


Apenas tres días después del estallido que fue el Summer Blast, el espíritu del hardcore volvió a tomar cuerpo en una noche que se sintió como una prolongación natural de aquella locura. Esta vez, el cartel era directo y contundente: Gorilla Biscuits, Slapshot y los locales La Guadaña se encargaron de dejar el alma sobre el escenario, en una velada que reafirmó que el hardcore sigue tan vivo como siempre.
La Guadaña, desde El Masnou, fueron los encargados de encender la mecha, y lo hicieron sin contemplaciones. Su propuesta cruda, honesta y fiel al hardcore clásico, sacudió desde el primer tema. Arrancaron con fuerza con “Sin Control”, “Sangre y acero” y “Por venganza”, todos extraídos de su Demo 2017. Desde ese momento, ya tenían a la sala entera —familiares incluidos— coreando a pleno pulmón.
Uno de los momentos más emotivos llegó con la interpretación de “Obrigado”, un tema dedicado al querido fotógrafo Mauricio Melo (Snap Live Shots). Fue un homenaje sincero, cargado de gratitud y energía, a alguien que ha inmortalizado innumerables instantes de la escena con su cámara. Un tributo justo, potente y merecido. Con el público ya encendido, La Guadaña se despidió dejando un escenario ardiente y preparado para lo que venía.
El turno fue para Slapshot, leyendas absolutas del hardcore de Boston. Comandados por el incansable Choke, demostraron una vez más por qué su nombre está grabado en la historia del género. Más de tres décadas después, su sonido sigue siendo un puñetazo directo al pecho: seco, rápido y sin filtros.
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Desde el primer golpe con “No Friend” hasta el broche final con “Step On It” y “Boots”, la banda ofreció una descarga imparable. El setlist fue una mezcla infalible de clásicos y nuevas bombas, con temas como “Bleed”, “Big Mouth”, “Old Time Hardcore”, “Chip On My Shoulder” y, cómo no, “Back on the Map”, que fue coreada con auténtico fervor por una sala que no dejó de moverse un segundo. Stage dives constantes, pogos incansables y una conexión brutal entre banda y público. Slapshot no necesita modernizar nada: siguen siendo la definición pura de lo que el hardcore representa.
Y cuando parecía que la noche había alcanzado su punto más alto, llegaron los neoyorquinos Gorilla Biscuits para llevarlo todo un nivel más allá. Bastó con que sonaran las primeras trompetas de “New Direction” para que la sala estallara en una explosión colectiva de energía y alegría. Fue un caos hermoso.
El repertorio fue un viaje completo por su discografía esencial, con himnos como “Stand Still”, “Things We Say”, “Good Intentions” y “Start Today”, que retumbaron en cada rincón del recinto. Como regalo adicional, incluyeron versiones como “Minor Threat” (de Minor Threat), “As One” (de Warzone) y “Sitting Round at Home” (de los Buzzcocks), que sumaron fuerza, emoción y sorpresa a un set que ya rozaba la perfección.
En definitiva, fue una noche donde dos generaciones de hardcore compartieron escenario y espíritu. Una celebración de la música sin artificios, directa al corazón, donde la entrega fue total y la conexión con el público absolutamente real. No fue solo un concierto: fue un recordatorio de por qué el hardcore no es solo un estilo, sino una forma de vida.



Apenas tres días después del estallido que fue el Summer Blast, el espíritu del hardcore volvió a tomar cuerpo en una noche que se sintió como una prolongación natural de aquella locura. Esta vez, el cartel era directo y contundente: Gorilla Biscuits, Slapshot y los locales La Guadaña se encargaron de dejar el alma sobre el escenario, en una velada que reafirmó que el hardcore sigue tan vivo como siempre.
La Guadaña, desde El Masnou, fueron los encargados de encender la mecha, y lo hicieron sin contemplaciones. Su propuesta cruda, honesta y fiel al hardcore clásico, sacudió desde el primer tema. Arrancaron con fuerza con “Sin Control”, “Sangre y acero” y “Por venganza”, todos extraídos de su Demo 2017. Desde ese momento, ya tenían a la sala entera —familiares incluidos— coreando a pleno pulmón.
Uno de los momentos más emotivos llegó con la interpretación de “Obrigado”, un tema dedicado al querido fotógrafo Mauricio Melo (Snap Live Shots). Fue un homenaje sincero, cargado de gratitud y energía, a alguien que ha inmortalizado innumerables instantes de la escena con su cámara. Un tributo justo, potente y merecido. Con el público ya encendido, La Guadaña se despidió dejando un escenario ardiente y preparado para lo que venía.
El turno fue para Slapshot, leyendas absolutas del hardcore de Boston. Comandados por el incansable Choke, demostraron una vez más por qué su nombre está grabado en la historia del género. Más de tres décadas después, su sonido sigue siendo un puñetazo directo al pecho: seco, rápido y sin filtros.
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Y cuando parecía que la noche había alcanzado su punto más alto, llegaron los neoyorquinos Gorilla Biscuits para llevarlo todo un nivel más allá. Bastó con que sonaran las primeras trompetas de “New Direction” para que la sala estallara en una explosión colectiva de energía y alegría. Fue un caos hermoso.
El repertorio fue un viaje completo por su discografía esencial, con himnos como “Stand Still”, “Things We Say”, “Good Intentions” y “Start Today”, que retumbaron en cada rincón del recinto. Como regalo adicional, incluyeron versiones como “Minor Threat” (de Minor Threat), “As One” (de Warzone) y “Sitting Round at Home” (de los Buzzcocks), que sumaron fuerza, emoción y sorpresa a un set que ya rozaba la perfección.
En definitiva, fue una noche donde dos generaciones de hardcore compartieron escenario y espíritu. Una celebración de la música sin artificios, directa al corazón, donde la entrega fue total y la conexión con el público absolutamente real. No fue solo un concierto: fue un recordatorio de por qué el hardcore no es solo un estilo, sino una forma de vida.