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Call of the Crow 2025 – Día I: “Bajo la tormenta, la llama del black metal”
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Después de meses de espera, finalmente llega el momento de comenzar el viaje hacia North Yorkshire, a Pealie’s Barn, para cubrir lo que promete ser un festival de Black Metal único en el Reino Unido. Después de una corta pausa en casa tras volver de la oficina, Duncan —fotógrafo colega de Glasgow— pasa a buscarme; cargo la mochila con todo lo necesario para acampar, y así comienza el viaje hacia la campiña inglesa, rumbo a Call of the Crow.

El clima no promete mucho. Desde hace días se anuncian alertas meteorológicas por la llegada de la tormenta Amy, con advertencias de fuertes vientos y lluvias persistentes durante todo el fin de semana. Pero seamos sinceros: en el imaginario del black metal, un cielo despejado no tiene el mismo encanto. Esa mezcla de viento, barro y oscuridad aporta una atmósfera que parece hecha a medida para el tipo de experiencia que este festival quiere ofrecer.

Llegamos finalmente casi a medianoche, el día antes de que el festival comience oficialmente. Entre ráfagas de lluvia y ráfagas de viento helado, toca cargar con todo el equipo y elegir un terreno donde levantar la carpa. No fue tarea sencilla: la tierra estaba empapada y el viento no daba tregua. Pero tras algunos intentos frustrados y varias risas resignadas, la tienda finalmente se mantiene en pie. Exhaustos, nos metemos dentro y dejamos que el sonido de la lluvia golpeando el nailon nos arrulle. Mañana, Call of the Crow abrirá oficialmente sus puertas.

Amanecer entre viento, barro y expectación

A las nueve de la mañana, la cocina comunitaria abre sus puertas. El aroma del café (un blend hecho especialmente para Call of the Crow), las salchichas y el bacon, se mezcla con el aire húmedo y el olor a leña quemada. Los asistentes, todavía somnolientos, se agrupan bajo el mismo techo para compartir el desayuno y comentar la jornada que se avecina. Entre las conversaciones, se respira una sensación compartida: nadie sabe exactamente qué esperar, pero todos sienten que están a punto de presenciar algo especial.

Luego del desayuno, aprovecho para recorrer el predio. Las fotos previas en redes sociales ya mostraban que el lugar prometía, pero verlo en persona lo lleva a otro nivel. Pealie’s Barn es una antigua granja del siglo XVIII, conservada con gran respeto por su arquitectura original. Ladrillo viejo, vigas de madera, portones pesados, velas encendidas a lo largo de los muros y el sonido constante del viento colándose entre las rendijas. Todo respira historia.

El escenario principal, levantado al aire libre en el patio central, combina lo rústico con lo siniestro: un arco cubierto de ramas de pino, calaveras, luces y una lona que protege parte del público de la lluvia constante. El Longhall Stage, por su parte, se encuentra dentro de una de las edificaciones originales de la granja. Allí el ambiente es completamente distinto: cálido, cerrado, con paredes de piedra, velas alineadas y candelabros suspendidos. La reverberación natural de las paredes hace que incluso un suspiro suene ritual.

Parusight: la apertura entre sombras románticas

A las 14:30 en punto, el festival abre oficialmente con Parusight, banda —o mejor dicho, proyecto— liderado por Oliver Groves, haciendo su debut en vivo para Call of the Crow. Para ser su primera presentación, el nivel de ejecución y la presencia escénica sorprenden gratamente.

Groves, conocido por su trabajo en el underground británico, propone un enfoque más introspectivo dentro del Black Metal: un sonido oscuro, pero con matices románticos y una sensibilidad melancólica que recuerda a los días en que el género flirteaba con el gótico y lo etéreo. Canciones de su álbum Deathly Pale toman forma ante el público con una mezcla de crudeza y belleza sombría.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Fortress Festival consolida su prestigio con nuevas confirmaciones

La lluvia cae sin pausa, pero nadie se mueve del frente del escenario. Las capas y abrigos se empapan mientras las guitarras resuenan en medio del vendaval. Hay algo profundamente simbólico en comenzar así: bajo una tormenta, con una banda nueva que suena como si llevara años tocando. Parusight cierra su set entre aplausos sinceros y rostros iluminados por la tenue luz que se filtra a través de las nubes.

GodKing: ritual de huesos y sangre

Apenas un breve receso, y el escenario se transforma para recibir a GodKing, dúo londinense formado por Draca y Trident, acompañados en esta ocasión por dos músicos de sesión. Si Parusight ofreció elegancia y melancolía, GodKing representa la contracara absoluta: oscuridad, violencia y misticismo ritual.

El pie de micrófono de Draca está adornado con huesos reales, una rata colgante y símbolos tallados. La vocalista luce su característico corpse paint, con huesos atados a la cintura, mientras Trident, tras la batería, porta una máscara cubierta de pinchos que refleja la luz de los focos. Los otros dos miembros, encapuchados con sacos de arpillera, completan una imagen casi litúrgica.

Musicalmente, lo suyo es un Black Metal directo, sin artificios, anclado en la tradición más cruda del género. Blast beats, riffs serrados, y una voz que parece surgir desde las profundidades. En uno de los momentos más impactantes del set, Draca levanta un cáliz y lo vuelca sobre su rostro, cubriéndose con sangre que cae por su pecho. Un gesto tan teatral como provocador, que arranca vítores del público.

GodKing demuestra que no se necesita un gran despliegue técnico para hipnotizar: basta con convicción, presencia y una identidad visual coherente. Su presentación deja claro por qué se habla tanto de ellos en el circuito underground británico.

Mourning of the Heretic: la elegancia del caos

Poco después de las cuatro de la tarde, la lluvia arrecia con más fuerza. Sin embargo, el público no se dispersa. Es el turno de Mourning of the Heretic, banda originaria de Irlanda del Norte que llega respaldada por su reciente debut discográfico To the Shadows Betrothed.

Desde el primer acorde, su propuesta se diferencia del resto del cartel: Blackened Death Metal con tintes sinfónicos, atmósferas góticas y un aire teatral que remite al horror clásico. El vocalista Mark Valdemar domina el escenario con carisma y aplomo, alternando gruñidos con declamaciones casi litúrgicas. Su voz resuena potente bajo la lluvia, y la banda responde con una precisión milimétrica.

Mourning of the Heretic demuestra oficio y una presencia escénica sólida, producto de años tocando en escenarios de Irlanda y el Reino Unido. Su mezcla entre dramatismo y agresividad encaja a la perfección en el contexto del festival.

Saor: el alma celta en su forma más íntima

Con el cielo oscureciéndose y la temperatura cayendo en picada, el público se desplaza hacia el Longhall Stage, donde se presenta uno de los momentos más esperados del día: Saor, el proyecto del escocés Andy Marshall, ofrecerá su primer concierto acústico en el Reino Unido, y ningun lugar mejor que en Call of the Crow.

El ambiente dentro del Longhall es mágico. Las paredes de piedra, el techo bajo y las velas crean una atmósfera de recogimiento. Andy, con guitarra acústica, está acompañado por Sophie Marshall en voz, Ella en flauta y Martin en guitarra acústica. Sin percusión, sin amplificación excesiva: sólo cuatro músicos y un silencio reverente.

Desde los primeros acordes, el público queda cautivado. Las versiones acústicas de piezas emblemáticas de Saor, despojadas de distorsión, revelan su esencia melódica y folclórica. La voz de Andy, más contenida y emocional que en los discos, se funde con la de Sophie en un diálogo casi espiritual.

El set transcurre en un clima de comunión total. Algunos cierran los ojos; otros simplemente observan en silencio, respirando la calidez del momento. Cuando suena la última nota, el Longhall estalla en aplausos ensordecedores. Muchos comentan luego que ha sido el punto más emotivo de toda la jornada, y no cuesta creerlo.

Andracca: oscuridad bajo los pinos

Ya entrada la tarde y con la noche cayendo sobre la granja, es el turno de Andracca en el escenario principal. El viento arrecia y las luces vibran violentamente, proyectando sombras que bailan sobre el arco decorado con ramas de pino y calaveras. El entorno parece diseñado para ellos.

Andracca, procedentes del sur de Inglaterra, se han consolidado en los últimos años como una de las fuerzas más prometedoras del Black Metal Atmosférico británico. Su música combina ferocidad y melancolía, con largos pasajes instrumentales que alternan violencia y contemplación.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Killswitch Engage en Barcelona: “Regreso triunfal”

El guitarrista y vocalista Kieran se convierte rápidamente en el centro de atención: su energía es contagiosa, su ejecución impecable. El público responde con devoción, moviéndose al ritmo de los riffs y levantando los brazos en señal de comunión, algo que se comienza a ver más seguido entre los espectadores de Call of the Crow.

El set se apoya en buena parte en su aclamado álbum To Bare the Weight of Death, editado en 2023, cuyas canciones suenan incluso más intensas en vivo. La combinación de la iluminación, el sonido del viento y la entrega del grupo crea un momento hipnótico. Cuando Andracca se retira del escenario, corro directamente al puesto de merchandising para comprar el vinilo del disco. Fue, sin duda, una de las actuaciones más inspiradas del día.

Craven Idol: veinte años de blasfemia y thrash

Tras un breve descanso, llega el turno de los veteranos Craven Idol, quienes traen consigo más de dos décadas de trayectoria dentro del Blackened Thrash Metal. Si Andracca representó la introspección, Craven Idol es pura energía desatada.

Desde el primer riff, Vrath y compañía arremeten sin contemplaciones. Su música no da respiro: una tormenta de riffs veloces, baterías furiosas y una actitud desafiante. No hay pausas, ni discursos: solo una descarga continua de furia y técnica.

El público responde con entusiasmo. En las primeras filas se levantan los puños, las cabezas se agitan y las voces acompañan los coros de temas como “Venomous Rites” o “Towards Eschaton”. La interacción entre banda y audiencia es inmediata; se siente una conexión genuina, alimentada por años de respeto y admiración.

En lo musical, Craven Idol suena afilado. La ejecución es impecable, pero lo que realmente destaca es la pasión que transmiten. No necesitan efectos ni artificios: la convicción es su mejor arma. Es fácil entender por qué, después de veinte años, siguen siendo una referencia del underground británico.

Fen: el cierre perfecto bajo la tormenta

La noche avanza y el frío se intensifica. Son casi las diez cuando los técnicos preparan el escenario para el acto final de la jornada: Fen, uno de los nombres más respetados del Black Metal Atmosférico del Reino Unido.

El trío formado por The Watcher, Grungyn y JG emerge entre la niebla artificial, saciando la expectativa del público. Su sonido es inmediatamente reconocible: un equilibrio entre la agresividad del Black Metal y la introspección del Post-Rock. Cada nota parece tallada para evocar vastedad, melancolía y contemplación.

El repertorio combina temas clásicos con material de su más reciente álbum, Monuments to Absence, considerado el más extremo de su carrera. Las guitarras entrelazadas y los cambios dinámicos construyen paisajes sonoros que parecen extenderse más allá del propio festival.

Fen tiene una cualidad única: su música no solo se escucha, se siente. Hay momentos en los que cerrar los ojos se vuelve inevitable; las letras, cargadas de reflexión y desolación, invitan a perderse dentro de uno mismo. El público, aunque exhausto y empapado, permanece inmóvil, completamente entregado.

El clímax llega durante la última canción, cuando la intensidad alcanza su punto máximo. Pero justo entonces, el set se ve abruptamente interrumpido. Son las once de la noche, y las regulaciones del recinto prohíben continuar con música en vivo más allá de ese horario. Entre disculpas y aplausos, Fen se despide del escenario. A pesar del final prematuro, su actuación deja una huella profunda: fue un cierre tan poderoso como inesperadamente poético.

Black Altar: la ausencia más sentida

Cabe mencionar que Black Altar, banda originalmente programada para tocar durante esta jornada, no pudo presentarse debido a complicaciones logísticas de último momento. La noticia fue confirmada el mismo día por los organizadores, aunque no se brindaron mayores detalles. Su ausencia se sintió, pero el resto de la programación compensó con creces la pérdida.

Epílogo: un inicio impecable

El primer día de Call of the Crow no solo cumplió con las expectativas: las superó con creces. Desde la puntualidad de los horarios hasta la calidad del sonido y la atmósfera, todo funcionó con precisión sorprendente para una primera edición.

El entorno de Pealie’s Barn, con su mezcla de historia rural y oscuridad ritual, demostró ser el escenario perfecto para un evento de este tipo. La organización —a cargo de NeCrow Events— mantuvo una logística impecable a pesar de las condiciones meteorológicas adversas. Ni la lluvia ni el frío lograron empañar el entusiasmo del público ni la entrega de las bandas.

Musicalmente, la jornada fue un viaje a través de las múltiples caras del Black Metal contemporáneo: desde el romanticismo melancólico de Parusight, pasando por el ritual crudo de GodKing y la teatralidad de Mourning of the Heretic, hasta el trance acústico de Saor, la intensidad atmosférica de Andracca, la furia veterana de Craven Idol y el cierre introspectivo de Fen.

Cuando el último acorde se apaga y el público se dispersa hacia las tiendas, el sonido del viento vuelve a dominar el lugar. A lo lejos, se escuchan risas, conversaciones y el crepitar de una fogata improvisada. Call of the Crow ha nacido, y lo ha hecho bajo una tormenta, pero con la fuerza de un rito que promete perdurar.

Y esto apenas es el comienzo. Esperen a que les cuente sobre el segundo día…

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Después de meses de espera, finalmente llega el momento de comenzar el viaje hacia North Yorkshire, a Pealie’s Barn, para cubrir lo que promete ser un festival de Black Metal único en el Reino Unido. Después de una corta pausa en casa tras volver de la oficina, Duncan —fotógrafo colega de Glasgow— pasa a buscarme; cargo la mochila con todo lo necesario para acampar, y así comienza el viaje hacia la campiña inglesa, rumbo a Call of the Crow.

El clima no promete mucho. Desde hace días se anuncian alertas meteorológicas por la llegada de la tormenta Amy, con advertencias de fuertes vientos y lluvias persistentes durante todo el fin de semana. Pero seamos sinceros: en el imaginario del black metal, un cielo despejado no tiene el mismo encanto. Esa mezcla de viento, barro y oscuridad aporta una atmósfera que parece hecha a medida para el tipo de experiencia que este festival quiere ofrecer.

Llegamos finalmente casi a medianoche, el día antes de que el festival comience oficialmente. Entre ráfagas de lluvia y ráfagas de viento helado, toca cargar con todo el equipo y elegir un terreno donde levantar la carpa. No fue tarea sencilla: la tierra estaba empapada y el viento no daba tregua. Pero tras algunos intentos frustrados y varias risas resignadas, la tienda finalmente se mantiene en pie. Exhaustos, nos metemos dentro y dejamos que el sonido de la lluvia golpeando el nailon nos arrulle. Mañana, Call of the Crow abrirá oficialmente sus puertas.

Amanecer entre viento, barro y expectación

A las nueve de la mañana, la cocina comunitaria abre sus puertas. El aroma del café (un blend hecho especialmente para Call of the Crow), las salchichas y el bacon, se mezcla con el aire húmedo y el olor a leña quemada. Los asistentes, todavía somnolientos, se agrupan bajo el mismo techo para compartir el desayuno y comentar la jornada que se avecina. Entre las conversaciones, se respira una sensación compartida: nadie sabe exactamente qué esperar, pero todos sienten que están a punto de presenciar algo especial.

Luego del desayuno, aprovecho para recorrer el predio. Las fotos previas en redes sociales ya mostraban que el lugar prometía, pero verlo en persona lo lleva a otro nivel. Pealie’s Barn es una antigua granja del siglo XVIII, conservada con gran respeto por su arquitectura original. Ladrillo viejo, vigas de madera, portones pesados, velas encendidas a lo largo de los muros y el sonido constante del viento colándose entre las rendijas. Todo respira historia.

El escenario principal, levantado al aire libre en el patio central, combina lo rústico con lo siniestro: un arco cubierto de ramas de pino, calaveras, luces y una lona que protege parte del público de la lluvia constante. El Longhall Stage, por su parte, se encuentra dentro de una de las edificaciones originales de la granja. Allí el ambiente es completamente distinto: cálido, cerrado, con paredes de piedra, velas alineadas y candelabros suspendidos. La reverberación natural de las paredes hace que incluso un suspiro suene ritual.

Parusight: la apertura entre sombras románticas

A las 14:30 en punto, el festival abre oficialmente con Parusight, banda —o mejor dicho, proyecto— liderado por Oliver Groves, haciendo su debut en vivo para Call of the Crow. Para ser su primera presentación, el nivel de ejecución y la presencia escénica sorprenden gratamente.

Groves, conocido por su trabajo en el underground británico, propone un enfoque más introspectivo dentro del Black Metal: un sonido oscuro, pero con matices románticos y una sensibilidad melancólica que recuerda a los días en que el género flirteaba con el gótico y lo etéreo. Canciones de su álbum Deathly Pale toman forma ante el público con una mezcla de crudeza y belleza sombría.

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Apenas un breve receso, y el escenario se transforma para recibir a GodKing, dúo londinense formado por Draca y Trident, acompañados en esta ocasión por dos músicos de sesión. Si Parusight ofreció elegancia y melancolía, GodKing representa la contracara absoluta: oscuridad, violencia y misticismo ritual.

El pie de micrófono de Draca está adornado con huesos reales, una rata colgante y símbolos tallados. La vocalista luce su característico corpse paint, con huesos atados a la cintura, mientras Trident, tras la batería, porta una máscara cubierta de pinchos que refleja la luz de los focos. Los otros dos miembros, encapuchados con sacos de arpillera, completan una imagen casi litúrgica.

Musicalmente, lo suyo es un Black Metal directo, sin artificios, anclado en la tradición más cruda del género. Blast beats, riffs serrados, y una voz que parece surgir desde las profundidades. En uno de los momentos más impactantes del set, Draca levanta un cáliz y lo vuelca sobre su rostro, cubriéndose con sangre que cae por su pecho. Un gesto tan teatral como provocador, que arranca vítores del público.

GodKing demuestra que no se necesita un gran despliegue técnico para hipnotizar: basta con convicción, presencia y una identidad visual coherente. Su presentación deja claro por qué se habla tanto de ellos en el circuito underground británico.

Mourning of the Heretic: la elegancia del caos

Poco después de las cuatro de la tarde, la lluvia arrecia con más fuerza. Sin embargo, el público no se dispersa. Es el turno de Mourning of the Heretic, banda originaria de Irlanda del Norte que llega respaldada por su reciente debut discográfico To the Shadows Betrothed.

Desde el primer acorde, su propuesta se diferencia del resto del cartel: Blackened Death Metal con tintes sinfónicos, atmósferas góticas y un aire teatral que remite al horror clásico. El vocalista Mark Valdemar domina el escenario con carisma y aplomo, alternando gruñidos con declamaciones casi litúrgicas. Su voz resuena potente bajo la lluvia, y la banda responde con una precisión milimétrica.

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Saor: el alma celta en su forma más íntima

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El ambiente dentro del Longhall es mágico. Las paredes de piedra, el techo bajo y las velas crean una atmósfera de recogimiento. Andy, con guitarra acústica, está acompañado por Sophie Marshall en voz, Ella en flauta y Martin en guitarra acústica. Sin percusión, sin amplificación excesiva: sólo cuatro músicos y un silencio reverente.

Desde los primeros acordes, el público queda cautivado. Las versiones acústicas de piezas emblemáticas de Saor, despojadas de distorsión, revelan su esencia melódica y folclórica. La voz de Andy, más contenida y emocional que en los discos, se funde con la de Sophie en un diálogo casi espiritual.

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Andracca: oscuridad bajo los pinos

Ya entrada la tarde y con la noche cayendo sobre la granja, es el turno de Andracca en el escenario principal. El viento arrecia y las luces vibran violentamente, proyectando sombras que bailan sobre el arco decorado con ramas de pino y calaveras. El entorno parece diseñado para ellos.

Andracca, procedentes del sur de Inglaterra, se han consolidado en los últimos años como una de las fuerzas más prometedoras del Black Metal Atmosférico británico. Su música combina ferocidad y melancolía, con largos pasajes instrumentales que alternan violencia y contemplación.

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El set se apoya en buena parte en su aclamado álbum To Bare the Weight of Death, editado en 2023, cuyas canciones suenan incluso más intensas en vivo. La combinación de la iluminación, el sonido del viento y la entrega del grupo crea un momento hipnótico. Cuando Andracca se retira del escenario, corro directamente al puesto de merchandising para comprar el vinilo del disco. Fue, sin duda, una de las actuaciones más inspiradas del día.

Craven Idol: veinte años de blasfemia y thrash

Tras un breve descanso, llega el turno de los veteranos Craven Idol, quienes traen consigo más de dos décadas de trayectoria dentro del Blackened Thrash Metal. Si Andracca representó la introspección, Craven Idol es pura energía desatada.

Desde el primer riff, Vrath y compañía arremeten sin contemplaciones. Su música no da respiro: una tormenta de riffs veloces, baterías furiosas y una actitud desafiante. No hay pausas, ni discursos: solo una descarga continua de furia y técnica.

El público responde con entusiasmo. En las primeras filas se levantan los puños, las cabezas se agitan y las voces acompañan los coros de temas como “Venomous Rites” o “Towards Eschaton”. La interacción entre banda y audiencia es inmediata; se siente una conexión genuina, alimentada por años de respeto y admiración.

En lo musical, Craven Idol suena afilado. La ejecución es impecable, pero lo que realmente destaca es la pasión que transmiten. No necesitan efectos ni artificios: la convicción es su mejor arma. Es fácil entender por qué, después de veinte años, siguen siendo una referencia del underground británico.

Fen: el cierre perfecto bajo la tormenta

La noche avanza y el frío se intensifica. Son casi las diez cuando los técnicos preparan el escenario para el acto final de la jornada: Fen, uno de los nombres más respetados del Black Metal Atmosférico del Reino Unido.

El trío formado por The Watcher, Grungyn y JG emerge entre la niebla artificial, saciando la expectativa del público. Su sonido es inmediatamente reconocible: un equilibrio entre la agresividad del Black Metal y la introspección del Post-Rock. Cada nota parece tallada para evocar vastedad, melancolía y contemplación.

El repertorio combina temas clásicos con material de su más reciente álbum, Monuments to Absence, considerado el más extremo de su carrera. Las guitarras entrelazadas y los cambios dinámicos construyen paisajes sonoros que parecen extenderse más allá del propio festival.

Fen tiene una cualidad única: su música no solo se escucha, se siente. Hay momentos en los que cerrar los ojos se vuelve inevitable; las letras, cargadas de reflexión y desolación, invitan a perderse dentro de uno mismo. El público, aunque exhausto y empapado, permanece inmóvil, completamente entregado.

El clímax llega durante la última canción, cuando la intensidad alcanza su punto máximo. Pero justo entonces, el set se ve abruptamente interrumpido. Son las once de la noche, y las regulaciones del recinto prohíben continuar con música en vivo más allá de ese horario. Entre disculpas y aplausos, Fen se despide del escenario. A pesar del final prematuro, su actuación deja una huella profunda: fue un cierre tan poderoso como inesperadamente poético.

Black Altar: la ausencia más sentida

Cabe mencionar que Black Altar, banda originalmente programada para tocar durante esta jornada, no pudo presentarse debido a complicaciones logísticas de último momento. La noticia fue confirmada el mismo día por los organizadores, aunque no se brindaron mayores detalles. Su ausencia se sintió, pero el resto de la programación compensó con creces la pérdida.

Epílogo: un inicio impecable

El primer día de Call of the Crow no solo cumplió con las expectativas: las superó con creces. Desde la puntualidad de los horarios hasta la calidad del sonido y la atmósfera, todo funcionó con precisión sorprendente para una primera edición.

El entorno de Pealie’s Barn, con su mezcla de historia rural y oscuridad ritual, demostró ser el escenario perfecto para un evento de este tipo. La organización —a cargo de NeCrow Events— mantuvo una logística impecable a pesar de las condiciones meteorológicas adversas. Ni la lluvia ni el frío lograron empañar el entusiasmo del público ni la entrega de las bandas.

Musicalmente, la jornada fue un viaje a través de las múltiples caras del Black Metal contemporáneo: desde el romanticismo melancólico de Parusight, pasando por el ritual crudo de GodKing y la teatralidad de Mourning of the Heretic, hasta el trance acústico de Saor, la intensidad atmosférica de Andracca, la furia veterana de Craven Idol y el cierre introspectivo de Fen.

Cuando el último acorde se apaga y el público se dispersa hacia las tiendas, el sonido del viento vuelve a dominar el lugar. A lo lejos, se escuchan risas, conversaciones y el crepitar de una fogata improvisada. Call of the Crow ha nacido, y lo ha hecho bajo una tormenta, pero con la fuerza de un rito que promete perdurar.

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