

La segunda jornada del Resurrection Fest daba comienzo con los españoles Killus y su Metal Industrial de altísimo voltaje. Pese a la hora y el calor que hacía en Viveiro, nos demostraron su potencia y conexión con el público desde el minuto 1, cerraron con su version de “Gimme Gimme Gimme” de Abba. Por otro lado, We Al Fall, desató una auténtica tormenta en el escenario Desert. Con una energía contagiosa, la banda de Aranjuez hizo vibrar a los madrugadores que se escondian en las sobras de los laterales, aunque pronto, empujados por los riffs potentes y ritmos demoledores acabaron pegados al escenario. Un concierto sudoroso y lleno de actitud que dejó claro por qué son una fuerza a tener en cuenta en la escena española. ¡Pura descarga!
Stain The Canvas cogía el relevo abriendo el Main Stage de lo que sería un jueves para recordar. Metalcore moderno de un gran nivel que hizo las delicias de los asistentes al concierto con una producción y una puesta en escena a la altura de las circunstancias. Grupo del que no pude disfrutar del set completo pero que me anoto en la lista de pendientes para volver a ver en algún momento. Not Yet, entró con fuerza al escenario, de entrada muy jóvenes pero pronto su aspecto pasó a segundo plano con su habilidad musical. El pit, repleto de fans y seguidores de la banda de Viveiro, no tardo en devolver las ganas del grupo con una entrega total. Se montó la fiesta y durante todo el set fueron como una sola banda, cantando y bailando cada tema, muy divertido. Edición tras edición encontramos bandas locales que escuchar y seguir gracias al festi, esperemos que la costumbre permanezca.
Nos tomamos un descanso de los escenarios para grabar algunos videos para redes sociales, por eso nos perdimos el concierto de Vowws, pero fuimos al siguiente, que era Northlane quien entraba en escena para dejarnos a todos boquiabiertos. Los australianos demostraron desde el primer momento porqué son unos referentes dentro del Metalcore Progresivo con un concierto a la altura de las mejores bandas del género. Afinaciones de guitarra imposibles, una batería brillante, una producción de escándalo y un Marcus Bridge estelar hicieron que la hora de concierto pasara en un abrir y cerrar de ojos. En el Chacos, estaba Empire of disease, desde Bilbao, aunque con miembros de varias comunidades, ofreció una actuación cargada de agresividad y entrega, sin descuidar lo musical. Los guturales de Pintxo Wayewta se entrelazaron con riffs técnicos y ritmos implacables. Un concierto contundente que demostró la madurez de su sonido y su capacidad para crear atmósferas intensas. Destacar el ambientazo que consiguiron crear en el Chaos, la nube de polvo y las espectaculares imágenes que dejaron son prueba de ello.
En el ritual stage comenzarían unas Leyendas del thrash californiano, parte esencial del mítico “Bay Area Sound” junto a Exodus y Testament. Death Angel debuto en el festival con una descarga de riffs fulminantes y pura actitud old school. Rob Cavestany deslumbró con su guitarra veloz y creativa, mientras Mark Osegueda aportó una voz afilada y potente. Sin duda, fueron de los que más hicieron estallar el Ritual, con un círculo de mosh incesante, y dejaban calentito el escenario para otra banda de thrash metal norteamericana. Messa, consiguió que el ambiente del Desert se volviera denso y místico. La banda italiana de doom metal hipnotizó a la audiencia con sus atmósferas oscuras y la poderosa voz de Sara. Cada nota resonaba con una profundidad casi ritualista, mezclando pasajes lentos y pesados con momentos de sorprendente luminosidad. El sol comenzaba a caer y la luz dorada dejó momentos preciosos para una banda que espero ver pronto de nuevo.
Formada por Shavo Odadjian, bajista de System of a Down, Seven Hours After Violet ofreció un show intenso con el clásico juego de voces del género: Taylor Barber, imponente al frente, aportó agresividad con su registro extremo, mientras Alejandro Aranda equilibró con una voz limpia y melódica desde la guitarra. El público respondió con energía —saltos, pogos y algo de crowd surfing— aunque sin llegar a la locura total. “Esto es una locura, estamos muy contentos de tocar aquí por primera vez”, comentó Taylor entre canciones. Shavo, fiel a su estilo, destacó con su presencia escénica y bajos llamativos, aunque cedió protagonismo al resto. Guil Trip, en el Chaos prometía un espectaculo hardcore en condiciones. Desde Manchester arrasó con una descarga implacable, convirtió el pit en un combate constante y el público, completamente entregado, respondía a cada breakdown con pogos salvajes. Un concierto visceral, directo y sin concesiones, que reafirmó su reputación como una de las bandas más potentes en vivo de la escena hardcore, pura adrenalina.
Si hay una banda que garantiza una fiesta cada vez que pisa el Resu, esa es Municipal Waste. Ya llevan unas cuantas visitas al festival y siempre montan un auténtico desmadre. Todavía recuerdo aquella presentación en miércoles, cuando se hacían las fiestas previas, y fue una locura. Ayer no fue la excepción: bien equipados con churros de piscina, hinchables y una enorme pelota de goma, los de Virginia salieron decididos a armarla otra vez. Conan, que ha nadie le engañe el aspecto del trio, pueden parecer viejos pero son nuestros padres, y así, con tablas y tocando con gran precisión la banda sumergió a la audiencia en su “caveman battle doom” característico. Los riffs gigantescos y la afinación ultra-grave hicieron temblar las bases del Desert, más en su salsa que nunca. La voz cavernosa de Jon Davis, combinada con la implacable base rítmica, creó un muro de sonido monolítico que aplastó a los presentes y los fans, muchos con camisetas del grupo, no pararon de agitar las melenas y cantar a pulmón. Un concierto crudo, brutal, demoledor, que nos dejó a todos con la sensación de haber sobrevivido a una batalla.
Till Lindemann, era uno de los nombres más esperados del cartel, y su aparición en el escenario principal, prometía espectáculo. Aunque no sigo su carrera en solitario, quería verle, ya que he asistido a varios de sus conciertos con Rammstein, lo cierto es que la propuesta musicalmente, me pareció pobre y repetitiva, con canciones que fácilmente podrían pasar por sobras de su banda madre. Para compensar, todo se apoya en una puesta en escena recargada y provocadora, rozando lo grotesco, con coreografías, proyecciones y una obsesiva carga sexual que resulta incómoda. El show intenta impactar, pero a falta de sustancia musical, todo se siente forzado. Llegaba el momento de una de las bandas que más ganas tenía de ver de todo el festival: los daneses Cabal. Una banda de Deathcore/Beatdown bastante joven que dejaron el Chaos Stage patas arriba. Pese a coincidir con uno de los artistas más conocidos en esta edición, consiguieron que todo aquel que viera el concierto entendiera porqué son una de las bandas de metal moderno que hay que tener en cuenta si te gusta este género del Metal Moderno. Sonido muy muy correcto teniendo en cuenta las afinaciones y el tipo de metal del que hablamos, un frontman que consiguió enganchar al público que apostó por ellos y un moshpit que se mantuvo activo desde el minuto 0 hasta el final del concierto.
No me quedé a ver el concierto completo de Heredeiros Da Crus; aunque respeto su trayectoria, no me llamaban especialmente la atención. Aun así, desde la distancia se notaba que montaron una auténtica fiesta: hard rock en gallego, actitud desinhibida y un público completamente entregado. Una apuesta perfecta para animar a los locales, casi con aire de verbena patronal. El Altar del Holocausto, con un setlist más corto de lo que suele acostumbrar la banda y con temas, para mi, de los menos metaleros de su discografía, se presentaron en el desert para conducir su homiía. No exagero si digo que fue de las bandas que más público arrastró este día al Desert y no creo que nadie quedar defraudado. Como siempre el cuarteto ofreció una experiencia instrumental cautivadora, construyó paisajes sonoros complejos, donde el rock instrumental se mezclaba con toques de doom y post-rock. La música habla por sí misma, transportandonos a un viaje introspectivo, las melodías evocadoras y los pasajes intensos crean una atmósfera única y envolvente, si no los has visto en directo estás tardando.
Uno de los más destacados del festival, sin duda. Y cerrando la jornada llegaba el que creo que era el momento más esperado del festival: Korn regresaba a Viveiro. Después de lo sucedido en 2022, había muchas ganas de volver a la legendaría banda de Nu Metal por estas tierras. Siendo sincero, es de los mejores conciertos que he visto en mi vida. Los de California arrancaron de la mejor forma posible con su archiconocido “Blind” (tengo la teoría que es la canción que más “hype” genera de todo el mundo del metal). El público enloqueció por completo y así daba comiendo una hora y media de perfección. Un setlist que fue difícilmente mejorable, un sonido de otro mundo y un Jonathan Davis que sigue demostrando porqué es uno de los referentes dentro de la escena más de 30 años después de arrancar con su carrera. Si bien quedaban unos grupos por ver, el cansancio invadio nuestros cuerpos y preferimos irnos a dormir, las jornadas son largas y no siempre se pueden cubrir de comienzo a final.
PD: No hay fotos de KoRn, nuestro director y fotógrafo se negó a firmar el contrato en el que la banda se quedaba con todos los derechos sobre las fotografías. ¿Queres ver fotos? pasa por otro medio que no valore el trabajo de sus fotógrafos.


La segunda jornada del Resurrection Fest daba comienzo con los españoles Killus y su Metal Industrial de altísimo voltaje. Pese a la hora y el calor que hacía en Viveiro, nos demostraron su potencia y conexión con el público desde el minuto 1, cerraron con su version de “Gimme Gimme Gimme” de Abba. Por otro lado, We Al Fall, desató una auténtica tormenta en el escenario Desert. Con una energía contagiosa, la banda de Aranjuez hizo vibrar a los madrugadores que se escondian en las sobras de los laterales, aunque pronto, empujados por los riffs potentes y ritmos demoledores acabaron pegados al escenario. Un concierto sudoroso y lleno de actitud que dejó claro por qué son una fuerza a tener en cuenta en la escena española. ¡Pura descarga!
Stain The Canvas cogía el relevo abriendo el Main Stage de lo que sería un jueves para recordar. Metalcore moderno de un gran nivel que hizo las delicias de los asistentes al concierto con una producción y una puesta en escena a la altura de las circunstancias. Grupo del que no pude disfrutar del set completo pero que me anoto en la lista de pendientes para volver a ver en algún momento. Not Yet, entró con fuerza al escenario, de entrada muy jóvenes pero pronto su aspecto pasó a segundo plano con su habilidad musical. El pit, repleto de fans y seguidores de la banda de Viveiro, no tardo en devolver las ganas del grupo con una entrega total. Se montó la fiesta y durante todo el set fueron como una sola banda, cantando y bailando cada tema, muy divertido. Edición tras edición encontramos bandas locales que escuchar y seguir gracias al festi, esperemos que la costumbre permanezca.
Nos tomamos un descanso de los escenarios para grabar algunos videos para redes sociales, por eso nos perdimos el concierto de Vowws, pero fuimos al siguiente, que era Northlane quien entraba en escena para dejarnos a todos boquiabiertos. Los australianos demostraron desde el primer momento porqué son unos referentes dentro del Metalcore Progresivo con un concierto a la altura de las mejores bandas del género. Afinaciones de guitarra imposibles, una batería brillante, una producción de escándalo y un Marcus Bridge estelar hicieron que la hora de concierto pasara en un abrir y cerrar de ojos. En el Chacos, estaba Empire of disease, desde Bilbao, aunque con miembros de varias comunidades, ofreció una actuación cargada de agresividad y entrega, sin descuidar lo musical. Los guturales de Pintxo Wayewta se entrelazaron con riffs técnicos y ritmos implacables. Un concierto contundente que demostró la madurez de su sonido y su capacidad para crear atmósferas intensas. Destacar el ambientazo que consiguiron crear en el Chaos, la nube de polvo y las espectaculares imágenes que dejaron son prueba de ello.
En el ritual stage comenzarían unas Leyendas del thrash californiano, parte esencial del mítico “Bay Area Sound” junto a Exodus y Testament. Death Angel debuto en el festival con una descarga de riffs fulminantes y pura actitud old school. Rob Cavestany deslumbró con su guitarra veloz y creativa, mientras Mark Osegueda aportó una voz afilada y potente. Sin duda, fueron de los que más hicieron estallar el Ritual, con un círculo de mosh incesante, y dejaban calentito el escenario para otra banda de thrash metal norteamericana. Messa, consiguió que el ambiente del Desert se volviera denso y místico. La banda italiana de doom metal hipnotizó a la audiencia con sus atmósferas oscuras y la poderosa voz de Sara. Cada nota resonaba con una profundidad casi ritualista, mezclando pasajes lentos y pesados con momentos de sorprendente luminosidad. El sol comenzaba a caer y la luz dorada dejó momentos preciosos para una banda que espero ver pronto de nuevo.
Formada por Shavo Odadjian, bajista de System of a Down, Seven Hours After Violet ofreció un show intenso con el clásico juego de voces del género: Taylor Barber, imponente al frente, aportó agresividad con su registro extremo, mientras Alejandro Aranda equilibró con una voz limpia y melódica desde la guitarra. El público respondió con energía —saltos, pogos y algo de crowd surfing— aunque sin llegar a la locura total. “Esto es una locura, estamos muy contentos de tocar aquí por primera vez”, comentó Taylor entre canciones. Shavo, fiel a su estilo, destacó con su presencia escénica y bajos llamativos, aunque cedió protagonismo al resto. Guil Trip, en el Chaos prometía un espectaculo hardcore en condiciones. Desde Manchester arrasó con una descarga implacable, convirtió el pit en un combate constante y el público, completamente entregado, respondía a cada breakdown con pogos salvajes. Un concierto visceral, directo y sin concesiones, que reafirmó su reputación como una de las bandas más potentes en vivo de la escena hardcore, pura adrenalina.
Si hay una banda que garantiza una fiesta cada vez que pisa el Resu, esa es Municipal Waste. Ya llevan unas cuantas visitas al festival y siempre montan un auténtico desmadre. Todavía recuerdo aquella presentación en miércoles, cuando se hacían las fiestas previas, y fue una locura. Ayer no fue la excepción: bien equipados con churros de piscina, hinchables y una enorme pelota de goma, los de Virginia salieron decididos a armarla otra vez. Conan, que ha nadie le engañe el aspecto del trio, pueden parecer viejos pero son nuestros padres, y así, con tablas y tocando con gran precisión la banda sumergió a la audiencia en su “caveman battle doom” característico. Los riffs gigantescos y la afinación ultra-grave hicieron temblar las bases del Desert, más en su salsa que nunca. La voz cavernosa de Jon Davis, combinada con la implacable base rítmica, creó un muro de sonido monolítico que aplastó a los presentes y los fans, muchos con camisetas del grupo, no pararon de agitar las melenas y cantar a pulmón. Un concierto crudo, brutal, demoledor, que nos dejó a todos con la sensación de haber sobrevivido a una batalla.
Till Lindemann, era uno de los nombres más esperados del cartel, y su aparición en el escenario principal, prometía espectáculo. Aunque no sigo su carrera en solitario, quería verle, ya que he asistido a varios de sus conciertos con Rammstein, lo cierto es que la propuesta musicalmente, me pareció pobre y repetitiva, con canciones que fácilmente podrían pasar por sobras de su banda madre. Para compensar, todo se apoya en una puesta en escena recargada y provocadora, rozando lo grotesco, con coreografías, proyecciones y una obsesiva carga sexual que resulta incómoda. El show intenta impactar, pero a falta de sustancia musical, todo se siente forzado. Llegaba el momento de una de las bandas que más ganas tenía de ver de todo el festival: los daneses Cabal. Una banda de Deathcore/Beatdown bastante joven que dejaron el Chaos Stage patas arriba. Pese a coincidir con uno de los artistas más conocidos en esta edición, consiguieron que todo aquel que viera el concierto entendiera porqué son una de las bandas de metal moderno que hay que tener en cuenta si te gusta este género del Metal Moderno. Sonido muy muy correcto teniendo en cuenta las afinaciones y el tipo de metal del que hablamos, un frontman que consiguió enganchar al público que apostó por ellos y un moshpit que se mantuvo activo desde el minuto 0 hasta el final del concierto.
No me quedé a ver el concierto completo de Heredeiros Da Crus; aunque respeto su trayectoria, no me llamaban especialmente la atención. Aun así, desde la distancia se notaba que montaron una auténtica fiesta: hard rock en gallego, actitud desinhibida y un público completamente entregado. Una apuesta perfecta para animar a los locales, casi con aire de verbena patronal. El Altar del Holocausto, con un setlist más corto de lo que suele acostumbrar la banda y con temas, para mi, de los menos metaleros de su discografía, se presentaron en el desert para conducir su homiía. No exagero si digo que fue de las bandas que más público arrastró este día al Desert y no creo que nadie quedar defraudado. Como siempre el cuarteto ofreció una experiencia instrumental cautivadora, construyó paisajes sonoros complejos, donde el rock instrumental se mezclaba con toques de doom y post-rock. La música habla por sí misma, transportandonos a un viaje introspectivo, las melodías evocadoras y los pasajes intensos crean una atmósfera única y envolvente, si no los has visto en directo estás tardando.
Uno de los más destacados del festival, sin duda. Y cerrando la jornada llegaba el que creo que era el momento más esperado del festival: Korn regresaba a Viveiro. Después de lo sucedido en 2022, había muchas ganas de volver a la legendaría banda de Nu Metal por estas tierras. Siendo sincero, es de los mejores conciertos que he visto en mi vida. Los de California arrancaron de la mejor forma posible con su archiconocido “Blind” (tengo la teoría que es la canción que más “hype” genera de todo el mundo del metal). El público enloqueció por completo y así daba comiendo una hora y media de perfección. Un setlist que fue difícilmente mejorable, un sonido de otro mundo y un Jonathan Davis que sigue demostrando porqué es uno de los referentes dentro de la escena más de 30 años después de arrancar con su carrera. Si bien quedaban unos grupos por ver, el cansancio invadio nuestros cuerpos y preferimos irnos a dormir, las jornadas son largas y no siempre se pueden cubrir de comienzo a final.
PD: No hay fotos de KoRn, nuestro director y fotógrafo se negó a firmar el contrato en el que la banda se quedaba con todos los derechos sobre las fotografías. ¿Queres ver fotos? pasa por otro medio que no valore el trabajo de sus fotógrafos.