Fotos y crónica: Julieta G. López
El miércoles 23 de octubre, aprovechando el descanso de mitad de semana, asistimos a la mítica sala La Riviera en Madrid para uno de los conciertos más esperados del año: la presentación de la banda estadounidense Kamelot en el marco de su gira europea del álbum The Awakening. La velada prometía un cartel emocionante, con la participación de otros tres grupos internacionales —Frozen Crown, AD Infinitum y Blackbriar— y una excelente relación calidad-precio.
Mi plan era escribir esta reseña en frío, pero al llegar al lugar, recibí la noticia de que no habría fosa para fotógrafos. Esto implicaba que solo podríamos capturar imágenes desde el público, lo cual es especialmente complicado en La Riviera, más aún con el aforo completo de esa noche. Conversando con colegas y músicos de una de las bandas —cuyos nombres mantendré en reserva— nos enteramos de que fue la propia KAMELOT quien solicitó la ausencia de la fosa, sorprendiendo incluso a la productora del evento.
A pesar del contratiempo, la noche arrancó puntual y enérgica. Al ser cuatro bandas en el cartel, cada actuación fue breve pero intensa, comenzando con la salida al escenario de Frozen Crown. La banda italiana de power metal brindó un buen sonido en un setlist de apenas seis temas, sin apenas tiempo para interactuar con el público mientras la sala se llenaba progresivamente.
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Tras una breve pausa de 15 minutos para el cambio de equipo, llegó el turno de AD INFINITUM, la banda que más me sorprendió y personalmente más disfruté. Su setlist, de alrededor de diez temas, se centró en su último álbum y nos ofreció una mezcla de metal sinfónico con elementos modernos, incluyendo momentos de voces guturales. La vocalista se lució, y el despliegue de luces fue visualmente impactante, contribuyendo a la intensidad de su puesta en escena.
A continuación, casi al final de la noche, fue el turno de BLACKBRIAR, que cambió drásticamente de estilo, manteniendo la línea de voces femeninas sinfónicas, pero aportando un toque de metal gótico y oscuro. La actuación comenzó con la vocalista Zora en solitario, para luego ser acompañada por el resto de la banda. Destacó la energía contagiosa del bajista, conocido como “el bajista sonriente”, quien no paró de bailar y agitar su melena rubia durante toda la actuación.
Finalmente, y con algo de retraso, llegó el momento que todos esperábamos: KAMELOT. La banda inició su show con gran fuerza y una impresionante puesta en escena, que incluía una plataforma estilo pasarela y los coros de Melissa Bonny, quien aportó su toque característico con un vestuario en sintonía con la atmósfera del concierto. La presentación fue sobresaliente en términos visuales, con cañones de humo sincronizados a la perfección, un telón a juego y una iluminación impecable que denotaba una producción meticulosa.
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Sin embargo, a pesar del despliegue, y dejando de lado el enojo personal por la ausencia de fosa, debo señalar que el sonido de KAMELOT fue inferior al de las otras bandas, lo cual fue sorprendente dada su experiencia y trayectoria. La mezcla se sintió saturada, con voces algo estridentes, un detalle poco común en La Riviera y que no favoreció a la banda.
KAMELOT tocó durante una hora y media, moviéndose enérgicamente por el escenario, y cerró con su tema “One More Flag in the Ground”. No obstante, abundaron los elementos pregrabados que restaron autenticidad a la actuación, un detalle que no pasó desapercibido para el público.
En definitiva, fue una noche de contrastes, donde el talento de las bandas emergentes sorprendió gratamente, y aunque KAMELOT ofreció un show visual impresionante, musicalmente quedaron por debajo de las expectativas en una velada que prometía ser inolvidable.
Fotos y crónica: Julieta G. López
El miércoles 23 de octubre, aprovechando el descanso de mitad de semana, asistimos a la mítica sala La Riviera en Madrid para uno de los conciertos más esperados del año: la presentación de la banda estadounidense Kamelot en el marco de su gira europea del álbum The Awakening. La velada prometía un cartel emocionante, con la participación de otros tres grupos internacionales —Frozen Crown, AD Infinitum y Blackbriar— y una excelente relación calidad-precio.
Mi plan era escribir esta reseña en frío, pero al llegar al lugar, recibí la noticia de que no habría fosa para fotógrafos. Esto implicaba que solo podríamos capturar imágenes desde el público, lo cual es especialmente complicado en La Riviera, más aún con el aforo completo de esa noche. Conversando con colegas y músicos de una de las bandas —cuyos nombres mantendré en reserva— nos enteramos de que fue la propia KAMELOT quien solicitó la ausencia de la fosa, sorprendiendo incluso a la productora del evento.
A pesar del contratiempo, la noche arrancó puntual y enérgica. Al ser cuatro bandas en el cartel, cada actuación fue breve pero intensa, comenzando con la salida al escenario de Frozen Crown. La banda italiana de power metal brindó un buen sonido en un setlist de apenas seis temas, sin apenas tiempo para interactuar con el público mientras la sala se llenaba progresivamente.
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A continuación, casi al final de la noche, fue el turno de BLACKBRIAR, que cambió drásticamente de estilo, manteniendo la línea de voces femeninas sinfónicas, pero aportando un toque de metal gótico y oscuro. La actuación comenzó con la vocalista Zora en solitario, para luego ser acompañada por el resto de la banda. Destacó la energía contagiosa del bajista, conocido como “el bajista sonriente”, quien no paró de bailar y agitar su melena rubia durante toda la actuación.
Finalmente, y con algo de retraso, llegó el momento que todos esperábamos: KAMELOT. La banda inició su show con gran fuerza y una impresionante puesta en escena, que incluía una plataforma estilo pasarela y los coros de Melissa Bonny, quien aportó su toque característico con un vestuario en sintonía con la atmósfera del concierto. La presentación fue sobresaliente en términos visuales, con cañones de humo sincronizados a la perfección, un telón a juego y una iluminación impecable que denotaba una producción meticulosa.
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Sin embargo, a pesar del despliegue, y dejando de lado el enojo personal por la ausencia de fosa, debo señalar que el sonido de KAMELOT fue inferior al de las otras bandas, lo cual fue sorprendente dada su experiencia y trayectoria. La mezcla se sintió saturada, con voces algo estridentes, un detalle poco común en La Riviera y que no favoreció a la banda.
KAMELOT tocó durante una hora y media, moviéndose enérgicamente por el escenario, y cerró con su tema “One More Flag in the Ground”. No obstante, abundaron los elementos pregrabados que restaron autenticidad a la actuación, un detalle que no pasó desapercibido para el público.
En definitiva, fue una noche de contrastes, donde el talento de las bandas emergentes sorprendió gratamente, y aunque KAMELOT ofreció un show visual impresionante, musicalmente quedaron por debajo de las expectativas en una velada que prometía ser inolvidable.