


Una noche de primavera en Malmö se tiñó de azul setentero con la visita de los legendarios Blue Öyster Cult. El público, en su mayoría compuesto por veteranos rockeros, se mostró tranquilo pero presente desde el primer riff de “Transmaniacon MC”.
El sonido no fue particularmente fuerte, pero estaba bien mezclado: todo sonaba claro y equilibrado, lo cual dejó brillar la voz y las guitarras. Nada abrumador, pero sí lo justo para envolvernos en la atmósfera densa y misteriosa de la banda.
Blue Öyster Cult mantiene a dos miembros originales desde sus inicios: Eric Bloom y Buck Dharma. Completan la formación Danny Miranda en bajo, Richie Castellano en guitarra y teclados, y Jules Radino en batería. Aunque no son los mismos de los ’70, esta formación lleva ya varios años juntos, y se nota la química sobre el escenario.
Slagthuset, un teatro al lado de la estación central de trenes en Malmö, fue el marco ideal para un show íntimo pero potente. Sin pantallas gigantes ni producción exagerada, todo el foco estaba en la música. El lugar estaba prácticamente lleno, con una audiencia estimada entre 600 y 1000 personas. Desde los primeros acordes, el público respondió con respeto y atención. Muchos estaban ahí para revivir una parte importante de su juventud, mientras que otros, más jóvenes, descubrían a la banda con asombro.
Los clásicos no fallaron. “Don’t Fear the Reaper” fue el punto alto de conexión: toda la sala cantó con fuerza, como en un ritual compartido. También hubo coro masivo en “Godzilla” y “Cities on Flame with Rock and Roll”, con la cual cerraron el show con una buena dosis de fuego clásico. En total tocaron 16 temas, entre ellos joyas como “Burnin’ for You”, “Astronomy”, y “Last Days of May”.
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Debo hacer una mención especial para “E.T.I. (Extra Terrestrial Intelligence)”, que sonó impecable. Las armonizaciones vocales fueron de lo más destacable de la noche: limpias, bien ensambladas y con una energía que elevó el ambiente sin romper la calma general del show.
“Harvest Moon” trajo un momento más introspectivo, mientras que “Hot Rails to Hell” y “Cagey Cretins” aportaron un toque más enérgico y psicodélico.
Buck Dharma, siempre discreto, sigue tocando con una precisión y sensibilidad que impactan. No necesita moverse mucho para dominar el escenario. Eric Bloom mantiene una actitud firme y un tono vocal que, aunque algo desgastado por el paso del tiempo, conserva autoridad. Richie Castellano fue probablemente el más activo en escena: se movió entre teclados y guitarra con soltura, y aportó mucho tanto a nivel técnico como vocal. Se nota que ama lo que hace y lo transmite.
Blue Öyster Cult no es una banda cualquiera. Para muchos, representa la historia del hard rock. Verlos en vivo en 2025 no es solo un recital: es presenciar una cápsula del tiempo que sigue vibrando. Personalmente, no los había visto en vivo antes, y escuchar en directo clásicos como “Don’t Fear The Reaper” (una de mis canciones preferidas de la historia), fue uno de esos momentos que se quedan con uno por siempre.
Fue un show sobrio, sin artificios, pero bien ejecutado. Clásico BÖC: directo, misterioso, y con ese toque psicodélico que sigue latiendo fuerte incluso medio siglo después. La banda no necesita escenografía ni fuegos artificiales. Con presencia, repertorio y oficio, sigue ofreciendo un viaje que mezcla ciencia ficción, ocultismo, amor, muerte y riffs que no se oxidan. No fue un show explosivo, pero sí uno que perdura en la memoria.



Una noche de primavera en Malmö se tiñó de azul setentero con la visita de los legendarios Blue Öyster Cult. El público, en su mayoría compuesto por veteranos rockeros, se mostró tranquilo pero presente desde el primer riff de “Transmaniacon MC”.
El sonido no fue particularmente fuerte, pero estaba bien mezclado: todo sonaba claro y equilibrado, lo cual dejó brillar la voz y las guitarras. Nada abrumador, pero sí lo justo para envolvernos en la atmósfera densa y misteriosa de la banda.
Blue Öyster Cult mantiene a dos miembros originales desde sus inicios: Eric Bloom y Buck Dharma. Completan la formación Danny Miranda en bajo, Richie Castellano en guitarra y teclados, y Jules Radino en batería. Aunque no son los mismos de los ’70, esta formación lleva ya varios años juntos, y se nota la química sobre el escenario.
Slagthuset, un teatro al lado de la estación central de trenes en Malmö, fue el marco ideal para un show íntimo pero potente. Sin pantallas gigantes ni producción exagerada, todo el foco estaba en la música. El lugar estaba prácticamente lleno, con una audiencia estimada entre 600 y 1000 personas. Desde los primeros acordes, el público respondió con respeto y atención. Muchos estaban ahí para revivir una parte importante de su juventud, mientras que otros, más jóvenes, descubrían a la banda con asombro.
Los clásicos no fallaron. “Don’t Fear the Reaper” fue el punto alto de conexión: toda la sala cantó con fuerza, como en un ritual compartido. También hubo coro masivo en “Godzilla” y “Cities on Flame with Rock and Roll”, con la cual cerraron el show con una buena dosis de fuego clásico. En total tocaron 16 temas, entre ellos joyas como “Burnin’ for You”, “Astronomy”, y “Last Days of May”.
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Debo hacer una mención especial para “E.T.I. (Extra Terrestrial Intelligence)”, que sonó impecable. Las armonizaciones vocales fueron de lo más destacable de la noche: limpias, bien ensambladas y con una energía que elevó el ambiente sin romper la calma general del show.
“Harvest Moon” trajo un momento más introspectivo, mientras que “Hot Rails to Hell” y “Cagey Cretins” aportaron un toque más enérgico y psicodélico.
Buck Dharma, siempre discreto, sigue tocando con una precisión y sensibilidad que impactan. No necesita moverse mucho para dominar el escenario. Eric Bloom mantiene una actitud firme y un tono vocal que, aunque algo desgastado por el paso del tiempo, conserva autoridad. Richie Castellano fue probablemente el más activo en escena: se movió entre teclados y guitarra con soltura, y aportó mucho tanto a nivel técnico como vocal. Se nota que ama lo que hace y lo transmite.
Blue Öyster Cult no es una banda cualquiera. Para muchos, representa la historia del hard rock. Verlos en vivo en 2025 no es solo un recital: es presenciar una cápsula del tiempo que sigue vibrando. Personalmente, no los había visto en vivo antes, y escuchar en directo clásicos como “Don’t Fear The Reaper” (una de mis canciones preferidas de la historia), fue uno de esos momentos que se quedan con uno por siempre.
Fue un show sobrio, sin artificios, pero bien ejecutado. Clásico BÖC: directo, misterioso, y con ese toque psicodélico que sigue latiendo fuerte incluso medio siglo después. La banda no necesita escenografía ni fuegos artificiales. Con presencia, repertorio y oficio, sigue ofreciendo un viaje que mezcla ciencia ficción, ocultismo, amor, muerte y riffs que no se oxidan. No fue un show explosivo, pero sí uno que perdura en la memoria.