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The Varukers en Buenos Aires: “Los sistemas fallan, el punk prevalece”
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Fotos de Cecilia Príncipe

Con un par de amagues anteriores que los tuvieran tocando en Brasil, Chile y Colombia en los últimos 25 años, el miércoles 22 de octubre los punks argentinos pudieron sacarse la espina y por fin tener tocando en un escenario local a The Varukers, los veteranos del hardcore británico que llevan cuatro décadas y media siendo un escupitajo flemoso en la cara del sistema. Y encima tenerlos en el Club Cultural Bula (Bulnes 998) del barrio de Almagro aseguraba que íbamos a tener una noche de festejos violentos.

Tras presentarnos en la mesa y que nos pusieran el sello fosforescente en el dorso de la mano, bajamos los escalones para llegar al sector subterráneo del Bula. Aunque era temprano, ya se podía ver una cantidad importante de punkis, “jarcors”, crusties, metaleros y demás fauna del mundo de la música rápida y ruidosa, en un ambiente donde se encontraban las crestas, las dobles crestas, las rastas, los pelos largos y las peladas, y las remeras de Dead Kennedys y GBH se cruzaban con las de Spazz y G.L.O.S.S (primera vez que veía una remera de G.L.O.S.S) y estas con las de Motörhead y V8. Un aplauso al que llevaba el parche enorme con la imagen del Emisario de los Gorgonitas de Pequeños Guerreros.

Para ese momento lamentablemente ya habían pasado las presentaciones de los primeros teloneros Incendiaria y Rezago, algo que todavía lamento haberme perdido, pero justo estaba comenzando su set la gente de SØLVË. El cuarteto hizo lo suyo de la manera sucia y distorsionada que cabría esperarse de una banda de “black crust”, aunque a veces fuera complicado dilucidar qué parte era algo deliberado de las canciones y qué parte era el sonido del Bula soltándole la mano al grupo. Más allá de eso, lo de SØLVË fue indudablemente entretenido, sobre todo cuando ponen el acento en los riffs motosierra. Una canción como “Proyectil” estando dedicada al genocidio israelí en Palestina y una declaración de principio anti “chupada de culo al jefe” como “No Seas Como Frank Grimes”, interpretadas a todo grito, sirven para resumir el set de la agrupación.

TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR: Discharge en Buenos Aires: “Ni Dios ni patria, pero amos del D-Beat”

Tras una espera relativamente corta, donde el ya poblado sector subterráneo del Bula fue llenándose todavía más de gente que parecía salida de The Warriors o de alguna pandilla de película distópica de acción de los ochentas, pudimos ver ya el set de Cahnalet, los últimos teloneros de aquel miércoles. Otro combo de sonidos extremos, en este caso marcado por las vocalizaciones podridas de Brenda Jezabel Cuesta (también de Bloodparade, obviamente, y una de las encargadas de organizar la fecha). Brutal, directo, death y crust a partes iguales con esos riffs bien jodidos, como para ir poniéndonos a tono. Claro que nos podemos poner a discutir si es algo exclusivo del público argentino el tener dificultades para el pogo antes de la banda principal o si es una manera de preservar las energías para el plato fuerte, pero más allá de eso fue una presentación también muy entretenida, además de que el 2 de noviembre próximo se presentarán junto a los neerlandeses Neuroot en el Espacio Rincón.

Quienes estén acostumbrados a los conciertos en lugares como el Teatro Flores o Uniclub, este último donde originalmente se había programado el recital, estarán acostumbrados a que las pruebas de sonido arriba del escenario se hagan detrás del telón, pero las cosas no funcionan así en el Bula. No sólo porque apenas hay un “arriba”, siendo que el escenario es apenas más elevado que uno escalón, sino también porque no hay telón de ningún tipo, con la única barrera entre público y músicos siendo una cita de construcción puesta alrededor. Es así que pudimos ver la llegada de los músicos de Varukers, acompañados por los saludos y ovaciones de la gente, con el guitarrista Nick Wynch dividiendo su tiempo entre afinar el instrumento y quedarse conversando con un par al lado del escenario, mientras Kev Frost y Kevin “Stabbo” Stapleton se centraban en su batería y bajo haciendo lo suyo.

Tras un rato de probar sonido, tuvimos la llegada del dueño del circo y único integrante que se ha mantenido a través de los innumerables cambios de formación: el cantante Anthony “Rat” Martin, que mientras acomodaba el micrófono se encargó de sacar la cinta que dividía al escenario de la gente. Y apenas arrancaron los acordes y el redoble de “How Do You Sleep?”, el Bula se volvió un festival de empujones y headbanging, con Rat berreando las letras de la manera que mejor sabe. “Led To The Slaughter” marcó la siguiente seguidilla de violencia, siempre con la gente levantando a los que se cayeran y manteniendo un mínimo de respeto incluso cuando llevaran a alguno cargándolo de cabeza.

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Tras un comentario/chiste acerca de su particular corte de pelo, con esa doble cresta, Rat anunció “Die For Your Government” para continuar con la fiesta, con el cantante remarcando: “Los veo ahí en el campo, y cuando era más joven yo hacía lo mismo… y ahora, ¡ni en pedo!”, siendo la frase con la que más me debo haber identificado en la noche (una canción y ya estaba para la ambulancia). Más allá de un par de problemas con un amplificador, que llevaron a una pausa corta, la noche transcurrió sin incidentes que estuvieran por fuera de lo esperado, con  “Murder”, “I Don’t Wanna Be A Victim”, “March of the SAS” y otros clásicos d-beat musicalizando las explosiones de violencia y caos de la noche. La guitarra de Nick sonaba filosa como un cuchillo, y Kev y Stabbo eran un reloj sucio y violento pero preciso en las bases.

La gente se subía y se tiraba del escenario, abrazaban a Rat durante las canciones, y el cantante entonaba sus canciones con ese acento fuerte que lo hará muchas veces ininteligible pero con la actitud justa para que la protesta se comunique de todas maneras. Para el final de la hora de recital dejaron tres clasicazos anarco punk para tener de fondo mientras se prende algún patrullero: “All Systems Fail”, “Soldier Boy” y “Protest and Survive”, que compartirá título con otro clásico de Discharge pero es completamente diferente y es también un temazo. Era cantado el lugar que tendría la lista, y también fueron cantadas de principio a fin por un público que parecía tener energía para mucho más todavía. 

Todo llegará a su fin, pero nadie se habrá ido decepcionado del Bula, con la tremenda energía mostrada por los Varukers y su público. El punk implica cierta cercanía entre artistas y fans, y es indudable que en aquel sótano se sentía un calor familiar que iba más allá del calor literal de tener tanta gente acumulada, como si fueran conocidos de toda la vida. El póster de la fecha dirá “Primera y única vez”, pero esperemos que no sea así, y que en podamos vivir otro paso de La V por los escenarios locales, aunque sea una vez más para vivir otro gran encuentro como el que tuvimos en el Bula.

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The Varukers en Buenos Aires: “Los sistemas fallan, el punk prevalece”
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Fotos de Cecilia Príncipe

Con un par de amagues anteriores que los tuvieran tocando en Brasil, Chile y Colombia en los últimos 25 años, el miércoles 22 de octubre los punks argentinos pudieron sacarse la espina y por fin tener tocando en un escenario local a The Varukers, los veteranos del hardcore británico que llevan cuatro décadas y media siendo un escupitajo flemoso en la cara del sistema. Y encima tenerlos en el Club Cultural Bula (Bulnes 998) del barrio de Almagro aseguraba que íbamos a tener una noche de festejos violentos.

Tras presentarnos en la mesa y que nos pusieran el sello fosforescente en el dorso de la mano, bajamos los escalones para llegar al sector subterráneo del Bula. Aunque era temprano, ya se podía ver una cantidad importante de punkis, “jarcors”, crusties, metaleros y demás fauna del mundo de la música rápida y ruidosa, en un ambiente donde se encontraban las crestas, las dobles crestas, las rastas, los pelos largos y las peladas, y las remeras de Dead Kennedys y GBH se cruzaban con las de Spazz y G.L.O.S.S (primera vez que veía una remera de G.L.O.S.S) y estas con las de Motörhead y V8. Un aplauso al que llevaba el parche enorme con la imagen del Emisario de los Gorgonitas de Pequeños Guerreros.

Para ese momento lamentablemente ya habían pasado las presentaciones de los primeros teloneros Incendiaria y Rezago, algo que todavía lamento haberme perdido, pero justo estaba comenzando su set la gente de SØLVË. El cuarteto hizo lo suyo de la manera sucia y distorsionada que cabría esperarse de una banda de “black crust”, aunque a veces fuera complicado dilucidar qué parte era algo deliberado de las canciones y qué parte era el sonido del Bula soltándole la mano al grupo. Más allá de eso, lo de SØLVË fue indudablemente entretenido, sobre todo cuando ponen el acento en los riffs motosierra. Una canción como “Proyectil” estando dedicada al genocidio israelí en Palestina y una declaración de principio anti “chupada de culo al jefe” como “No Seas Como Frank Grimes”, interpretadas a todo grito, sirven para resumir el set de la agrupación.

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Quienes estén acostumbrados a los conciertos en lugares como el Teatro Flores o Uniclub, este último donde originalmente se había programado el recital, estarán acostumbrados a que las pruebas de sonido arriba del escenario se hagan detrás del telón, pero las cosas no funcionan así en el Bula. No sólo porque apenas hay un “arriba”, siendo que el escenario es apenas más elevado que uno escalón, sino también porque no hay telón de ningún tipo, con la única barrera entre público y músicos siendo una cita de construcción puesta alrededor. Es así que pudimos ver la llegada de los músicos de Varukers, acompañados por los saludos y ovaciones de la gente, con el guitarrista Nick Wynch dividiendo su tiempo entre afinar el instrumento y quedarse conversando con un par al lado del escenario, mientras Kev Frost y Kevin “Stabbo” Stapleton se centraban en su batería y bajo haciendo lo suyo.

Tras un rato de probar sonido, tuvimos la llegada del dueño del circo y único integrante que se ha mantenido a través de los innumerables cambios de formación: el cantante Anthony “Rat” Martin, que mientras acomodaba el micrófono se encargó de sacar la cinta que dividía al escenario de la gente. Y apenas arrancaron los acordes y el redoble de “How Do You Sleep?”, el Bula se volvió un festival de empujones y headbanging, con Rat berreando las letras de la manera que mejor sabe. “Led To The Slaughter” marcó la siguiente seguidilla de violencia, siempre con la gente levantando a los que se cayeran y manteniendo un mínimo de respeto incluso cuando llevaran a alguno cargándolo de cabeza.

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La gente se subía y se tiraba del escenario, abrazaban a Rat durante las canciones, y el cantante entonaba sus canciones con ese acento fuerte que lo hará muchas veces ininteligible pero con la actitud justa para que la protesta se comunique de todas maneras. Para el final de la hora de recital dejaron tres clasicazos anarco punk para tener de fondo mientras se prende algún patrullero: “All Systems Fail”, “Soldier Boy” y “Protest and Survive”, que compartirá título con otro clásico de Discharge pero es completamente diferente y es también un temazo. Era cantado el lugar que tendría la lista, y también fueron cantadas de principio a fin por un público que parecía tener energía para mucho más todavía. 

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