

La sala Razzmatazz, un 15 de julio, estaba repleta de almas. La multitud, una masa apiñada que rebasaba la paciencia con cada intento de abrirse paso, como si las butacas numeradas fueran un derecho innato. Sin embargo, el sonido, ese eco perfecto y nítido al que la sala nos tiene acostumbrados, amortiguaba cualquier rencor y elevaba la expectativa para ver a Royal Blood.
Primero, el vendaval de Sexy Zebras. Este trío madrileño, conocido por su espíritu fiestero y desinhibido, encarna la esencia del rock irreverente. Un acto perfecto para cerrar cualquier fiesta mayor, trayendo consigo una energía desenfrenada que se apoderó del lugar desde el primer acorde. “Bailaremos” abrió el set, un himno para el descontrol extraído de su álbum homónimo Sexy Zebras (2015), seguido de “Jaleo”, que hizo honor a su nombre con su ritmo contagioso. “Charly García” y “Nena” del álbum Volvamos a la selva (2021) mantuvieron la adrenalina al máximo, mientras que “Puñales y claveles” y “Tonterías” cerraron con un clímax apoteósico, dejando el escenario ardiente para los principales. Cada nota, cada grito, resonaba con la promesa de una fiesta interminable, haciendo imposible no rendirse al frenesí colectivo.
Entonces llegó el momento de Royal Blood, el dúo británico que, con la fuerza de veinte hombres en escena, se alzó para celebrar su décimo aniversario con una explosión de potencia y maestría. La banda, formada por Mike Kerr y Ben Thatcher, famosa por su sonido pesado y crudo, no escatimó en energía. Desde su álbum debut homónimo Royal Blood (2014), hasta su más reciente trabajo Typhoons (2021), han demostrado una y otra vez su capacidad para llenar cualquier espacio con un sonido masivo. La noche comenzó con la visceral “Out of the Black”, un golpe directo al pecho que abrió su primer álbum, seguido por “Come on Over” y “Figure It Out”, cada una un mazazo que resonaba en el pecho de los asistentes.
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La ferocidad continuó con “You Can Be So Cruel” y “Blood Hands”, ambos también de su álbum debut, y para cuando sonó “Little Monster”, la audiencia ya estaba entregada a un frenesí colectivo. “Loose Change” y “Careless”, esta última reiniciada para afinar, mostrando una precisión y dedicación que pocos pueden igualar, continuaron la noche. “Ten Tonne Skeleton” y “Better Strangers” elevaron la intensidad, ambas también del primer álbum.
El setlist progresó con “Boilermaker”, una explosión del álbum Typhoons, seguida de “Mountains at Midnight”. “Pull Me Through” y “Trouble’s Coming” continuaron el asalto sonoro, preparando el terreno para “Typhoons” y “Lights Out” del álbum How Did We Get So Dark? (2017). La oscuridad introspectiva de “How Did We Get So Dark?” cerró la noche, dejando a la audiencia flotando en un mar de emociones crudas y ondas sonoras reverberantes.
En una noche donde la realidad se difuminó en ondas sonoras y emociones crudas, Royal Blood y Sexy Zebras se erigieron como titanes del rock. La Razzmatazz vibraba mucho después de que el último acorde se desvaneciera, un testimonio de una noche inolvidable, un torbellino de energía y sonido que dejó una huella imborrable en todos los presentes.



La sala Razzmatazz, un 15 de julio, estaba repleta de almas. La multitud, una masa apiñada que rebasaba la paciencia con cada intento de abrirse paso, como si las butacas numeradas fueran un derecho innato. Sin embargo, el sonido, ese eco perfecto y nítido al que la sala nos tiene acostumbrados, amortiguaba cualquier rencor y elevaba la expectativa para ver a Royal Blood.
Primero, el vendaval de Sexy Zebras. Este trío madrileño, conocido por su espíritu fiestero y desinhibido, encarna la esencia del rock irreverente. Un acto perfecto para cerrar cualquier fiesta mayor, trayendo consigo una energía desenfrenada que se apoderó del lugar desde el primer acorde. “Bailaremos” abrió el set, un himno para el descontrol extraído de su álbum homónimo Sexy Zebras (2015), seguido de “Jaleo”, que hizo honor a su nombre con su ritmo contagioso. “Charly García” y “Nena” del álbum Volvamos a la selva (2021) mantuvieron la adrenalina al máximo, mientras que “Puñales y claveles” y “Tonterías” cerraron con un clímax apoteósico, dejando el escenario ardiente para los principales. Cada nota, cada grito, resonaba con la promesa de una fiesta interminable, haciendo imposible no rendirse al frenesí colectivo.
Entonces llegó el momento de Royal Blood, el dúo británico que, con la fuerza de veinte hombres en escena, se alzó para celebrar su décimo aniversario con una explosión de potencia y maestría. La banda, formada por Mike Kerr y Ben Thatcher, famosa por su sonido pesado y crudo, no escatimó en energía. Desde su álbum debut homónimo Royal Blood (2014), hasta su más reciente trabajo Typhoons (2021), han demostrado una y otra vez su capacidad para llenar cualquier espacio con un sonido masivo. La noche comenzó con la visceral “Out of the Black”, un golpe directo al pecho que abrió su primer álbum, seguido por “Come on Over” y “Figure It Out”, cada una un mazazo que resonaba en el pecho de los asistentes.
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La ferocidad continuó con “You Can Be So Cruel” y “Blood Hands”, ambos también de su álbum debut, y para cuando sonó “Little Monster”, la audiencia ya estaba entregada a un frenesí colectivo. “Loose Change” y “Careless”, esta última reiniciada para afinar, mostrando una precisión y dedicación que pocos pueden igualar, continuaron la noche. “Ten Tonne Skeleton” y “Better Strangers” elevaron la intensidad, ambas también del primer álbum.
El setlist progresó con “Boilermaker”, una explosión del álbum Typhoons, seguida de “Mountains at Midnight”. “Pull Me Through” y “Trouble’s Coming” continuaron el asalto sonoro, preparando el terreno para “Typhoons” y “Lights Out” del álbum How Did We Get So Dark? (2017). La oscuridad introspectiva de “How Did We Get So Dark?” cerró la noche, dejando a la audiencia flotando en un mar de emociones crudas y ondas sonoras reverberantes.
En una noche donde la realidad se difuminó en ondas sonoras y emociones crudas, Royal Blood y Sexy Zebras se erigieron como titanes del rock. La Razzmatazz vibraba mucho después de que el último acorde se desvaneciera, un testimonio de una noche inolvidable, un torbellino de energía y sonido que dejó una huella imborrable en todos los presentes.
