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Copenhell 2025 – Dia 3: “La variedad en este Infierno”

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Hellfest 2025 Día 4: “Frío, violencia, calor, buenas vibras”

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Lörihen en Bahía Blanca: “Una noche de emociones fuertes”

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Claudio Tano Marciello en Buenos Aires: “Dios, Patria y el Tano”

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Suffocation en Buenos Aires: Brutalidad técnica en su máxima expresión
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El pasado 15 de abril, en El Teatrito, Suffocation desplegó toda su artillería pesada ante una audiencia sedienta de sangre. La velada, organizada por los amigos de Icarus Music, contó con tres bandas nacionales que calentaron el escenario de forma impecable: Exterminio, Buena Muerte y Lesa Humanidad, en ese orden.

A pesar de ser martes, el recinto se fue llenando con el correr de los minutos. Para el momento en que Suffocation pisó las tablas, el clima era de pura combustión, y estaba a punto de explotar cuando la banda estadounidense, referente absoluto del brutal death metal, fue ejecutando cada canción, incluyendo algunas de su más reciente álbum, Hymns from the Apocrypha (2023), con una ejecución quirúrgica, aplastante y sin concesiones.

Cuando se anunció el show, sabía que tenía que estar ahí. No soy un seguidor acérrimo del tech death, pero cada vez que una de estas bandas pisa suelo argentino, trato de no perdérmelas, porque dicen que “en vivo, se ven los pingos“. Fue entonces cuando hablé internamente con el staff de Track to Hell y me ofrecí para cubrir el evento. Gracias a la gestión de prensa de Marcela, recibimos la acreditación correspondiente, lo que me dio la excusa perfecta para zambullirme de lleno en el mundo de Suffocation. No quisiera olvidar agradecer a Martín DarkSoul por capturar los mejores momentos de la jornada.

El evento comenzó temprano. Siendo las 19:30 hrs, me acerqué al venue para poder presenciar la performance de las tres bandas nacionales que estaban dispuestas a demostrar que el metal extremo argentino está más vivo que nunca. Exterminio abrió con una dosis de death metal tradicional, directo y efectivo. Luego, Buena Muerte subió la apuesta con su crudeza, logrando encender la mecha del público y el cierre del bloque nacional quedó en manos de Lesa Humanidad, que entregó un show explosivo, amalgamando death y thrash con mucha actitud.

Hice “la tarea” durante las semanas previas: me sumergí en su discografía con la intención de comprender realmente lo que esta banda representa. Escuché buena parte de su catálogo, y fue con Pierced from Within (1995) que empecé a notar la complejidad de su propuesta: variaciones constantes, cambios de ritmo vertiginosos, pausas inesperadas, guitarras filosas y una intensidad que exige una escucha activa.

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Cuando el reloj marcó las 21:30, horario pautado para la salida de la banda cabeza de cartel de la noche. El telón rojo y pesado del venue seguía cerrado, y mientras el amigo Flavio y yo aguardábamos en primera fila, los norteamericanos iban tomando posición. En el momento en que se abrieron esos grandes telones, comenzó la barbarie. Arrancaron con “Seraphim Enslavement” y, luego de varias canciones, fueron invitando a la destrucción, incitando a que se formaran los primeros mosh pits, los cuales no se hicieron esperar.

Ricky Myers dominó el centro del escenario. Su expresiva mano izquierda imitaba y anticipaba visualmente los giros de la banda, agitándose rápidamente al lado de su cabeza durante un blast beat, cortando el aire con la palma abierta para marcar las pausas rítmicas y los cambios de compás. Duro y severo a las voces, rígido y atento a cada variación. Mientras tanto, a sus 50 y pico, Terrance Hobbs no debería mover las cervicales de esa forma, pero ahí estaba, dejándose la piel. Apartado en su rincón, no paraba de revolear sus rastas mientras lanzaba riffs y solos sangrientos mientras que Charlie Errigo lo respaldó desde el otro extremo del escenario. A su vez, Dereck Boyer clavaba su bajo en las tablas con autoridad, marcando territorio, y el baterista Stuart Minchington se llevó memorables momentos de protagonismo demostrando su habilidad para tocar ritmos explosivos intercalados con patrones creativos, casi jazzísticos que captó la atención constantemente.

El foso reflejaba la intensidad que salía del escenario. Los frecuentes círculos se extendieron por toda la pista; no había leyes, todo valía: circle pit, moshing… parecía que hubiéramos retrocedido a los dorados años 90s. La gente volaba por encima de las cabezas, extasiada y solo me atreví a levantar los brazos un par de veces para una foto rápida, dejando mi torso vulnerable a los codazos, cosa que, por suerte, no hubo que lamentar con ningún golpe.

No sabría decir qué canciones tocó Suffocation, pero una hora de show alcanzó para dejar a todos boquiabiertos. Fue una noche brutal en todos los sentidos. Todas las bandas demostraron calidad, y entre el público se encontraban casi todos los “sospechosos de siempre”. A la salida de El Teatrito, se podían ver esas rondas de hermandad, charlas amenas con sus correspondientes latas de cerveza, así como nuevas conexiones. En definitiva, esos momentos que nos ayudan a soportar la semana y que nos cargan las pilas hasta la próxima cita.

 

 

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El pasado 15 de abril, en El Teatrito, Suffocation desplegó toda su artillería pesada ante una audiencia sedienta de sangre. La velada, organizada por los amigos de Icarus Music, contó con tres bandas nacionales que calentaron el escenario de forma impecable: Exterminio, Buena Muerte y Lesa Humanidad, en ese orden.

A pesar de ser martes, el recinto se fue llenando con el correr de los minutos. Para el momento en que Suffocation pisó las tablas, el clima era de pura combustión, y estaba a punto de explotar cuando la banda estadounidense, referente absoluto del brutal death metal, fue ejecutando cada canción, incluyendo algunas de su más reciente álbum, Hymns from the Apocrypha (2023), con una ejecución quirúrgica, aplastante y sin concesiones.

Cuando se anunció el show, sabía que tenía que estar ahí. No soy un seguidor acérrimo del tech death, pero cada vez que una de estas bandas pisa suelo argentino, trato de no perdérmelas, porque dicen que “en vivo, se ven los pingos“. Fue entonces cuando hablé internamente con el staff de Track to Hell y me ofrecí para cubrir el evento. Gracias a la gestión de prensa de Marcela, recibimos la acreditación correspondiente, lo que me dio la excusa perfecta para zambullirme de lleno en el mundo de Suffocation. No quisiera olvidar agradecer a Martín DarkSoul por capturar los mejores momentos de la jornada.

El evento comenzó temprano. Siendo las 19:30 hrs, me acerqué al venue para poder presenciar la performance de las tres bandas nacionales que estaban dispuestas a demostrar que el metal extremo argentino está más vivo que nunca. Exterminio abrió con una dosis de death metal tradicional, directo y efectivo. Luego, Buena Muerte subió la apuesta con su crudeza, logrando encender la mecha del público y el cierre del bloque nacional quedó en manos de Lesa Humanidad, que entregó un show explosivo, amalgamando death y thrash con mucha actitud.

Hice “la tarea” durante las semanas previas: me sumergí en su discografía con la intención de comprender realmente lo que esta banda representa. Escuché buena parte de su catálogo, y fue con Pierced from Within (1995) que empecé a notar la complejidad de su propuesta: variaciones constantes, cambios de ritmo vertiginosos, pausas inesperadas, guitarras filosas y una intensidad que exige una escucha activa.

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Ricky Myers dominó el centro del escenario. Su expresiva mano izquierda imitaba y anticipaba visualmente los giros de la banda, agitándose rápidamente al lado de su cabeza durante un blast beat, cortando el aire con la palma abierta para marcar las pausas rítmicas y los cambios de compás. Duro y severo a las voces, rígido y atento a cada variación. Mientras tanto, a sus 50 y pico, Terrance Hobbs no debería mover las cervicales de esa forma, pero ahí estaba, dejándose la piel. Apartado en su rincón, no paraba de revolear sus rastas mientras lanzaba riffs y solos sangrientos mientras que Charlie Errigo lo respaldó desde el otro extremo del escenario. A su vez, Dereck Boyer clavaba su bajo en las tablas con autoridad, marcando territorio, y el baterista Stuart Minchington se llevó memorables momentos de protagonismo demostrando su habilidad para tocar ritmos explosivos intercalados con patrones creativos, casi jazzísticos que captó la atención constantemente.

El foso reflejaba la intensidad que salía del escenario. Los frecuentes círculos se extendieron por toda la pista; no había leyes, todo valía: circle pit, moshing… parecía que hubiéramos retrocedido a los dorados años 90s. La gente volaba por encima de las cabezas, extasiada y solo me atreví a levantar los brazos un par de veces para una foto rápida, dejando mi torso vulnerable a los codazos, cosa que, por suerte, no hubo que lamentar con ningún golpe.

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