego artístico siguen intactos. Si este tour marca realmente el final de las giras con discos completos, puede decirse que W.A.S.P. se despidió por la puerta grande, dejando a todos los presentes con el corazón lleno de nostalgia, emoción y gratitud por una noche verdaderamente inolvidable.



Una de las giras más celebradas por los fans son las giras aniversario de un disco. Generalmente, en los shows correspondientes se interpretan canciones olvidadas en las listas de temas habituales. A su vez, es un viaje en el tiempo en el que se tributa la historia de una banda y la de la audiencia que vivió momentos de su vida acompañada por la música.
En este caso puntual, W.A.S.P. llevaba adelante una extensa gira tocando su primer álbum W.A.S.P. en su totalidad. Este tour, cargado de historia y nostalgia, los trajo a Copenhague, a la hermosa sala Amager Bio, que se encontraba repleta de fanáticos ansiosos por presenciar un show que prometía ser memorable. Desde muy temprano, el ambiente fuera del recinto ya se percibía festivo: remeras clásicas, conversaciones sobre viejos conciertos y una energía que solo genera una banda con casi cuatro décadas de trayectoria.
La banda telonera fue Battle Born, oriundos de Inglaterra, con una propuesta de power metal muy melódico y ganchero. Su presentación fue una grata sorpresa. Aunque el comienzo del show fue algo tibio —las guitarras no se escuchaban correctamente—, el sonido se acomodó hacia el final de la primera canción, y el entusiasmo del público aumentó con creces. No es para menos: los británicos poseen un carisma y una energía contagiosa. Hicieron cantar al público, desplegaron una bandera danesa y hasta ilustraron una canción con una espada de juguete, en un gesto que provocó risas y aplausos por igual.
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Tras una breve espera, el telón volvió a levantarse. Con un escenario decorado con telones que mostraban diferentes imágenes alusivas a las etapas de la banda, y un imponente parante de micrófono coronando el centro del escenario, Blackie y los suyos salieron a escena con el clásico “I Wanna Be Somebody”. La reacción del público no pudo ser mejor: el coro fue cantado al unísono por toda la sala, creando una atmósfera de comunión absoluta entre banda y audiencia.
A partir de ese momento, el sonido fue excelente. La mezcla se mantuvo potente y clara, con guitarras afiladas, bajos definidos y una batería contundente. Continuaron con el disco completo en orden, y la verdad es que todo este primer set fue para destacar. Fue un clásico tras otro sin descanso. Para la segunda mitad, se sumaron pantallas que mostraban videos e imágenes históricas de la banda, un recurso visual que intensificó el sentimiento de nostalgia que flotaba en el aire.
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La performance fue impecable desde todo punto de vista. Escénicamente, todos los músicos aportaron: se movieron constantemente por el escenario, interactuaron con el público y mantuvieron la energía en alto. Incluso el baterista se tomaba el trabajo de hacer gestos cómicos o incitar palmas entre canción y canción, logrando una conexión especial con la audiencia.
En cuanto a lo musical, la banda sonó ajustada y sólida. Cada integrante cumplió su rol con precisión, tanto en la ejecución instrumental como en los coros. Blackie Lawless, pese al paso del tiempo, sigue siendo un frontman magnético. Si bien ya no toca tanto la segunda guitarra, su decisión de concentrarse en cantar y conectar con el público fue acertada. Vocalmente, sigue sonando sorprendentemente bien, manteniendo su característico timbre rasposo y su actitud desafiante, aunque en algunos momentos se apoya en los coros para reforzar las líneas más exigentes.
Doug Blair, por su parte, brilló durante toda la noche. Su desempeño como guitarrista fue simplemente excepcional: sus solos precisos, cargados de técnica y sentimiento, fueron de los puntos más altos del concierto. Su presencia escénica, su comunicación con el público y su dominio del instrumento demostraron que es una pieza fundamental en el sonido actual del grupo.
Tras interpretar el disco completo, llegó el momento de los bises. Estos incluyeron dos medleys con clásicos infaltables del grupo, entre ellos “Scream Until You Like It” y “The Headless Children”. El público respondió con euforia, coreando y levantando los puños en alto.
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Luego de una pausa, Blackie tomó el micrófono para agradecer a los presentes y compartir una reflexión emotiva: comentó que los asistentes eran muy afortunados, ya que este tour sería la última vez que W.A.S.P. interpretaría un álbum completo en vivo. Con esas palabras, dio paso a los dos temas finales, ambos pertenecientes al segundo disco The Last Command: la cantada y bailada “Wild Child” y la poderosa “Blind in Texas”, que puso punto final a un show memorable.
El cierre fue una auténtica celebración. Entre aplausos, sonrisas y algún que otro fan con lágrimas en los ojos, el grupo se despidió prometiendo volver. Fue evidente que, pese al paso de los años, la banda mantiene la pasión que la llevó al estrellato en los ochenta.
A las bandas con una carrera tan extensa les queda poco tiempo en los escenarios, lamentablemente. Por eso, esta oportunidad que los californianos. brindarón a sus fanáticos es algo para valorar profundamente. Es la posibilidad de que los viejos fans revivan su juventud y que las nuevas generaciones experimenten la esencia de una época que marcó a fuego la historia del heavy metal.
En definitiva, lo vivido en Amager Bio fue mucho más que un simple concierto: fue una celebración de la historia de la banda y de todo lo que su música ha significado para varias generaciones. Con una puesta en escena poderosa, un sonido impecable, una ejecución precisa y una conexión genuina con el público, la banda demostró que, aunque el tiempo pase, su espíritu rebelde y su fuego artístico siguen intactos. Si este tour marca realmente el final de las giras con discos completos, puede decirse que W.A.S.P. se despidió por la puerta grande, dejando a todos los presentes con el corazón lleno de nostalgia, emoción y gratitud por una noche verdaderamente inolvidable.