La sorpresa al entrar fue monumental. Bala, ese dúo gallego que ruge como una jauría desatada, tocaba en la sala grande de Paral·lel 62. Los murmullos de incredulidad y emoción llenaban el aire. La sala, abarrotada hasta el último rincón, parecía un hervidero de energía contenida. El sonido, una obra maestra de perfección acústica, retumbaba con una claridad que solo Paral·lel 62 puede ofrecer.
El telón se abrió con Pinpilinpussies, un dúo de guitarra y batería que sacudió la sala desde los primeros acordes. En un par de temas, las chicas intercambiaron instrumentos con una destreza envidiable, mostrando su versatilidad y complicidad sobre el escenario. Sus dos álbumes, “Hipocondria” y “Fuerza 3”, formaron la columna vertebral de su setlist, demostrando una vez más que su música es un himno de la rebelión joven. Canciones como “Bellaco” y “Burdeos” fueron pura dinamita, con letras que rasgan el alma y un ritmo que late como un corazón en pleno frenesí.
Y luego, Bala. Un dúo femenino que sobre el escenario se transforma en un vendaval indomable. Presentando su último disco “Besta”, hicieron temblar cada rincón de Paral·lel 62 con una potencia que se sentía como si diez personas se desgañitaran al unísono. “Equivocarme” abrió la noche, un golpe directo al estómago que dejó a todos sin aliento. Le siguieron “Colmillos” y “Tripas / Chained”, con riffs que arañaban la piel y una batería que resonaba en los huesos.
No hubo tregua. “Omertá” y “Vitamina” aceleraron los pulsos, mientras que “Verde” y “Hoy no” mostraron una faceta más sombría y cruda del dúo. “Liar” y “Bessie” mantuvieron el frenesí, hasta que un cover de “Territorial Pissings” de Nirvana sacudió los cimientos de la sala. Pero el clímax llegó con “Agitar”, mi favorita, una tormenta sónica que encapsulaba toda la esencia de Bala: furia, pasión y una energía inagotable.
Cuando sonaron los últimos acordes de “Humo”, quedó claro que Bala no solo había cumplido con las expectativas, sino que las había pulverizado. La sala grande de Paral·lel 62 fue testigo de una noche que se recordará como un ciclón de música y emoción pura, una muestra de que Bala no es solo un dúo, sino una fuerza de la naturaleza.
La sorpresa al entrar fue monumental. Bala, ese dúo gallego que ruge como una jauría desatada, tocaba en la sala grande de Paral·lel 62. Los murmullos de incredulidad y emoción llenaban el aire. La sala, abarrotada hasta el último rincón, parecía un hervidero de energía contenida. El sonido, una obra maestra de perfección acústica, retumbaba con una claridad que solo Paral·lel 62 puede ofrecer.
El telón se abrió con Pinpilinpussies, un dúo de guitarra y batería que sacudió la sala desde los primeros acordes. En un par de temas, las chicas intercambiaron instrumentos con una destreza envidiable, mostrando su versatilidad y complicidad sobre el escenario. Sus dos álbumes, “Hipocondria” y “Fuerza 3”, formaron la columna vertebral de su setlist, demostrando una vez más que su música es un himno de la rebelión joven. Canciones como “Bellaco” y “Burdeos” fueron pura dinamita, con letras que rasgan el alma y un ritmo que late como un corazón en pleno frenesí.
Y luego, Bala. Un dúo femenino que sobre el escenario se transforma en un vendaval indomable. Presentando su último disco “Besta”, hicieron temblar cada rincón de Paral·lel 62 con una potencia que se sentía como si diez personas se desgañitaran al unísono. “Equivocarme” abrió la noche, un golpe directo al estómago que dejó a todos sin aliento. Le siguieron “Colmillos” y “Tripas / Chained”, con riffs que arañaban la piel y una batería que resonaba en los huesos.
No hubo tregua. “Omertá” y “Vitamina” aceleraron los pulsos, mientras que “Verde” y “Hoy no” mostraron una faceta más sombría y cruda del dúo. “Liar” y “Bessie” mantuvieron el frenesí, hasta que un cover de “Territorial Pissings” de Nirvana sacudió los cimientos de la sala. Pero el clímax llegó con “Agitar”, mi favorita, una tormenta sónica que encapsulaba toda la esencia de Bala: furia, pasión y una energía inagotable.
Cuando sonaron los últimos acordes de “Humo”, quedó claro que Bala no solo había cumplido con las expectativas, sino que las había pulverizado. La sala grande de Paral·lel 62 fue testigo de una noche que se recordará como un ciclón de música y emoción pura, una muestra de que Bala no es solo un dúo, sino una fuerza de la naturaleza.