

En el magnífico escenario de la Sala Rock City de Valencia, se despliega el renacimiento musical de La H No Murió (Malón, para los amigos. Pero hoy, son La H), en su primera travesía por tierras españolas. Este evento, dotado de un carácter trascendental, no meramente como una presentación artística, sino como una resurrección, un reencuentro con las raíces que resuenan como un eco en el tejido del presente. Con la presencia de Antonio “Tano” Romano y Claudio O’Connor, dos pioneros de Hermética, este concierto se alza como una comunión con el pasado, una afirmación de que los muertos, en el ámbito de la música, tienen el poder de volver a la vida.
El momento inaugural de la noche, marcado por la introducción de “Tano Solo”, despierta una carga eléctrica en el aire, como si las sombras del ayer bailaran entre las luces del presente. Desde las profundidades sonoras de Malón hasta los susurros evocadores de Hermética, cada acorde y cada letra se entrelazan como hilos de un tapiz, tejiendo una narrativa de rebelión y redención. Canciones emblemáticas como “Castigador por Herencia” y “Síntoma de la Infección”, inmortalizadas en la era dorada del metal, trascienden las barreras del tiempo, recordándonos la perennidad del arte y su capacidad para perdurar más allá de las eras.
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En el fragor de la actuación, Javier, el hábil percusionista, entabla un diálogo con las deidades del metal a través de su ejecución magistral. Cada golpe de tambor resuena como un tributo a los maestros del género, desde los venerados Judas Priest hasta los legendarios Van Halen, trascendiendo así las limitaciones temporales y geográficas.
No obstante, el aire saturado de la sala no solo está impregnado de nostalgia, sino también de valentía, pasión y la rabia latente en cada acorde y cada grito. Desde “Atravesando Todo Límite” hasta “Ayer Deseo, Hoy Realidad”, cada composición se convierte en un viaje introspectivo, un peregrinaje por los recovecos del alma humana. Temas como “Cráneo Candente”, “Vida Impersonal” y “Memoria de Siglos” funcionan como profecías, revelando verdades eternas grabadas en el metal, que resuenan en los corazones de los presentes.
Al finalizar la velada, mientras las luces se desvanecen y los últimos ecos musicales se disipan en el aire, uno no puede evitar sentir que, aunque La H haya partido, su espíritu pervive, ardiente en los corazones de cada individuo presente en esa sala. Porque mientras la música continúe vibrando, mientras los corazones sigan latiendo al ritmo de la rebelión y la esquina.



En el magnífico escenario de la Sala Rock City de Valencia, se despliega el renacimiento musical de La H No Murió (Malón, para los amigos. Pero hoy, son La H), en su primera travesía por tierras españolas. Este evento, dotado de un carácter trascendental, no meramente como una presentación artística, sino como una resurrección, un reencuentro con las raíces que resuenan como un eco en el tejido del presente. Con la presencia de Antonio “Tano” Romano y Claudio O’Connor, dos pioneros de Hermética, este concierto se alza como una comunión con el pasado, una afirmación de que los muertos, en el ámbito de la música, tienen el poder de volver a la vida.
El momento inaugural de la noche, marcado por la introducción de “Tano Solo”, despierta una carga eléctrica en el aire, como si las sombras del ayer bailaran entre las luces del presente. Desde las profundidades sonoras de Malón hasta los susurros evocadores de Hermética, cada acorde y cada letra se entrelazan como hilos de un tapiz, tejiendo una narrativa de rebelión y redención. Canciones emblemáticas como “Castigador por Herencia” y “Síntoma de la Infección”, inmortalizadas en la era dorada del metal, trascienden las barreras del tiempo, recordándonos la perennidad del arte y su capacidad para perdurar más allá de las eras.
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En el fragor de la actuación, Javier, el hábil percusionista, entabla un diálogo con las deidades del metal a través de su ejecución magistral. Cada golpe de tambor resuena como un tributo a los maestros del género, desde los venerados Judas Priest hasta los legendarios Van Halen, trascendiendo así las limitaciones temporales y geográficas.
No obstante, el aire saturado de la sala no solo está impregnado de nostalgia, sino también de valentía, pasión y la rabia latente en cada acorde y cada grito. Desde “Atravesando Todo Límite” hasta “Ayer Deseo, Hoy Realidad”, cada composición se convierte en un viaje introspectivo, un peregrinaje por los recovecos del alma humana. Temas como “Cráneo Candente”, “Vida Impersonal” y “Memoria de Siglos” funcionan como profecías, revelando verdades eternas grabadas en el metal, que resuenan en los corazones de los presentes.
Al finalizar la velada, mientras las luces se desvanecen y los últimos ecos musicales se disipan en el aire, uno no puede evitar sentir que, aunque La H haya partido, su espíritu pervive, ardiente en los corazones de cada individuo presente en esa sala. Porque mientras la música continúe vibrando, mientras los corazones sigan latiendo al ritmo de la rebelión y la esquina.
