Después de un primer día plagado de distorsión y mosh, nos adentramos en la segunda jornada de Copenhell. El sol apenas se asomaba y ya se podía sentir la electricidad en el aire, ese zumbido de amplificadores calentando motores y las primeras pruebas de sonido que hacían vibrar el suelo bajo nuestros pies.
Los que marcaron mi adolescencia abrieron el día con un estruendo. Mike Patton, siempre el maestro de ceremonias del caos, estaba acompañado por Scott Ian de Anthrax, y el eterno martillo en la batería, Dave Lombardo. Trey Spruance y Trevor Dunn, como caballeros de un reino surrealista, completaron la formación de Mr. Bungle. Iniciaron con “Grizzly Adams”, un torbellino de sonidos que nos sacudió el alma. Cada tema era un viaje, desde la furia de “Anarchy Up Your Anus” hasta el cover de 10cc “I’m Not in Love”, que hizo que los más duros se pusieran sentimentales. Y cómo olvidar ese momento glorioso donde adaptaron “Habla español o muere” a “Speak Danish or Die”, arrancando carcajadas y gritos de aprobación. Terminamos coreando “Go Fuck Yourself” con una mezcla de euforia y agotamiento, sabiendo que había sido una actuación para los libros de historia.
En contraste, The Baboon Show trajo su energía punk desenfrenada, lanzando un torpedo directo a nuestras sienes con “Made Up My Mind” y manteniéndonos a flote con “God Bless You All”. La vocalista, una verdadera reina de la daga, lideró la carga con una intensidad que hacía que cada acorde resonara como un grito de batalla. No había tregua, solo puro rock en tu cara.
Thy Art Is Murder, con su deathcore despiadado, nos llevó a un abismo sonoro con “Destroyer of Dreams”. La ironía de empezar con “We Like to Party!” de Vengaboys no pasó desapercibida y nos arrancó una sonrisa antes de desatar la tormenta. Cada canción, un himno a la oscuridad, culminó con el estruendo de “Reign of Darkness”, dejando claro que no había piedad en su repertorio.
Entonces, The Hives. El renacer del garage rock. Pelle Almqvist saltando y corriendo como un poseso, vestido con su traje blanco inmaculado, mientras nos daban una lección de cómo se debe llevar un show en vivo. Desde “Bogus Operandi” hasta “Tick Tick Boom”, no hubo un solo momento de respiro. El carisma de Pelle y la precisión de la banda hicieron que cada canción fuera un golpe de adrenalina.
Biohazard irrumpió con su hardcore clásico, trayendo de vuelta recuerdos de tiempos más simples. “State of the World Address” y “Punishment” nos recordaron por qué fueron pioneros en su género. Cada riff, cada golpe de batería era una declaración de principios, una invitación a unirnos en un coro de resistencia.
El escenario se preparaba para la llegada de un titán. Tom Morello, con su guitarra que parecía tener vida propia, nos llevó en un viaje a través de su carrera. Desde los potentes acordes de “Testify” hasta la emotiva “Like a Stone” en homenaje a Chris Cornell, cada nota era una chispa, cada canción un manifiesto. Y cuando el público estalló con “Killing in the Name”, sabíamos que habíamos sido testigos de algo monumental.
Cradle of Filth nos sumergió en las sombras con su teatralidad gótica. Dani Filth, con su voz infernal, nos guio a través de “Her Ghost in the Fog” y “From the Cradle to Enslave”. La atmósfera era densa, cargada de una mística oscura que nos envolvía como una niebla maldita.
Lack, los hijos pródigos de Copenhague, demostraron por qué su regreso era tan esperado. Con su mezcla única de hardcore y melodía, temas como “Be There Pulse” y “Saturate Every Atom” resonaron con una intensidad emocional que solo ellos pueden lograr. Después de años de ausencia, estaban de vuelta y más potentes que nunca.
Limp Bizkit, siempre extravagantes, se presentaron en el escenario principal con una mezcla de humor, nostalgia y excentricidad. Wes Borland, con sus atuendos estrafalarios, nos recordó que esta banda nunca ha sido solo música; es un espectáculo completo. Desde “Rollin’” hasta su cover de “Behind Blue Eyes”, cada canción era un viaje al pasado con un pie firme en el presente. Y cuando Fred Durst nos hizo cantar “Break Stuff”, sentimos que estábamos rompiendo todo a nuestro alrededor, en el mejor sentido posible.
Cerrando la noche, Sanguisugabogg, con su death metal divertido y grotesco, se aseguró de que el festival terminara con una explosión. Canciones como “Black Market Vasectomy” y “Permanently Fucked” hicieron que el mosh pit se mantuviera vivo hasta el último acorde. Incluso siendo la última banda del día, la energía no decayó, y el público seguía saltando y surfeando como si fuera el comienzo de la jornada.
Después de un primer día plagado de distorsión y mosh, nos adentramos en la segunda jornada de Copenhell. El sol apenas se asomaba y ya se podía sentir la electricidad en el aire, ese zumbido de amplificadores calentando motores y las primeras pruebas de sonido que hacían vibrar el suelo bajo nuestros pies.
Los que marcaron mi adolescencia abrieron el día con un estruendo. Mike Patton, siempre el maestro de ceremonias del caos, estaba acompañado por Scott Ian de Anthrax, y el eterno martillo en la batería, Dave Lombardo. Trey Spruance y Trevor Dunn, como caballeros de un reino surrealista, completaron la formación de Mr. Bungle. Iniciaron con “Grizzly Adams”, un torbellino de sonidos que nos sacudió el alma. Cada tema era un viaje, desde la furia de “Anarchy Up Your Anus” hasta el cover de 10cc “I’m Not in Love”, que hizo que los más duros se pusieran sentimentales. Y cómo olvidar ese momento glorioso donde adaptaron “Habla español o muere” a “Speak Danish or Die”, arrancando carcajadas y gritos de aprobación. Terminamos coreando “Go Fuck Yourself” con una mezcla de euforia y agotamiento, sabiendo que había sido una actuación para los libros de historia.
En contraste, The Baboon Show trajo su energía punk desenfrenada, lanzando un torpedo directo a nuestras sienes con “Made Up My Mind” y manteniéndonos a flote con “God Bless You All”. La vocalista, una verdadera reina de la daga, lideró la carga con una intensidad que hacía que cada acorde resonara como un grito de batalla. No había tregua, solo puro rock en tu cara.
Thy Art Is Murder, con su deathcore despiadado, nos llevó a un abismo sonoro con “Destroyer of Dreams”. La ironía de empezar con “We Like to Party!” de Vengaboys no pasó desapercibida y nos arrancó una sonrisa antes de desatar la tormenta. Cada canción, un himno a la oscuridad, culminó con el estruendo de “Reign of Darkness”, dejando claro que no había piedad en su repertorio.
Entonces, The Hives. El renacer del garage rock. Pelle Almqvist saltando y corriendo como un poseso, vestido con su traje blanco inmaculado, mientras nos daban una lección de cómo se debe llevar un show en vivo. Desde “Bogus Operandi” hasta “Tick Tick Boom”, no hubo un solo momento de respiro. El carisma de Pelle y la precisión de la banda hicieron que cada canción fuera un golpe de adrenalina.
Biohazard irrumpió con su hardcore clásico, trayendo de vuelta recuerdos de tiempos más simples. “State of the World Address” y “Punishment” nos recordaron por qué fueron pioneros en su género. Cada riff, cada golpe de batería era una declaración de principios, una invitación a unirnos en un coro de resistencia.
El escenario se preparaba para la llegada de un titán. Tom Morello, con su guitarra que parecía tener vida propia, nos llevó en un viaje a través de su carrera. Desde los potentes acordes de “Testify” hasta la emotiva “Like a Stone” en homenaje a Chris Cornell, cada nota era una chispa, cada canción un manifiesto. Y cuando el público estalló con “Killing in the Name”, sabíamos que habíamos sido testigos de algo monumental.
Cradle of Filth nos sumergió en las sombras con su teatralidad gótica. Dani Filth, con su voz infernal, nos guio a través de “Her Ghost in the Fog” y “From the Cradle to Enslave”. La atmósfera era densa, cargada de una mística oscura que nos envolvía como una niebla maldita.
Lack, los hijos pródigos de Copenhague, demostraron por qué su regreso era tan esperado. Con su mezcla única de hardcore y melodía, temas como “Be There Pulse” y “Saturate Every Atom” resonaron con una intensidad emocional que solo ellos pueden lograr. Después de años de ausencia, estaban de vuelta y más potentes que nunca.
Limp Bizkit, siempre extravagantes, se presentaron en el escenario principal con una mezcla de humor, nostalgia y excentricidad. Wes Borland, con sus atuendos estrafalarios, nos recordó que esta banda nunca ha sido solo música; es un espectáculo completo. Desde “Rollin’” hasta su cover de “Behind Blue Eyes”, cada canción era un viaje al pasado con un pie firme en el presente. Y cuando Fred Durst nos hizo cantar “Break Stuff”, sentimos que estábamos rompiendo todo a nuestro alrededor, en el mejor sentido posible.
Cerrando la noche, Sanguisugabogg, con su death metal divertido y grotesco, se aseguró de que el festival terminara con una explosión. Canciones como “Black Market Vasectomy” y “Permanently Fucked” hicieron que el mosh pit se mantuviera vivo hasta el último acorde. Incluso siendo la última banda del día, la energía no decayó, y el público seguía saltando y surfeando como si fuera el comienzo de la jornada.