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The Exploited en Buenos Aires: “El Grito Final de la Anarquía”
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Foto de Portada: Facundo Di Salvo (Blackowl.ph)

El viernes 3 de mayo, Groove fue una olla a presión a punto de estallar. La excusa: el regreso de The Exploited a la Argentina, esta vez en el marco de su gira “40 Years of Chaos”. Pero lo que vivimos esa noche en Palermo superó cualquier expectativa. No fue solo un show: fue una descarga de furia, sudor, pogo salvaje y una comunión punk que pocas veces se ve con tanta intensidad. Desde temprano, las inmediaciones del boliche se poblaron de pelos en punta, cadenas, tachas, crestas y batidos imposibles que parecían desafiar la gravedad. Se respiraba ese aire tan particular que mezcla ansiedad, ritual y una necesidad urgente de romper todo. El punk no estaba muerto, ni cerca. Solo esperaba su momento para explotar.

Antes del plato principal, Leila Harlac se encargó de abrir la noche con un show de aproximadamente media hora más que aceptable en donde sonaron temas propios y varios covers que generaron una buena respuesta del público. Se destacaron versiones de clásicos como “Represión” de Los Violadores, “Last Caress” de Misfits, “Blitzkrieg Bop” de los entrañables Ramones y “The Kids Aren’t Alright” de the Offspring, con la que cerraron su set. Fue un repaso enérgico por influencias claras que sirvió como calentamiento para lo que se venía.

Hasta faltando unos 25 minutos para que arranque The Exploited, la pista lucía sorprendentemente vacía. Uno podría haber pensado que, al ser el último show de los escoceses en esta parte del mundo, el lugar estaría lleno desde temprano. Pero eso cambió rápidamente: en cuestión de minutos, el Groove se transformó en una caldera. Debo reconocer que no soy bueno calculando pero estimo que cerca de mil personas terminaron copando el lugar, entre la planta baja y las plateas altas que se habilitaron para quienes querían escapar del pogo demencial que se avecinaba.

TAMBIEN TE PUEDE INTERESAR: Evaristo Páramos en Buenos Aires: El rugido del punk ibérico

Siendo exactamente las 21:12, el infierno se desató cuando Wattie Buchan y los suyos salieron con todo y no dieron tregua. Desde el primer acorde fue un bombardeo que convirtió el lugar en zona de guerra. The Exploited tocó como si el tiempo no hubiera pasado, con una energía que deja en ridículo a bandas con la mitad de su trayectoria. Wattie, con su presencia feroz y mirada filosa, escupía cada letra con la misma rabia de los años ’80. El tipo sigue siendo un símbolo de furia punk, curtido en mil batallas y aún indomable.

El setlist fue una ráfaga de clásicos inapelables. “Let’s Start a War”, “UK ’82”, “Chaos Is My Life”, “I Believe in Anarchy”, “Beat the Bastards”, “Dogs of War” y “Fuck the System” fueron algunos de los temazos que sacudieron a un público en estado de ebullición constante. El pogo fue brutal, una mezcla de caos y hermandad que se sintió como una tormenta colectiva: cuerpos chocando, levantándose, abrazándose, y volviendo a lanzarse sin miedo.

El personal de seguridad tuvo un trabajo extra. Durante varios temas, los láseres del personal iban y venían buscando entre el mar de gente a los punkis que hacían crowdsurfing montados en los hombros de algún amigo o de un compañero ocasional. Era una escena de batalla gloriosa: un torbellino humano en el que nadie salía ileso, pero todos salían felices. Más atrás, quienes preferían evitar el impacto directo del pogo seguían el show desde la baranda o las gradas, pero con el mismo fervor. No importaba la edad, el look o cuánto sabías del repertorio: esa noche éramos todos parte del mismo equipo.

Wattie no habló mucho, como siempre. No hace falta. Su cuerpo, su voz y su actitud lo dicen todo. The Exploited no necesita discursos largos ni pirotecnia. Lo suyo es la crudeza, el mensaje directo, la música que golpea sin filtro. Y eso fue exactamente lo que entregaron. Algunas de las “pastillas” más destacadas de la noche incluyeron el momento en que Wattie posó con una camiseta de la selección argentina con su nombre en la espalda, y otro aún más provocador, una camiseta del equipo que perdió la final de la Copa Libertadores 2018 en Madrid. Esto desató una oleada de cánticos cruzados, a favor y en contra, al mejor estilo de una cancha de fútbol.

El cierre fue tan explosivo como el arranque. Como es costumbre, para uno de los bises se invitó al público a subir al escenario para interpretar “Sex and Violence“, y la cosa se descontroló tanto que, además de los músicos, había unas 100 personas sobre las tablas. Está última tanda de temas nos dejó exhaustos pero sonrientes, muchos salieron caminando por Avenida Santa Fé llenos de moretones, las remeras empapadas y seguramente con los oídos zumbando.

The Exploited se despidió del suelo argentino con la furia intacta, dejando una marca imborrable en todos los que estuvimos aquella noche. Mientras haya bandas como esta, mientras haya pogo, mientras haya gente que grite “Punks Not Dead” con el puño en alto, el punk no va a morir.

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The Exploited en Buenos Aires: “El Grito Final de la Anarquía”
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Foto de Portada: Facundo Di Salvo (Blackowl.ph)

El viernes 3 de mayo, Groove fue una olla a presión a punto de estallar. La excusa: el regreso de The Exploited a la Argentina, esta vez en el marco de su gira “40 Years of Chaos”. Pero lo que vivimos esa noche en Palermo superó cualquier expectativa. No fue solo un show: fue una descarga de furia, sudor, pogo salvaje y una comunión punk que pocas veces se ve con tanta intensidad. Desde temprano, las inmediaciones del boliche se poblaron de pelos en punta, cadenas, tachas, crestas y batidos imposibles que parecían desafiar la gravedad. Se respiraba ese aire tan particular que mezcla ansiedad, ritual y una necesidad urgente de romper todo. El punk no estaba muerto, ni cerca. Solo esperaba su momento para explotar.

Antes del plato principal, Leila Harlac se encargó de abrir la noche con un show de aproximadamente media hora más que aceptable en donde sonaron temas propios y varios covers que generaron una buena respuesta del público. Se destacaron versiones de clásicos como “Represión” de Los Violadores, “Last Caress” de Misfits, “Blitzkrieg Bop” de los entrañables Ramones y “The Kids Aren’t Alright” de the Offspring, con la que cerraron su set. Fue un repaso enérgico por influencias claras que sirvió como calentamiento para lo que se venía.

Hasta faltando unos 25 minutos para que arranque The Exploited, la pista lucía sorprendentemente vacía. Uno podría haber pensado que, al ser el último show de los escoceses en esta parte del mundo, el lugar estaría lleno desde temprano. Pero eso cambió rápidamente: en cuestión de minutos, el Groove se transformó en una caldera. Debo reconocer que no soy bueno calculando pero estimo que cerca de mil personas terminaron copando el lugar, entre la planta baja y las plateas altas que se habilitaron para quienes querían escapar del pogo demencial que se avecinaba.

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Wattie no habló mucho, como siempre. No hace falta. Su cuerpo, su voz y su actitud lo dicen todo. The Exploited no necesita discursos largos ni pirotecnia. Lo suyo es la crudeza, el mensaje directo, la música que golpea sin filtro. Y eso fue exactamente lo que entregaron. Algunas de las “pastillas” más destacadas de la noche incluyeron el momento en que Wattie posó con una camiseta de la selección argentina con su nombre en la espalda, y otro aún más provocador, una camiseta del equipo que perdió la final de la Copa Libertadores 2018 en Madrid. Esto desató una oleada de cánticos cruzados, a favor y en contra, al mejor estilo de una cancha de fútbol.

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