Diez años ya del primer Pintor Rock en formato festivalero hacían presagiar que la organización de una configuración más manejable (a pesar de contar con grandes bandas y de celebrarse en un enclave grandote y algo tiquismiquis – se trata de un patrimonio arquitectónico digno de ser bien tratado) no debería suponer un problema para los responsables del mismo. No nos equivocamos. La primera sorpresa fue encontrarnos una enorme carpa (que sospechamos, por su decoración selvática, era “reciclada”) salvaguardando al personal de posibles inclemencias que, por fortuna, no hicieron acto de presencia. Pero ya se sabe: más vale prevenir… Chapó. Accesos cómodos y relativamente rápidos, servicio de barra diligente y amable (no entraremos a valorar el tema de los precios –ni de los “toquens”- porque ya está demasiado manido y, mientras sigamos pagando, nos la seguirán clavando), un escenario a la altura de las circunstancias, la posibilidad de llevarse algo a la boca (mientras sigamos pagando…) … Una lástima no haber tenido en cuenta que los hardcoretas tienden a ir al WC más de lo habitual (you all know why) y hacerlo acompañados en ambos géneros; no habría estado de más reforzar los lavabos del recinto con alguno de aquellos de quita y pon para no tener que perdernos dos canciones cada vez que nos llamara la naturaleza, ni pasarnos los descansos haciendo colas (una pa beberla, otra pa mearla). Y una pena también (creemos que debe ser una imposición, o bien municipal o bien del ente que dirige el espacio cultural) que faltara algo de chicha sónica. Tal vez esté uno perdiendo oído, pero no recuerdo muchos conciertos con este tipo de grupos, en los que pudiera hablar cómodamente con el de al lado estando situado cerca de la mitad del aforo. Ni lo recuerdo ni quisiera que se repitiera. Que no he venido a hablar. Y ya que entramos en terrenos sonoros, que es de lo que se trata, vamos al meollo.
Los gerundenses (Sarrià de Ter) Milenrama llevaban más de seis meses sin subirse a un escenario. Sorprendente saberlo a posteriori, ya que durante su descarga se les vio cohesionados, compactos y seguros. No tan sorprendente si nos damos cuenta de que aprovecharon la media hora de la que disponían para desgranar casi íntegramente (a excepción de una canción) su último lanzamiento, “Corazón y Actitud” (2018). Únicamente dejaron fuera el quinto track del redondo, “Sangre y Silencio”, cuyo lugar ocupó “Falsa impotencia” de su disco “Impotencia Inducida” (2014). El harcore-punk que practican estos chicos se me antoja algo facilón, especialmente en cuanto a su lírica (tampoco las melodías inventan la rueda, moviéndose entre influencias dispares pero muy reconocibles como la de los primeros Barricada o el punk melódico detresacordes de los primitivos Reincidentes). Sin embargo, la voz de Primen, que demuestra que feminidad y mala leche (cuando toca) no tienen por qué ser conceptos antagónicos, y el muy buen hacer al bajo de Sergi, son motivos suficientes para hacerlos destacar por encima de propuestas casi clónicas en cuanto a musicalidad. ¿Y qué decir respecto al mensaje? Pues que, sin duda, sirvió como entremés de lo que se nos vendría encima a lo largo de la noche, cuya selección de combos nos ayudaría a realizar una comparativa entre “distintas maneras de cantar lo mismo”: “Porque si el cerco se ve bien sellado, salir de dentro se ve una utopía, y resignamos las ganas de cambio a cambio de nada”, sentencian en la ya citada “Falsa impotencia”. Odio hacia la clase política (“No genero prou saliva per escupir-te: sería el mínim que faria”) en “Fuck Off”; rabia y desamor en “Libre sin ti”; libertad sexual en “Dirección al infierno” … Me quedo con una frase de “Malditos Bastardos”, que sonó en el tercio final de su actuación: “Un servidor leal el defensor del pueblo; un gran soldado, un valiente guerrillero; un luchador del mundo libre, un combatiente; el lameculos del gobierno es lo que eres”. Y llegó “la hora dels adeus”. Y Milenrama escogió despedirse en catalán. Y sonó “Poble Rebel” Y la gente se animó. Y lo agradecimos todo: el idioma, los puños en alto, los saltos, el interés de los dispersos… Porque nos preparó para lo que llegaba:
Es una de las labores más dolientes de un cronista musical, pero a veces tenemos que mojarnos. O será que queremos hacerlo. Así que espero que nadie se sienta ofendido si digo que hay un salto cualitativo digno de mención que comienza con la siguiente banda en subir a la palestra. Estoy convencido de que si Crim hubiera comenzado su andadura veinte años atrás de cuando lo hicieron (“Deu Milles per Veure una Merda”, su primera obra, se editó en 2011), pese a lo relativamente arriesgado de su propuesta y de cantar en catalán, su estatus sería de culto. Adri (guitarra y voz), Quim (segunda guitarra), Javi (bajo) y Marc (batería) se autodefinen como punk-rockers, pero a mí las etiquetas en el caso de estos chicos se me antojan papel mojado. Para que nos entendamos, lo que en realidad hacen es una especie de crossover punk con unas guitarras muy metaleras y una voz de las que crean afición. Abrieron el show con “Potser no hi ha final”, de su último plástico “Pare Nostre que Esteu a l’Infern” (2018) y, pese a algunos problemas de ecualización iniciales (lógicos en este tipo de espectáculos), no pudo uno más que dejarse llevar, a partir de ese momento, por una musicalidad que no entiende de barreras y unas letras que, muy a mi pesar, intuyo que, en los tiempos que corren, donde lo inmediato le gana la partida a lo cocinado a fuego lento, les pueden alejar de las seguidores más clásicos y/o radicales. A mí, en cambio, esa poesía a lo Miquel Martí i Pol que no rehusa bajar a la calle cuando el tema lo requiere, me engancha y me apasiona. “Em cago en l’orgull i en l’honor si ens envolten de barrots”, dicen en su siguiente elegida “La Puta Copa del Rei” (también de su último esfuerzo). Lo que decíamos: “distintas maneras de contar/cantar lo mismo”. Que cada cual se quede con la suya. “Caiguda Lliure”, con unas guitarras algo más comedidas, “Cavalls Morts” (“S.T”, 2014), “Vaixells de Paper” (“Blau Sang, Vermell Cel”, 2016) o “De Debò” (“M’ets igual i m’ets perfecte”, sic.) fueron afinando el sonido de los instrumentos y los sentidos de la peña, que cada vez se mostraba más festiva, divertida y comprometida. Y no decayó la cosa con las siguientes: “Verí Caducat”, “Maneres de Viure” (que encierra uno de mis versos preferidos de toda su discografía: “Masses peus tocant a terra, massa cors pel decorat, oblidant-nos que la vida es més que seguir respirant”) y “Una Cançó i una promesa”, contra la culpa y la tristeza de los errores del pasado, terminaron de enamorarnos y prepararnos para un fin de fiesta en los que “Blau Sang, Vermell Cel”, “Pare nostre que Esteu a l’Infern” y “Castells de Sorra” estoy seguro que deleitaron a sus condicionales y sumaron más interesados a sus hordas. Seguimos.
Qué triste sensación me llevo del concierto de Soziedad Alkoholika. Qué pena tratándose de una de mis bandas preferidas y la razón principal por la que solicité poder asistir al BonusTrack. Pero empecemos por lo bueno: para cuando los de Vitoria arremetieron con los primeros acordes de “Alienado” (“Sistema Antisocial”, 2017), la pista ya era un hervidero. S.A. no son sólo uno de los grandes, uno de los clásicos, sino que forman parte de los pioneros, de aquellos que se atrevieron a alzar la voz cuando nadie lo hacía, de los que no temblaron a la hora de decir lo que pensaban en los tiempos en los que ciertas opiniones (sobre todo si venían desde Euskadi) te podían llevar ante esos pseudo dioses llamados jueces (como así fue en este caso). Vaya: acabo de recordar que la historia es cíclica. Evolucionamos, dicen. En fin… La cosa es que el poder de convocatoria del combo sigue siendo notorio, y el jolgorio que generan sus canciones siguen intactos. “Dosis de Violencia”, “Política del Miedo”, “Tiempos Oscuros” o “Niebla de Guerra”, todas de su última etapa, esa que prioriza el ritmo y la contundencia por encima de la melodía, terminaron por calentar al personal hasta ese punto de inflexión que todo concierto de estas características requiere y que es el “baño de cerveza”. Vasos volando y voces estallando. Buen momento para ametrallar con una colección de himnos algo más añejos y, en mi opinión, todavía más estimulantes: “Palomas y buitres”, “Ratas”, “Cienzia Asesina” y “La aventura del saber” desatan la locura y, en mi caso, la esquizofrenia: la dualidad de estar gozando como un puto loco mientras el sentimiento de Deja Vú empieza a envolverme. Alfred está inmenso a la batería durante “Siempre Hay Alguien que te Amarga la Existencia”; el público se deja el alma mientras suena “Piedra contra Tijera”; Iñigo y Jimmy nos hacen olvidar formaciones pasadas con su virtuosismo en “Civilización Degeneración”; y el bajo de Pirulo marca el ritmo hacia el paroxismo durante la muy emocionante “Cuando Nada vale Nada”. Pero, a pesar del éxtasis de volver a escuchar a Juan cerrar un bolo con la speedhardcore “Nos vimos en Berlín”, aun cuando el delirio debiera ser la puerta hacia la calma, hacia el desahogo, hacia la saciedad, no puedo evitar sentirme decepcionado. Os lo explico: siento admiración por esta banda. Me han llegado como pocas y puedo recorrer mentalmente momentos importantes de mi vida en función de “qué disco de S.A.” estaba escuchando en aquella época. Los he visto incontables veces y siento, a día de hoy, y desde que lanzaran su último disco, que les toca reinventarse. Son profesionales, unos músicos cojonudos y unos tipos muy valientes por seguir moviendo su mensaje donde quieran escucharlo. Pero sus últimos conciertos me dejan la sensación de un automatismo, un “vamos, tocamos y nos piramos” (aunque a Juan se le pudo ver en un lateral siguiendo el resto del festival), de un set-list casi inamovible, de una nula interacción con el respetable, de cierta frialdad (o calentura calculada) que me hace desear que algo cambie. Quisiera que se tomaran un descanso, que sacaran un nuevo LP rompedor, como hicieran tantas veces en el pasado, que se replantearan su puesta en escena (tan efectista pero tan repetitiva y tan molesta para los fotógrafos de prensa) y que volvieran a las tablas con una propuesta fresca y motivadora. Aunque si lo pienso bien, todo esto debe ser la paja mental de alguien que los ha visto demasiadas veces y muchas de ellas en los últimos dos años. Si pasan por vuestra ciudad/pueblo/aldea/barrio ni lo dudéis: son garantía de diversión y de “odiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiioooooooooooooooo”.
Para ir terminando, tengo que pedir disculpas de parte de este cronista y de este medio que da cabida a su voz. La historia es que, en principio, debíamos ser dos los plumillas que nos encargáramos de la crónica, pero un problema familiar impidió a mi compañero acercarse y yo, para que os voy a engañar, no tengo ya la capacidad de atención como para contaros lo sucedido durante cinco conciertos con la claridad mental y el detalle que me gustaría. El setlist de Segismundo Toxicómano fue el siguiente:
- Muerete
- Podredumbre
- En este infierno
- Perros
- Apunta
- Hoy como ayer
- Contra el muro
- Loco
- Gaupasa
- Electroshock
- 12 años
- Antihéroes
- Por ti
- Gloria
- Mi vida
- Último asalto
- Las noches siguen sabiendo a sangre
- Las drogas
Sonaron, a pesar de no ser santo de mi devoción, considerablemente bien y se les vio pasárselo de perlas durante su actuación, algo que es muy de agradecer. No es de extrañar si tenemos en cuenta que vienen de un parón de unos seis años, y que hace poco presentaron nuevo disco: “Sangre Fácil”.
Y respecto a Lendakaris Muertos, nada puedo decir, pues otros compromisos me hicieron perderme su bolo, pero tengo entendido que la fiesta siguió. De hecho, la organización del festi pide, a través de sus redes sociales, que le echéis un cable para encontrar a un desfasado que no ha aparecido desde entonces: se ve que se perdió de tanto darlo todo (fue el único que logró subirse al escenario con los artistas). Os dejo el enlace. Salud y rock and roll.
Etiquetas: Crim, Milenrama, Pintor Rock, Pintor Rock 2020, Pintorrock, Pintorrock 2020, Soziedad AlkoholikaDiez años ya del primer Pintor Rock en formato festivalero hacían presagiar que la organización de una configuración más manejable (a pesar de contar con grandes bandas y de celebrarse en un enclave grandote y algo tiquismiquis – se trata de un patrimonio arquitectónico digno de ser bien tratado) no debería suponer un problema para los responsables del mismo. No nos equivocamos. La primera sorpresa fue encontrarnos una enorme carpa (que sospechamos, por su decoración selvática, era “reciclada”) salvaguardando al personal de posibles inclemencias que, por fortuna, no hicieron acto de presencia. Pero ya se sabe: más vale prevenir… Chapó. Accesos cómodos y relativamente rápidos, servicio de barra diligente y amable (no entraremos a valorar el tema de los precios –ni de los “toquens”- porque ya está demasiado manido y, mientras sigamos pagando, nos la seguirán clavando), un escenario a la altura de las circunstancias, la posibilidad de llevarse algo a la boca (mientras sigamos pagando…) … Una lástima no haber tenido en cuenta que los hardcoretas tienden a ir al WC más de lo habitual (you all know why) y hacerlo acompañados en ambos géneros; no habría estado de más reforzar los lavabos del recinto con alguno de aquellos de quita y pon para no tener que perdernos dos canciones cada vez que nos llamara la naturaleza, ni pasarnos los descansos haciendo colas (una pa beberla, otra pa mearla). Y una pena también (creemos que debe ser una imposición, o bien municipal o bien del ente que dirige el espacio cultural) que faltara algo de chicha sónica. Tal vez esté uno perdiendo oído, pero no recuerdo muchos conciertos con este tipo de grupos, en los que pudiera hablar cómodamente con el de al lado estando situado cerca de la mitad del aforo. Ni lo recuerdo ni quisiera que se repitiera. Que no he venido a hablar. Y ya que entramos en terrenos sonoros, que es de lo que se trata, vamos al meollo.
Los gerundenses (Sarrià de Ter) Milenrama llevaban más de seis meses sin subirse a un escenario. Sorprendente saberlo a posteriori, ya que durante su descarga se les vio cohesionados, compactos y seguros. No tan sorprendente si nos damos cuenta de que aprovecharon la media hora de la que disponían para desgranar casi íntegramente (a excepción de una canción) su último lanzamiento, “Corazón y Actitud” (2018). Únicamente dejaron fuera el quinto track del redondo, “Sangre y Silencio”, cuyo lugar ocupó “Falsa impotencia” de su disco “Impotencia Inducida” (2014). El harcore-punk que practican estos chicos se me antoja algo facilón, especialmente en cuanto a su lírica (tampoco las melodías inventan la rueda, moviéndose entre influencias dispares pero muy reconocibles como la de los primeros Barricada o el punk melódico detresacordes de los primitivos Reincidentes). Sin embargo, la voz de Primen, que demuestra que feminidad y mala leche (cuando toca) no tienen por qué ser conceptos antagónicos, y el muy buen hacer al bajo de Sergi, son motivos suficientes para hacerlos destacar por encima de propuestas casi clónicas en cuanto a musicalidad. ¿Y qué decir respecto al mensaje? Pues que, sin duda, sirvió como entremés de lo que se nos vendría encima a lo largo de la noche, cuya selección de combos nos ayudaría a realizar una comparativa entre “distintas maneras de cantar lo mismo”: “Porque si el cerco se ve bien sellado, salir de dentro se ve una utopía, y resignamos las ganas de cambio a cambio de nada”, sentencian en la ya citada “Falsa impotencia”. Odio hacia la clase política (“No genero prou saliva per escupir-te: sería el mínim que faria”) en “Fuck Off”; rabia y desamor en “Libre sin ti”; libertad sexual en “Dirección al infierno” … Me quedo con una frase de “Malditos Bastardos”, que sonó en el tercio final de su actuación: “Un servidor leal el defensor del pueblo; un gran soldado, un valiente guerrillero; un luchador del mundo libre, un combatiente; el lameculos del gobierno es lo que eres”. Y llegó “la hora dels adeus”. Y Milenrama escogió despedirse en catalán. Y sonó “Poble Rebel” Y la gente se animó. Y lo agradecimos todo: el idioma, los puños en alto, los saltos, el interés de los dispersos… Porque nos preparó para lo que llegaba:
Es una de las labores más dolientes de un cronista musical, pero a veces tenemos que mojarnos. O será que queremos hacerlo. Así que espero que nadie se sienta ofendido si digo que hay un salto cualitativo digno de mención que comienza con la siguiente banda en subir a la palestra. Estoy convencido de que si Crim hubiera comenzado su andadura veinte años atrás de cuando lo hicieron (“Deu Milles per Veure una Merda”, su primera obra, se editó en 2011), pese a lo relativamente arriesgado de su propuesta y de cantar en catalán, su estatus sería de culto. Adri (guitarra y voz), Quim (segunda guitarra), Javi (bajo) y Marc (batería) se autodefinen como punk-rockers, pero a mí las etiquetas en el caso de estos chicos se me antojan papel mojado. Para que nos entendamos, lo que en realidad hacen es una especie de crossover punk con unas guitarras muy metaleras y una voz de las que crean afición. Abrieron el show con “Potser no hi ha final”, de su último plástico “Pare Nostre que Esteu a l’Infern” (2018) y, pese a algunos problemas de ecualización iniciales (lógicos en este tipo de espectáculos), no pudo uno más que dejarse llevar, a partir de ese momento, por una musicalidad que no entiende de barreras y unas letras que, muy a mi pesar, intuyo que, en los tiempos que corren, donde lo inmediato le gana la partida a lo cocinado a fuego lento, les pueden alejar de las seguidores más clásicos y/o radicales. A mí, en cambio, esa poesía a lo Miquel Martí i Pol que no rehusa bajar a la calle cuando el tema lo requiere, me engancha y me apasiona. “Em cago en l’orgull i en l’honor si ens envolten de barrots”, dicen en su siguiente elegida “La Puta Copa del Rei” (también de su último esfuerzo). Lo que decíamos: “distintas maneras de contar/cantar lo mismo”. Que cada cual se quede con la suya. “Caiguda Lliure”, con unas guitarras algo más comedidas, “Cavalls Morts” (“S.T”, 2014), “Vaixells de Paper” (“Blau Sang, Vermell Cel”, 2016) o “De Debò” (“M’ets igual i m’ets perfecte”, sic.) fueron afinando el sonido de los instrumentos y los sentidos de la peña, que cada vez se mostraba más festiva, divertida y comprometida. Y no decayó la cosa con las siguientes: “Verí Caducat”, “Maneres de Viure” (que encierra uno de mis versos preferidos de toda su discografía: “Masses peus tocant a terra, massa cors pel decorat, oblidant-nos que la vida es més que seguir respirant”) y “Una Cançó i una promesa”, contra la culpa y la tristeza de los errores del pasado, terminaron de enamorarnos y prepararnos para un fin de fiesta en los que “Blau Sang, Vermell Cel”, “Pare nostre que Esteu a l’Infern” y “Castells de Sorra” estoy seguro que deleitaron a sus condicionales y sumaron más interesados a sus hordas. Seguimos.
Qué triste sensación me llevo del concierto de Soziedad Alkoholika. Qué pena tratándose de una de mis bandas preferidas y la razón principal por la que solicité poder asistir al BonusTrack. Pero empecemos por lo bueno: para cuando los de Vitoria arremetieron con los primeros acordes de “Alienado” (“Sistema Antisocial”, 2017), la pista ya era un hervidero. S.A. no son sólo uno de los grandes, uno de los clásicos, sino que forman parte de los pioneros, de aquellos que se atrevieron a alzar la voz cuando nadie lo hacía, de los que no temblaron a la hora de decir lo que pensaban en los tiempos en los que ciertas opiniones (sobre todo si venían desde Euskadi) te podían llevar ante esos pseudo dioses llamados jueces (como así fue en este caso). Vaya: acabo de recordar que la historia es cíclica. Evolucionamos, dicen. En fin… La cosa es que el poder de convocatoria del combo sigue siendo notorio, y el jolgorio que generan sus canciones siguen intactos. “Dosis de Violencia”, “Política del Miedo”, “Tiempos Oscuros” o “Niebla de Guerra”, todas de su última etapa, esa que prioriza el ritmo y la contundencia por encima de la melodía, terminaron por calentar al personal hasta ese punto de inflexión que todo concierto de estas características requiere y que es el “baño de cerveza”. Vasos volando y voces estallando. Buen momento para ametrallar con una colección de himnos algo más añejos y, en mi opinión, todavía más estimulantes: “Palomas y buitres”, “Ratas”, “Cienzia Asesina” y “La aventura del saber” desatan la locura y, en mi caso, la esquizofrenia: la dualidad de estar gozando como un puto loco mientras el sentimiento de Deja Vú empieza a envolverme. Alfred está inmenso a la batería durante “Siempre Hay Alguien que te Amarga la Existencia”; el público se deja el alma mientras suena “Piedra contra Tijera”; Iñigo y Jimmy nos hacen olvidar formaciones pasadas con su virtuosismo en “Civilización Degeneración”; y el bajo de Pirulo marca el ritmo hacia el paroxismo durante la muy emocionante “Cuando Nada vale Nada”. Pero, a pesar del éxtasis de volver a escuchar a Juan cerrar un bolo con la speedhardcore “Nos vimos en Berlín”, aun cuando el delirio debiera ser la puerta hacia la calma, hacia el desahogo, hacia la saciedad, no puedo evitar sentirme decepcionado. Os lo explico: siento admiración por esta banda. Me han llegado como pocas y puedo recorrer mentalmente momentos importantes de mi vida en función de “qué disco de S.A.” estaba escuchando en aquella época. Los he visto incontables veces y siento, a día de hoy, y desde que lanzaran su último disco, que les toca reinventarse. Son profesionales, unos músicos cojonudos y unos tipos muy valientes por seguir moviendo su mensaje donde quieran escucharlo. Pero sus últimos conciertos me dejan la sensación de un automatismo, un “vamos, tocamos y nos piramos” (aunque a Juan se le pudo ver en un lateral siguiendo el resto del festival), de un set-list casi inamovible, de una nula interacción con el respetable, de cierta frialdad (o calentura calculada) que me hace desear que algo cambie. Quisiera que se tomaran un descanso, que sacaran un nuevo LP rompedor, como hicieran tantas veces en el pasado, que se replantearan su puesta en escena (tan efectista pero tan repetitiva y tan molesta para los fotógrafos de prensa) y que volvieran a las tablas con una propuesta fresca y motivadora. Aunque si lo pienso bien, todo esto debe ser la paja mental de alguien que los ha visto demasiadas veces y muchas de ellas en los últimos dos años. Si pasan por vuestra ciudad/pueblo/aldea/barrio ni lo dudéis: son garantía de diversión y de “odiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiioooooooooooooooo”.
Para ir terminando, tengo que pedir disculpas de parte de este cronista y de este medio que da cabida a su voz. La historia es que, en principio, debíamos ser dos los plumillas que nos encargáramos de la crónica, pero un problema familiar impidió a mi compañero acercarse y yo, para que os voy a engañar, no tengo ya la capacidad de atención como para contaros lo sucedido durante cinco conciertos con la claridad mental y el detalle que me gustaría. El setlist de Segismundo Toxicómano fue el siguiente:
- Muerete
- Podredumbre
- En este infierno
- Perros
- Apunta
- Hoy como ayer
- Contra el muro
- Loco
- Gaupasa
- Electroshock
- 12 años
- Antihéroes
- Por ti
- Gloria
- Mi vida
- Último asalto
- Las noches siguen sabiendo a sangre
- Las drogas
Sonaron, a pesar de no ser santo de mi devoción, considerablemente bien y se les vio pasárselo de perlas durante su actuación, algo que es muy de agradecer. No es de extrañar si tenemos en cuenta que vienen de un parón de unos seis años, y que hace poco presentaron nuevo disco: “Sangre Fácil”.
Y respecto a Lendakaris Muertos, nada puedo decir, pues otros compromisos me hicieron perderme su bolo, pero tengo entendido que la fiesta siguió. De hecho, la organización del festi pide, a través de sus redes sociales, que le echéis un cable para encontrar a un desfasado que no ha aparecido desde entonces: se ve que se perdió de tanto darlo todo (fue el único que logró subirse al escenario con los artistas). Os dejo el enlace. Salud y rock and roll.
Etiquetas: Crim, Milenrama, Pintor Rock, Pintor Rock 2020, Pintorrock, Pintorrock 2020, Soziedad Alkoholika