Gorycz es una banda polaca que ha logrado demostrar su excepcionalidad con tan solo dos álbumes. El primero fue Piach (2018) y ahora Kamienie, ambos editados por el sello Pagan Records. Su estilo musical puede categorizarse como post black metal o blackened sludge, aunque con numerosas singularidades. Se trata de un cuarteto integrado por Tomek Kukliński (voz), Przemek Grabowski (guitarra), Michal Piłat (bajo) y Tomek Semeniuk (batería).

Más allá de Behemoth, Batushka y Mgła (con sus agrupaciones asociadas: Kriegsmaschine y Medico Peste, entre otras), la escena polaca afín al black metal ha proliferado tanto en dimensiones como en originalidad. Furia, Zmora, Odraza, Kły, Hegemone, Fleshworld, Biesy, Totenmesse y Gruzja son solo algunas de las decenas de bandas que pueden mencionarse, y entre todas ellas, Gorycz tiene brillo propio. Muchas comparten varios rasgos. Por un lado, algo que podríamos llamar “existencialismo cívico”: un trasfondo filosófico –con la estética correspondiente- que remite a una reflexión acerca de la vida en la sociedad contemporánea y las relaciones humanas atravesadas por las desgracias que se amplifican en los contextos urbanos. Por el otro, características tales como el histrionismo de los cantantes, que en su mayoría usan su lengua natal, y una actitud absolutamente vanguardista.

La creación de “Kamienie” llevó cuatro años ya que fue afectada por la pandemia y dos cambios de formación (bajista y baterista). Estos procesos consolidaron, mediante el sufrimiento, una identidad muy distintiva, que más allá del primer disco, ya se nota en el track inaugural, “Zabieram skórze Twoją twarz”, con ese comienzo oscuramente seductor y ese progresivo despliegue de la voz dramática (incluyendo risas), una batería ajustada a cambios que pueden ser abruptos, un bajo protagónico que suena siempre demoledor y una guitarra que va ejecutando poderosos riffs, pero también traza pinceladas casi impresionistas, que recuerdan al post-punk. Todo esto se profundiza en la siguiente canción, “Matka”, de inicio potente, donde el canto por momentos se transforma en pasajes recitados, y si bien todo se enlentece, nunca se pierde otra propiedad interesante de Gorycz: el groove. En “Na dno” se intensifica la dinámica del bajo siempre generando una gruesa pared sonora sobre la que la guitarra deja marcas muy diversas, que van desde líneas minimalistas hasta elaborados arreglos, mientras la percusión es tan heterogénea en su desarrollo como precisa.

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Hay que decirlo: “Chcę inne oczy” es tan atractiva que resulta cautivante. Puede llevar a una danza lenta que va mutando en un headbanging enfático. Lo que logran estos polacos es siniestramente encantador.  Llega “Szczurom niebieskim” y me invade la idea de que esta música puede ser sexy. Pienso al respecto y me percato de que eso, en verdad, representa un peligro que es confirmado por “Wybija czas”, en ese movimiento de arrastrarnos maliciosamente a circunstancias trágicas que nos conmocionan. Los riffs de Gorycz suenan como avalanchas. El cantante parece poseído por mil demonios diferentes que a veces discuten entre sí.

Maldición: “Znoszone dłonie” vuelve a ser deliciosamente agridulce. Las diatribas se erigen sobre una arquitectura sonora que va tornándose brutalista. Luego, “Na czerwono odpłyną łzy” vuelve a exhibir tramos de especial sutileza. Se me ocurre pensar que quizás esté escuchando a Joy Division tocando black metal en una realidad paralela y “Kamienie milczą” refuerza esa fantasía, incluso con sus lapsos particularmente violentos, pues se trata del track más vertiginoso, hasta que alcanza un corte que vuelve a ser desesperadamente romántico. Termina así uno de los álbumes que formará parte de mi lista de favoritos de este año y que hace que siga sintiéndome obligado a prestar atención a todo lo que surge del underground polaco.