


Por más de que los festivales que mezclen muchos géneros sean muy divertidos, también existe la necesidad de encontrar eventos más específicos. Donde se centre en un género y se explore a fondo, dando la posibilidad de ver actos muy underground o raros de ver, en contextos accesibles y con mayor convocatoria. Este es el caso del Killtown Deathfest en Copenhague. Festival dedicado al death metal, desde su rama clásica a las más pesadas. Su lineup presentó grupos emergentes del estilo y otras joyas perdidas en el underground. Cabe aclarar que cuentan con bandas de todas partes del mundo, cosa que se ve reflejada en los asistentes. Mucha gente se dirige a la capital danesa exclusivamente por este festival.
El mismo se realiza en Pumpehuset, sala ubicada en el centro de la ciudad que cuenta con la particularidad de tener dos escenarios dentro. Uno pequeño en planta baja y uno grande en el primer piso. A su vez, tiene un gran patio al aire libre, con un escenario pequeño, barras de bebidas y puestos de comida. Este venue se utiliza en su totalidad para el festival.
Los encargados de la titánica tarea de abrir el festival fueron los ingleses Vacuous. Banda con 5 años de trayectoria y dos discos bajo el brazo. Con una luz roja muy tenue y estática despacharon un set con material de sus dos discos, aunque haciendo hincapié en el editado este año, In Historia Blood. La propuesta de la banda abarca un death metal clásico con clara influencia de los 90, pero con momentos atmosféricos que recuerdan a bandas más actuales. El sonido tuvo la batería y la voz al frente, y las guitarras y el bajo un poco más atrás. Igual se escuchaban con mucha claridad. Un detalle es que el vocalista usaba un distorsionador en la voz. Esto le daba más peso a los guturales profundos y más volumen a los gritos agudos. Las ejecuciones fueron muy buenas, los riffs afilados lograban el cometido de romper la cabeza del oyente y el bajo acompañaba bien en el fondo. El baterista contaba con un estilo no muy técnico pero con un golpe fuerte, aunque por momentos los fills no sonaban muy limpios. La comunicación con el público fue casi nula, un breve saludo y listo. Con eso bastó para dar un gran inicio al festival.
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El segundo escenario fue inaugurado por Malformed, banda finesa, integrada por músicos muy jóvenes. Su estilo es un death metal basado en riffs técnicos y rápidos, aunque cuentan con momentos a medio tiempo, donde aprovechan a hacer solos de guitarra y pincelar con melodías. Por su parte, la batería iba despachando diferentes tipos de blast beats, aunque haciendo base en los rápidos con semicorcheas. Sin embargo, también aporta matices con muchos arreglos muy interesantes y bien colocados. Con un sonido exquisito —aunque la segunda guitarra estaba un poquito baja— desplegaron un set brutal con canciones de sus EPs y de su larga duración. Su único LP se editó este año y lleva el nombre de Confinement of Flesh. El público tuvo una reacción fenomenal, iniciando tímidos pogos. Hasta un alcoholizado subió al escenario y luego se arrojó a la gente. Esto hizo que los músicos se emocionen e incentiven estas reacciones, sobre todo el bajista, que fue quien más ovaciones recibió, particularmente después de su solo. Luego de 30 minutos de presentación, se retiraron del escenario victoriosos, habiendo dado un concierto espectacular.
Desde Australia, Impetuous Ritual subió a escena y desde el primer momento dejó a todo el público desconcertado. En primer lugar, los músicos se encontraban en taparrabos raros y completamente bañados en sangre y tierra. En segundo, su propuesta musical es caótica, no hay ningún tipo de orden o lógica. De momentos apostaron por una propuesta más ritualística y luego todo se transformó en una bola de riffs deformes y cambiantes, que a su vez eran atravesados por solos de guitarra sin sentido y fills de batería infernales. La voz era un gutural profundo que se alternaba con gritos desgarradores. Esta combinación daba la sensación de estar en el medio de un ritual dentro de una caverna. El show arrancó un poco tibio, con un sonido poco claro e imperfecciones generadas por problemas en los retornos. Esto por suerte se solucionó y el show mejoró notablemente. Otro punto a favor fue que a la tercera canción, las estáticas luces despertaron y comenzaron a hacer juegos con las disonancias y cambios de ritmo. La comunicación con el público fue muy leve, simplemente se limitaron a pedirles alcohol a los que se encontraban en frente. Una presentación que resultó entretenida y llamativa, más allá de pequeños traspiés.
Desde México, Castleumbra, a base de un death metal pantanoso pero con muchos momentos de velocidad, entregó una de las mejores presentaciones de la fecha. Con un sonido equilibrado, donde todo estaba en el volumen correcto, se pudo apreciar todo en detalle. Los protagonistas son los riffs arrastrados que van variando el tempo según lo vaya pidiendo la canción. No dudan en pasar de momentos lentos a velocidades altas, de un segundo a otro. Estos cambios siempre están acompañados de algún adorno con el bajo y fills de batería. Hablando de la batería, esta se lució bastante, ya que usó bases no tan comunes, más allá de los típicos blast beats y los uno y uno. Los presentes estallaron en alegría y entregaron a la banda un gran pogo y ovación. Hasta un compatriota subió al escenario con la bandera de México sobre el final. Un show maravilloso.
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Desde Texas, Estados Unidos, Corpus Offal salió a la cancha con un sonido espectacular. Con la voz —que tenía algún efecto— bien al frente y detrás una pared sonora a base de guitarras demenciales. Estas no paraban de escupir riffs que, si bien eran complejos, no aburrían y agregaban matices a las canciones. Detrás teníamos un bajo con una distorsión bien grave, que sonaba súper crujiente. Acompañando al bajo estaba la batería que iba siguiendo los cambios de ritmo a la perfección. El setlist se basó en su disco homónimo, editado este año. Este cuenta con canciones largas y con varios segmentos, donde la brutalidad en contadas ocasiones cede a momentos más atmosféricos. El final del show fue monumental, con “Secreted Effluence”, una canción monumental de 12 minutos de duración. Finalizada la misma, los músicos se retiraron del escenario con el público a sus pies.
Los encargados de cerrar el escenario secundario fueron los estadounidenses Left Cross. Su propuesta es fiel a sus orígenes, ya que ejecutan un death metal altamente influenciado por la escuela de Florida, pero con toques modernos que aportan frescura. Con 4 EPs bajo el brazo y 2 discos, despacharon canciones de casi todos sus trabajos. Esto hecho con una precisión destacable y un muy buen gusto. Muchas veces puede parecer que esta música es puro ruido, pero no. Está muy cuidada, y esta banda fue el ejemplo de eso. Y obviamente el sonido los acompañó con creces. Todos los detalles eran apreciados, pero lo que más destacó fue el bajo. Con un tono sucio y contundente iba a tono con el doble pedal. Las guitarras también sonaron súper nítidas y la voz al frente, pero sin aturdir. Con un recinto entero cabeceando, los músicos saludaron y se retiraron del escenario.
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Como mencioné más arriba, este festival presenta números muy underground y raros de ver. Aunque creo firmemente que la banda más conocida y esperada fue la encargada de cerrar el primer día. Me refiero a los australianos de Portal. Este grupo es demasiado particular, debido a varios detalles. El primero es su identidad guardada bajo atuendos sacados de una pesadilla. Los músicos estaban completamente cubiertos de negro, con una soga colgada en el cuello. Mientras que el vocalista presentaba un atuendo similar al de un sacerdote, pero con una máscara diabólica con varios cuernos saliendo de ella. El segundo punto es su poca actividad en vivo. Este concierto que presencié fue el primero en Europa, luego de diez años. Más que tampoco se habían presentado demasiado en su país de origen. El tercer punto es su música. Simplemente se puede clasificar como el sonido de la peor pesadilla. Guitarras disonantes súper graves, que marcan riffs complicados, a base de la técnica de tremolo picking, creando unas atmósferas oscuras y envolventes. La batería pasa de blast beats perfectamente ejecutados, a momentos de arreglos o golpes simples, aumentando la atmósfera ritualística que propone el grupo. La voz es un gutural profundo, con pocos matices, pero mucha contundencia. Realmente suena como si estuviera hablando un demonio. El concierto entero fue monótono, pero efectivo. Una maldita ceremonia negra de 1 hora de duración. El sonido fue brutal, realmente sonaron como el disco. Se entendían a la perfección todos los instrumentos y se apreciaron muy bien las disonancias. Aunque, como en estudio, se sentía que los instrumentos estaban opacos. Pero a la vez te rompían los oídos. Es muy destacable que logren llevar esa dualidad del estudio al vivo, con tan buen resultado. Sin saludar, las figuras encapuchadas se retiraron y el público quedó atónito aplaudiendo por unos largos minutos.
Antes de cerrar la crónica, me gustaría abordar un detalle. Todos los shows fueron presenciados con el uso de tapones para los oídos. Estos, más allá de bajar el volumen, filtran las frecuencias dañinas. En un momento, durante el set de Portal, me los quité y noté una frecuencia aguda muy molesta. Recibí muchos comentarios de gente sin protección en los oídos, que sufrió mucho por ese sonido y les arruinó la experiencia. Dejando de lado esto, se vivió una jornada llena de pudredumbre y blast beats. Un inicio genial para un evento de 4 días.
Etiquetas: Australian Death Metal, Blackened Death Metal, brutal death metal, Castelumbra, Corpus Offal, Death Metal, Killtown Deathfest, Malformed, Portal


Por más de que los festivales que mezclen muchos géneros sean muy divertidos, también existe la necesidad de encontrar eventos más específicos. Donde se centre en un género y se explore a fondo, dando la posibilidad de ver actos muy underground o raros de ver, en contextos accesibles y con mayor convocatoria. Este es el caso del Killtown Deathfest en Copenhague. Festival dedicado al death metal, desde su rama clásica a las más pesadas. Su lineup presentó grupos emergentes del estilo y otras joyas perdidas en el underground. Cabe aclarar que cuentan con bandas de todas partes del mundo, cosa que se ve reflejada en los asistentes. Mucha gente se dirige a la capital danesa exclusivamente por este festival.
El mismo se realiza en Pumpehuset, sala ubicada en el centro de la ciudad que cuenta con la particularidad de tener dos escenarios dentro. Uno pequeño en planta baja y uno grande en el primer piso. A su vez, tiene un gran patio al aire libre, con un escenario pequeño, barras de bebidas y puestos de comida. Este venue se utiliza en su totalidad para el festival.
Los encargados de la titánica tarea de abrir el festival fueron los ingleses Vacuous. Banda con 5 años de trayectoria y dos discos bajo el brazo. Con una luz roja muy tenue y estática despacharon un set con material de sus dos discos, aunque haciendo hincapié en el editado este año, In Historia Blood. La propuesta de la banda abarca un death metal clásico con clara influencia de los 90, pero con momentos atmosféricos que recuerdan a bandas más actuales. El sonido tuvo la batería y la voz al frente, y las guitarras y el bajo un poco más atrás. Igual se escuchaban con mucha claridad. Un detalle es que el vocalista usaba un distorsionador en la voz. Esto le daba más peso a los guturales profundos y más volumen a los gritos agudos. Las ejecuciones fueron muy buenas, los riffs afilados lograban el cometido de romper la cabeza del oyente y el bajo acompañaba bien en el fondo. El baterista contaba con un estilo no muy técnico pero con un golpe fuerte, aunque por momentos los fills no sonaban muy limpios. La comunicación con el público fue casi nula, un breve saludo y listo. Con eso bastó para dar un gran inicio al festival.
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El segundo escenario fue inaugurado por Malformed, banda finesa, integrada por músicos muy jóvenes. Su estilo es un death metal basado en riffs técnicos y rápidos, aunque cuentan con momentos a medio tiempo, donde aprovechan a hacer solos de guitarra y pincelar con melodías. Por su parte, la batería iba despachando diferentes tipos de blast beats, aunque haciendo base en los rápidos con semicorcheas. Sin embargo, también aporta matices con muchos arreglos muy interesantes y bien colocados. Con un sonido exquisito —aunque la segunda guitarra estaba un poquito baja— desplegaron un set brutal con canciones de sus EPs y de su larga duración. Su único LP se editó este año y lleva el nombre de Confinement of Flesh. El público tuvo una reacción fenomenal, iniciando tímidos pogos. Hasta un alcoholizado subió al escenario y luego se arrojó a la gente. Esto hizo que los músicos se emocionen e incentiven estas reacciones, sobre todo el bajista, que fue quien más ovaciones recibió, particularmente después de su solo. Luego de 30 minutos de presentación, se retiraron del escenario victoriosos, habiendo dado un concierto espectacular.
Desde Australia, Impetuous Ritual subió a escena y desde el primer momento dejó a todo el público desconcertado. En primer lugar, los músicos se encontraban en taparrabos raros y completamente bañados en sangre y tierra. En segundo, su propuesta musical es caótica, no hay ningún tipo de orden o lógica. De momentos apostaron por una propuesta más ritualística y luego todo se transformó en una bola de riffs deformes y cambiantes, que a su vez eran atravesados por solos de guitarra sin sentido y fills de batería infernales. La voz era un gutural profundo que se alternaba con gritos desgarradores. Esta combinación daba la sensación de estar en el medio de un ritual dentro de una caverna. El show arrancó un poco tibio, con un sonido poco claro e imperfecciones generadas por problemas en los retornos. Esto por suerte se solucionó y el show mejoró notablemente. Otro punto a favor fue que a la tercera canción, las estáticas luces despertaron y comenzaron a hacer juegos con las disonancias y cambios de ritmo. La comunicación con el público fue muy leve, simplemente se limitaron a pedirles alcohol a los que se encontraban en frente. Una presentación que resultó entretenida y llamativa, más allá de pequeños traspiés.
Desde México, Castleumbra, a base de un death metal pantanoso pero con muchos momentos de velocidad, entregó una de las mejores presentaciones de la fecha. Con un sonido equilibrado, donde todo estaba en el volumen correcto, se pudo apreciar todo en detalle. Los protagonistas son los riffs arrastrados que van variando el tempo según lo vaya pidiendo la canción. No dudan en pasar de momentos lentos a velocidades altas, de un segundo a otro. Estos cambios siempre están acompañados de algún adorno con el bajo y fills de batería. Hablando de la batería, esta se lució bastante, ya que usó bases no tan comunes, más allá de los típicos blast beats y los uno y uno. Los presentes estallaron en alegría y entregaron a la banda un gran pogo y ovación. Hasta un compatriota subió al escenario con la bandera de México sobre el final. Un show maravilloso.
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Desde Texas, Estados Unidos, Corpus Offal salió a la cancha con un sonido espectacular. Con la voz —que tenía algún efecto— bien al frente y detrás una pared sonora a base de guitarras demenciales. Estas no paraban de escupir riffs que, si bien eran complejos, no aburrían y agregaban matices a las canciones. Detrás teníamos un bajo con una distorsión bien grave, que sonaba súper crujiente. Acompañando al bajo estaba la batería que iba siguiendo los cambios de ritmo a la perfección. El setlist se basó en su disco homónimo, editado este año. Este cuenta con canciones largas y con varios segmentos, donde la brutalidad en contadas ocasiones cede a momentos más atmosféricos. El final del show fue monumental, con “Secreted Effluence”, una canción monumental de 12 minutos de duración. Finalizada la misma, los músicos se retiraron del escenario con el público a sus pies.
Los encargados de cerrar el escenario secundario fueron los estadounidenses Left Cross. Su propuesta es fiel a sus orígenes, ya que ejecutan un death metal altamente influenciado por la escuela de Florida, pero con toques modernos que aportan frescura. Con 4 EPs bajo el brazo y 2 discos, despacharon canciones de casi todos sus trabajos. Esto hecho con una precisión destacable y un muy buen gusto. Muchas veces puede parecer que esta música es puro ruido, pero no. Está muy cuidada, y esta banda fue el ejemplo de eso. Y obviamente el sonido los acompañó con creces. Todos los detalles eran apreciados, pero lo que más destacó fue el bajo. Con un tono sucio y contundente iba a tono con el doble pedal. Las guitarras también sonaron súper nítidas y la voz al frente, pero sin aturdir. Con un recinto entero cabeceando, los músicos saludaron y se retiraron del escenario.
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Como mencioné más arriba, este festival presenta números muy underground y raros de ver. Aunque creo firmemente que la banda más conocida y esperada fue la encargada de cerrar el primer día. Me refiero a los australianos de Portal. Este grupo es demasiado particular, debido a varios detalles. El primero es su identidad guardada bajo atuendos sacados de una pesadilla. Los músicos estaban completamente cubiertos de negro, con una soga colgada en el cuello. Mientras que el vocalista presentaba un atuendo similar al de un sacerdote, pero con una máscara diabólica con varios cuernos saliendo de ella. El segundo punto es su poca actividad en vivo. Este concierto que presencié fue el primero en Europa, luego de diez años. Más que tampoco se habían presentado demasiado en su país de origen. El tercer punto es su música. Simplemente se puede clasificar como el sonido de la peor pesadilla. Guitarras disonantes súper graves, que marcan riffs complicados, a base de la técnica de tremolo picking, creando unas atmósferas oscuras y envolventes. La batería pasa de blast beats perfectamente ejecutados, a momentos de arreglos o golpes simples, aumentando la atmósfera ritualística que propone el grupo. La voz es un gutural profundo, con pocos matices, pero mucha contundencia. Realmente suena como si estuviera hablando un demonio. El concierto entero fue monótono, pero efectivo. Una maldita ceremonia negra de 1 hora de duración. El sonido fue brutal, realmente sonaron como el disco. Se entendían a la perfección todos los instrumentos y se apreciaron muy bien las disonancias. Aunque, como en estudio, se sentía que los instrumentos estaban opacos. Pero a la vez te rompían los oídos. Es muy destacable que logren llevar esa dualidad del estudio al vivo, con tan buen resultado. Sin saludar, las figuras encapuchadas se retiraron y el público quedó atónito aplaudiendo por unos largos minutos.
Antes de cerrar la crónica, me gustaría abordar un detalle. Todos los shows fueron presenciados con el uso de tapones para los oídos. Estos, más allá de bajar el volumen, filtran las frecuencias dañinas. En un momento, durante el set de Portal, me los quité y noté una frecuencia aguda muy molesta. Recibí muchos comentarios de gente sin protección en los oídos, que sufrió mucho por ese sonido y les arruinó la experiencia. Dejando de lado esto, se vivió una jornada llena de pudredumbre y blast beats. Un inicio genial para un evento de 4 días.
Etiquetas: Australian Death Metal, Blackened Death Metal, brutal death metal, Castelumbra, Corpus Offal, Death Metal, Killtown Deathfest, Malformed, Portal




