

El debut de Imminence en Argentina se escribió con letras mayúsculas en El Teatrito. Los suecos llegaron con su propuesta de “violincore” y demostraron por qué son una de las bandas más prometedoras del metalcore contemporáneo. Fue una noche en la que el público argentino, mayoritariamente adolescente, recibió con los brazos abiertos a un grupo que combina brutalidad sonora con elementos sinfónicos únicos dentro del género.
La espera terminó y tras años de seguirlos a la distancia, de ver videos en YouTube y leer reseñas de sus presentaciones en Europa, los fans argentinos finalmente pudieron experimentar en carne propia lo que significa un recital de los suecos. La cita fue el sábado 27 de septiembre en El Teatrito, con producción de Icarus Music, y desde temprano quedó claro que no sería una noche más, el venue se colmó hasta el último rincón, con un público joven que saltó, cantó y vivió cada tema como si fuera un himno generacional.
Ya desde el arribo al lugar, la sala se veía abarrotada. Un gran caudal de gente se hizo presente para no perderse la primera presentación de la banda en el país. La composición del público fue notoriamente adolescente, con chicos y chicas que no pararon de saltar, cantar y armar algún que otro pogo espontáneo, disfrutando cada instante de la experiencia.
La apertura estuvo a cargo de In Element con Charly y los suyos al frente, el proyecto telonero local presentó su propuesta de “metal conceptual”. El set incluyó canciones de varios de sus discos, recorriendo parte de su carrera y la presentación de un tema nuevo, preparando así el escenario para la llegada de los suecos.
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Cuando las luces bajaron y sonó la introducción, la multitud estalló, lo primero que llama la atención al ver a Imminence en vivo es la presencia escénica de Eddie Berg, un frontman que maneja con naturalidad tanto el grito desgarrado como la melodía cristalina. Sin embargo, lo que realmente distingue a la banda de cualquier otra dentro del género es el violín, que en sus manos deja de ser un recurso decorativo para transformarse en un arma expresiva capaz de elevar cada canción.
El setlist se basó principalmente en su nuevo álbum The Black, temas como el que da nombre a la placa como “Beyond the Pale”, “Death by a Thousand Cuts” y “Come What May” funcionaron como pilares de una experiencia que trascendió al metalcore tradicional. La banda dejó en claro que su concepto de “violincore” no es solo una etiqueta de marketing, sino una evolución natural del estilo.
Los momentos más intensos llegaron cuando Berg abandonaba por completo el micrófono para concentrarse únicamente en el violín, creando atmósferas que oscilaron entre lo melancólico y lo épico. “Erase” e “Infectious” fueron ejemplos perfectos de esta dualidad, donde la fuerza se fundía con elementos sinfónicos de manera orgánica.
Musicalmente, el grupo se mostró impecable, nada de improvisaciones forzadas ni desprolijidades, la banda sonó ajustada, precisa y profesional, logrando que cada sonido del disco se replicara en vivo con fidelidad. La base rítmica fue un reloj, las guitarras aportaron densidad y melodía en partes iguales, y Eddie lideró con una entrega que dejó al público completamente rendido.
Tras más de una hora de música intensa, el cierre llegó entre aplausos interminables y rostros de pura felicidad. Para muchos, fue la confirmación de que tanto entusiasmo previo estaba justificado. Para otros, la oportunidad de ver materializadas en vivo esas canciones que los habían acompañado durante años a la distancia. Lo cierto es que Imminence debutó en Argentina con un show que combinó fuerza, precisión y emoción, dejando la vara muy alta para lo que vendrá.
Si algo caracteriza a los recitales en esta parte del mundo es la pasión del público, y esta vez no fue la excepción. Desde los primeros acordes hasta el último riff, la multitud se mantuvo activa durante todo el set. Eso sí, muchos remarcaron la constante presencia de celulares grabando cada momento. Aunque no opacó la comunión general, en varios pasajes se hizo evidente que había más pantallas en alto que miradas directas al escenario. Un signo de los tiempos, en tensión con la vieja escuela de vivir el show con los cinco sentidos.
Para una primera visita al país, Imminence dejó una impresión duradera. Una noche en la que el violincore demostró ser mucho más que una etiqueta, convirtiéndose en una experiencia sensorial completa que amplió los horizontes de lo que el metalcore puede ser cuando se atreve a experimentar sin perder su esencia.
Fotos de Facundo Di Salvo (Blackowl.ph)


El debut de Imminence en Argentina se escribió con letras mayúsculas en El Teatrito. Los suecos llegaron con su propuesta de “violincore” y demostraron por qué son una de las bandas más prometedoras del metalcore contemporáneo. Fue una noche en la que el público argentino, mayoritariamente adolescente, recibió con los brazos abiertos a un grupo que combina brutalidad sonora con elementos sinfónicos únicos dentro del género.
La espera terminó y tras años de seguirlos a la distancia, de ver videos en YouTube y leer reseñas de sus presentaciones en Europa, los fans argentinos finalmente pudieron experimentar en carne propia lo que significa un recital de los suecos. La cita fue el sábado 27 de septiembre en El Teatrito, con producción de Icarus Music, y desde temprano quedó claro que no sería una noche más, el venue se colmó hasta el último rincón, con un público joven que saltó, cantó y vivió cada tema como si fuera un himno generacional.
Ya desde el arribo al lugar, la sala se veía abarrotada. Un gran caudal de gente se hizo presente para no perderse la primera presentación de la banda en el país. La composición del público fue notoriamente adolescente, con chicos y chicas que no pararon de saltar, cantar y armar algún que otro pogo espontáneo, disfrutando cada instante de la experiencia.
La apertura estuvo a cargo de In Element con Charly y los suyos al frente, el proyecto telonero local presentó su propuesta de “metal conceptual”. El set incluyó canciones de varios de sus discos, recorriendo parte de su carrera y la presentación de un tema nuevo, preparando así el escenario para la llegada de los suecos.
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Cuando las luces bajaron y sonó la introducción, la multitud estalló, lo primero que llama la atención al ver a Imminence en vivo es la presencia escénica de Eddie Berg, un frontman que maneja con naturalidad tanto el grito desgarrado como la melodía cristalina. Sin embargo, lo que realmente distingue a la banda de cualquier otra dentro del género es el violín, que en sus manos deja de ser un recurso decorativo para transformarse en un arma expresiva capaz de elevar cada canción.
El setlist se basó principalmente en su nuevo álbum The Black, temas como el que da nombre a la placa como “Beyond the Pale”, “Death by a Thousand Cuts” y “Come What May” funcionaron como pilares de una experiencia que trascendió al metalcore tradicional. La banda dejó en claro que su concepto de “violincore” no es solo una etiqueta de marketing, sino una evolución natural del estilo.
Los momentos más intensos llegaron cuando Berg abandonaba por completo el micrófono para concentrarse únicamente en el violín, creando atmósferas que oscilaron entre lo melancólico y lo épico. “Erase” e “Infectious” fueron ejemplos perfectos de esta dualidad, donde la fuerza se fundía con elementos sinfónicos de manera orgánica.
Musicalmente, el grupo se mostró impecable, nada de improvisaciones forzadas ni desprolijidades, la banda sonó ajustada, precisa y profesional, logrando que cada sonido del disco se replicara en vivo con fidelidad. La base rítmica fue un reloj, las guitarras aportaron densidad y melodía en partes iguales, y Eddie lideró con una entrega que dejó al público completamente rendido.
Tras más de una hora de música intensa, el cierre llegó entre aplausos interminables y rostros de pura felicidad. Para muchos, fue la confirmación de que tanto entusiasmo previo estaba justificado. Para otros, la oportunidad de ver materializadas en vivo esas canciones que los habían acompañado durante años a la distancia. Lo cierto es que Imminence debutó en Argentina con un show que combinó fuerza, precisión y emoción, dejando la vara muy alta para lo que vendrá.
Si algo caracteriza a los recitales en esta parte del mundo es la pasión del público, y esta vez no fue la excepción. Desde los primeros acordes hasta el último riff, la multitud se mantuvo activa durante todo el set. Eso sí, muchos remarcaron la constante presencia de celulares grabando cada momento. Aunque no opacó la comunión general, en varios pasajes se hizo evidente que había más pantallas en alto que miradas directas al escenario. Un signo de los tiempos, en tensión con la vieja escuela de vivir el show con los cinco sentidos.
Para una primera visita al país, Imminence dejó una impresión duradera. Una noche en la que el violincore demostró ser mucho más que una etiqueta, convirtiéndose en una experiencia sensorial completa que amplió los horizontes de lo que el metalcore puede ser cuando se atreve a experimentar sin perder su esencia.
Fotos de Facundo Di Salvo (Blackowl.ph)